lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 57: El demonio de los celos

 


Chapter 57: El demonio de los celos
 


N.A.: Un poco de historia brujeril. Esto se dice en algunos capítulos de la serie, pero es materialmente imposible que alguien recuerde todos los detalles, porque yo por ejemplo no me acordaba de casi nada y me vi la serie varias veces xD
Si pongo esto es, evidentemente, porque voy a hacer referencia a ello y/o porque es importante para algo que va a suceder en los siguientes caps ^^
MELINDA WARREN
Nacimiento - 31 de octubre de 1670, Virginia
Muerte - 1 de marzo de 1692 - Salem, Massachusetts
Parentesco - Matriarca de la línea Warren, madre de Prudence Warren, abuela de Cassandra Warren y Tátara, Tátara, Tátara, Tátara, Tátara abuela de las Halliwell
Estado Civil - Una vez casada. Amante de Matthew Tate
Poderes - Telequinesis, inmovilización molecular, clarividencia (incluyendo premoniciones)
Biografía - Melinda Warren nació en Halloween de 1670, hija de Charlotte y Lawrence Cutler. Durante su vida Melinda se casó (con un esposo desconocido), y en la ceremonia usó una copa bendecida que, desde entonces, ha sido pasada a través de las generaciones Warren y usada en otras ceremonias importantes de la familia Halliwell - incluyendo la boda de Piper Halliwell.
En los últimos años de su vida, Melinda se mudó a Salem donde conoció a su amante Matthew Tate. Melinda tuvo una hija llamada Prudence, y no se sabe si es hija de su esposo o de su amante.
Sin embargo, Melinda descubrió que su amante, Matthew Tate, era en realidad un hechicero. Él había estado usándola para copiar sus poderes. Una vez que fue capaz de ello, acusó a Melinda al juez de Salem (famosos juicios de las brujas de Salem, esto es histórico en verdad y no sólo en la mundo creado por la serie) quien la arrestó y juzgó por brujería. Melinda Warren fue sentenciada a muerte y quemada en la hoguera el 1 de marzo de 1692. Mientras se quemaba, Melinda juró que cada generación de brujas Warren sería más y más fuerte, culminando con la llegada de las elegidas (y esas elegidas, son las Embrujadas, o sea, la madre y las tías de Chris)
Antes de su muerte, Melinda fue capaz de hechizar a Matthew Tate por la eternidad en un relicario de peltre, uno que solo podría ser abierto por una bruja Warren. En una carpeta de la historia familiar, mantenido en el ático de la mansión Halliwell, se lee lo siguiente: "Y porque el hechicero había robado su amor, ella lo hechizó dentro de un corazón de peltre, donde podría pasar la eternidad sufriendo el escozor de la traición"
Melinda fue famosa por crear el Libro de la Sombras y legárselo a sus descendientes. Ella misma tiene un pasaje en el libro así como en varios libros y álbumes que existen en la mansión.
El fantasma de Melinda Warren fue convocado una vez por la hermanas Halliwell (Piper, Phoebe y Prue. Prue era la tercera Embrujada, pero murió, y fue sustituida por Paige. En verdad Chris tendría tres tías, pero nunca conoció a Prudence/ Prue, murió antes de que él naciera) para hechizar a Matthew Tate, por segunda vez, después de ser liberado accidentalmente del relicario de peltre. Ella se convierte en el "ancestro favorito" de las hermanas y fue capaz de predecir el nacimiento de muchas más "hijas" Warren en el futuro. Piper llamó Melinda a su hija en su honor.
 


Chris apareció en la cocina y soltó a Paul, que parecía un poco impactado. Le observó para ver cómo se encontraba.
- ¿Mareado? - preguntó.
- ¿Tendría que estarlo?
- No lo sé. Yo empecé a orbitar antes de saber caminar. Mis hijos tampoco se marean.
- No estoy mareado. – dijo Paul, aunque seguía sin moverse.
- Bien. Voy a hacer café. Esta noche va a ser larga.
Caminó hacia la encimera de la cocina, y sacó la cafetera de un armario. La llenó de agua, puso el café, la cerró y la puso al fuego. Cuando terminó de hacer esto y se dio la vuelta, Paul seguía en el mismo sitio, sin moverse, y mirándole muy fijamente. Chris se apoyó en la encimera, algo cohibido por ese escrutinio intenso y sin reservas.
- ¿No vas a dormir? – preguntó Paul, por fin.
- Te dije que era mejor que hoy permanecieras despierto.
- Sí, pero el que tiene que tener cuidado con monstruos en los sueños soy yo, no tú.
- Voy a quedarme contigo – dijo Chris con seguridad, entendiendo que eso era lo que Paul quería saber.
- Gracias. Iba a ser muy aburrido si no.
Chris le sonrió. Paul se moriría antes de admitir que lo que tenía era miedo. Le habían atacado mientras dormía, dentro de su cabeza para ser más exactos. Chris contaba con que estuviera algo asustado y con que tuviera preguntas que hacerle. Pero el chico parecía necesitar mostrar esa seguridad autosuficiente de "no-necesito-que-se-preocupen-por-mí-porque-ya-soy -adulto". Esa actitud le era muy familiar y por eso soltó una risita involuntaria.
- ¿Cuál es el chiste? – le preguntó Paul, con curiosidad.
- Es sólo que me recuerdas a Peter. – respondió Chris, y luego frunció el ceño – Y a mí.
