Chapter 8: No es no
Después de aquél
momento de dolorosa empatía, el primero en romper el abrazo fue Peter, que
volvió a guardar las fotos en el sobre. Los videos, según le dijo a Chris,
jamás los había visto. El adolescente hizo entonces algo impulsivo, que
Christopher no pudo aprobar ni reprochar, pero que tal vez fue lo correcto:
rompió las fotos y los discos, y tiró los pedazos a la basura. Luego le miró
como preguntando "¿te parece bien?" Christopher asintió, aunque a su
yo interno no le pareció bien en absoluto. Quería ver esos videos, pero
entendía que eso no era decisión suya, sino de su hijo. Tal vez que los hubiera
roto era lo mejor: así no tendría la tentación de hacer algo horrible como
robárselos para verlos en secreto. Además, era la única forma de pasar página
completamente.
La caradura de Nick
fue esencial para relajar la situación y animar los ánimos. Después de que
Peter destruyera las pruebas visuales de todo lo que había sufrido, quedó en el
aire una tristeza agobiante, de una situación del pasado que seguía afectando
al presente, y que nunca, en realidad, se iba a poder resolver. Es de esa clase
de momentos en los que uno necesita decir algo y, como Nick acababa de llegar y
era el que tenía un semblante menos serio de los tres, le tocó a él:
- Así que… te
colaste en una comisaría. Mi hermano en su ladrón. Estoy orgulloso de ti: te he
iniciado en el lado oscuro.
- Fue sólo una vez.
Y no va a repetirse. – respondió Peter, avergonzado pese a que supuestamente
Nick le estaba haciendo un halago.
- Sí, eso dicen
todos. Pero, una vez lo pruebas, no puedes parar. No te avergüences, hermanito:
no todos tienen talento natural para esto. Eres un privilegiado. Lo llevas en
la sangre.
Chris frunció el
ceño. Le parecía que detrás de la broma Nick escondía algo de verdad. Demasiada
verdad, para su gusto.
- ¿Que lo lleva en
la sangre? – preguntó, tratando de sonreír, a pesar de todo.
- Bueno, dado quién
era nuestra madre, muchas veces nos hemos imaginado a nuestro padre como un
vulgar ratero. Pero es que además Peter ha tenido al mejor maestro. – dijo
Nick, señalándose a sí mismo, muy pagado de su propia habilidad.
- ¿Insinúas que eres
un ladrón? – Chris fue incapaz de mantener el tono relajado.
- Eso no puedes
probarlo. – replicó Nick, pero en un tono que daba a entender que sí, que lo
era.
Chris miró a Peter,
como buscando una confirmación.
- No te creas todo
lo que dice - le explicó el chico. – Tiene cierta tendencia a exagerar sus
"logros". Sólo fueron dos veces. Y lo hizo por un buen motivo.
- ¿Qué motivo? –
preguntó Chris, más tranquilo, pero aun en guardia. Tenía informes sobre ambos.
Nick tenía antecedentes, pero por vandalismo, allá por el tiempo de su primera
adopción. Como le explicó el señor Wright, no se toman medidas cautelares
contra los menores de catorce, y Nick tenía diez en aquella época. Así que
alguien tuvo que pagar los gastos por él y asunto arreglado. Todo eso Chris lo sabía,
lo entendía, y no le importaba. No es que fuera a cambiar de parecer sobre Nick
si descubría que era un ladrón, pero sí estaría más pendiente del chico,
dispuesto a cambiar aquello. Descubrió que, en realidad, no tenía motivos para
preocuparse.
- No morirme de
hambre – replicó Nick, algo molesto por ver que sus "méritos" no eran
debidamente reconocidos.
Chris hizo memoria.
- Cuando te conocí
en el orfanato me dijeron que tus intentos de fuga tuvieron éxito un par de
veces. ¿Te refieres a eso?
Nick no le
respondió. No le gustaba que le recordaran aquello. Se dio la vuelta para irse,
pero Chris le puso una mano en el hombro.
- ¿Te refieres a
eso? – insistió, con voz amable. Nick seguía sin responder, así que Chris
continuó. – Oíd chicos, dadme un respiro ¿vale? No soy policía y tampoco
psicólogo. Habéis tenido unas vidas muy…. Interesantes. Cada vez que descubro
algo nuevo sufro un amago de infarto. A éste paso no llego a los cuarenta…
- ¿Es que aun no los
tienes? – preguntó Nick, divertido.
- Tengo 32, mocoso
¬¬ Y muy bien conservados ¬¬
- Sí, ya, claro.
Pues tienes unas arruguitas muy bien conservadas en el ceño.
- Esas son culpa
tuya – replicó Chris – y de las veces que me lo haces fruncir.
