lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 62: Compartir esencias



 


Chapter 62: Compartir esencias
 



Chris le frunció el ceño a su pantalla del móvil, y finalmente sus dedos se movieron y teclearon una respuesta rápida para Paul:
"¿ESTO ES POR LO QUE DIJO PATSY?"
Él también le había dado vueltas al tema de la profecía, y se estaba preguntando a qué se refería la mujer, pero no le parecía lógico que Paul estuviera pensando en eso. Pensó que aquellos días los había dedicado a reparar la relación con su padre. Guardó el móvil y esperó la respuesta. Miró a sus hijos y se puso a Leo en los hombros.
- ¿Comemos o qué? – preguntó.
- No tengo hambre, papá – dijo Nick.
- ¿Qué problema tenéis Peter y tú con la comida? – dijo Chris, frunciendo el ceño. Cada vez que se enfadaba con ellos, repentinamente perdían el apetito. Ya no estaba enfadado con Nick, pero al chico parecía darle igual. Suavizó el tono para añadir – Tienes que comer, Nick.
- El que no tendría que tener hambre soy yo – protestó Peter, e hizo un puchero.
- ¿Y eso por qué?
- Porque me duele – se quejó, en tono infantil.
A Chris le extrañó que lo dijera en voz alta. Peter rara vez se quejaba después de un castigo, pero suponía que aquella vez había sido bastante peor que los demás. Había sido incluso algo más duro con el de lo que lo fue una vez con Nick…Peter había hablado mayoritariamente en broma, pero él decidió responderle en serio.
- Contaba con ello, Peter, y también con que nunca lo olvides, porque espero que sea algo que no tenga que repetir jamás.
- Te doy mi palabra. – le dijo el chico, derrochando honestidad por cada poro de su piel.
- Bien, pues entonces no hablemos más de esto. – pidió Chris, que realmente no quería andar recordando el miedo que había pasado ni el castigo que le había dado - Tuviste suerte, estás bien, estás aquí, y yo tengo hambre. Y tú también lo tenías, si es que ese helado no te lo ha quitado. Así que vamos a comer de una vez, pesados.
Cuando fue a la cocina su padre ya no estaba.
- Genial, aquí la gente orbita sin si quiera una nota de despedida. ¡Con lo que le cabreaba que yo hiciera eso! ¿A que Wyatt se ha ido también? ¡Wy! – llamó.
Pero Wyatt no se había ido. Bajó las escaleras con cierta parsimonia, con un cuadernito en la mano.
- ¡Eso es mío! – protestó Nick, y se acercó a él para quitárselo.
- Perdona. Estaba en el suelo y no pude resistirme. Nick, es realmente increíble.
- Es personal. No tenías por qué haberlo visto. – dijo el chico, enfurruñado.
- ¿Qué es? – preguntó Chris con curiosidad. Su hermano no se impresionaba fácilmente.
- Algo privado, personal e intransferible – masculló Nick tajantemente, apretando el cuaderno contra su pecho – Así que alejad vuestras zarpas de él.
- ¡Jo! – protestó Chris, en tono infantil intencionado. - ¿Qué es, Wy?
- Es un cuaderno de dibujo, pero es realmente bueno.
- Sí, creo recordar que Nick no dibuja mal…
- ¿Qué no dibuja mal? Chris, tienes que verlo. Es muy, muy bueno.- insistió Wyatt.
Chris entonces abandonó el espíritu curioso-infantil y frunció el ceño. ¿Cómo era posible que no conociera aquél talento de su hijo? De acuerdo, no dibujaba mal, pero se dio cuenta de que nunca había visto sus "obras de arte" al igual que nunca había leído ninguna de las historias que sabía que Peter escribía. Y eso no podía ser. Eran sus hijos, y no necesitaba fingir interés en lo que hacían porque lo sentía de verdad:
- Anda, Nick, déjame verlo – pidió, estirando la mano.
Nick bufó, pero no podía negarse si se lo pedía así. Con mucha vergüenza, estiró el brazo y le dio el cuaderno.
La boca de Chris se abrió hasta casi desencajarse. Ahí, en la primera página, estaba él. Era el mejor retrato suyo que había visto en su vida. Pasó de página y estaba él otra vez, con Leo en brazos. En la siguiente página estaba el propio Nick, o tal vez fuera Peter. Era más probable que fuera Peter puesto que le había dibujado con una guitarra. Siguió pasando página, y vio retratos perfectos de Rachel, de Wyatt y de diversas personas que debían ser importantes para Nick. Sonrió al ver un dibujo de Ariel, y lo comparó con el que hiciera un Nick de cuatro años. En el dibujo que Chris tenía delante parecía que la perrita iba a cobrar vida de un momento a otro.
- Wow, Nick. Es…eres realmente bueno. Son unos retratos perfectos…
- Los retratos son fáciles. Lo difícil son los paisajes. – respondió el chico, más rojo que la sangre.
Chris sintió un repentino orgullo por el talento de su hijo. Iba a decir algo bonito y con encanto, pero Wyatt le estropeó el momento:
- Deberías volver a plantearte si son hijos tuyos, Chris. Dibujas peor que un niño de cinco años, nunca aprendiste a tocar la guitarra, serías un actor pésimo y…. lo cierto es que apenas te he oído cantar.
- Da gusto saber que tu propia familia aprecia tus cualidades ¬¬ Tú tampoco eres Picasso, precisamente.
- Papá canta bien – le defendió Peter. – Y además sabe cocinar. Tú sólo eres bueno haciendo trampas en los juegos – añadió, y le sacó la lengua. Chris soltó una carcajada mientras Wyatt le miraba con una expresión de falsa indignación nada creíble.
- Ya lo ves, tengo defensores.
- Eso no vale, son tus hijos. Les tienes comprados. Traeré yo a los míos y ya veremos entonces… - respondió Wyatt, y de repente se ensombreció, como dudando que sus hijos se pusieran de su parte. Fue sólo un segundo, pero Chris se dio cuenta. Se preguntó si pasaba algo en casa de Wyatt, pero no sabía cómo preguntar.
Fueron a comer, y a Chris le sorprendió un poco que Wyatt se quedara. O sea, llevaba ahí desde la madrugada. ¿Su familia no le estaría echando de menos? Aliviada la preocupación de Chris por Peter, pudo concentrarse en otras cosas, y pasó a preocuparse por su hermano. Wyatt solía comer lo que comerían tres personas, pero se limitó a picotear su plato mientras hacía bromas banales. Chris sabía, por años de convivencia, que Wyatt se refugiaba en aquellas bromas para no hablar de nada importante o personal. Ya estaba buscando la forma de abordarle, cuando Wyatt le dio un hilo del que tirar.
- El viernes de la semana que viene estarás sólo en el P3, Chris. Linda tiene un viaje de trabajo y yo voy a acompañarla.
- Claro. – respondió Chris, un tanto sorprendido. - ¿Qué vais a hacer con los niños?
- Los… los dejaremos con papá y mamá supongo.
- Papá trabaja mucho. Mamá y él ya son algo mayores…¿Sería todo el fin de semana? Tal vez sea demasiado tiempo…- dijo Chris.
- Ya, bueno…con alguien tengo que dejarlos.
- Claro que sí: conmigo.
