lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo ocho


Moisés, bajó la tapa del inodoro y  se sentó, todo estaba mal, todo estaba fuera de control. Él era un buen padre así que se preguntaba porque esos chicos no hacían otra cosa que causar problemas. Los amenazas no funcionaban, los castigos tampoco y unos buenos azotes que siempre obraban milagros, en el caso de Bruno era milagros de muy poca duración. Además estaba esa quemazón en su interior porque sentía que estaba fallando a su hermanita.
Ahí sentado mirando las baldosas del baño vio claro él solo no salía adelante y los únicos que iban a pagar las consecuencias de su ineptitud eran esos muchachos. Hubiera sido tan bonito que los chicos hubieran encajado en su casa y que el mayor de los problemas fuera que tuviera que insistir en que se comieran las verduras, que hicieran las tareas o que no se peleasen entre ello. El recordaba su infancia y adolescencia y la mayoría de broncas con sus padres fueron por ese tipo de niñerías.
Moisés perdió la noción del tiempo, no sabía si había estado sentado ahí,  5 minutos o 5 horas. Lo cierto es que fuero 20 minutos, 20 minutos en los que Bruno Y David estaban comiéndose las uñas porque sabían que la habían cagado a base de bien. Además no eran ciegos, sabían que sus tíos cada vez estaban más cansados de tenerlos con ellos. Y la amenaza a Bruno de escolarizarlo en un centro de ese tipo solo hacía que reafirmar sus mayores temores. Aquel no era su hogar, en el momento en que su padre decidió quitarse la vida se quedaron sin hogar. Era cuestión de tiempo que no acabaran internados en algún centro, así ya no molestarían a nadie.
David estaba dispuesto a esperar el año y medio que el faltaba para cumplir los 18 años, no le costaba aguantarse y no mostrar sus inseguridades, temores y dolores. Incluso podía fingir ser un chico despreocupado y alegre como Bruno, aunque eso fuera contra su naturaleza de chico taimado y más bien depresivo. Pero a Bruno aún le quedaban 5 años, y él no tenía ningún tipo de autocontrol, no lo había tenido nunca, ni siquiera cuando sus padres estaban vivos. La larga enfermedad de su madre hizo que el chico creciera un poco a su aire sin muchas reglas, que digamos, nadie quería poner más triste al pequeño de la pobre moribunda. Y las semanas después de la muerte de su madre, su padre estaba demasiado ocupado compadeciéndose de si mismo como para ocuparse de tres criaturas. David tenía sentimientos contradictorios hacia su hermano, por una parte lo adoraba y daría cualquier cosa para ayudarlo y protegerlo pero por otra sabía que si los enviaban a un reformatorio, hospicio, internado o lo que fuese y los separaban sería en gran culpa de Bruno. David se sentía fatal por “odiar” de vez en cuando a su hermanito. Una cosa era cuando sus padres estaban vivos y el puto mocoso le agarraba las cosas y se las rompía, y otra distinta sentirlo ahora que estaban ellos 3 solos.
-         Todo esto es culpa tuya, voy a ir a ese puto colegio para robots, por tu culpa (al fin rompió el silencio Bruno).
-         ¿Perdón? (dijo flipando en colores David) Yo no te he dicho que le levantaras la espinilla de un patadón. Claro que es de esperar de un burrico sino que dé coces (esa era una de las frases de su madre más sobadas, cuando los niños se peleaban como animalitos).
-         Cállate imbécil, sino me hubieras echado de MI propia habitación, yo no me hubiera cabreado y no le hubiera dado la patada al tío, además sea lo que sea que has hecho lo ha cabreado y lo ha pagado conmigo, es todo culpa tuya.
-         Mira, cagón, en esta casa estamos todos hartos de tener que comernos las malas caras de los tío por tu culpa, y nadie antes la ha emprendido a patadas, solo tú. Si los tíos te envían a ese centro será todo mérito tuyo y solo tuyo.
-         ¡Cabrón! (y se lanzó como un loco contra su hermano, los chicos estaban enfrascado en plena pelea cuando Moisés abrió la puerta, ni siquiera oyeron la puerta abrirse, estaban muy ocupados lanzando y esquivando golpes. Moisés no hice ni el ademán de detenerlos, solo se quedó allí de píe observando a los dos chicos. Fue Bruno el que se percató de la presencia de su tío y paró de golpe y se puso más blanco que el papel. Ambos chicos se levantaron del suelo y se pusieron de píe, mirando hacía el suelo con la mejor cara de arrepentimiento del mundo).
-         Por mi no os detengáis (dijo agarrando una silla del escritorio y sentándose y cruzándose de brazos).
-         Ya acabamos (susurró David).
-         ¿Seguro? (dijo con una cara de perro que hizo que ambos chicos tragaran saliva y echó una miradita a Bruno que le puso todos los pelos de punta).
-         Sí, señor (Bruno le contestó con  un hilito de voz).
-         En ese caso, Bruno te quiero en esa esquina (y Bruno desconfiado se fue a la esquina sin saber bien bien lo que hacía). No (dijo Moisés al ver que se ponía en la esquina de cara a ellos) , Bruno, ya sabes cara a la pared, venga has visto a Fran un millón de veces hacerlo (Bruno abrió los ojos como platos, ese era un castigo para niños pequeños, él ya era un adolescente, eso era indignante). No me mires así, Bruno y haz lo que te he dicho. (Bruno seguía mirándolo sin acabar de creérselo) Bruno voy  a contar hasta 5 y sino está tu nariz plantada en esa esquina…bueno ya sabes que pasa cuando Fran se niega a obedecer ¿no? (Bruno miraba a su tío como si fuera un alienígena) Te daré unos buenos azotes hasta que cambies de opinión. Uno…(pero no hubo un dos, Bruno obedeció, no por el miedo sino porque comprendió que su tío no estaba tomándole el pelo, hablaba en serio). Muy bien. David, siéntate (le dijo indicando que se sentara en la cama que había enfrente de él). Creo que nos debes una explicación, así que te escucho. ¿Qué estabas haciendo en ese edificio en vez de estar en la biblioteca como nos habías dicho? (David respiró hondo no podía contarle a su tío que hacía allí. No, porque sabía que si se lo decía entonces seguro que lo echaba de casa y ya no podría estar con sus hermanos. Así que solo lo miraba como un conejito asustado). David (dijo en tono de advertencia, pero David parecía que había perdido repentinamente la capacidad de hablar)
-         No sé (David sabía perfectamente que no había nada que le diera más rabia a su tío que le respondieran con un “no sé”).
-         ¿No sabes? (y su voz  subió dos octavas) Mira, David, hace rato que mi paciencia y comprensión  se colmó, así que te recomiendo que empieces a hablar.
-         No sé (pero no lo dijo para cabrear sino para ganar algo de tiempo para ordenar sus ideas) supongo que…(David alargaba las palabras en busca de tiempo)…tenía curiosidad (David rezaba porque su tío se lo tragara).
-         ¿Curiosidad? (Moisés estaba tentado de darle una buena hostia ahí y en ese mismo instante, pero ya había perdido las formas hoy, así que optó por  reprimir ese primer instinto).
-         Sí, bueno los chicos de mi clase siempre están hablando de ese lugar, que bueno que es un sitio que está genial y no hay ningún adulto que moleste (era en parte cierto, la existencia de esas oficinas lo había oído de boca de  sus compañeros, pero esos no eran los adjetivos que había utilizado).
-         ¿Y qué eso que tenías que hacer que no podía haber ningún adulto molestando? (Moisés estaba temblando por dentro, en su época los chicos solo iban a ese tipo de sitios para una cosa y esa cosa era siempre relacionado con el alcohol o con huir de casa. David no huiría jamás, sabía que abandonar a la familia era una tremenda cochinada, así que solo quedaba la otra opción).
-         No es lo que piensas, tío, lo juro, yo no me meto (se apresuró a aclarar).
-         Ok, ven aquí (dijo pero David no se movió ni un pelo, estaba petrificado por el miedo. Moisés respiró profundamente para no perder los nervios y se fue hacía el y lo agarró por el brazo e intentó arremangarlo para ver si había marcas de pinchazos. David no era Bruno era ya más alto que su tío y tenía bastante fuerza, ambos estuvieron en un largo estira y afloja) ¡DAVID, PARA YA! DÉJAME VER LOS BRAZOS.
-         ¡NO, NO TENGO NADA, YO NO ME METO. ¡LO JURO! (gritaba con todas sus fuerzas mientras seguía tratando de mantener sus mangas abajo. Bruno se giró, pocas veces su hermano se mostraba así de beligerante) .