Nick se rió. Chris
pensó que se estaba acostumbrando a ese sonido. Haría lo que fuera para no
dejar de oírlo a todas horas. Peter les observaba como diciendo: ¿"A ver,
quién era el adolescente y quién era el mayor?", pero también se divertía,
interiormente.
- Sí, Chris, me
refería a eso. Robé algunas cosas cuando intenté "vivir" fuera del
orfanato – respondió finalmente Nick, algo más serio. Pero una sonrisa entre
pícara y traviesa se fue extendiendo cuando añadió – pero sigo estando en
forma.
Levantó la mano, y
allí, entre los dedos corazón e índice, tenía la cartera de Chris. Se la había
cogido sin que éste se diera cuenta. Chris le miró con la boca abierta,
comprobó que no la tenía en el bolsillo, así que efectivamente era suya, se la
arrebató con un movimiento, y le dio un capón, pero sonrió con incredulidad.
Como padre no podía aprobar esos talentos, pero caray, el chico era realmente
bueno.
Más contentos, más
relajados, más "normalizados", los tres chicos bajaron a la planta
baja, donde en realidad Chris solía hacer su vida en la casa. Peter seguía en
pijama, así que fue a cambiarse mientras Nick y Chris planificaban su día. Como
no había ido al P3, tenían la mañana libre y para ellos solos. Decidió
conservar el plan que les había sugerido a los chicos, el de dar una vuelta,
pero les acompañó. Como al final no habían ido a comprar nada, con todo el lío
de la visita familiar y demás, les llevó a varias tiendas juveniles. Sin
embargo, se arrepintió en cuanto entraron en la primera: los chicos, en
especial Nick, curiosearon un montón de cosas, pero él no había cogido demasiado
dinero. Además, tampoco era tan rico como para gastar billetes inútilmente. Se
mordió el labio pensando en si los chicos montarían una escena cuando les
dijera que no podían comprar todo lo que querían…. Sin embargo, llegado el
momento, los dos hermanos vinieron tan sólo con un par de camisetas,
exactamente idénticas.
- ¿Sólo eso? –
preguntó extrañado. Estaban en un centro comercial, y les había visto en la
sección de ropa, de libros, de música… Además, le extrañaba que hubieran cogido
una prenda igual a la que llevaba el otro. En aquellos días había comprobado
que a los dos hermanos la ropa les daba igual: se ponían lo primero que veían,
eso sí, Nick siempre llevaba los pantalones más bajos de lo normal.
- No necesitamos
nada más – respondió Peter, encogiéndose de hombros. Chris se recordó que no
podían estar acostumbrados a los caprichos. En un orfanato no sobraba el
dinero.
- ¿Y por qué
iguales? - dijo con curiosidad
- Porque aun
seguimos empeñados en hacer que nos confundas – dijo Nick, testarudo. – A
partir de hoy, todos los días nos vestiremos exactamente igual.
- Os miraré
atentamente, y veré que Peter es el más delgado.
- Con todo lo que
nos haces comer, los dos terminaremos rodando como bolas en pocos días. –
respondió Peter, con una sonrisa.
- ¡Oh! ¡Comida! –
dijo Chris, acordándose de pronto. – Hemos volatilizado lo que tenía en la
nevera.
Así que hicieron la
compra. Así fue como terminó de descubrir las manías alimenticias de cada uno:
Además del hecho de ser vegetariano, y de no soportar la leche sola, Peter
odiaba el pimiento crudo.
- Pero, ayer te lo
puse en la ensalada – comentó Chris. – Y te lo comiste.
- Sí, y también me
bebí la leche y no me verás repetir. No voy a hacer una pataleta sin sentido
cada vez que haya algo que no me gusta. A no ser que funcione – añadió de
pronto, mirando a Chris con expectación. En el orfanato no funcionaba. Chris se
rió.
- Me temo que no.
Pero una cosa es que tengas que comértelo, y otra que te lo ponga todos los
días. Apuntado: poco pimiento.
En cuanto a Nick, su
lista de manías era mucho menos selecta. No le gustaba el pescado, salvo el
salmón. Como a Leo. No le gustaba el brécol, como a Leo. No le gustaba la pera,
como a Leo.
- ¿Estás seguro de
que no eres hermano biológico de Leo? – preguntó Chris, cuando se enteró de que
tampoco le gustaba la berenjena. Leo siempre hacía un berrinche con esa
hortaliza.
- Tu hijo es sabio –
respondió Nick, dignamente. – La berenjena no está hecha para ser comida por el
ser humano.
- Eh, que a mí me
gusta – protestó Peter.
- Lo cual demuestra
que no eres humano. Lo que yo decía. Sabe más un niño de ocho años que tú,
Peter.