- Chris, tienes tres hijos.
- Sé contar, gracias Wyatt. Alex y Victoria estarán bien.
- No puedo pedirte que te ocupes de ellos, ya tienes demasiado tú sólo.
- Ejem – tosió Peter, para llamar su atención. – Nosotros también vivimos aquí.
- Eso estoy diciendo precisamente. Tu padre ya tiene demasiado con cuidar de vosotros.
- Oye, sé que no soy un ángel, porque de hecho soy un demonio, pero puedo estar tres días sin causar problemas, y Nick también. No sólo eso, sino que podemos ayudar a papá. Y él lo sabe ¿verdad? – preguntó Peter.
- Claro, tesoro. Wy, en serio, estarán bien. Puedes dejarles con nosotros.
Su hermano asintió, y musitó un "gracias". Chris frunció el ceño. Había pensado que eso era todo: que lo que preocupaba a Wyatt era con quién iba a dejar a sus hijos. Pero parecía haber algo más.
- ¿Ocurre algo? – preguntó, con delicadeza. Wyatt miraba a su plato sin responderle. – Si te vas en una semana, tal vez deberías pasar tiempo con tus hijos…Ya habrán llegado del colegio…
- No quiero empezar a discutir con Victoria tan pronto – dijo Wyatt y la mirada de Chris exigió una explicación – No sé qué pasa últimamente, pero me discute todo lo que la digo. Ella…ella nunca…
Wyatt no terminó la frase, pero Chris le entendió: Victoria era una niña dulce que siempre se portaba ejemplarmente. Chris sabía que Wyatt la regañaba muy, muy poco. Era como el fenómeno contrario a su hermano Alexander, un chiquillo inquieto que se metía en un lío cuando aún no había salido del siguiente. Pero por lo visto las cosas estaban cambiando, y Wyatt tenía problemas con Vic. Chris intentó trivializar la situación.
- Se llama preadolescencia, y requiere mucha, mucha paciencia. Así que podrías apuntarte a yoga – sugirió, bromeando. Wyatt le devolvió una media sonrisa no del todo sincera.
- Supongo que será eso.
- Vamos, Wy. El hermano que yo conozco no se deprimiría por algo así. Es tu hija. Lo arreglaréis.
Peter, Nick, y Leo, se sentían incómodos en aquella conversación "de adultos" y además de eso "de hermanos". Peter intentó cambiar de tema y hacer algo que además pudiera animar a su tío:
- Nick, ¿por qué no dibujas a papá y al tío? Sé que te gustan los retratos conjuntos y ahora les tienes aquí a los dos juntos, por si necesitas un modelo…
Peter estaba encantado con que su hermano hubiera sacado por fin sus dibujos. Él sabía que tenía mucho talento. Chris entendió lo que pretendía, y le sonrió, dispuesto a seguirle el juego.
- Sí, Nick, lo cierto es que me gustaría ver cómo lo haces.
Nick se miró el cuello de la camisa durante un rato, pero luego pareció sobreponerse a la timidez.
- Está bien, dibujaré, pero a ti no – le dijo a Chris.
- ¿Por qué no?
- Porque me has pegado – contestó Nick, sacándole la lengua.
Chris hizo un puchero, y Nick tuvo que reírse.
- Vale, vale. Voy a por él carboncillo.
Y, durante la media hora siguiente, Nick miró a Chris y a Wyatt con profunda concentración y actitud profesional.
- Nunca he pintado con un modelo vivo – dijo – Siempre uso fotos o simplemente mis recuerdos.
- Sí que lo has hecho, conmigo, cientos de veces – dijo Peter.
- Tú no cuentas. Pintarte a ti es como pintarte a mí, sólo que a mí no pudo verme así que te pinto a ti que es más fácil.
Chris vio a Nick muy relajado. Era todo serenidad, concentración, inspiración y talento artístico. Cuando acabó, todos estuvieron orgullosos del resultado. Chris se aseguró de repetirle varias veces lo orgulloso que estaba de él.
- Vas a hacer que me lo termine creyendo. – dijo Nick, con esa timidez adorable de "no estoy acostumbrado a que me digan cosas buenas".
- Esa es la idea – respondió Chris.
Wyatt se despidió entonces de ellos y se fue a su casa. Chris sacó el móvil a ver si tenía algo de Paul, pero nada. Decidió llamarle, pero no se lo cogió. Se guardó el teléfono, con algo de frustración.
- Nick, es hora de que vayas a la escuela – dijo, mirando el reloj. Nick hizo una mueca. - ¿No quieres?
A Nick le encantaba la escuela de magia, estaba bastante seguro de eso.
- Sin Peter, no.
- Eso ya lo hemos discutido.- dijo Chris, firmemente.
- Lo sé. Era por si habías cambiado de opinión.
- Pues no. Así que venga, ¿estás listo?
Nick miró a Peter como diciendo "lo he intentado" y luego asintió. Chris y él orbitaron, y segundos después Chris volvió, pero sólo.
Peter había temido que aquella tarde fuera aburrida. Cuando Nick y él iban a la escuela de magia Chris se quedaba sólo con Leo, jugando con él, y haciendo deberes. Aquella tarde, y muchas más aunque no sabía cuántas, Peter no iba a ir a la escuela, y en palabras de Chris estaba castigado sin "hacer nada divertido", así que pensó que aquello iba a ser mortalmente aburrido. Pero se equivocó. Al volver, Chris dijo que iba a llamar a Amy, por si estaba libre y quería pasarse un rato.
- ¿Ha estado viniendo estos días? – preguntó Peter, entendiendo nuevamente por qué su padre había estado tan molesto con él. No habían hablado nada durante casi dos semanas: él no tenía ni idea de que había estado viéndose con Amy.
- Sólo un par de veces. Lo cierto es que hace varios días que no hablo con ella.
Chris la llamó, pero no se lo cogía, así que dejó un mensaje. Iba pensar en algo que hacer mientras esperaba la respuesta, cuando Leo tiró de la manga de Peter.
- ¿Me enseñas una canción con la guitarra? – preguntó el niño.
- No puedo, peque.
- ¿Por qué no?
- Porque estoy castigado.
- Vaya rollo.
Peter soltó una risita.
- Pues sí.
- Papá es malo.
- Totalmente.
- ¿Ah, sí? – preguntó Chris, alzando una ceja. Se acercó a ellos como quien no quiere la cosa. - ¿De verdad?
Peter tragó saliva. ¿Por qué Chris le miraba así? De pronto, Leo y él estuvieron a su merced, revolviéndose como ardillas para escapar de Chris, que les hacía cosquillas en lo que se había convertido ya en una costumbre.
- Con que soy malo, ¿no?
- Jajaja Sí Jajaja Mucho – respondió Peter, intentando no reírse sin nada de éxito. – Vale, vale, no. Jajaja Eres bueno, muy muy bueno.
- Eso está mejor – dijo Chris, y le dejó tranquilo.
- Eso no es justo. Podrías conseguir que confesara cualquier cosa con eso.
Chris le miró con interés.
- Lo tendré en cuenta.
Peter suspiró, al darse cuenta de que acababa de darle una idea.
- Menos mal que no suelo ocultarte cosas.
