lunes, 17 de noviembre de 2014

PRÓLOGO: AMIENEMIGOS



N.A.: Puede tener spoilers de la serie. Éste fic presupone que ni Mordred ni Arturo murieron. Todo sucede exactamente igual que en el último capítulo, salvo que las heridas no resultaron mortales. Merlín consigue salvar a Arturo haciendo lo que debería haber hecho: MAGIA como tantas MALDITAS veces [si no lo decía explotaba]. Mordred por su parte despierta en el campo de batalla…y ahí es donde empieza la historia…

Para la gente que no ha visto la serie, pero quiere leer la historia, Arturo es el Rey de Camelot, Merlín es su sirviente y Mordred un caballero. Pero Merlín (también llamado Emrys por algunas personas) y Mordred tienen magia, que está prohibida en Camelot. Mientras que Merlín es siempre leal a Arturo, y usa su magia para defenderle, el rencor y los errores que cometen contra él hacen que Mordred se alíe con los enemigos de Arturo buscando matarle. Antes de eso había sido un leal amigo…A Arturo le duele que todo el mundo le traicione y le mienta. Hasta Merlín le miente, puesto que siempre ocultó que tenía magia.

Esta historia es rara. Puede tener anacronías (la serie también tenía, dicho sea de paso) y los personajes necesariamente harán algo que los originales no harían, porque jamás se verían en esa situación.



PRÓLOGO: AMIENEMIGOS


¿Qué era ese lugar? ¿Por qué le dolía tanto la zona de los abdominales? El joven parpadeó, y poco a poco fue recordando.

… El campo de batalla...

… Su lucha con Arturo…

Se llevó la mano al vientre. Sangraba. Eso no era bueno. Las heridas de espada nunca lo eran, pero cuando te atraviesan desde el ombligo a la espalda el milagro es que sigas vivo para sentir el dolor. Miró que no hubiera quedado dentro de él ninguna esquirla del arma: la de Arturo era una espada forjada con el aliento de un dragón, lo había notado, y eso significaba que un trozo sería como veneno para su organismo. Por suerte no parecía haber quedado ningún trozo dentro de él. No era tan descabellado suponer que iba a salir con vida de aquella. Era más de lo que podía decir de los pobres desgraciados que yacían a su alrededor.

Mirara donde mirara, Mordred sólo veía muerte.

Habría quien pensara que aquello sería motivo de alegría para él. Nada más lejos de la verdad. Alguno de los caídos había sido compañero de armas cuando él aún creía en los ideales de Camelot. Habían sido amigos. En contra de la opinión popular, él no era el malo. Era una víctima. Traicionado por Arturo…por Arturo y por Emrys…El uno le había dado la espalda, y había condenado a muerte a alguien por el único delito de tener magia…y el otro se había quedado callado, sin hacer nada para evitarlo…desconfiando de él. ¿Por qué no era merecedor de la confianza de Merlín? ¿Por qué Emrys había dudado de él, desde el principio? Deberían haber estado juntos en aquello. Los dos eran hechiceros.

Tendrían que haber sido aliados.

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Merlín había sacado la punta de la espada de Mordred, que había quedado incrustada en el cuerpo de Arturo. Había sido intensamente doloroso para el rey, pero Merlín no tenía tiempo de hacer una poción para dormirle. Ahora Arturo trataba de recuperarse, jadeando, sudando, e intentando contener cualquier muestra de lo mucho que le dolía. Merlín estaba asustado y preocupado, y no fingía tan bien como su amigo. La herida era seria…

- Por suerte para vos, además de un sirviente excepcional soy un galeno con mucho talento – bromeó, intentando aligerar la tensión.

Arturo emitió un sonido que pareció una risa ahogada. Respiraba muy fuerte, y muy rápido, como alguien que está haciendo muchos esfuerzos por no gritar.

- Si eres…tan mal galeno…como sirviente…me espera… una muerte segura – consiguió responder, entrecortadamente.