Peter sonrió,
aceptando la broma y Chris pensó que se les veía muy relajados. Tal vez tenían
que hacer más cosas cotidianas como aquella. Desde luego, prefería mil veces
esos momentos a la simple cordialidad que solía demostrar Peter, y a la
hostilidad de Nick. Pensó que aquellos chicos sólo necesitaban que los trataran
bien: Peter tenía muchas heridas internas que curar, y Nick tenía que perdonar
al mundo por haberle dejado de lado.
Para cuando
terminaron de comprar todo lo que necesitaban y regresaron a casa, se acercaba
la hora de que Leo saliera del cole. Decidieron irle a buscar todos juntos: así
darían una sorpresa al niño, y Nick y Peter empezarían a conocer el camino.
Peter se orientaba bastante mal, pero Nick estaba acostumbrado a callejear sólo
y Chris estaba seguro, cuando llegaron al colegio, de que sabría volver
perfectamente, pese a haber hecho el camino una única vez.
Peter quería
disculparse con Leo. Chris le había insistido en que no era necesario, pero el
chico se sentía mal por haberle hablado de forma tan brusca. Después de todo,
el niño no sabía lo que había dentro de la caja ni por qué quería que fuera
privado.
- Tú mismo me has
frenado esta mañana.
- Aun no sabía lo
que había dentro.
- Eso no cambia
nada. Es un niño, y le aprecio.
A Chris le hubiera
gustado más oír "es mi hermano, y le quiero", pero pensó que por
algún sitio había que comenzar.
- En cualquier caso,
tiene que aprender a no coger lo que no es suyo, sobre todo si ya le han dicho
que no lo haga.
Peter no dijo nada.
Se olía que el pequeño estaba en problemas, y no le hacía ninguna gracia que
fueran a castigarle por su culpa. Pero tal vez Chris sólo fuera a hablar con
él. No tuvieron tiempo para más porque en ese momento salió la clase de Leo. El
niño no parecía muy contento, pero cambió el semblante en cuanto les vio.
Corrió hacia ellos y Chris pensó que iba a abrazarle, pero se quedó abrazando
al aire cuando Leo se tiró a los brazos de Peter.
- Siento lo de esta
mañana – dijo el niño, tanteándole para ver si seguía enfadado.
- Yo lo siento
también, peque. Me levanto de mal humor. – le revolvió el pelo con cariño.
- Ejem – intervino
Chris. – Me voy a poner celoso ¿sabes?
Leo le sacó la
lengua.
- Yo te tengo que
compartir a ti, así que tú tienes que compartirme a mí – dijo, pero pese a todo
cambió los brazos de Peter por los de Chris.
- Claro, y yo
mientras tanto a llevar la mochila – repuso Nick, haciéndose el indignado.
Efectivamente, había cogido la mochila del niño y se la había puesto a la
espalda. – Que sepas que estás mal enseñando a tu hijo: él también nos
distingue sin problema.
- Eso es porque soy
muy listo. – y porque había sido Peter el que había abierto sus brazos para él.
Generalmente, Nick era el efusivo, pero Leo y él tenían otro tipo de relación.
Se llevaban bien, pero Leo sabía lo que podía obtener de Nick, y lo que no.
Peter en cambio hacía básicamente todo lo que él quería.
- ¿Qué tal el día? –
preguntó Chris.
- En Lengua hemos
hecho dos redacciones – respondió el niño. Siempre hablaba de esa asignatura, y
en cambio evitaba cuidadosamente hablar de Conocimiento del Medio. A partir de
ese momento el chico empezó a parlotear, aunque había momentos en los que de pronto
se quedaba callado, como si hubiese estado a punto de decir algo que no quería
decir. Chris se dio cuenta de ese detalle, pero lo dejó estar.
No habían llevado el
coche, así que volvieron dando un paseo. Incluso cuando no estaban los chicos y
podían orbitar, a Chris le gustaba volver tranquilamente andando con su hijo.
Cuando llegaron a
casa, Nick devolvió la mochila a su legítimo dueño. Leo subió un momento a
dejarla en su cuarto y bajó enseguida, preguntando si faltaba mucho para comer.
Chris se dio cuenta de que no había sido un buen padre aquella mañana,
enviándole al colegio con una mandarina y sin un triste bocadillo. Le dio una
galleta, y se puso manos a la obra con la cocina. Nick, como si tuviera un
sensor que le avisaba de cuándo iba a ponerse a cocinar, bajó a ayudarle. Peter
había desaparecido, y pronto les llegó el sonido de la guitarra, desde el piso
de arriba. Chris sonrió
- ¿Te dije o no te
dije que era un genio? – le dijo Nick, sonriendo también. – Pero no le digas
que he dicho eso, a ver si se lo va a empezar a creer.