Chris sonrió, y sacó el móvil al notar que vibraba. Amy le había enviado un mensaje que decía "voy para allá". Sin sonrisa, sin emoticonos varios…Chris decidió no darle importancia, pero quizá tendría que haberse olido algo con aquella respuesta tan seca para lo que era habitual entre ellos.
- Bueno, Amy llegará dentro de poco. Quería hablar con Paul, pero no responde mi mensaje ni mis llamadas. ¿Tú has hablado con él? – le preguntó a Peter.
- Papá, después de estar dos semanas sin teléfono estuve ocupando mi tiempo libre luchando contra demonios y ahora vuelvo a estar incomunicado. Me da que las únicas llamadas que voy a recibir son las tuyas para que baje a cenar.
- No hace falta ser sarcástico, pero me alegra que lo tengas claro. Le llamaré otra vez.
Lo hizo, y Paul se lo cogió en aquella ocasión.
- Hola Chris – saludó el muchacho al otro lado.
- Hola. ¿viste mi mensaje?
- Sí, en ese momento no podía hablar. Papá estaba cerca.
- ¿Y?
Una de las ventajas de que tu padre sea brujo como tú es que no hay secretos. Al menos, eso creía Chris.
- No le gusta que hable contigo ni con tus hijos. Por eso he estado desparecido estos días.
- Pensé… creía que estabas….ya sabes, arreglando las cosas. Con tu padre.
Se escuchó algo parecido a una risa sarcástica.
- No hay mucho que arreglar. Ahora sé cosas que antes no sabía, pero él sigue siendo el mismo hombre frío. Han sido demasiados años luchando por alejarse de mí. Ninguno de los dos sabe cómo acercarse. Aunque al menos, ya me toca.
Chris no esperaba hacer de consejero paternofilial. Pero pensó que, si tenía que aconsejar sobre algo que no fuera magia, al menos podía decir un par de cosas sobre padres e hijos.
- No sólo eso, Paul. Vino a por ti. Tu padre es un hombre…peculiar, pero por fin sabes que le importas.
- Fue a buscarme a tu casa porque tu apellido le llamó la atención, Chris. Mi padre se ha acostumbrado a no hacerse cargo de mí, y lo cierto es que yo ya no necesito que me lleven al parque o que me aten los cordones. Nunca tendré un padre cariñoso. Pero al menos ahora sé por qué. Sé que tomó esa decisión pensando en protegerme, y ahora los dos tenemos que vivir con ella.
Chris no sabía que responder a eso. Probablemente fuera cierto. Habían sido muchos años de alejamiento y frialdad, seguido por tres años de cruel indiferencia tras la muerte de su hermano. No iban a pasar de ahí a los besos y a los abrazos. Al menos, no con facilidad. Tenía difícil solución, y en cualquier caso iba a requerir tiempo, así que Chris decidió cambiar de tema.
- ¿Y…qué tal las cosas con tu madre?
- Mejor. Papá habló con ella. Sabe que lo sé. Aun me culpa por lo de Jason, creo, pero no me echó en serio de casa. Me quiere. Es más de lo que podía decir hace unos días. Saberlo me…tranquiliza.
Chris se mordió la lengua para no decir lo que pensaba. ¿Cómo puede alguien culpar a un chico que ni siquiera recuerda lo que hizo? Paul había estado tres años sintiendo rechazo sin entender por qué. Además, ¿qué hizo Paul exactamente? No es como si le hubiera matado a sangre fría. Fue un accidente, que se habría evitado si no hubiera habido secretos en aquella familia. Secretos que asustaran, y provocaran reacciones como la de Paul golpeando a su hermano.
- Entonces, no le caigo bien a tu padre ¿eh? – preguntó, en un tono mucho más relajado. Le extrañaba eso de que no le dejara hablar con él ni con sus hijos, y le alegraba que Paul no estuviera dispuesto a cumplir ese deseo. Al fin y al cabo era su luz blanca, TENÍAN que estar en contacto.
- Poca gente le cae bien a mi padre, Chris, pero creo que tiene que no es algo personal Tiene que ver con la profecía.
- Ah, sí. ¿Qué es eso de "cómo de proféticas son las profecías"? ¿Es que sabes algo más?
Hubo un tenso silencio al otro lado.
- Sé que debes mantenerte alejado de los sitios altos – dijo Paul solamente. Balbuceó algo más pero entonces Chris escuchó voces que le llegaban del teléfono.
- ¿Con quién hablas, Paul? ¿Es con ese hombre, Haliwell? Vamos, dame el móvil
- Tengo que dejarte, Chris. No creo que pueda llamarte en un tiempo...pero darás con la forma de hablar conmigo – dijo Paul como despedida, y la llamada se cortó. Chris entendió el mensaje: le estaba diciendo que si quería hablar con él, orbitara a su encuentro. Bueno, lo haría cuando creyera que estaba sólo.
Se sintió raro al saber que Paul tenía prohibido hablar con él, como si fuera un criminal. Pero, según el chico, no era por él, sino por la profecía. ¿Qué había querido decir con que se mantuviera lejos de los sitios altos?
Chris le estaba dando vueltas a esto cuando recibió otra llamada al móvil. ¿Qué era eso, el día de "llamemos a Chris"? Dejó de pensar en eso al ver que quien llamaba era Amy, y descolgó.
- ¿Sí?
- Chris, tal vez quieras salir un momento, para hablar en privado.
Chris se alarmó por el tono serio que empleó la mujer. Luego miró la puerta como si pudiera atravesarla y ver si ella estaba al otro lado. Por último, miró a sus hijos, que le habían dado algo de privacidad con lo de las llamadas telefónicas y estaban en el sofá hablando en voz baja. Amy había hablado también de privacidad. Privacidad. ¿Por qué privacidad?
"Bueno, la privacidad no es mala. No tiene por qué serlo. " se repitió, y así fue como logró decir:
- Vale, salgo ahora mismo.
Colgó, y miró a Peter, que aunque debía de haber intentado no escuchar nada, había oído perfectamente las dos conversaciones.
- ¿Quién era ahora? ¿Amy?
Chris asintió.
- ¿Está fuera?
Volvió a asentir.
- ¿Por qué no entra? – preguntó Peter, haciéndose eco de lo que pensaba el propio Chris.
- No sé. Voy a ver qué quiere. Vuelvo enseguida.
Con una sensación extraña, Chris se caminó hacia la puerta y salió. Amy esperaba apoyada en un coche de color claro. Chris registró vagamente el hecho de que ni siquiera sabía que tuviera carnet, aunque quizá tendría que haberlo supuesto. De pronto, le alarmó lo poco que sabía de ella. Le alarmó, porque se olía lo que ella venía a decirle. No quiso escucharlo. Quiso entrar de nuevo en la casa y hacerse el sordo, pero esa reacción hubiera sido más propia de sus hijos que de él, e incluso para ellos hubiera sido demasiado infantil. Suspiró, y se acercó a ella. Trató de sonreír.
- Qué rapidez – comentó, por romper el hielo.
- Para todo – respondió ella.
Chris se acercó para besarla, pero algo en su mirada le hizo cambiar la trayectoria y darle un par de besos amistosos, en vez de un beso de pareja. Amy no tardó en ir al grano.
- Chris, no podemos seguir así.