Merlín no respondió, porque la idea de que Arturo muriera no era tan imposible en aquél momento. Pero era impensable para él. Se sentía incapaz de bromear respecto a eso. Arturo se dio cuenta de que el rostro de su amigo y salvador se había ensombrecido, y reparó también en que el dolor de su costado remitía un poco, así que podría hablar sin sonar patético.

- Pinta mal, ¿eh?

Merlín no levantó la vista de la herida.

- Puedo curaros. – dijo simplemente.

- ¿Con magia? – preguntó Arturo. Acababa de descubrir que Merlín no era quien siempre había dicho ser. Que era un poderoso hechicero… La mentira le había dolido, y apenas había tenido tiempo de asimilarlo. Al principio se había enfadado, se había llenado de ira, y hubiera estado dispuesto a aplicar a Merlín el castigo por su delito: la muerte. Pero luego fue observando, y reparando n varios hechos. Merlín usaba su magia para ayudarle, sólo para eso. Merlín era el último, era un siervo, cuando podría haber sido el primero. Merlín no buscaba poder. Si hay algo que siempre había sabido es que su amigo no era malvado. Era una de las personas más estúpidamente buenas e inocentes que conocía. Eso seguía siendo así, con magia o sin ella.

- Con magia – confirmó Merlín, y extendió ambas manos sobre la herida de Arturo. Susurró unas palabras en idioma antiguo, sus ojos se tiñeron de ámbar por un instante, y dejó salir su poder. Arturo se desmayó pero él supo que lo había conseguido que le había curado. El rey dormiría por unas horas y al despertar estaría débil, pero viviría y podría reponerse. Sonrió y luego avivó la hoguera, dispuesto a velar el sueño de su sire, de su amigo, de su rey…

Merlín debió de quedarse dormido en algún momento, porque se despertó con la sensación de que era observado. Buscó a Arturo con la mirada y comprobó que seguía durmiendo. Intranquilo por tener que alejarse de él, fue a ver si seguían solos.

No tuvo que caminar demasiado. Escuchó pasos de alguien que no estaba siendo muy discreto. Merlín no era tan buen rastreador como Arturo, pero había aprendido algunas cosas: el ruido delataba que el dueño de aquellos pasos cojeaba, arrastrando una pierna sobre la hojarasca. Su teoría se confirmó cuando empezó a ver una silueta entre la niebla. El intruso estaba herido. Según se acercaba, Merlín descubrió que era hombre, porque llevaba armadura. Cuando la niebla se disipó un poco, pudo reconocerle: era Mordred.

Inmediatamente Merlín alzó el brazo, en actitud amenazante, pero no dejó salir su magia. Era un signo de advertencia.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó.

Mordred parecía tan confundido como él, sin entender por qué su caminar vagabundeante la había llevado precisamente a donde estaban sus mayores enemigos. Pero no pudo decir nada, porque en ese momento el dolor pudo más, y se desmayó.

Cuando recuperó la consciencia, se sentía mucho mejor. La herida le tiraba, pero supo ver que estaba curada. Alguien le había curado. Abrió los ojos y se encontró con Merlín que estaba poniendo una compresa fría en su frente.

- Él te matará – dijo Merlín, a modo de saludo. – Cuando despierte y te vea, te matará.

- ¿Por qué me has curado entonces?

- Él hubiera querido que lo hiciera. Te apreciaba ¿sabes? Si hubieras oído como hablaba de ti… Eras como su hermano pequeño.

- Él era como mi hermano mayor – respondió Mordred. Merlín se sorprendió. Hubiera esperado algo así como "me demostró su odio al rechazar lo que soy".

Merlín se sentía culpable. Sabía que era culpa suya que Mordred hubiera acudido al lado de Morgana, pasando a ser enemigo de Arturo. Había desconfiado de él (aunque con motivos) y le había dejado… sólo. Exactamente lo mismo que hizo con Morgana.