Chris se imaginó un
mundo en el que Peter fuera prepotente. Al principio le extrañó, pero luego se
dio cuenta de que, a su manera, y tras todas aquellas inseguridades que
escondía, ya lo era. Se comportaba como si tuviera más años de los que tenía.
Nick, en cambio, era directamente orgulloso y altanero, pero a la hora de la
verdad era consciente de que aun podía ser un niño, y lo disfrutaba.
Estaban
tranquilamente cocinando y escuchando a intervalos regulares el sonido de la
guitarra y de la voz de Peter cuando empezaron a oír gritos.
- ¡Eres tonto! –
oyeron chillar a Leo.
La respuesta de
Peter no se entendió, porque él no había elevado tanto la voz.
Chris se preguntó si
debía intervenir, o dejar que resolvieran sus propios problemas: sabía que no
era bueno intervenir en todos los conflictos entre hermanos. Permaneció con
Nick un poco más, antes que escucharon el sonido de alguien que caía al suelo,
seguido del llanto de Leo.
Chris subió arriba
enseguida, y entró a la habitación de Peter, donde Leo estaba llorando sentado
sobre el suelo. Iba a preguntar qué había pasado, pero no hizo falta.
- Papi, Peter me ha
pegado – lloró, y le señaló acusadoramente.
Chris miró al
aludido, que parecía realmente sorprendido.
- Yo no he hecho eso.
- ¡Si lo has hecho!
- No Leo, no lo he
hecho. Nunca lo haría. Hablo en serio. Lo siento si te he asustado.
Peter parecía
conservar la calma, aunque la insinuación de Leo no le había gustado. Chris
abrazó a Leo, y se decidió a no acusar a ninguno hasta que no tuviera la
suficiente información. Le sorprendió darse cuenta de que estaba predispuesto a
creer a Leo, y se sintió mal por ello. Tanto que insistía en que todos eran
hijos suyos, y a la hora de la verdad prefería a Leo antes que al resto. "No,
Chris" se dijo. "Lo que pasa es que él es el pequeño." Se dio
cuenta de que esos eran sus verdaderos motivos: en una pelea tendería siempre a
culpar al mayor, porque es él quien debe mostrar más autodominio.
- ¿Qué ha pasado?
La pregunta se la
hizo a Peter, pero fue Leo el que le respondió, antes de que el adolescente
abriera la boca.
- Le pregunté si
podía tocar la guitarra y me dijo que no.
- Eso no es cierto.
Te dije que para la guitarra eléctrica tenías que usar la púa, nada más.
- ¡Pero yo quería
tocar con la mano!
- Te hubieras hecho
daño. Las cuerdas son de metal, se tocan con la púa.
- ¡No me la dejaste!
- Sin la púa, no. –
admitió Peter, impasible a pesar de que el niño le estaba gritando otra vez.
Chris se estaba
haciendo una idea de la situación.
- Peter no te dejó
tocar. Y entonces ¿qué pasó?
Ahí debía ser cuando
escuchó el "eres tonto".
- Me enfadé y le
cogí la guitarra.
- Leo, no puedes
coger lo que no es tuyo. Tienes que pedir permiso – le dijo Chris, con voz
cansada. De fondo, estaba el mismo problema que con la caja, del que todavía
tenía que hablar con Leo.
- Y lo pedí.
- Pero te dijeron
que no. Eso quiere decir que no podías cogerla.
Siendo otro el caso
le hubiera dicho a Peter que podría haber cedido, pero entendía que no se
trataba de que no hubiese querido compartir la guitarra, sino de que el niño no
quería coger la púa que era necesaria para tocarla.
- ¡Pero yo quería!
Además, da igual, porque él me la quitó, y me amenazó.
- ¿Y le pegaste? –
le preguntó Chris a Peter, recordando la primera acusación del pequeño. Lo de
la amenaza no le había gustado.
- ¡No! – respondió
Peter, ofendido y comenzando a enfadarse él también. - ¡Y tampoco le amenacé!
- ¿Me estás llamando
mentiroso? – preguntó Leo, saliendo de los brazos de Chris, para encararse con
Peter. Hubiera sido gracioso dado su pequeño tamaño de no ser porque parecía
perfectamente capaz de darle un puñetazo de verdad.
- Mira, yo no te
estoy llamando nada. Has sido tú el que has empezado a insultarme cuando te he
quitado la guitarra. Yo lo único que he dicho es que no debías decir esas
palabras.
- ¡Acusica! ¡Además,
tú no eres mi papá! – gritó el niño, y se tiró sobre él. Chris le cogió y le
apartó de Peter, porque Leo había empezado a pegarle con puñetazos y patadas.