Entendía demasiado bien lo que era creer que uno podía sólo con todo, y que era mejor no pedir ayuda y no molestar. Pero él era el luz blanca de Paul, y su misión era justo esa, así que ya se podía ir acostumbrando.
La cafetera empezó a hacer un ruido que indicaba que el café ya estaba casi listo. Cogió dos tazas y apagó el fuego, y de pronto se le ocurrió preguntar algo que tendría que haber preguntado antes:
- ¿Te gusta el café?
- Sobrevivo gracias a él – respondió Paul, sonriendo. Chris asintió, y repartió el líquido entre las dos tazas.
- A Nick y a Peter no les gusta.
- ¿Vas a estar comparándome con tus hijos a cada rato? – preguntó el chico con algo de fastidio.
- Lo siento. No puedo evitarlo.
- Ellos son más pequeños.
- A mis ojos aun eres un niño, Paul.
- Ni que tú fueras matusalén. Tú mismo lo dijiste: me sacas sólo catorce años.
En eso tuvo que darle la razón. De todas formas, le recordaba a sus hijos por algo más que por su juventud: los tres habían tenido una vida complicada. Los tres se habían perdido una etapa de su vida: Nick y Peter la infancia; Paul la adolescencia. Cogió su taza y dio un sorbo. Ahí estaba, a la una y pico de la madrugada, tomando café con el amigo de sus hijos. Y se sentía cómodo. Como si estuviera con un amigo. Pues vale. Se dijo que tenía que actualizar sus relaciones sociales, o lo siguiente sería salir a divertirse con un niño de guardería.
- ¿Cómo es que...? En fin, ¿qué te llevó a adoptar a los gemelos? – preguntó Paul tras un rato de silencio.
- Quería adoptar un bebé. Tras varios meses de papeleo, correos, y llamadas telefónicas, fui por fin al centro a conocer al director y ultimar detalles. Me crucé con Nick cuando intentaba escaparse. Me fijé en él. Una recepcionista me contó su historia, y supe lo que tenía que hacer. Luego le vi junto a Peter y no tuve ninguna duda. Fue… impulsivo… visceral…TENÍA que hacerlo. Ahora sé que estaba destinado a ello. No adopté dos hijos: me reencontré con ellos.
- Eso de que sean tus hijos biológicos es tan raro…
- No tanto. ¿Recuerdas a Los Ancianos? Te los mencioné cuando te hablé de tus poderes, de los míos, y de mi familia. Ellos movieron algunos hilos, y las cosas ocurrieron como tenían que suceder. O como ellos querían que sucedieran. Eso…te incluye. Querían que yo fuera tu luz blanca.
- ¿Y qué han podido hacer ellos para que eso ocurra?
- Son ellos los que designan al luz blanca de un brujo. Eso no es raro. Lo extraño es que nos hayamos conocido previamente.
- ¿Y eso lo hicieron ellos?
- No existen las casualidades. En la magia no. Si fui a ese centro, donde estaban mis hijos, y no a otro, no fue coincidencia. Tampoco puede serlo el que les llevara al mismo colegio en el que justamente estabas tú, ni que les pusieran en tu clase. Ni que os hicierais amigos.
- ¿Cómo supiste que eran tus hijos, tus hijos de sangre?
Chris se sentó, le indicó que hiciera lo mismo, y se lo contó. Le habló de Barbas, de lo que había hecho, de sus ataques, y de lo que había pasado en la última ocasión. Paul escuchó sin interrumpirle, cosa que Chris agradeció. Daba gusto hablar sin que le cortaran a la mitad. Cuando acabó, se levantó para hacer más café. El reloj marcaba las dos y media y aun quedaba mucho para que amaneciera.
- Cada vez que me cuentas algo me das más preguntas que información – le reprochó Paul, mientras observaba sus movimientos. - ¿Nick y Peter son demonios?
- Medio demonios.
- ¿Y brujos?
- Medio brujos.
- Ya. Y seguro que eso es muy habitual. – repuso con sarcasmo.
- Técnicamente, está prohibido. Nuevamente, esto obedece a los planes de Los Ancianos.
- ¿Qué interés iban a tener ellos en que sean medio demonios? – preguntó Paul con incredulidad – Me has dicho que esas criaturas son vuestros… nuestros… enemigos.
- Hay… una profecía sobre Peter. El Libro de las Sombras…
- ¿Libro de las Sombras? ¿Qué es eso, magia negra?
- No. Es un libro hecho desde hace siglos por mi familia. Es muy valioso. – dijo Chris, y vaciló antes de añadir – Si quieres te lo enseño.
Paul asintió. Chris dudó aun un instante antes de orbitar el libro. Ese objeto era muy importante y codiciado. Muchos brujos lo querían. Y muchos demonios también. Era la razón de muchos de los ataques que sufría su familia. El libro tenía su propio sistema de autoprotección. Nadie con intenciones "oscuras" podía tocarlo. El objeto les repelía. Con el libro en las manos, y conteniendo la respiración, Chris lo acercó a Paul. El chico lo cogió sin problemas. El libro le consideraba bueno. El alivio de Chris fue casi palpable.
- Pesa mucho – comentó Paul, mientras acariciaba las solapas, de un verde oscuro y un material antiguo. - ¿Qué es esto? – preguntó, tocando el símbolo que aparecía en la portada
- Una triqueta – respondió Chris, recordando una de las muchas lecciones de su sabio padre.
- Me dejas igual.