- No te matará – dijo al final. – Te pondrá la espada en el cuello, y luego te dejará ir.

- ¿Cómo lo sabes?

- Lo sé.

Se quedaron en silencio por un rato. Merlín fue a atender a Arturo, que descansaba no muy lejos de allí dormido todavía.

- Desearía poder volver atrás – dijo Merlín.

- Es tarde para eso. Ya no somos amigos, y yo ya no soy un niño druida medio muerto.

- Medio muerto sí que estás. Tal vez…

- ¿Tal vez qué? ¿Tal vez podamos olvidar que me diste la espalda? ¿Qué Arturo me la dio también? ¿Qué ya cuando era un niño me traicionaste? No se me olvida la forma en la que te marchaste, dejándome a merced de quien quería matarme.

- Tú estabas destinado a matar a Arturo…¡y no me equivocaba! Mira lo que ha sucedido…

- ¡TODO ESTO ES CULPA TUYA! – gritó Mordred, y gritar no le hizo bien. Su furia se transformó en un gemido de dolor. Instintivamente, Merlín se acercó a él. Se miraron a los ojos, y eso no fue buena idea. Los dos se guardaban demasiado rencor, y esa mirada mostró todo el dolor que se habían causado.

- Desearía poder volver atrás – repitió Merlín, rompiendo el contacto visual y volviendo a su tarea de revisar la herida de Arturo. – Estáis tardando en curar. Pero os curaréis.

- ¿Y después qué?

- Después, será lo que tenga que ser. Pero no voy a dejar que hagas daño a Arturo.

Se sumieron en un nuevo silencio. Merlín preparó algo de comer. Humedeció la frente de Arturo. Echó un vistazo a Mordred, sólo para comprobar que seguía recuperándose. Finalmente, Arturo despertó.

Al primero al que vio fue a Merlín. Si le estaba viendo quería decir que el muy idiota lo había conseguido. Le había salvado la vida. Quiso reírse, pero el sonido murió en su garganta al reparar en que no estaban solos.

- Mordred – escupió, y buscó la empuñadura de su espada tanteando el suelo. Merlín la había alejado de él, prudentemente.

- Arturo – respondió él, con frialdad.

Sucedió muy rápido: Arturo se abalanzó sobre él, sin espada pero armado con la ira, y Mordred respondió con la velocidad de un guerrero. Los dos estaban muy debilitados, sin embargo, y el movimiento resultó un tanto lastimero. Mordred agarró a Arturo por el cuello…y de pronto salió volando, arrojado por una fuerza invisible a metros del rey.

- ¡Te lo advertí, Mordred! – dijo Merlín, alzando la voz, aun con el brazo en alto. Había sido él, por supuesto. Había empujado a Mordred sin tocarle, provocando que diera contra el suelo.

Así tuvo lugar una pelea mágica. Merlín tenía las de ganar, a pesar de que Mordred era probablemente el único hechicero que podía hacerle frente ya que Morgana estaba muerta. Estaba por lanzar un hechizo que iba a ser definitivo cuando sintió un aleteo. Mordred lo percibió también, y observaron como Aithusa, la joven dragona blanca y maltratada, se acercaba hasta aterrizar a no mucha distancia. La dragona les observó, y Merlín juraría que vio reprobación en sus ojos mudos, como si quisiera decir "¿qué hacéis peleando? ¿Es que no ha habido ya suficiente muerte?".

La dragona abrió el hocico, pero de ahí no salió ninguna llama… sólo…aliento de dragón, que bañó con su magia directamente a Mordred y a Merlín. Y entonces pasó: los dos empezaron a encoger, hasta convertirse en niños de no más de ocho años.

Aithusa graznó, como si estuviera satisfecha de lo que había hecho, y luego alzó el vuelo otra vez, dejando a Arturo a solas con dos niños de pelo oscuro y ojos azules.



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