Aunque tuviera ocho años, tenía la suficiente fuerza como para que Peter, que
no se había defendido, se frotara la espinilla con evidente dolor.
Chris le dio la
vuelta a Leo y le dio un azote fuerte. El niño dejó de moverse de inmediato.
Chris no solía pegarle delante de terceras personas, no le gustaba, y por eso
mismo sólo le dio un azote y no la azotaina que pensaba darle después. Con eso
consiguió toda la atención del niño.
- Él no es tu papá,
pero yo sí. Deja de portarte como un salvaje y cuéntame lo que ha pasado. ¿Por
qué dices que te ha pegado?
Leo había enmudecido
de pronto. Chris no sabía si era porque le había dado un azote delante de sus
hermanos. El niño era muy pequeño para esa clase de vergüenzas, ¿o no? En
cualquier caso, sólo obtuvo respuesta de Peter, que parecía algo apenado.
- Seguía intentando
cogerme la guitarra y yo, al tratar de evitarlo, he debido de darle sin querer.
- No, sin querer no.
¡Me has pegado con la guitarra!
Ocurrió algo
extraño. Leo lo decía con la misma seguridad con la que él, una vez, dijo que
Wyatt le había pegado con una carpeta. En aquella ocasión fue cierto, y estuvo
a punto de creer que en ésta ocasión también, porque Peter bajaba la cabeza
como si de verdad hubiera hecho algo malo. Sin embargo, recordó cuál era la
historia del muchacho. Recordó que le habían pegado con toda clase de cosas, y
supo que nunca, por muy cabreado que estuviera, sería capaz de hacer algo como
pegar a Leo con una guitarra. Además, el niño no mostraba signos de que el
golpe hubiera sido gran cosa: si un chico de 16 años le hubiera golpeado con
una guitarra, le hubiera dolido de verdad. Aquello parecía fruto más bien de un
golpecito accidental, tal como decía Peter. Por eso, se puso a la altura de Leo
y le miró a los ojos.
- ¿Estás seguro de
que no fue sin querer? – le preguntó.
- No, fue a
propósito – respondió el niño, pero Chris se dio cuenta de que mentía. Le
molestó que le mintiera tan directamente: eso indicaba que el niño no se había
confundido, tomando por agresión lo que no lo era. Sabía que había sido sin querer
y aun así decía que había sido aposta.
- Está bien – dijo,
actuando como si le creyera. – Peter, ven conmigo – dijo en tono serio.
El chico le miró
sorprendido y dolido, seguramente pensando que había creído al niño. Sin
embargo, no dijo nada, y obedeció. Cuando salieron del cuarto, Peter seguía sin
decir nada, así que Chris se dio la vuelta y le miró.
- ¿No vas a decirme
que mi hijo miente?
- ¿Me creerías? –
preguntó Peter, con una voz enronquecida de puro enfado.
- Sé que miente –
dijo Chris. – Tranquilo – añadió sonriendo, para que viera que en verdad no le
culpaba.
El semblante de
Peter se relajó, pero aun fruncía el ceño cuando preguntó:
- Entonces, ¿qué
hago aquí?
Había supuesto – y
temido, como hacía mucho tiempo que no temía nada – que Chris iba a castigarle.
- Esperar a que
venga a decirme la verdad. Si conozco a mi hijo saldrá de ahí en unos momentos
lleno de culpabilidad, si cree que te estoy regañando por algo que ha hecho él.
Leo pensaba que
Chris estaba haciendo algo más que "regañarle". Se sintió muy mal al
pensar que a Peter iban a castigarlo por su culpa. Se sintió muy mal, pero el
miedo pudo más, y se quedó sentado. Había hecho cosas muy malas aquél día:
primero lo de la caja, luego lo de la nota en clase (aunque eso su padre aun no
lo sabía), después se había peleado con Peter y le había dicho unas cosas que
sabía que no podía decir, y le había mentido a su papá. Encima después,
enfadado, se había lanzado a pegar a Peter que, efectivamente, no había llegado
a hacerle nada, porque él sabía que lo de la guitarra había sido un accidente.
Pero estaba enfadado porque no le había dejado tocar la guitarra, y por eso le
echó las culpas con su padre. Ahora sabía que si le decía la verdad, su padre
le mataba.
Sin embargo, recordó
todas aquellas veces en las que había hecho algo imperdonable (como romper el
móvil de su padre en una rabieta, o esconderle las llaves del coche porque
estaba enfadado) y su papá no lo había matado. Le había castigado, es verdad,
pero le había perdonado. Y decía que le seguía queriendo. Limpiándose las
lágrimas, Leo abrió la puerta del cuarto de Peter y fue a buscar a su papá.