-         ¡David, para ya, solo quiero verte los brazos, para esta pataleta ahora mismo! (y entonces sin pensarlo le dio tres palmadas en el trasero como si fuera un niño de 3 años que agarraba unas tijeras y se negaba a devolvérselas a su padre. David no se lo esperó, eran palmadas propias de un niño de pañales, ni a Fran le hubiera dado así. Moisés aprovechó que David se quedó perplejo y le remangó las mangas. David en cuanto se dio cuenta de la jugada se apresuró a volver a bajarse la manga, pero ya era demasiado tarde, sabía que su tío lo había pillado. Moisés al ver el brazo de su sobrino lo soltó de inmediato, como si aquello no fuera real, y aquel no fuera su sobrino. Pero la magia no existe, así que aquel era su David).

5 comentarios:

  1. me da pena, mucha pena... simplemente eso

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  2. Littleeeeeeeeeee... no puedes dejarme asíiii... buaaa!!! Dime, por fis, que ya tienes el próximo capi listo, que estoy tan intrigada por lo que hizo David, se me vienen algunas ideas, pero no sé qué habrá pensado tu brillante mente! =P

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  3. los brazos... ay dios!!!! ya se que entrara

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  4. Little tienes toda mi atención!!!!
    tno m esperaba esto...
    Voy a seguir leyendo.....

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