Chris sintió que el corazón se le detenía: sus temores se confirmaban. Le estaba dejando…Le abandonaba…
- ¿Así cómo?
- Entrando y saliendo de nuestras vidas. Compartiendo secretos vitales y viviendo separados después. Hace una semana que no hablamos.
- Yo…
- Voy a…. voy a decirte algo muy difícil para mí.
"No, no no no no"
Amy le estaba dejando. Chris registró éste hecho, pero no podía enfrentarse a ello. Experimentó un fuerte miedo al rechazo… un rechazo que ya conocía….pero ya no tenía dieciséis años. Y Amy no le había utilizado… Más bien…más bien él le había utilizado a ella, y darse cuenta de esto fue doloroso. Chris necesitaba de vez en cuando la compañía de un adulto, y Amy era perfecta para eso, pero ¿cuándo se había comportado realmente como un novio? Cuando pensó que la pasaba algo. Cuando se puso celoso en su fiesta. El resto del tiempo era un padre ocupado que sobreponía sus hijos a su novia. Se consoló diciendo que no era un capullo: que se lo había advertido desde el principio... Pero tenía que haber imaginado que nadie aceptaría algo así. Nadie aceptaría una relación de subidas y bajadas….de atenciones y abandonos.
Además él era brujo, y luz blanca. Amy era una chica normal, que hasta hacía poco desconocía por completo la existencia de la magia. Probablemente había entendido por fin que no era tan guay como parecía. Que había pegas, y problemas, y que había ocasiones en las que daba miedo. Probablemente ella tuviera miedo de lo que él era.
Entendía perfectamente los motivos de Amy. Los entendía, y es lo que había estado esperando desde el principio. Pero supo, justo en ese momento, que la necesitaba. A ella. No a su compañía. No a su forma de ser divertida y distractora. Sino a ella. La quería. La amaba. Se lo había dicho en alguna ocasión, y era cierto. Y ahora ella…ella le estaba diciendo que se iba.
- No me dejes…no, por favor…Yo… te necesito. Necesito que…
"Joder, Christopher ¿vas a echarte a llorar?" dijo una voz en su cabeza…. Una que sonaba inconvenientemente parecida a la de Wyatt.
- ¿Qué? No te estaba dejando – dijo Amy, sorprendida.
"Ah, ¿no?" pensó Chris, y su corazón volvió a latir. Sólo un pequeño latido, tímido pero esperanzado. Un diminuto Chris abrió una ventanita en su corazón, y se asomó, expectante.
- Entonces, estoy perdido – reconoció, algo avergonzado. Había estado seguro de que era eso lo que le iba a decir. ¿A qué venía sino la frialdad, los "hablemos a solas" y los "tengo que decirte algo difícil"?
- Es cierto que no podemos seguir así, Chris. Esto no es una pareja ni es nada – dijo ella – Pero… supongo que es mi turno de decirte…por fin me toca confesar que…Yo te quiero, Christopher. Por muchos motivos, y a la vez por ninguno. Te quiero porque me quieres…te quiero por lo que hemos hecho y lo que no hemos hecho…Te quiero por lo diferente que eres a todos los tipos con los que he estado…
El mini-Chris que se escondía en el pecho del Chris grande bailó de contento. Se había preocupado un poco porque Amy nunca respondía a sus tímidas declaraciones de amor.
- ¿Eso era lo que tenías que decirme? ¿La "cosa difícil"?
¿Era difícil admitir que le quería?
- No. Aunque tampoco ha sido fácil, créeme – respondió ella, con ese adorable rubor en sus mejillas. – Lo que quiero decirte es…dios, es que no sé cómo hacerlo.
Era raro ver cómo alguien tan locuaz e ingenioso sucumbía ante el poder de las palabras. Chris se enterneció, y le acarició la mejilla. Eso pareció darla ánimos.
- No te voy a dejar pero…no puedo seguir manteniendo una relación que ni siquiera puede llamarse así. Y a la vez en tiendo que tú tienes una familia que además viene con sus propias complicaciones mágicas, y que tú no puedes mantener ahora mismo otro tipo de relación. He estado mucho tiempo dándole vueltas a tus….mmm… dones…sin saber si me asustaban, si me gustaban, o qué. He leído muchas tonterías por internet, y finalmente he decidido que no me importa lo que seas tú ni lo que sea tu familia. Pero…quiero formar parte de ella. Chris, si vamos a seguir juntos tenemos que ser una pareja de verdad y…tenemos…tenemos…
Amy guardó silencio. A Chris le gustaban la mayoría de las cosas que estaba escuchando, así que subió su barbilla y la miró con dulzura. Ella tenía razón. No podían seguir así.
- ¿Tenemos…? – animó.
- Tenemos que vernos, como la gente normal. Y…en vista de que tú no puedes, pues…pues…Olvídalo. Será mejor que me vaya – dijo Amy, y se giró, como para meterse en el coche. Chris se lo impidió, intentando ser delicado en sus movimientos. Amy parecía tan frágil…de pronto pensó que si soplaba la rompía. Pensar eso activó sus instintos sobreprotectores.
- Dímelo. No tengas vergüenza. No tengas miedo. Puedes decirme lo que sea.
Amy le miró a los ojos, y tomó aire.
- Deberíamos vivir juntos – soltó de golpe, y luego continuó, como si le diera miedo el silencio - Ya que no puedo hacerme un huevo en tu vida tienes que introducirme en ella. Tengo que participar de lo que te pasa y así no es necesario que luego tengas que contármelo todo, como lo de ese demonio que os atacó y que aún no he terminado de entender muy bien. La mejor forma de que entienda tu vida es… compartiéndola.
Cuando Amy dejó de hablar todo fue muy tenso por un momento. Chris la miró como intentando descifrar si lo había dicho en serio, y se dio cuenta de que sí. Estaba alucinando, con la indecisión como único sentimiento.
- Amy, hay muchas cosas que aún no sabes de mí…Cosas que pueden no gustarte…Vivir juntos es… un gran paso…y en realidad aun apenas nos conocemos.
- Y si seguimos así no nos conoceremos nunca.
Punto para ella.
- Pero… yo no vivo sólo…Tengo tres hijos y…
- Cuando empecé a quedar contigo ya sabía eso.
- ¿Tú estás segura? ¿De verdad quieres vivir conmigo, aquí, en mi casa?
- La mía es demasiado pequeña para los cuatro – dijo ella con timidez. – Además es de alquiler. Pero, si no quieres…Yo, lo entiendo. Apenas me conoces y, claro, meterme en tu casa es…No quiero que pienses que pretendo aprovecharme…
- Para, para. Yo no he dicho que no quiera. – frenó Chris, y se dio cuenta al decirlo de una cosa: quería. Con todas sus ganas. Pero…- No te puedo dar una respuesta ahora. Yo…no he vivido con otra mujer desde lo de Bianca y…no puedo tomar ésta decisión sin contar con mis hijos…
- Claro. No espero una respuesta inmediata. Pero ¿lo vas a pensar?
- Por supuesto – dijo Chris, repentinamente serio. Amy se mordió el labio.