- Fue sin querer,
papi – dijo, y se frenó en seco cuando le vio en el pasillo, con Peter. Se
asombró de verle ahí.
- ¿Qué has dicho? -
preguntó Chris, como si no hubiera podido oírle.
- Que fue sin
querer. Peter no me pegó.
Chris sabía lo mucho
que a su pequeño le había costado decir la verdad. Se sintió orgulloso de él,
aunque le hubiera gustado que fuera sincero desde el principio.
- Gracias por decir
la verdad, campeón. Mentir está muy mal, y sabes que a mí en particular no me
gusta nada. – había dos cosas que a Chris le enfadaban mucho: las mentiras, y
las desobediencias directas. Había otras cosas con las que era un poco más
tolerante, porque podía entender que eran cosas de críos. Lo de la guitarra no
hubiera sido para tanto si Leo no lo hubiera agravado con insultos, mentiras, y
ataques violentos. Probablemente ni había intervenido, viéndolo como una pelea
normal entre hermanos
- Sí, papá. Snif snif
– Leo lloraba triste y avergonzado. No sólo por su papá, sino también por
Peter, que tenía que estar tan enfadado con él que no iba a volver a hablarle.
- Ahora vamos a
comer. Después vamos a hablar muy seriamente sobre mentiras, palabrotas, pegar
a los demás y coger lo que no es tuyo.
Leo lo vio como una
lista de cargos realmente larga, y decidió que su papá se enfadaría más si
descubría lo de la nota sin que él se lo dijera.
- Y lo de la nota –
dijo bajito.
- ¿Qué nota?
- De Tara.
Tara era la
profesora de Conocimiento del Medio de Leo. No era la primera vez que traía una
nota suya a casa y Chris le había avisado que la próxima vez que trajera una le
castigaría. Suspiró.
- Y lo de la nota –
añadió. – Pero ahora a comer, vamos.
Bajaron a comer.
Chris se llevó una grata sorpresa al ver que Nick había puesto la mesa él sólo,
y los esperaba con todo ya servido. Le sonrió e intentó darle un beso. Como el
chico tuvo uno de esos ataques de "ya soy mayor para que me vayas dando
besos", le hizo cosquillas.
La comida fue
bastante silenciosa. De hecho, los únicos que hablaron fueron Chris y Nick. El
motivo del silencio de Leo era bastante obvio, y en cuanto a Peter, lamentaba
que el pequeño estuviera en líos. Le había dolido que le acusara de pegarle,
pero no le guardaba ningún rencor y en cambio ahora el que le iba a pegar era
Chris. Peter aun no sabía qué pensaba respecto a los castigos de Chris. Sabía
distinguir entre maltrato y unos azotes, pero no podía dejar de pensar que,
cuando le llegara a él el momento, se moriría de miedo. Durante unos segundos
había creído que Chris le iba a castigar y no pudo evitar pensar en sus otros
padres. Decidió que nunca le daría motivos para que le castigara. Iba a ser el
hijo modelo.
Cuando acabaron de
comer, Chris mandó a Leo a su cuarto. El niño tardó un segundo en obedecer,
pero luego debió de pensar que era mejor no empeorar su situación. Esperó a su
padre en su cuarto, sentado sobre la cama.
Por su parte
Christopher no dejaba de suspirar. Dejó a Nick y a Peter viendo la tele, y él
fue al cuarto de baño a coger el cepillo. Había decidido obviar lo de la nota:
aun no la había leído, pero adivinaba que era porque Leo no había llevado los
deberes. No es que le hiciera gracia, pero con el follón de fin de semana que
habían tenido, con la llegada de los chicos y la visita familiar, podía
entender que no se hubiera acordado, y él mismo tampoco había estado muy
pendiente. Sin embargo, no le gustaba que le hubiera ocultado eso, ni que
hubiera mentido tan descaradamente respecto a la pelea con Peter. Aun no sabía
además qué palabrotas había dicho, y no estaba dispuesto a tolerar que se
pudiera a pegar como un salvaje a nadie sólo por llevarle la contraria. No se
olvidaba de lo que había provocado todo: la insistencia de Leo cuando le decían
que no; la necesidad de desobedecer que parecía tener cuando le decían que no
podía coger un objeto que no le pertenecía. En definitiva, su pequeño estaba en
muchos problemas, y nadie lo sentía tanto como Chris, que odiaba ser el malo de
la historia y ver sufrir a sus hijos. Sólo utilizaba el cepillo para cosas
graves, y aquella vez estaba dispuesto a enseñar a Leo a no coger lo que le
habían dicho que no cogiera.