- Es el símbolo de mi familia. La triqueta es un talismán de origen celta que simboliza la vida, la muerte y el renacimiento. Alude a la triple dimensión de la divinidad femenina: doncella, madre y anciana. También representa la igualdad, la eternidad e indivisibilidad. Y plasma la filosofía celta según la cual el Todo tiene tres niveles: físico, mental y espiritual. La primera bruja de mi familia era celta – explicó Chris – Y el símbolo del tres es muy importante para los brujos Warren. En mi madre y sus dos hermanas se cumple también una profecía, y tienen lo que se llama el poder de Tres.
- Algo de eso me dijiste.
- Esto representa el Poder de Tres. Y ese "tres" son mi madre y mis tías. Cada óvalo representa a una de ellas y el círculo es la unión entre las tres. Si ellas se separaran por algún motivo, éste símbolo se separaría y el Poder de Tres dejaría de funcionar. Gracias a eso o precisamente por eso mi familia ha estado siempre muy unida.
- Y…¿cuándo ellas mueran? ¿Ese poder pasará a ti?
Chris negó con la cabeza.
- Yo tengo dos hermanos, pero son un chico y una chica. El poder de mi familia en teoría había pasado sólo a las mujeres. Cada bruja Warren poseería al menos uno de los tres poderes de la original: la telequinesis, la inmovilización molecular, y la premonición. Pero sólo las chicas. Mi hermano y yo fuimos la primera excepción, sospecho que porque mi padre es un Anciano. El hijo de mi tía no tiene poderes. Los hijos varones de mis hermanos, y los míos, sí. Así que a partir de nosotros la magia se transmite de generación en generación a hombres y mujeres. Pero el Poder de Tres tiene lugar sólo entre tres hermanos o tres hermanas. Eso apunta directamente a Nick, Peter y Leo. Mis hermanos y yo no tenemos ese poder, aunque mi hermano tiene su propia profecía. Él es el Dos Veces Bendito, y es jodidamente invencible.
Paul guardó silencio. Chris le notó algo abrumado. Quizá le intimidaba conocer el poder de su familia.
- ¿Y éste libro? ¿Quién es el dueño de éste libro entre tanta gente poderosa?
- Toda mi familia. Es nuestra herencia. Son…los conocimientos almacenados por mis padres, mis abuelos, los padres de mis abuelos, y un largo etcétera. Mi padre incluyó una sección para futuros luces blancas, por si a él le pasaba algo y no había nadie que nos enseñara a mi hermano y a mí. En teoría la unión entre un brujo y un luz blanca también está prohibida. Como ves, con nosotros se hacen muchas excepciones.
Más silencio. Paul siguió mirando la portada del libro como quien observa algo terrible y a la vez asombroso.
- Ya no sé si quiero abrirlo – comentó. – Todo esto suena…es demasiado.
- Este libro tiene cosas muy importantes y un poder muy especial. Te ha aceptado. Significa que…que no considera apto, no un enemigo de mi familia. Repele a todos aquellos que quieran usar la magia para dañar a mi familia o a otras personas. A veces repele por precaución a todos los desconocidos. Pero a ti te ha aceptado. Yo tomaría eso como una señal de que debes abrirlo.
Paul pareció dudar aun un poco más.
- ¿Yo vengo también de esa primera bruja de la que me has hablado? ¿Soy un "brujo Warren"?
Chris iba a decir que no, pero entonces abrió mucho los ojos, con una idea repentina. Miró a Paul con renovado interés.
- ¿Cómo se llaman tus padres?
- ¿A qué cuernos viene eso?
- ¿Cómo se llaman? – insistió Chris con impaciencia.
- Patrick y Loreen Anderson.
- Patrick. ¿Y tú abuelo? El padre de tu padre.
- Paul, como yo.
- P, P y P. ¿Me atrevería a decir que el nombre de tu bisabuelo también empezaba por P?
- Oí a mi abuelo comentar que se llamaba Philip, pero no le conocí.
Chris soltó una risa nerviosa.
- ¿Qué ocurre? ¿Qué importancia tienen los nombres de mi familia? ¿Qué tiene eso que ver con lo que estábamos hablando?
- Todos empiezan por P – dijo Chris, como reflexionando en voz alta. Luego, miró a Paul, dispuesto a explicarse – Hay una tradición en mi familia…Todos tienen nombres que empiezan por P. Piper, Phoebe, Paige, Prudence. Mi abuela Patricia. Mi bisabuela Penny. Mi madre rompió esa tradición con mi hermano Wyatt, pero él era chico. Él ya rompía una tradición en sí mismo, porque hace varias generaciones que sólo había Haliwell chicas. Luego nací yo, y también la rompieron conmigo, aunque a mí me pusieron "Perry" de segundo nombre.
- Vale, entiendo tu punto. Todos vuestros nombres empezaban por P, y los de mi familia también. ¿Y qué? Coincidencia.
- ¿No te he dicho que las coincidencias no existen? ¡Tienes magia! A ver cómo te lo explico…todos los nombres de mujer en mi familia empiezan con P. Todos los nombres de hombre en la tuya empiezan por la misma letra. Cuando me has preguntado si eres un Warren…Dios, necesito a mi padre.
Chris no podía evitarlo: aquello le encantaba. El juego de las preguntas y respuestas. Unir piezas que parecían no poder unirse. En definitiva, de nuevo en juego su intuición. Siempre había sido un hombre de sensaciones. Empezó a dar vueltas por la habitación, mientras Paul le miraba como si estuviera loco.
- Los Ancianos querían que fuera tu luz blanca. Arriesgaron mucho para eso. Era mucho trabajo por un simple brujo, y no te ofendas. Tenía que haber algo más. Tiene que haber algo más. ¿Qué hora es? ¡Diablos, casi las tres de la mañana! No puedo llamar a mi padre ahora. Déjame ver el libro.
Chris prácticamente le quitó el libro a Paul y empezó a buscar algo que sólo él sabía. Paul no entendía nada, pero supo ver que Chris no iba a darle respuestas hasta que obtuviera las que él mismo estaba buscando. Se limitó a observar, con paciencia. De pronto, Chris se olvidó de que Paul estaba ahí. El chico estaba acostumbrado a que se olvidaran de él, así que se limitó a apoyar la cabeza en sus brazos mientras observaba el hipnótico pasear de Chris hacia un lado y otro de la habitación, siempre con el libro en la mano, y murmurando incoherencias.
- Melinda Warren…. su hija Prudence...Cassandra, la hija de ésta. Beatrice. Brianna, todas Warren. Aquí empezó a cambiar al apellido, y empezó también la tendencia a la P… Pearl Russell, Phoebe Bowen, Priscilla Baxter…Ah, por fin llegamos a la bisabuela: Penelope Halliwell, luego Patricia, y luego mamá, la tía Phoebe, la tía Paige, y Prue, la tía Prue. ¿Quién las añadió el libro? Debió de ser Wyatt, o tal vez ellas mismas. Le preguntaré a mamá. Esta es toda mi familia, Paul – dijo Chris, sin dejar de mirar al libro. – 300 años de historia familiar en éste libro. Ahora necesitaría tu árbol genealógico. No tendréis por casualidad uno ¿verdad? – preguntó, distraído. No obtuvo respuesta. - ¿Paul?
Chris giró la cabeza para ver por qué el chico no le respondía, y entonces vio con horror que se había dormido sobre la mesa.
"Pero qué imbécil eres, Chris" se autoinsultó, y dejó el libro en la mesa. Empezó a sacudir a Paul, sabiendo que no lograría despertarlo. Se había dejado llevar por lo que creía haber descubierto, y había descuidado a Paul, que se había visto vencido por el sueño. El chico se movía inquieto, seguramente en peligro. Chris sabía que podía oírle, así que, a la desesperada intentó llegar a él de esa forma.
- Paul…Paul, tienes que despertarte.
No obtuvo respuesta, pero le pareció ver que el rostro de Paul se tensaba. Si tan sólo pudiera hablar con él…pero ¿cómo hablas con alguien que está dormido?
Aquél debía ser el día de Navidad, y Papá Noel regalaba ideas brillantes. Echando un último vistazo preocupado a Paul, orbitó, y apareció justo en el piso de arriba, en la habitación de Nick. Despertó a su hijo con toda la delicadeza de la que fue capaz, dado el momento.
- ¿Papá? – preguntó el chico medio dormido, frotándose los ojos. - ¿Qué hora es?
- Es muy tarde, Nick, o muy temprano. Necesito tu ayuda.
- ¿Mi…(bostezo)… mi ayuda?
- Es Paul. Está abajo.
- Ah. – dijo Nick como si aquello fuera algo normal, y volvió a echarse sobre la cama. Luego abrió los ojos otra vez. - ¿Paul está abajo? ¿Por qué?
- Es largo de explicar, pero necesito que vengas conmigo y le leas la mente.
Sin perder más tiempo Chris orbitó con él y le sujetó, porque Nick aún tenía las ideas en la almohada. Normalmente hubiera sonreído, enternecido al verle tan dormido, pero en ese momento le necesitaba bien despierto.
- Vamos, Nick, cariño. Luego puedes dormir todo lo que quieras. Como si quieres pasarte el Domingo en la cama. Pero ahora te necesito aquí. ¿Ves a Paul? Necesita tu ayuda.
- Sólo está dormido, papá. Que es justo como quisiera estar yo.
- No se le puede despertar. – respondió Chris, a punto de perder la paciencia. Sin soltar el brazo de Nick, como temiendo que se durmiera él también si lo hacía, se estiró hacia la mesa y cogió el Libro de las Sombras. Lo abrió y extendió la palma de su hermano sobre él pasando las hojas mágicamente, hasta encontrar lo que quería. En la hoja de podía leer en letra manuscrita muy elegante, "El Brujo de los Sueños". – Algo como esto – le dijo a Nick, enseñándoselo –Fue de los primeros enemigos que tuvieron tu abuela y sus hermanas, pero resultó no ser un brujo sino un doctor al que le faltaba un tornillo. No sé a qué se está enfrentando Paul ahora, pero sea lo que sea hace lo mismo que ese tipo: se cuela en los sueños de la gente haciendo que sean…reales. Si ahora es como entonces, Paul puede morir mientras duerme.
Aquello bastó para despejar del todo a Nick. Recordaba aquella entrada del libro. Nick se lo había leído entero y había memorizado muchas cosas.
- ¿Quieres que me meta en la mente de Paul?
- Quiero que me digas que está soñando.
Nick asintió, y frunció el ceño, concentrándose. Cerró los ojos.
- No está en una habitación corpórea. Es como…nebuloso. Y de tonos naranjas. No es un sitio real. Hay un tipo. No es como el del libro. Este es un demonio: tiene la cara extraña y los ojos sin pupila. Se ha presentado a sí mismo como el Demonio del Sueño. No es muy original, permíteme decirte. Tampoco parece muy listo.
- Nick, concéntrate – reprendió Chris, con suavidad – Lo estás haciendo muy bien, hijo. ¿Qué está pasando?
- Está peleando con Paul.
- ¿Peleando con él? ¿Cómo?
- Con empujones y puñetazos. Hay…hay un borde…Están altos, puedo verlo…¡Están en una nube! El demonio quiere tirar a Paul, es lo que está intentando. Quiere hacer que Paul se caiga de la nube.
De pronto, la cara de Nick se contrajo en una mueca.
- Nos están oyendo. – musitó.
- La gente percibe estímulos externos mientras duerme – dijo Chris. – Es normal que nos oigan. ¿Nos entienden?
- Creo que no. Pero el Demonio está nervioso: sabe que hay gente cerca y tiene miedo de que logres despertar a Paul.
- Lamentablemente no puedo. Ya lo he intentado. No es un sueño normal, sino un sueño inducido. Necesito que ahora le digas algo a Paul, y tienes que intentar que sólo lo oiga él. Dile que deje que le arrastre al borde.
- ¿¡Qué!? – preguntó Nick, horrorizado.
- Hazlo, Nick. Que le lleve al borde, y que le tire, pero que caiga con él.
- ¡Se matará! Si muere en su sueño morirá en la vida real.
- Paul puede levitar. Este es el momento de probar su poder. Sólo tiene una oportunidad. Si el demonio cae será derrotado.
Nick le miró con muchas dudas, pero decidió confiar en él. Buscó en el cerebro de Paul. Ya había aprendido a hacerlo. Sabía cómo tenía que hacer para comunicarse telepáticamente.
"Paul"
"¿Nick?"
"El mismo"
"¿Tú también estás en mi sueño? ¡No te veo!"
"No, Paul. Yo estoy fuera. Telepatía ¿recuerdas?"
"¿Estás en mi cabeza?"
"Algo así. Paul, vamos a sacarte de esta"
Paul le dio un puñetazo al demonio e hizo que retrocediera. El chico iba ganando, pero empezaba a notar el cansancio y el demonio, en cambio, no parecía agotarse.
"¿Vamos?"
"Mi padre está conmigo"
"¿Y por qué rayos no me ayuda? ¿No se supone que es mi perro guardián?"
Paul empujó a su atacante, y jadeo. Nick percibió su miedo.
"Mejor que él no te oiga llamarle así. Te está ayudando. Yo soy la ayuda. Ahora calla, y escucha. Tienes un poder: utilízalo. Haz que ese cerdo se caiga. Tiraros los dos"
"Estás sugiriendo un suicidio, man"
El miedo de Paul alcanzó cotas paralizantes. No entendía bien lo que estaba pasando. Nick le entendía perfectamente: él se había sentido igual en sus diversas experiencias demoníacas.
"No si levitas. Vamos Paul, saca esas alas mariposa y vuela para que yo te vea"
"¿Alas de mariposa? Cuando salga de aquí te voy a dar una paliza"
"Eso es lo que quería oír"
Paul gruñó, pero hizo lo que le pedía. Alcanzó el borde de la plataforma nubosa en la que se encontraba y se abrazó al demonio. Forcejearon, y luego ambos cayeron al vacío. Y cayeron….y cayeron….
"¡PAUL!"
Justo cuando ya temía por la vida de su amigo, vio que la caída de Paul se detenía. Y al segundo siguiente, Nick se vio expulsado de aquél sueño. Los dos jadearon a la vez cuando Paul se despertó.
Chris había asistido a todo esto con una creciente impotencia. No sabía lo que estaba ocurriendo en la cabeza de Paul, pero se sentía inútil por no poder hacer nada. Aquél debía de ser un demonio menor…hasta Leo se había enfrentado a uno una vez y venció. Pero Paul era un brujo menor también, al menos de momento, y era evidente que no sabía cómo enfrentarse a esa clase de enemigos. Se tranquilizó mucho cuando le vio despertar. Abrazó a Nick.
- No puedes hacerte una idea de lo orgulloso que estoy de ti ahora mismo – le dijo, sin soltarle, y casi sintió la sonrisa de su hijo. Luego miró a Paul, y tras dudar un segundo, le abrazó a él también. – Siento que hayas pasado por esto. En mi defensa diré que en éste plano nunca he sido luz blanca. Esto es nuevo también para mí.
- ¿En éste plano? – preguntó Paul, que se sentía muy extraño porque le abrazara. Era incómodo y no del todo natural. Pero básicamente era bueno.
- Mi yo de un mundo alternativo viajó al pasado y bla bla blá. Aun no estás preparado para entender todo eso, pequeño padawan.
- Si yo soy el padawan…¿tú eres el jedi? – preguntó Paul, siguiendo la broma. Era un gran fan de Swar Wars, así que la pilló enseguida.
- Yo soy Joda, por supuesto.
- ¿De qué narices estáis hablando? – preguntó Nick, notando que de pronto, y por alguna razón, Paul y su padre parecían amigos de toda la vida. Además, se dio cuenta de que Chris tenía mano con las personas. Sabía cómo tenía que tratar a cada uno: si Peter hubiera estado en la situación de Paul ahora no estarían gastando bromas, sino diciéndose tonterías tiernas y tranquilizadoras. Lo mismo habría hecho de ser el propio Nick el que se hubiera visto atacado. Pero Paul no era de esos, y Chris parecía haberlo entendido en seguida.
- ¿No has visto Star Wars? Chris, tu hijo es un hereje.
Vale, aquello empezaba a molestar. Nick supo que no era el momento de tener celos, pero le molestó la repentina camaradería entre esos dos. Paul era SU amigo, no el de Chris. Y Chris era SU padre, no el de Paul. Que se llevaran así era antinatural.
- ¿Seguro que estás bien? – preguntó Chris entones, como para confirmar, aunque en realidad no había llegado a preguntarlo una primera vez. Nick pensó que se lo estaba diciendo a él, pero luego entendió que hablaba con Paul y sintió una punzada de escozor.
"No has sido tú quien casi se muere" se recordó, pero su sentido común y sus sentimientos no conectaban muy bien en ese momento.
- Perfectamente, aunque me duelen las costillas. Es…como una prueba de que ha sido más que un sueño. Ha ocurrido físicamente y no sólo en mi cabeza.
Chris extendió entonces su mano, para curarle, y aquello fue más de lo que Nick pudo soportar. Su padre les curaba a ellos…A Leo, a Peter y a él, porque eran sus hijos…Sintió…celos…de que lo hiciera también con Paul. Abandonó la habitación de forma brusca. Por desgracia, Chris tenía demasiadas cosas en las que pensar como para darse cuenta de que su hijo estaba dolido.
- ¡Wow! ¡Eso ha sido increíble! ¡Es verdad que puedes curarme! – exclamó Paul, asombrado. - ¿A dónde ha ido Nick? – preguntó luego, viendo cómo se alejaba.
- A dormir, seguramente. Eso me recuerda que tú deberías hacer lo mismo. Ya nada va a atacarte mientras duermes. Mañana va a ser un día interesante. Creo haber averiguado muchas cosas, y no veo el momento de compartirlo.
- Será mejor que me vaya a casa, entonces.
- Estás tonto si crees que voy a dejar que te vayas tú sólo a las tres de la mañana.
- Confiaba en que me orbitaras.
- Estás tonto si crees que voy a orbitarte y a dejarte sólo en tu casa a las tres de la mañana – insistió Chris.
- Bueno ¿pues entonces? – preguntó Paul, exasperado.
- Te quedas aquí, por supuesto. Tenemos una habitación de invitados o si le prefieres en el salón hay un sofá-cama.
Paul le miró con infinita gratitud.
- El sofá-cama suena bien.
Así que, un rato después, Paul dormía plácidamente en el sofá de la mansión Haliwell, más contento que en mucho tiempo. Y esa felicidad no tenía nada que ver con la euforia de haber derrotado a un demonio, sino con el hecho de que Chris Haliwell había entrado en su vida.
 


A la mañana siguiente, Leo fue el primero en despertar. Hacía mucho tiempo que eso no pasaba: Peter siempre se levantaba antes que él y por lo general era su padre quien le despertaba. Aun en pijama, y con sus pasitos de pajarito, fue a la habitación de Chris para ver qué hacía. Vio que su padre dormía y se acercó tiernamente a darle un beso. Dudó sobre meterse un ratito en la cama con él, pero no quería despertarle. Decidió entonces ir a la habitación de Peter. Su hermano dormitaba en la cama, pero Leo sabía que no estaba dormido del todo: Peter hablaba en sueños y también se movía mucho. Efectivamente, cuando se acercó y se puso casi junto a él, Peter abrió los ojos de golpe, dándole un buen susto. Leo soltó un grito y una risita.
- ¡Qué susto me has dado!
- Eres tú el que se ha colado en mi cuarto con la discreción de un asesino, peque. – respondió Peter, sonriendo también, y sentándose en la cama. Le hizo un hueco y le sentó junto a él. - ¿Has dormido bien?
- ¡Casi trece horas! – dijo Leo, como si fuera un record. Peter miró el reloj: eran las once de la mañana.
- Caray, eso sí que es dormir bien. No sé si yo he dormido tanto alguna vez. ¿Tienes hambre?
Leo dijo que sí con la cabeza, y Peter escuchó el sonido de su estómago, como haciéndose eco del suyo propio. Los dos rieron a la vez.
- ¿Papá sigue durmiendo? – le preguntó al niño, que asintió. – Estará cansado. Nick ayer volvió un poco tarde. ¿Quieres que yo vaya haciendo el desayuno?
- ¿Puedo ayudarte?
- ¡Claro! ¿Despertamos a Nick? Con lo que tarda en levantarse, si le despertamos ahora tal vez bajé a desayunar para esta noche – bromeó Peter, y Leo se rió.
Fueron al cuarto de Nick y le encendieron la luz, para que se fuera espabilando. Peter, sabiendo que ya estaba despierto pero que se hacía el dormido, se acercó y le susurró al oído:
- Esta es mi venganza por el susto que me diste a noche. Si tienes sueño te aguantas. Además, ya va siendo hora, que son las once pasadas.
Peter no podía saber que la noche anterior había sido "especial". Nick había mal dormido después de lo de Paul, carcomido por la envidia y los remordimientos por sentir esa envidia que sabía que era injustificada.
Leo y Peter le dejaron tranquilo, para que se fuera levantando y bajaron a preparar el desayuno. Nick siguió en la cama un poco más, pero empezó a oír risas en el piso de abajo, y acabó por salir de las sábanas y empezar a vestirse.
Peter y Leo se asombraron por ver a Paul en el sofá. Se quedaron quietos y luego pasaron por detrás del mueble rumbo a la cocina, intentando no despertarle. Irónicamente, teniendo en cuenta lo difícil que había sido despertarle aquella noche, Paul tenía el sueño ligero, y abrió los ojos. Se sentó en el sofá, y recordó por qué estaba ahí. Sonrió, y entonces escuchó una voz a sus espaldas.
- ¿Paul? ¿Qué haces aquí?
- Oh. ¡Hola Peter! ¡Hola enano! ¿Sabéis que aun estáis en pijama?
Peter se encogió de hombros, pero aquello le hizo notar que meses atrás no se le hubiera ocurrido bajar sin vestir. Sonrió.
- ¿Por qué has dormido aquí? – preguntó Leo con curiosidad.
- Resulta que ayer un demonio me hizo una visita en sueños. Vuestro padre me dijo que me quedara. Es una larga historia. Luego os la cuento pero…¿hay algún baño que pueda usar ahora?
- Claro. En éste piso hay uno; en el de arriba hay otro. Si te vas a duchar usa mejor el de arriba: tiene bañera y es super cómodo. Hay toallas en el armario. – indicó Peter, algo extrañado por hacer de anfitrión. Nunca había tenido amigos a quien invitar a dormir de niño ni la oportunidad de hacerlo debido a que su casa era un orfanato. Y resulta que la primera vez que alguien se queda a dormir a su casa, es porque le invita su padre. Raro, sin duda.
Paul le sonrió, y subió las escaleras. Había estado una vez en aquella casa y más o menos se acordaba de la distribución. Peter y Leo le observaron, aun sorprendidos.
- ¿Ha dicho que un demonio le visitó en sueños? – preguntó Leo.
- Sería una metáfora – respondió Peter. Leo le miró con cara de no entender – Me refiero a que…es una forma de hablar. Digo yo. Ya nos contará. Ahora vamos a la cocina, que me muero de hambre.
Mientras ellos cocinaban y reían, Paul se duchaba y Nick se vestía. Cuando acabó de vestirse, Nick fue al baño a lavarse la cara y a aliviar algunas necesidades. Abrió la puerta…y vio a Paul, envuelto en una toalla. Quizá porque estaba de mal humor porque le hubieran despertado cuando aún tenía sueño, quizá porque aún le duraba la sensación de celos del día anterior, o quizá porque aquella era SU toalla, Nick estalló.
- ¿Qué haces aquí? – le preguntó, con el tono más borde que pudo emplear. Paul pareció sorprendido por la intrusión y por aquella forma de hablar.
- Eh…acabo de ducharme. Iba a… iba a vestirme.
- Esa es MI toalla.
- Ah. No… no lo sabía. Tu hermano dijo que había toallas en el armario…
- Mi padre debió de meterla ahí por error. Es mía. – dijo Nick, en el mismo tono venenoso.
- Bueno, vale…Lo siento, Nick, pero…ya…ya la he cogido. ¿Ibas a usarla?
- ¡SI!
Paul parpadeó, sin entender qué mosca le había picado. Se colocó un poco el pelo. Como lo tenía corto no hacía falta que se lo secara.
- Gracias por lo de ayer – dijo, para intentar aplacar un poco el mal humor de su amigo.
- No te habría ayudado de haber sabido que te ibas a quedar a dormir.
- Me lo dijo tu padre…
- ¡PUES TENÍAS QUE HABERLE DICHO QUE NO!
- Nick, ¿cuál es tu problema? – preguntó Paul, cada vez más confundido.
- ¡Mi problema eres tú! – gritó Nick.
- ¿Yo? ¿Y yo qué te he hecho?
Buena pregunta. ¿Qué había hecho Paul? Entrometerse en su vida. Llevarse bien con Chris. Usar su toalla.
- ¡Existir! – bufó, al final.
En ese momento, atraído por los gritos, un recién levantado Chris, con su pelo de recién levantado y su pijama de recién levantado, apareció por la puerta.
- ¿Qué ocurre?
- ¡Esa es mi toalla! – espetó Nick, señalando a Paul. El aludido le miró con cara de "¿Pero qué le pasa a tu hijo?"
- Pues déjasela, y listo. Será por toallas.
"¿Y qué será lo próximo? ¿Mi habitación? ¿Mis cosas? ¿Mi padre?" pensó Nick con amargura.
- Esa es la mía, y no se la dejo.
- Nick, creo que tus modales se quedaron en la cama. Ve a por ellos y discúlpate.
- ¡Que se disculpe ÉL por coger MI toalla!
- ¡Nick! – avisó Chris, tan molesto como sorprendido. Nick no era excesivamente egoísta. ¿Toda esa rabieta infantil por una toalla? Tenía que haber algo más, detrás.
Justo entonces apareció Ariel, meneando el rabo, buscando alguien que la hiciera caso. Juguetona, empezó a lamer los pies descalzos de Paul, que se rió porque le hacía cosquillas.
- ¡NO TE ACERQUES A ELLA! – chilló Nick, y apartó a la perra de forma brusca. Tan brusca que la hizo daño. Ariel se revolvió y le dio un mordisco. No apretó, era más como un mordisquito de advertencia, pero Nick retiró la mano, con perplejidad. Chris se la agarró y la examinó, para ver que no tenía herida.
- Nick, vete a tu cuarto ahora mismo. – ordenó Chris.
- Ni hablar.
- ¡Que te vayas! – repitió Chris, elevando la voz.
Ese "que te vayas" le sonó a Nick como otra cosa. Como que no era una compañía tan bien recibida como Paul. Se fue, lleno de rabia y, aunque lo escondía bien, dolor.
Paul se agachó y acarició a la perrita, algo incómodo por la tensa situación. Chris se giró hacia él y vio que el chico aún estaba envuelto en la toalla.
- Te dejaré para que te vistas. ¿Necesitas ropa limpia? Puedo dejarte algo de Nick, o de Peter.
- Será mejor que no use nada más de nadie, por el momento. – musitó Paul, muy bajito, concentrado en el cachorro. – No necesito nada, muchas gracias.
- Siéntete como en casa – dijo Chris, y salió del baño.
Entró en el cuarto de Nick bastante molesto. Paul se sentía mal, y con razón, después de cómo Nick le había tratado. Era su invitado, y un amigo. ¿Por qué le había tratado así? Nick no siempre era amable y educado, pero solía tener un motivo para ser descortés. Paul no había hecho más que usar una toalla. Eso no era un motivo válido. No para Chris. Fulminó a su hijo con la mirada.
- ¿En qué mundo crees posible que yo te permita que le hables así a un invitado? – le preguntó, con enfado.
- ¡No es mi invitado!
- Es el mío, y tu amigo. Has sido borde con él y…¿es esa forma de tratar a Ariel? – dijo Chris, enfadándose más. - ¿Dónde has aprendido a tratar de esa forma a un animal indefenso?
- En el orfanato –musitó Nick, y Chris recordó sus antecedentes. Lamentó haber hecho aquella pregunta. No iba en ese sentido. – Pero no quería hacerla daño.
- ¡La has apartado de Paul como si fuera contaminante! No vuelvas a tratarla así en tu vida, Nick, porque ese no eres tú. Si te hubiera hecho daño al morderte me hubieras puesto en una situación en la que no quiero estar. No puedo permitir que ella os haga daño.
Nick entendió lo que estaba insinuando.
- ¡No papá! ¡Ariel no es peligrosa!
- Pero puede serlo. Los perros no son malvados, hijo. Son como les tratan. Últimamente apenas la hacéis caso y si vas a empezar a tratarla mal, entonces no te extrañe que un día te muerda, y te haga sangre. Si te has cansado de ella...
- ¡No, no, no! – negó Nick casi llorando, y enfatizando con la cabeza. – La trataré mejor, te lo prometo.
- Bien. Y ahora, ven aquí – dijo Chris, sentándose en la cama. Nick se acercó a él, suspirando. Chris le bajó la ropa y le puso sobre las rodillas.
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- No puedes ponerte así por una estúpida toalla, Nick.
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Chris le levantó, le colocó la ropa, y le obligó a mirarle. Nick tenía los ojos húmedos.
- Considera esto una advertencia. Si no vas ahí y te disculpas ahora mismo te daré la versión completa. ¿He sido claro?
Nick asintió, y parpadeó, pero al hacerlo no pudo luchar más contra las lágrimas y dejó que cayeran, imparables, por su rostro. Casi al momento empezó a sollozar. Chris le abrazó, sin entender qué estaba sucediendo. Decidió que tenía que ser culpa suya e hizo por suavizar su tono y sus palabras.
- Sólo quiero que seas amable, Nick. Sé que sabes hacerlo, corazón. Sé que Paul te cae bien, además, así que no entiendo por qué te has puesto así contra él.
Nick le devolvió el abrazo y lloró un ratito más, sintiéndose mejor al hacerlo, como si lo que necesitara fuera desahogarse un poco.
- Él te cae muy bien. Puedo ver cómo os habláis, cómo bromeáis, y… y… le curaste. Y le invitaste a dormir. Y luego usó mi toalla…
Nick siguió llorando. Chris intentó leer a través de sus palabras. Su hijo trataba de decirle algo. Se esforzó por ver qué era.
- ¿Te molesta que me caiga bien? – preguntó, con voz dulce. Nick sabía que su forma de sentirse no tenía mucha lógica pero no podía evitarlo. Aun así, tenía que lograr no sonar como un estúpido.
- Tu hijo soy yo… - dijo, muy bajito. En respuesta, Chris le besó en la frente. Por fin entendía de qué se trataba todo.
- Claro que eres tú, cielo. Tengo tres hijos estupendos y nada ni nadie va a cambiar eso. Me preocupo por Paul, como luz blanca y…tal vez, tal vez como amigo. Creo que necesita ayuda y tal vez yo pueda ayudarle. No tienes motivos para estar celoso, corazón. Mi vida eres tú. – le aseguró, y le dio otro beso. – Además, Paul es más bien como el hermano pequeño molesto y preguntón. El que tendría que tener envidia en todo caso es Wyatt.
Con eso último consiguió lo que quería, y Nick sonrió un poco.
- ¡No quiero tener que llamarle tío Paul!
- No, definitivamente no. Suena fatal. – dijo Chris, y deshizo el abrazo. - ¿De verdad has pensando que tenías algo que envidiarle a Paul?
- Sé que… sé que no es lógico pero… yo me…me sentía así.
- ¿Y ahora?
- Ahora tal vez no. ¿Yo también soy como el hermano pequeño molesto?
- No. Tú eres el hijo celosón y desobediente – respondió, y le revolvió el pelo – Pero con un corazón así de grande. – acabó, enfatizando con las manos. – Ahora, si ya has terminado de decir tonterías, será mejor que bajemos. Hay que desayunar y quiero hablar con todos vosotros, hijos y hermanos postizos. Ayer averigüé algo.

El brillo de entusiasmo en los ojos de su padre picó la curiosidad de Nick. Chris parecía un niño que había descubierto un juguete fantástico. No solía verle así con nada, y por eso se levantó y salió de la habitación, impaciente por ver qué les tenía que decir.

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