- ¿No te ha gustado la idea? No pareces contento. Sé que es muy atrevido, muy pronto todavía…
- En realidad, no es eso, Amy. Es sólo que… como ya digo…a lo mejor descubres que no te gusta vivir conmigo. O que prefieres vivir sola a compartir casa con cuatro hombres de diferentes edades…. Ya has visto cuando has estado aquí que la paz y la tranquilidad son cosas que escasean…
Amy se puso de puntilla y le acarició la cara.
- Odio la paz y la tranquilidad. Y vivir contigo me encantará por el simple hecho de que así no tendrás que dividirte. Ya no seremos tus hijos o yo, sino tus hijos y yo.
- Pero… la magia…Aquí…aquí pasan cosas raras. Nick está ahora mismo en una escuela para… para la gente como nosotros. Mis hijos mayores son mitad brujos y mitad demonios. Mi hijo pequeño es un brujo que mueve cosas con la mente.
- Me acostumbraré. Aprenderé. Esa decisión ya tuve que tomarla, señor Haliwell, y escogí quedarme con el pack completo – respondió ella, dedicándole una sonrisa tierna. Chris se relajó, como efecto de esa sonrisa.
- En ese caso, lo someteré a votación, señorita Evinson. – respondió, y la atrajo hacia sí, en una especie de abrazo en el que aprovecho para hundir la cabeza en el pelo de ella. Olía tan bien…- Tienes que enseñarme a amar de nuevo – le confesó, susurrando en su oído. – Vas a tener que reunir paciencia conmigo – añadió, besándola el cuello. Amy soltó una risita.
- A mí me parece que lo haces bastante bien.
Como dos tortolitos, siguieron acaramelados un ratito más, hasta que Amy dijo que tenía que irse, y el recordó que debía volver dentro con sus hijos. Vio la clara ventaja que tendría lo de que Amy viviera con ellos: nada de despedidas.
Cuando Chris cerró la puerta, los ojos de Peter se le clavaron como alfileres. Intentó hacer como si nada, y caminó hasta el sofá aparentando tranquilidad. Pero Leo le observaba de la misma forma. Los segundos parecían minutos bajo el efecto de aquellas miradas…
- ¿No vas a deciros que quería? – protestó Peter al final – Por tu cara es evidente que se trataba de algo importante.
- Cuando venga Nick – respondió Chris.
- Así que…¿nos lo vas a decir?
- Sí, Peter, os lo voy a decir. Y ahora deja la curiosidad a un lado y ayúdame a entender a tu amigo. Paul me ha dicho que me aleje de los sitios altos. ¿Qué crees que quería decir con eso?
- ¿Qué no montes en avión? – preguntó Peter, encogiéndose de hombros.
- Que no escales, papá. Siempre me dices que no lo haga – aportó Leo.
- Mira qué bien lo recuerdas cuando quieres. En fin, ¿qué queréis hacer hasta que venga Nick?
- Definir las cláusulas de mi arresto domiciliario – dijo Peter.
- ¿Eh?
- Dijiste "no puedes hacer nada divertido durante un mes", pero has incluido lo de ir a la escuela de magia, que no es en sí mismo un pasatiempo. Así que quiero saber todo lo que no vas a dejarme hacer.
- Acabaríamos antes si te digo lo que puedes hacer – dijo Chris, pero en realidad le daba pena. Peter tenía la habilidad de hacerle sentir culpable de los castigos que le ponía. Fue a por un papel, y comenzó a escribir – Nada de salir, nada de teléfono, nada de televisión, nada de música…
- ¿Qué? ¡Jo!
- …nada de escuela de magia, nada de ordenador, nada de videoconsola.
- Cuando dijiste "nada de diversión" lo decías en serio – protestó Peter.
- Sí, y cuando dije "nada de bajar al inframundo" lo decía en serio también.
- Pero ya me has castigado…
- Eso fue por ponerte en peligro, por escaparte, por no dormir y por desobedecerme. Esto es por ocultarme lo que estabas haciendo y para que cada vez que se te ocurra hacerlo de nuevo recuerdes lo aburrido que va a ser para ti.
Pensó que Peter iba a seguir protestando, pero se limitó a coger a Leo y ponérselo a hombros.
- No has dicho nada de cocinar.
- ¿Eh?
- ¿Puedo cocinar?
- Supongo que sí. ¿Vas a copiarle el hobbie a tu hermano?
- En algo hay que emplear el tiempo. Además, va a ser la hora de merendar y quiero elegir yo la merienda.
- ¿Ah, sí? ¿Y por qué iba a dejarte hacer eso? – preguntó Chris, pero sonriendo y en broma, divertido por el tono mimoso que estaba poniendo Peter. Que eligiera la merienda si quería y la cena, y todas las comidas: verle vivo y con ganas de comer además, era lo único importante.
- Porque hoy soy tu consentido. Leo me cede el puesto ¿a que sí?
El niño asintió.
- Has sido muy malo con él, así que ahora le tienes que mimar.
Chris abrió y cerró la boca, con profunda indignación.
- ¿Yo? ¿Yo he sido muy malo con él?
Leo asintió, y Peter también.
- Estabas muy enfadado – musitó Peter, muy bajito – Y me asustaste.
Chris, instintivamente, abrió los brazos para él.
- De alguna forma tengo que conseguir que dejes de ponerte en peligro. Pero no quería asustarte.
Peter le abrazó muy fuerte. De pronto empezó a llorar, y Chris se sintió horriblemente mal, hasta que entendió por qué lloraba su hijo:
- Lo peor de todo es que me gustaba hacerles daño… me gustaba ver que esas cosas tenían miedo de mí. Tengo…tantas ganas de romper cosas…todo el tiempo….Tanta ira y tanta rabia…y sentía que con ellos podía…que no pasaba nada por matar unos demonios. Que no era inmoral disfrutar con el poder que me daba destrozar a esos bichos…Y tú….tú te has enfadado conmigo por todo, por haber dado problemas en la escuela, por haberte desobedecido, por haberme puesto en peligro…pero no por eso…No por disfrutar de la violencia…Te has enfadado conmigo porque he corrido peligro, pero no por...por ser un asesino.
Chris suspiró. Supuso que tenían que tener esa conversación. Que era inevitable, y más con Peter, y su insaciable necesidad de sentirse culpable por todo.
- Leo, ¿por qué no subes a leer un rato hasta que esté la merienda?
- Si quieras estar a solas con Peter sólo tienes que decirlo, papá. – respondió el niño rodando los ojos, y se fue. Chris le observó irse y luego volvió a centrarse en Peter, y le miró a los ojos.
- No eres un asesino, Peter. Los demonios no son humanos. Escúchame…Yo me he enfrentado a más bichos de esos de los que puedo recordar. He peleado contra ellos y…a veces, cuando ganas, te sientes bien. Te sientes poderoso y…cargado de adrenalina. Son… cosas inherentes al ser humano, supongo. Sobre todo a los hombres. Por eso disfrutamos de dos tipos con guantes golpeándose la mandíbula, como tu tío Thomas, y muchas veces las mujeres, u otros hombres menos "salvajes" no lo entienden. Tú siempre has sido de los que no lo entienden, pero han pasado algunas cosas en tu vida…algunas personas…que han cambiado tu punto de vista respecto a la violencia. Como a ti te han hecho daño, necesitas hacerlo tú, necesitas desahogarte, pero sabes que no puedes ir por ahí golpeando al mundo. Por eso patear demonios te parecía una solución perfecta. Cumplías con ese absurdo sentido tuyo del "deber" y a la vez te descargabas. Y no es que esté mal "moralmente" hijo, pero…nosotros esperamos a que ellos nos ataquen. No perseguimos a los malos, sino que protegemos a los inocentes. Así es al menos como a mí me lo han enseñado. No es algo por lo que debas sentirte culpable. No lo sabías. Te hemos dicho que los demonios son malos y pensaste que tenías que matarlos, que debías hacerlo para demostrar que tú no lo eres, aunque seas medio demonio. No eres como ellos, no eres como Derek no eres un asesino, y no eres malo. Sólo eres un chico poderoso y desobediente con ideas de bombero, al que le iría mejor si escuchara más a su padre.
Como toda respuesta, Peter siguió abrazado a él, sin separarse por un buen rato. Cuando lo hizo, había paz en su mirada, como si le hubieran quitado un gran peso de encima. Chris lo había hecho: le había quitado el peso de pensar que era un monstruo sádico por haber disfrutado de aquellas peleas. Peter le sonrió, y luego puso un puchero:
- No soy desobediente.
- No, qué va. Nick debe tener otro hermano gemelo más que haya bajado al inframundo, pero no has sido tú, qué va.
Peter le dedicó esa media sonrisa pícara que a Chris tanto le gustaba y luego le miró con cara de "¿Yo? Pero si yo nunca he roto un plato." Chris le revolvió el pelo sin poder resistirse. Peter tenía razón: era su consentido. Del todo.
- Bueno y ¿qué quiere de merienda mi consentido?
Peter lo pensó como quien toma una decisión muy importante.
- Panini casero de jamón y queso.
Chris parpadeó con incredulidad.
- Peter… eres vegetariano.
Sólo entonces Peter pareció darse cuenta. Puso una expresión horrorizada.
- Es…es verdad. Es…raro. Realmente me apetecía… me apetecía comer carne.
- Sí quieres hacerlo…Hay gente vegetariana que deja de serlo. Es tu decisión, tesoro.
- ¡No! No quiero comer carne. No lo entiendo…no sé por qué se me ha ocurrido eso…
Peter sacudió la cabeza, y Chris le estuvo dando vueltas a eso, y a otros detalles de los que había empezado a darse cuenta. Era lógico pensar que después de ser maltratado por la vida, las personas y los demonios, Peter se volviera violento. Pero el hecho cierto es que el chico odiaba la violencia. Se había sentido muy culpable después de desquitarse con Derek, y en cambio había bajado al inframundo a luchar como si fuera un videojuego y no algo real. Y si…¿y si aquellos cambios no eran algo natural, sino que tenían que ver con el hecho de haberse transformado en Vraskor? ¿Y si…bueno, y si Peter se estaba "demonizando"? Chris se dijo que era un tonto por pensar esas cosas, y lo apartó de su mente.
- Bueno, pues si te apetece cocinar hazte lo que quieras. Yo voy a buscar a tu hermano y volvemos en seguida ¿de acuerdo?
Así que Chris fue a la escuela de magia a por Nick…y le sorprendió ver que estaba limpiando los baños. Ese era un castigo que él había cumplido muchas veces en su adolescencia. El recuerdo casi le hace sonreír, pero se preguntó por qué estaba castigado su hijo. Su padre le sacó de dudas: se había peleado con un grupo de chicos de su clase. Eso le hizo pensar de nuevo en si sus hijos se estaban haciendo más violentos. Pero Nick siempre había tenido reacciones de ese tipo…Era difícil saber si era sólo un comportamiento adolescente, o algo de lo que se debiera preocupar. En cualquier caso, no era nada que fuera a permitir. Cuando Nick terminó, Chris le orbitó a casa. No había señales de Leo y de Peter, que debían estar en el piso de arriba. Nick no le miraba, ni le había dicho una sola palabra.
- ¿Qué os pasa a vosotros con las peleas? No lo entiendo. Peter y tú…Los dos odiáis la violencia… odiáis, lógicamente, que os traten mal, y los dos habéis sufrido malos tratos de manos de unos o de otros. Pensaba que sabríais entender por qué pegarse con quien os molesta no es una opción.
- No pluralices. No metas a Peter en esto, papá. Él no ha hecho nada – dijo Nick, en voz baja.
- ¿Y por qué lo has hecho tú?
- Llamaron cobarde a Peter. Después…después de todo lo que ha hecho, le llamaron cobarde. Pueden llamarle suicida, imbécil si quieren, pero no cobarde. ¡Se enfrentó a toda una legión demoníaca! Dijeron que no había ido a clase porque estaría en algún rincón llorando y llamando a su mamá…Y dijeron que… nuestra madre….dijeron que era un sucio demonio feo y…y otras cosas que no deberían hacer dicho.
- No Nick. No deberían haberlo dicho. Estuvo mal, y si necesitabas "venganza" deberías habérselo dicho a algún profesor o a tu abuelo. Ellos les habrían castigado. Pero no puedes enzarzarte en una pelea.
- ¡Se metieron con mamá! – protestó Nick. – Y con Peter.
- Lo sé, cariño. Mucha gente se meterá con cosas que te importan. Sé que las palabras hacen más daño que los golpes, pero la violencia no es la solución. También sé que tú entiendes eso.
Nick asintió.
- Es sólo que… no esperaba que allí…no esperaba que allí donde todos somos "raros" o especiales, si quieres, hubiera también clasismo, y gente que se cree mejor que tú por tener algo que tú no tienes…o por no ser medio demonio.
- Nick, hay maldad en todos los sitios. Sé que se supone que allí hay gente buena pero …también hay brujos malos…o simplemente egoístas e inconscientes. Son jóvenes, al fin y al cabo. Intentarán usar lo que sois para meterse con vosotros, pero no les dejes hacerlo. No dejes que te afecte. Es como si te llaman moreno, ¿entiendes? ¿Qué más da? Lo eres. No les hagas ver que es un insulto, porque además no lo es. Pensé que ya habíamos aceptado lo de que ser demonios no era malo.
- Y no lo es…para ti, porque nos quieres.
- No lo es para nadie que tenga dos dedos de frente y se tome el tiempo de ver que sois increíbles.
Nick le miró durante un rato, y luego asintió.
- Siento haberme peleado. Si Peter hubiese estado allí, él me habría frenado.
- Tienes que tener más autocontrol, Nick.
- Lo siento – repitió.
Chris le miró bien. Lo cierto es que no sabía qué hacer. Ya le habían castigado en la escuela, parecía sinceramente arrepentido, y además él mismo quería romperles un par de dientes a esos tipejos que tocaban con sus insultos los puntos débiles de sus hijos.
- Así que, ya has tenido tu primer castigo en la escuela. Me habré limpiado yo esos baños como treinta veces…
- ¿De verdad?
Aquello pareció animar a Nick visiblemente.
- ¿Te alegra saber que yo también me metía en problemas? – preguntó Chris, alzando una ceja.
- Es bueno saber que no soy el único. Me ha dado mucha vergüenza cuando me han enviado al despacho del director…sabiendo que el director era el abuelo. Quería morirme. Creo que él se dio cuenta de eso y por eso no te llamó, para evitarme un poco de vergüenza añadida.
- Pues ya puedes darle las gracias, o te habrías llevado una buena zurra.
Nick se ruborizó mucho. Entonces se sacó la mochila, que aun llevaba puesta.
- Te hice esto para que no te enfadaras. – dijo, mientras sacaba un papel. - ¡Me han enseñado a pintar con magia! ¡Es un hechizo que dibuja lo que tú quieras en un momento, es muy chulo! – exclamó emocionado, y le dio el papel. Chris vio un dibujo de una mujer…una mujer pelirroja, con rizos, muy hermosa. Chris entendió que era la imagen que Nick tenía de su madre, y lo cierto es que un parecido sí que guardaba con Ariel/Xandra, la mujer/demonio que se había aprovechado de él y con la que había concebido a sus gemelos. Era un buen dibujo, muy idealizado. Definitivamente, no era capaz de castigarle en aquél momento. ¡Nick se estaba volviendo tan tierno como Peter!...A ese ritmo se le iba a derretir el corazón.
- Eso no vale: comprar al juez es delito – dijo Chris, mientras cogía el dibujo.
- Pero no he comprado al juez: he comprado a mi padre.
Chris rodó los ojos. Esos chicos eran su debilidad. Le dio un beso en la frente.
- Ale, busca a tus hermanos. Hace un rato Peter estaba decidiendo lo que vais a merendar.
La merienda consistió al final en tortitas con chocolate. Buena elección y buen cocinero. Lo de cocinar bien iba a ir en la sangre…Chris no solía merendar, pero también comió un poco, muerto de envidia.
- A ver, escuchadme – pidió mientras limpiaba con cuidado el manchón de chocolate de los labios de Leo. – Tengo algo que contaros.
- Ah, sí ¿lo de Amy? – preguntó Peter, con la boca llena.
- ¿Amy? ¿Qué me he perdido? – dijo Nick, con interés. Chris inspiró hondo.
- Quiere venir a vivir aquí.
Peter se atragantó. Nick escupió la leche que estaba bebiendo. Pero sin duda la peor reacción fue la de Leo, que soltó un fuerte y agudo:
- ¡No!
- Vaya, veo que la idea os encanta – comentó Chris con sarcasmo. Peter bebió un poco para desatragantarse y fue el primero en hablar.
- No, no papá…Es…es estupendo. Sólo que…sorprende un poco. ¿La has dicho que sí?
- Antes quería hablar con vosotros.
- ¡Tienes que decirle que no! – dijo Leo. - ¡No puede vivir aquí!
- ¿Por qué no, campeón? – preguntó Chris, intentando no entristecerse. No viviría con ella si sus hijos se oponían pero…no quería que se opusieran.
- ¡Porque no!
- Leo, pensé que ella te gustaba…
- ¡Ya no va a gustarme más si se va a meter en nuestra vida!
- Es mi novia, campeón. Se supone que se tiene que meter en nuestra vida.
- La novia de Nick no se mete.
- Eso es distinto, Leo. Si Nick y Rachel siguen juntos en unos años a lo mejor deciden compartir su vida de otra forma, y eso sólo les afectará a ellos. Pero yo soy vuestro padre, y si ella es mi novia y decidimos vivir juntos, pues tiene que vivir aquí. Y eso, de una forma u otra hace que forme parte de nuestra vida. En el lugar que tú quieras dejarle. Puedes verla como una amiga…
- ¡Si es tu novia y viene aquí todos dirán que es mi madre!
- Nadie tiene por qué decir nada, campeón. Tu madre era…era mamá, era Bianca. Es. Es Bianca – se corrigió Chris, con cuidado. – Tú dijiste una vez que sólo tenías una madre, y tienes razón. Amy no tiene por qué ser tu madre. Con tú lo sepas y ella lo sepa es suficiente.
- ¿A ti te gustaría que la gente pensara que Nick y Peter son tus hermanos? – preguntó Leo, muy enfadado. Chris había tenido buena intención, pero sus palabras habían molestado al niño. – Les sacas pocos años. Muchos pueden pensar que eres muy joven para ser su padre. ¿A que eso te molesta? ¡Pues a mí me molesta que piensen que Amy es mi madre!
A Chris le sorprendió que su niño tuviera tanta razón en sus palabras. Entendía su punto, pero quería que él entendiera el suyo.
- Pero, campeón, aun no sabes lo que pensarán. Y si piensan eso, pues les dices que se equivocan.
- ¡No tengo que decirles nada porque ella no va a vivir aquí!
- Bueno, vamos a hablarlo, ¿vale?
- ¡No! ¡Nada de hablarlo! ¡Ella no va a vivir aquí!
Chris se mordió el labio. Por alguna razón no había pensado que fuera a ser Leo el que pusiera más pegas. Chris no quería imponerse en aquello, no creía tener el derecho, pero una parte de él no estaba dispuesto a aceptar un "no". Sobre todo si era expresado de una forma tan tajante a como lo expresaba su hijo, haciéndolo parecer más un capricho que un razonamiento.
- Enano, tú no eres el que tiene que decidir eso – dijo Nick – Esto es entre Amy y papá.
- ¡Pero aquí también estamos nosotros!
- Nadie se está olvidando de eso, Leo – dijo Chris – Por eso estamos teniendo esta conversación. Me gustaría que entendieras…
- ¡No vas a tener otra mujer! – exclamó Leo, y el hecho de que sonara como una orden no le gustó nada a Chris. – Aquí no va a venir nadie más. Ni Amy ni más hermanos. Éramos tú y yo, y luego vinieron ellos. ¡Nadie más!
- Leo, no quiero que me hables así ¿de acuerdo? Si quieres que te escuche tienes que hablarme bien. Y sin gritar.
- ¡Grito si me da la gana! ¡Eres un mal padre y un tonto y un idiota! ¿Es que has esperado a que mamá se muriera para hacer otra familia?
Todo se sumió en el más absoluto silencio. Peter y Nick se miraron con horror. Eso dolía. Sólo había que mirar a Chris para ver que aquello le había hecho daño. Chris apretó los puños sobre la mesa, hasta que los nudillos de le pusieron blancos.
- El mes que viene hace tres años que mamá se murió. Sus flores favoritas eran las orquídeas. Su color favorito el azul celeste del color del coche de tus hermanos. Su pasatiempo preferido era verte dormir. Su comida favorita era la lasaña. Su canción especial era "The first time ever I saw your face". Le gustaban los libros de fantasía, como a ti, y amaba ir al cine. No he olvidado a tu madre, ni lo haré nunca. Fue la mujer de quien me enamoré, con quien elegí compartir mi vida, y con quien decidí tener hijos. No te atrevas a decirme que "esperé a que se muriera" porque eso es algo que no esperé nunca. Yo iba a envejecer con ella. Íbamos a tener una casa llena de hijos, nietos y amor. Así que no, Leo, nunca pensé en hacer otra familia porque ELLA era mi familia. Utilizar a tu madre para hacerme daño es lo más rastrero que has hecho nunca y no tenías derecho ni motivos para hacerlo – dijo Chris, y se levantó bruscamente de la mesa, sintiendo que si se quedaba diría algo de lo que más adelante podría arrepentirse.
Sus tres hijos le observaron con emociones encontradas.
- ¿Qué significa rastrero? – preguntó Leo al final.
- Significa malo, Leo. Cruel. – explicó Peter, muy serio.
- ¿Papá me ha llamado malo? – dijo Leo, muy triste.
- Ha dicho que lo que has hecho ha sido malo, pero yo la verdad es que te lo habría llamado a ti. ¿Cómo has podido hacerle eso? – inquirió Nick.
Leo le miró dirigiendo a él su enfado, pero luego se echó a llorar. Peter se levantó, y se puso junto a él.
- Será mejor que vayas a pedirle perdón, peque. Te sentirás mejor, y creo que papá necesita oírlo.
El niño asintió, y salió corriendo. Encontró a su padre en su habitación, mirando una foto de su difunta esposa.
- Papi, lo siento.
Chris le miró como si no le viera.
- Papi, perdóname. Yo no quería hacerte daño. Sólo estaba enfadado.
Chris ladeó la cabeza, algo enternecido por su hijo disculpándose con él de esa forma tan sentida. Respiró hondo.
- ¿Piensas en serio que soy un mal papá?
Leo negó con la cabeza.
- Ven. Siéntate – dijo Chris, haciéndole un hueco. Leo obedeció. Chris puso la foto delante de él. – Quiero que la tengas tú. Es mi foto favorita de ella, así que cuídala mucho. Sale sonriendo… la hice esta foto sin que se diera cuenta y es como tener un pedacito de ella capturado en papel. La quería Leo ¿entiendes? La quiero. Mucho. Tanto que duele. Pero ya no está. Si quieres pensar que estoy haciendo otra familia, hazlo, pero a mí me gusta pensar que sólo la estoy ampliando. Que ella nos observa desde algún lugar, y nos ama. Y se alegra por nosotros, y por Nick y Peter, aunque no haya podido conocerlos. Seguro que ella… que ella hubiera querido ser la mamá de ellos…Amy también querrá ser vuestra madre, pero sabe que no lo es. Ella os ayudará si la dejáis. Os querrá, y os enseñará cosas. Hará lo que una madre se supone que hace, y nunca os pedirá serlo. ¿Sabías que Amy no tuvo mamá?
Leo negó con la cabeza.
- Tampoco tuvo papá. Creció sin una familia. Ahora nosotros podemos ser su familia. Podemos ser un novio, y un Leo, y un Peter, y un Nick. Y a lo mejor funciona. Lo cierto es que no lo sé y la verdad es que estoy asustado.
- ¿Estás asustado? – preguntó Leo, con sorpresa.
- Mucho. Si esto sale mal podemos hacer daño a mucha gente. Amy quiere formar parte de esta familia. Y tú dices que no quiere que lo haga…Es una pena, pero sabía que podía pasar, y por eso la dije que tenía que ser una decisión conjunta. Pero…¿sabes? Las madrastras sólo son malas en los cuentos. Y bueno, a veces en la vida real. Pero Amy no es mala, tú y yo sabemos eso. Ella es buena y al final ¿no es eso lo que importa?
Leo asintió. Le había escuchado con mucha atención.
- Puede… puede vivir aquí si quiere. Y aunque no sea mi mamá puede leerme cuentos, y jugar conmigo. Si ha crecido sin una familia necesita una.
Chris sonrió, y le dio un beso en la cabeza.
- Y ahora, señorito, ¿qué habíamos dicho de los insultos, y sobre todo, de insultar a papá? ¿Qué es eso de que soy tonto e idiota?
- Yo…
- Tú me has hablado muy mal y me has insultado, y no es la primera vez que lo haces. Así que… - dijo Chris, muy serio, y le puso de pie. Le bajó el pantaloncito, y Leo empezó a llorar.
- No, papi, no.
- Así te lo pensarás dos veces antes de decir esas palabras que sabes que no puedes decir.
- No lo haré más, de verdad.
- Eso ya lo he oído antes, y si esta vez es verdad me alegro mucho. Entonces la próxima vez no te castigaré.
Le bajó también el calzoncillo, y Leo aumentó aún más el llanto. Rompía el corazón. Chris le colocó en sus rodillas preguntándose si esos ojos tristes eran tan efectivos para todos o sólo para él por ser su padre. Reunió voluntad.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- No se insulta a los demás, aunque estemos enfadados.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Ai, papi, no lo hare más.
- A papá ni se le grita ni se le insulta
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Chris se detuvo y comenzó a hacerle caricias. Le puso de pie sin muchas dificultades y trató de colocarle la ropa, pero no era fácil porque Leo no dejaba de moverse. Al final Chris le soltó, si saber si lo que quería era salir corriendo, o qué. Pero lo único que hizo el niño fue abrazarle.
- Yo snif snif no quería ser "ratero".
A Chris le llevó unos segundos descifrar lo que quería decir.
- ¿Rastrero?
- A veces usas palabras muy raras – dijo el niño, desde el hueco de su pecho.
- Sí, tienes razón – rió Chris, y le dio un beso – No lo eres. Eres bueno, por eso no me gusta que te portes como si no lo fueras.
Leo le miró haciendo un puchero.
- No lo voy a hacer más.
- Lo sé, campeón. Vamos, deja de llorar.
- No, porque entonces dejas de mimarme.
- No eres listo tú ni nada. Y mimoso. Pero, si no dejas de llorar, ¿cómo vamos a llamar a Amy? Seguro que quiere que seas tú quien le dé la noticia.
- ¿Yo?
- Hombre, claro. ¿Ya has olvidado que eres su hombre favorito en esta casa?
Leo le sonrió y Chris movió un poco la pierna donde estaba sentado, para zarandearle cariñosamente.
- A ver si me voy a tener que poner celoso de ti ¿eh?
Leo soltó una de esas risas desinhibidas e infantiles que a Chris tanto le gustaban.
- Vamos a llamarla entonces. Ah, sí, y te quiero, antes de que me lo preguntes.
Leo cerró la boca porque justo iba a preguntarle eso. ¿Su padre leía la mente?
- Yo también te quiero, papá. Siento mucho lo que te he dicho antes.
- Lo sé. Y ya está olvidado, campeón. – le aseguró Chris, y se le colgó del hombro de una forma que hizo que el niño se riera. Bajó con él así al piso de abajo. – Traigo un saco de patatas – anunció cuando llegó donde estaban los gemelos.
- ¡No soy un saco de patatas! – protestó Leo.
- ¿Habéis oído algo? Juraría que estas patatas han hablado. – dijo Chris, y luego le bajó. Leo le sonrió y corrió hacia Peter, sentándose sobre él ya sin invitación, como si fuera su nueva silla. Peter le envolvió con un brazo.
- Entonces…¿Qué pasa al final con Amy? – preguntó Nick.
- Pues pasa que vas a tener que tener cuidado con eso de bajar en calzoncillos a desayunar.- respondió Chris, sonriendo.
- Ah, no, que se acostumbre. A mí no me da vergüenza.
- Ya veo, ya. Tú de eso no tienes.
Chris sacudió la cabeza y sacó el teléfono. Llamó a Amy y puso el altavoz.
- ¿Sí?
- Amy, tenemos algo que decirte.
- ¿Mmm?

- ¡Queremos que vengas a casa! – exclamó Leo con su voz infantil. - ¿Cuándo te mudas?

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