Fue al cuarto de Leo
y trató de prepararse. El niño ya sabía que se había pasado, así que Chris
esperaba que pusiera las cosas fáciles y no hiciera nada para hacérselo más
difícil. Sin embargo, debía ser demasiado pedir, porque cuando Leo vio el
cepillo salió corriendo. Chris le había pegado con él alguna vez y al niño no
le gustaba nada. Chris le persiguió y le agarró enseguida, porque sus piernas
eran más largas que las de su niño. Leo se tapó el trasero con las manos,
temiendo unos azotes, pero Chris le dio un beso en la cabeza. No iba a
castigarle por no querer recibir un castigo. Era una reacción natural hasta
cierto punto. Con aquél beso, que pretendía tranquilizar un poco al niño,
consiguió que se pusiera a llorar.
- No, por favor,
papá. Me portaré bien, te lo prometo.
- Sé que te portaras
bien, hijo – dijo Chris mientras se sentaba, y ponía al niño frente a él.
Comenzó a bajarle los pantalones. – Esto es para que nunca se te olvide, y para
enseñarte que no me gustan las mentiras, ni las desobediencias. Peter te dijo
que no podías coger la caja y trataste de cogerla. Te lo impedimos, y lo volviste
a intentar, e hiciste que Peter se enfadara mucho. Cuando ya te había
perdonado, intentas quitarle su guitarra. No es que no te la quisiera dejar,
Leo, es que es verdad que para tocarla necesitas la púa. Te dijo que no, y
nuevamente hiciste lo que se te antojaba, y la cogiste. Como no te dejó, le
insultaste y luego me mentiste a mí. Lo que dijiste está muy feo, Leo, si fuera
verdad que Peter te pegó con la guitarra me hubiera enfadado mucho con él. Y
todo porque estabas enfadado. Te lo pregunté varias veces y me mentiste.
Las lagrimitas
bajaban por la cara del niño. Chris suspiró, y colocó al niño, ya sin ropa,
sobre sus rodillas. No cogió el cepillo directamente: no iba a darle toda la
zurra con eso. El niño aun era pequeño, y él quería castigarle, no hacerle
verdadero daño. Empezó los azotes con su mano, controlando su fuerza, pero al
niño le dolía.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Papíiiiiiiiii – se
quejó el niño, y desde ese momento ya no estuvo callado.
- No es cuestión de
llorar ahora, Leo, sino de obedecer cuando te dicen algo.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Si te dicen que
no, es no.
SWAT SWAT SWAT SWAT
Leo empezó a llorar
con más fuerza, y esa fue su señal para coger el cepillo.
CRACK CRACK
- No intentarás
coger lo que no es tuyo.
- Ayy. ¡No lo haré!
CRACK CRACK
- No me mentirás,
Leo. Nunca.
- ¡Nooo!
CRACK CRACK
- No le darás más
patadas ni puñetazos a tu hermano.
- No, papi.
CRACK CRACK
- Y no insultarás a
la gente ni dirás palabrotas. Ya no sé cómo decírtelo, hijo.
Leo dijo algo así
como "no lo haré", pero los sollozos lo hicieron incomprensible.
Chris dejó el cepillo, y cogió a su hijo. Los calzoncillos habían terminado en
el suelo, junto con los pantalones, y Chris podía ver que tenía el culito muy
rojo. No le había pegado fuerte; no con la misma fuerza que pegaba a Nick, por
ejemplo, pero aun así había sido una azotaina algo dura que esperaba no tener
que volver a repetir. Le acarició la espalda al niño, que lloraba mucho.
- Leo, quiero saber
qué palabrotas le dijiste a Peter.
Leo se limitó a
llorar, y a taparse la espalda.
- Tranquilo, hijo.
Ya te he castigado, no te voy a pegar más, pero quiero saberlo.
- Le…snif…le le dije
"Idi y lo que sigue", y "gili…." Y la palabra que empieza
por "c".
- ¿Por c? – preguntó
Chris, que no caía.
- Cabrón – dijo el
niño muy bajito.
- Oh. – esa era
nueva. Esperaba que no la hubiera aprendido de Nick, aunque no creía que le
hubiera dado tiempo, porque además no le había oído decir palabrotas delante
del niño. - ¿Y le dijiste todo eso porque estabas enfadado?
- Sí – reconoció
Leo, sollozando.
- Shhhh, shhhhh. Ya
está, campeón, ya está. Sabes que no me gusta que digas esas cosas ni que te
portes mal, por eso te he castigado, pero ya te he perdonado. Ya está, no pasa
nada.
Leo siguió llorando,
abrazado a él. El trasero le dolía y le picaba, y también estaba enfadado por
su papá por haberle pegado, pero era lo suficientemente listo como para saber
que aquél no era momento de rabietas. Cuando se sintió un poco mejor, sin
embargo, se separó de su padre y se fue.
Chris no se lo impidió,
pero le sorprendió mucho que hiciera eso. Normalmente pasaban un rato más
abrazados, y Leo solía agradecer su consuelo. Chris apoyó los codos en las
piernas, y la cabeza en las manos, apenado por haber tenido que castigar a su
pequeño. Pero había cosas que no podía permitir, sobre todo cuando se repetían.
Se dio cuenta de que, en su prisa por irse, Leo no se había puesto los
pantalones, así que fue a buscarle para dárselos.
Mientras tanto, Leo
había bajado las escaleras, y había ido donde estaba Peter: en el sofá con
Nick, viendo la tele. Sin decir nada, se acercó a Peter, tanteando el terreno.
Peter le vio, y le saludó, reparando en sus lágrimas.
- ¡Ey! Hola, peque.
Le sonrió, y el niño
lloró más aun, aunque no sabía por qué. Quizá porque Peter no estaba enfadado
con él, y eso le hacía sentir más culpable; quizá porque aun le dolía. En
cualquier caso, lloró y se frotó el trasero, muy tiernamente. Peter le tomó en
brazos y le puso encima de él. En vez de sentarlo, pudiéndole hacer daño, le
puso con la cara sobre su pecho, como había visto hacer con algunos bebés, de
tal forma que Leo quedó semitumbado encima suyo. No sabía qué decir, así que no
dijo nada. Acarició las piernas del pequeño, sorprendido de que no llevara
pantalones. Pero así pudo ver las señales del castigo, que no eran ningunas más
que un poquito colorado allí donde le habían pegado. Chris no era ningún
animal, y aunque Peter ya lo sabía, comprobarlo le tranquilizó. Mimó al niño, y
en esto estaba cuando Chris llegó al salón, con los pantalones de Leo. Se quedó
confundido, en la puerta, sin saber qué hacer. Peter le hizo una señal con la
cabeza, como un "ya me encargo yo". Acarició la espalda de Leo hasta
que se calmó.
Nick asistió a todo
esto en silencio, fingiendo que seguía viendo la tele, pero alargó la mano y
acarició brevemente el pelo de Leo.
- Venga, enano. Deja
de llorar o derretirás a Peter. ¿No ves que está hecho todo de azúcar?
El niño entendió que
al decir que Peter estaba hecho de azúcar se refería a que era muy dulce, pero
no supo lo que Nick quería decir con derretirse. Se separó un poco de Peter y
se frotó los ojos.
- ¿Y qué?
- Pues que el azúcar
se derrite con el agua.
- Genial Nick, clase
de ciencias: justo lo que necesita.
- Ha dejado de
llorar ¿no?
Nick se encogió de
hombros y se levantó del sofá, volviendo a revolver el pelo del pequeño. Por su
parte, Peter siguió abrazando a Leo y decidió que tenía que decirle algo.
- Puedes coger mi
guitarra siempre que quieras, Leo, pero si coges la eléctrica tienes que
utilizar la púa. Puedes hacerte daño, ¿entiendes? Como si te cortaras.
Leo entendió. Antes
no le había creído, pensando que Peter lo decía sólo para que no cogiera la
guitarra, pero estaba siendo bueno con él, y si se lo decía sería porque era
verdad. Asintió, y siguió abrazado, hasta dormirse.
Chris, que había
observado en silencio y con cierta incertidumbre, se acercó.
- Me lo llevaré a la
cama: te estará dando calor.
- No me molesta,
Chris, déjale. Pero dame sus pantalones: los querrá cuando despierte.
Sin embargo, Leo no despertó
sino que, al cabo de cinco minutos, cuando Chris regresó, Peter se había
dormido también. Le dio mucha ternura verlos dormir abrazados. Les dejó así un
momento, y luego cogió a Leo y lo llevó a su cama, sin que se despertara. Con
Peter no podía, y mucho menos subir las escaleras, así que le despertó con
suavidad. El chico se dejó guiar hasta su cuarto y se durmió. A Chris se le
ocurrió de pronto que tal vez se pasaba las noches en vela, o algo, porque
parecía mortalmente cansado.
Fue al cuarto de Leo,
a darle un beso, y el niño se despertó. Se le quedó mirando durante un rato, y
luego el niño preguntó:
- ¿Me quieres?
Esa pregunta se la
hacía a menudo, como un juego. No porque lo dudara, sino porque era algo que
hacía desde pequeño, como un saludo. Cuando era un bebé y jugaban al cucú-tras,
Leo hacía esa misma pregunta cada vez que su padre "le encontraba” cuando
se había escondido. A veces la repetía en tono mimoso, pero aquella vez parecía
preguntarlo en serio.
- Con todo mi alma,
Leo. – respondió, y se sentó en la cama hasta que el niño se volvió a dormir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario