lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 73: Apoyos en momentos de crisis



 


Chapter 73: Apoyos en momentos de crisis
 


Chris despertó cuando algo que debía de pesar unos treinta y cinco o cuarenta kilos saltó sobre su estómago. Abrió los ojos y vio que se trataba de Victoria, que le sonreía. Chris parpadeó, confundido, y vio que los tres niños y Amy estaban ya levantados y vestidos.
- Buenos días – saludó la niña. Se la veía muy contenta. Chris se alegró, pero le extrañaba tanto entusiasmo después de todo lo que la pobre había visto, y de la carga excesiva que suponían sus visiones.
- Hola, ratona.
Victoria rodó los ojos, asumiendo que Chris jamás recordaría que no le gustaba ese nombre. ¿Por qué esa manía de llamarle cosas raras? "Ratona"…"princesita"…. Era Vic, o Victoria.
- Hola, tío. – dijo, sin dejar de sonreír, y sin quitarse de encima.
- ¿Me dejas levantarme? – preguntó Chris.
- Mmmm. Me lo tengo que pensar. De momento no.
Chris se rió y observó a los demás. Amy le saludó con la mano, y volvió a lo que estaba haciendo, que era peinándose. Alex y Leo jugaban a algo que Chris no tenía muy claro, pero que para ellos parecía tener mucho sentido. Con tanta normalidad, y con la inexplicable alegría de Victoria, era difícil no sentirse animado él también, a pesar de todas las cosas que le acechaban últimamente.
- Qué feliz se te ve.
- Eso es porque he visto que papá me va a traer un regalo, y he visto lo que es. Lo está comprando ahora mismo, y si me concentro sólo en él puedo ver todo lo que hace – dijo Victoria, muy orgullosa. - Lo voy a llamar "Papátelevisión".
Chris la miró, muy impresionado.
- ¿Puedes ver todo lo que hace Wyatt?
- Todo todito. Puedo ver todo lo que hace cualquier persona del mundo, si me concentro en ella. Y, claro está, puedo ver su futuro – dijo Victoria, y en ese momento se puso un poco triste. – Vi cosas malas en el futuro de papá, y me asusté, porque aún no sabía lo que me estaba pasando. Fui mala con él y creo que ahora se piensa que no le quiero, o que pienso que es malo, o algo así…
Chris puso entender entonces por qué Wyatt parecía huir a su hija. Todo le quedó claro en ese momento. Acarició a la niña con ternura.
- Papá sabrá entenderlo. Lo que tienes que hacer cuando le veas es darle un gran abrazo. Seguro que eso le hace muy feliz. ¿Por qué no me hablas de ese regalo que has visto?
La maniobra de distracción funcionó, y Victoria sonrió otra vez.
- ¡Es un juego de pin-pon! Con palas, pelotas, y todo. ¿Sabes que dentro de poco tengo un campeonato? Y…y…¡creo que puedo ganar!
Victoria hablaba en ese momento como alguien de su edad, y eso era genial, teniendo en cuenta que hacía días que no se lo permitía, o mejor dicho, que sus nuevos poderes no se lo permitían.
- Seguro que sí, cariño.
- ¿Y sabes qué más? – siguió la niña, entusiasmada - ¡Ya controlo lo que digo!
- ¿Sí?
- Ahá.
- ¿Cómo me llamo?
- Christopher. No puedo mentir. – aclaró la niña – Creo que nunca podré hacerlo, y tengo que responder a una pregunta directa. Pero ya no tengo que decir todo lo que pienso. Tengo… más control sobre lo que digo. Creo que eso me evitará muchos problemas.
- Me alegro mucho, cariño. Y ahora ¿me dejas levantarme? Veo que me he quedado el último…¿Lleváis mucho despiertos?
- Algo más de media hora. Pero no eres el último: Nick y Peter aun no se han despertado.
Victoria se quitó de encima para que se levantara, y Chris buscó su ropa para cambiarse. Fue al baño, se puso una camiseta y unos vaqueros, y echó a lavar el pijama. A la vuelta, pasó por la habitación de Peter, para despertarle.
Lo notó nada más entrar. La temperatura de la habitación era por lo menos dos grados mayor que en el resto de la casa. De hecho, el ambiente estaba como cargado, sofocante. Chris se acercó para abrir la ventana. Le sorprendió que el movimiento no despertara a Peter, que solía tener el sueño muy ligero. Le dio un beso, y entonces sintió que estaba muy, muy caliente. Se asustó un poco. Le despertó con un leve zarandeo.
- Hola, tesoro.
- Hola, papá – respondió el chico, con voz débil.
- ¿Te encuentras bien? Hijo, estás ardiendo.
Peter intentó decir algo, pero parecía atontado por la fiebre.
- Voy a por el termómetro ¿vale?
Chris salió rumbo al armario de las medicinas, donde guardaba el termómetro, pero antes pasó por la habitación de Nick para despertarle. Se preguntaba si el chico seguiría molesto con él como la noche anterior, pero esas preocupaciones desaparecieron cuando estuvo en su habitación. Notó el mismo calor que en el cuarto de Peter al entrar. Le notó arder también, al tocarle. Eso no era fiebre: era una maldita hoguera dentro del cuerpo de su hijo. De los dos.
El termómetro marcó más de 45 grados en Peter, y lo mismo en Nick. Eso era imposible. Ningún ser humano sobrevive a más de 42. Chris se puso histérico, sobre todo cuando vio que no conseguía hablar con sus hijos de forma coherente. Como no quería dividirse, y aprovechando sus poderes, orbitó a Nick y a su cama para tenerlos a los dos en la misma habitación, en la de Peter.
Al ver que tardaba, Amy le buscó y le encontró medio histérico, tomándoles el pulso.
- ¿Chris qué ocurre?
- Fiebre. Mucha. Cuarenta y cinco. Cuarenta y cinco grados.
Amy abrió mucho los ojos.
- Hay que llamar a un médico.
- Lo sé. Puedes…¿puedes ir a por el teléfono?
"¿Por qué hará tanto frío?" dijo una voz en la cabeza de Chris, y se giró al reconocer la voz de Nick, pero su hijo no había hablado en voz alta.
- ¿Qué ha sido eso? – preguntó Amy, sorprendida. Por lo visto Nick no había hablado sólo en la cabeza de Chris, sino que había sido una "retransmisión abierta."
- Telepatía.
"Tanto frío…Quiero volverme a dormir. Quiero volver a soñar con Rachel. Quiero olvidarme de papá, de la magia, de la profecía, y de su puta madre."
- La fiebre hace que no lo controle – entendió Chris, y su pánico aumentó. – Dios, Amy, no puede ver a un médico así. Descubrirían sus poderes…intentarían investigarle…se convertiría en un conejillo de indias.
De pronto, Peter empezó a temblar, y su cuerpo se transformó. Dejó de ser Peter, para ser Vraskor. Amy soltó un grito.
- ¡Chris! ¿Qué…?
- Medio demonios – dijo Chris, solamente – Ahí está el otro medio. No te asustes, no te hará nada, y menos ahora.
Peter volvió a transformarse y lo mismo pasó un par de veces seguidas: el demonio rojo aparecía de forma intermitente. Por lo visto tampoco podían controlar eso. ¿Cómo iba a llamar a un médico así?
- Tengo que llamar a mi padre – dijo Chris, y le invocó. Leo no tardó nada en orbitar ante ellos, y apenas fue necesario decirle nada, porque la situación hablaba por sí misma. Leo volvió a tomarles la temperatura y empezó a dar órdenes como el médico militar que había sido en su vida anterior. Les hizo traer paños de agua fría y preparar un baño de agua con hielo.
- Papá, ¿qué tienen?
- No lo sé, Chris, pero hay que bajarles la fiebre. Muy pocas personas han sobrevivido a los 45 °C de temperatura. Uno muere entre los 42 y 44 °C. Normalmente suele haber daños cerebrales graves, aunque hay casos de personas que tras alcanzar esa temperatura, han llevado una vida normal. En cualquier caso, eso ha sido en un hospital, y no aquí, donde no hay nada para poder tratarles.
- Pues entonces llevémoslos a un hospital.
- No creo que sea buena idea. No controlan sus poderes.
- ¡Me da igual! ¡No voy a quedarme aquí viendo cómo se mueren! – exclamó Chris, con un sollozo que le salió del corazón.
- Por supuesto que no, Chris, pero en realidad dudo que ir a un hospital sirviera de algo. No es sólo que estén calientes, hijo, es que transmiten calor. Esto no es normal. No es una enfermedad corriente.
- ¿Una enfermedad mágica? – preguntó Chris. Había pocas, pero las había.
- No conozco ninguna que haga alcanzar estas temperaturas. Chris, tengo que ir a un hospital, tengo que coger ciertos medicamentos, y necesito que alguien se quede con ellos por si pasa algo. Alguien que sepa qué hacer si hay algún cambio, o si muestran otro síntoma.
- No hay más médicos en la familia, papá – dijo Chris, desesperado. Estaba a punto de perder el control, pero entonces una presión suave en los hombros le confortó: era Amy.
- Todo va a salir bien, amor. Tienes que calmarte. Me dijiste que el padre de Paul era médico. Él sabe tiene magia como vosotros. Parece la persona idónea.
Chris ni se lo había planteado, pero vio que era su única opción. Asintió, y trató de ser fuerte. No le sería de ninguna ayuda a sus hijos si no conseguía tranquilizarse.
- Ahora voy a echar más hielo en la bañera, y voy a entretener a los niños – siguió Amy. - ¿Tú vas a estar bien?
Chris volvió a asentir, y apretó su mano con agradecimiento. Amy salió, y en ese momento Nick se convirtió en Adramelech y dio una sacudida.
- Que no se muerda la lengua – le advirtió Leo, y Chris le miró con unos instantes de confusión. Leo cogió un cinturón de Peter que había por el suelo, y rodeó la boca de Nick con él, enseñándole a Chris cómo tenía que hacerlo para impedir que se mordiera la lengua con los temblores.
Tras unos segundos Nick dejó de temblar y recuperó además su forma humana.
- Tengo que ir al hospital – insistió Leo. – Así que si vas a llamar a alguien, hazlo.
Chris sabía lo que su padre iba a hacer: iba a colarse en un hospital y a robar medicamentos. No era muy ético, pero sí necesario. Sin separarse de sus hijos, Chris sacó el móvil y llamó a Paul. El chico no se lo cogió, pero él insistió, e insistió, y siguió insistiendo. A la quinta llamada se lo cogieron.
- Deje en paz a mi hijo – dijo la voz de Patrick al otro lado, sin saludos ni rodeos.
- Señor Anderson, no es con él con quien quiero hablar. Necesito su ayuda.
- ¿Mi ayuda?
- Se trata de mis hijos. Usted…usted es médico ¿verdad?
- Lo soy.
- Por favor…- dijo Chris, únicamente, suplicándole al teléfono con desesperación en la voz.
- ¿Qué es lo que ocurre?
- Están…están ardiendo.
- ¿Fiebre?
- Cuaren…cuarenta y cinco grados.
- Eso es imposible.
- Pero es verdad.
Hubo un silencio.
- Voy para allá – dijo Patrick, y colgó.
Christopher supo, en ese momento, que nunca jamás volvería a decir nada malo contra Patrick. Que si ese hombre ayudaba a sus hijos, le debería más que la vida. Le debería el alma. Le debería todo.
En lo que parecieron los minutos más infernales de su vida, Chris desvistió a sus hijos con ayuda de su padre y les dio un baño helado, para ver si la fiebre remitía. No consiguieron gran cosa.
- No estoy seguro de que esto sea fiebre. – murmuró Leo, mientras volvían a meterlos en la cama.
- ¿Y qué es, según tú?
- No lo sé.
Amy vino un par de veces para ver cómo iba todo y el resto del tiempo estuvo con los niños, evitando que entraran en la habitación y ocupándose de que desayunaran.
El siguiente síntoma de los gemelos fueron los vómitos. Constantes, incontrolables… Como no podían tenerse en pie, Leo le enseñó a Chris la posición en la que debía colocarles, para que ni se devolvieran encima, ni se atragantaran con el vómito.
Cuando Patrick llegó tuvo una breve conversación de médicos con Leo, y después Leo orbitó al hospital, con una lista de los medicamentos que quería coger. Patrick no perdió el tiempo y se puso a trabajar, pero notó que Chris le estorbaba, pegado a sus hijos todo lo que era posible.
- Christopher – dijo Patrick, pasando de las formalidades. Su voz tenía un algo profesional, como de médico. – Christopher, apártate, por favor.
- Ni en sueños.
- Aquí no tengo enfermeras ni celadores amables que saquen al familiar histérico de la habitación. Te advierto que si te pones tonto te noqueo, y me quedo tan tranquilo.
Chris ni siquiera reaccionó ante la provocación, la advertencia o lo que fuera eso. Simplemente no se movió, pero Patrick le apartó sin muchas dificultades. Era más grande y más fuerte que él, como ya había notado en más de una ocasión.
- Intuyo que esto no es sólo por la enfermedad – dijo Patrick, cuando Peter se transformó en Vraskor una vez más.
- No. Son medio demonios.
- Paul me lo dijo. Omitió decir que eran demonios bestia, pero me lo dijo.
- ¿Sabes de qué especie son? – preguntó Chris, distraído, a su pesar. Recordó que Adramelech había tenido que explicárselo a él, porque no lo había sabido.
- Me dedico a perseguir a estas criaturas. No soy como tu familia. No me limito a defender a los inocentes. Yo me considero un…exterminador, si quieres llamarlo así. Quién me iba a decir que iba a tener a dos de ellos como pacientes.
- Mis hijos no son como ellos. Son mitad brujos, y son buenos. Ellos no tienen la culpa de…
- Mi trabajo es curar a los enfermos sin preguntar a qué se dedican, Haliwell. He tratado a más de un asesino.
- ¡Pero mis hijos no son nada de eso!
- Son demonios. Si fueran mayores de edad, y les viera por la calle, acabaría con ellos – dijo Patrick con frialdad. – Pero no cazo niños ni adolescentes. Además, según creo, uno de ellos salvó a Paul de un demonio que le atacó mientras dormía. Tal vez tengas razón, y ellos sean diferentes. No lo sé. Eso no importa ahora. ¿Tienes un reloj?
Chris se sorprendió por el repentino cambio de tema, pero se desabrochó el suyo de la muñeca y se lo dio. Patrick se lo puso delante y le tomó el pulso a los gemelos. Primero a Peter, y luego a Nick. Luego sacó un estetoscopio de su maletín, y les auscultó.
- Este chico tiene asma ¿verdad? – preguntó Patrick, tras acabar con Peter. Chris asintió. – Por lo demás, no tienen nada en los pulmones. Mira Christopher, voy a ser muy claro: tendrían que estar muertos. O, por lo menos, comatosos. Tendrían que haber sufrido taquicardia e incluso un infarto. Pero su corazón está perfectamente. Lo único normal aquí son los vómitos y las convulsiones. La hiperpirexia, es decir, esta fiebre tan alta, ataca a proteínas vitales para el organismo. Es por eso que la gente se muere si sobrepasa determinados grados. Me gustaría tener aquí mi instrumental, pero no tengo más que algunas cosas básicas, y tu padre no puede traer más que algunas medicinas. Así que voy a hacer esto a lo basto.
Sin darle tiempo a procesar nada más, Patrick sacó un escalpelo, y lo acercó al brazo de Nick. Chris tardó en reaccionar, pero luego lo hizo.
- ¡Espera! ¿Acaso les vas a hacer una sangría, como en la edad media?
- No, claro que no. No seas estúpido. Voy a hacer un experimento.
Nada más acabar esta frase, Patrick hizo un pequeño cortecito en el brazo de Nick. Segundos después, Nick se transformó en Adramelech y luego volvió a su forma otra vez, y el cortecito ya no estaba.
- Lo que imaginaba – dijo Patrick.
- ¿Qué pasa?
- Ya sé por qué tus hijos no se mueren. Lo de transformarse en demonios es un mecanismo de supervivencia. Se pueden autocurar, no sólo las heridas, sino por lo visto también las enfermedades.
- Pero no se están curando.
- No están muriendo. Si no fueran medio demonios ya estarían muertos, Christopher – explicó Patrick – Aunque creo que si no fueran medio demonios no les estaría pasando esto. Creo que esto es una enfermedad demoníaca, pero eso no tiene mucho sentido ¿verdad? Quiero decir, que no hay más demonios en tu familia.
- Pues no.
- ¿Han estado tus hijos en contacto con algún demonio en, no sé, digamos el plazo de un mes?
- Peter estuvo en el inframundo. Cazó a varios de ellos.
- Ahí puedes tener una explicación. O si no algún microbio. O lo que sea. La causa la verdad es que ahora mismo no me importa. Vamos a darles otro baño frío.
Lo hicieron, pero al tratar de desnudar a Peter, se puso a gritar.
- Alucinaciones – dijo Patrick, con calma.
- No...no…- decía Peter. – Eso no…
"Aléjate, ¡aléjate de mí!" gritó Nick, en sus cabezas. Les provocó jaqueca.
- Qué agradable – dijo Patrick, sarcásticamente.
"No me hagas daño" decía Nick. Patrick miró a Chris con la pregunta en los ojos.
- Nick estará leyendo la mente de Peter, y proyecta las alucinaciones de su hermano.
- Cuando uno delira suele decir incoherencias, no grita aterrado de miedo. – replicó Patrick.
- Peter ha tenido una vida…peculiar.
- Me doy cuenta.
En ese momento volvió Leo, y traía varias cosas. Patrick y él hablaron en un lenguaje médico que Chris no pudo entender, y luego inyectaron algo a los chicos. Tras discutirlo un momento les inyectaron una dosis más alta de lo normal, sospechando que con demonios no valdría el estándar.
Media hora después, cuando hizo efecto, la fiebre les había bajado considerablemente. Tenían 39,5. Que era mucha, pero ya no tan alarmante. Ya no convulsionaban, y dejaron de transformarse, pero seguían vomitando. Parecieron despertar, y salir del sopor semiincosciente en el que habían estado.
- Papá – dijo Nick.
- Hola, mi vida. ¿Cómo te sientes?
- No en mi mejor momento. Yo no suelo ponerme enfermo…
- Esto parece una enfermedad de demonios, y no un simple catarro.
Nick iba a decir algo más, pero le asaltaron las náuseas. Lo mismo pasó con Peter. Patrick, viendo que Leo ya estaba con ellos, se despidió, y Chris le agradeció el que hubiera venido. Patrick no dijo nada, frío, como siempre, pero a Chris ya le daba igual. Ese hombre había dejado de estar en su lista de enemistades.
Leo sacó una jeringuilla y tomó el brazo de Peter.
- Esto es un antiemético. Detendrá tus vómitos – le explicó, y se lo inyectó. – Cuando te encuentres un poco mejor y no tengas náuseas tienes que beber mucho – le dijo, y le acarició con mucha ternura la cara. Chris recordó cómo le acariciaba de la misma forma a él cuando enfermaba, y lo bien que se sentía. Se acercó a Peter y le acarició el pelo.
Leo fue a hacer lo mismo con el brazo de Nick, pero el chico no se dejó.
- Nick, tengo que inyectarte esto – explicó Leo, pensando que quizás la fiebre le hacía estar confundido. Pero Nick no estaba confundido: había entendido perfectamente y no iba a dejar que le pinchara. Odiaba las agujas. Se revolvió.
- Nick, cariño, estate quieto - dijo Chris, y se puso a su lado, haciéndole mimos. – El abuelo va a inyectarte eso para que dejes de vomitar.
- Pero no quiero que me pinche…
- Será sólo un pinchacito, mi amor, y te hará sentir mejor. Ni lo notarás. – dijo Chris. - ¿a que no ha dolido, Peter?
- No - dijo el chico, que se empezaba a encontrar mejor, al tener menos fiebre y sentir cómo remitían sus náuseas.
- ¿Lo ves? Vamos, cariño, extiende el brazo.
Leo intentó pincharle otra vez, pero nada.
- ¡No, no! ¡No quiero eso!
- Nick, tienes que dejar de vomitar – explicó Leo, con paciencia. – Corres peligro de deshidratarte. Estás expulsando bilis, porque ya no tienes nada que echar.
- Me da igual, me deshidrato, ¡lo prefiero!
- No digas tonterías, cariño – dijo Chris, e intentó sujetarle, pero Nick se resistió, dio un manotazo, y provocó que se cayera la jeringa.
- ¡Nick! – protestó Leo. – Menos mal que traje una de más. No hagas el tonto.
Lo volvió a intentar, pero nada. No se estaba quieto.
- Nick, me estoy enfadando – advirtió Leo. – No seas crío.
- No, no quiero, no.
- ¡Nick! – dijo Leo, elevando un poco la voz.
- Cielo, no seas testarudo. No mires la jeringa ¿vale? Y piensa en otra cosa – dijo Chris, y lo intentaron de nuevo, pero nada. – Nick, se me está acabando la paciencia.
Nick intentó levantarse, y casi tira la jeringa. Chris se preocupó, porque no tenían otra, pero por suerte no se cayó. El que casi se cae es Nick, por tener demasiada fiebre y estar demasiado débil para hacer movimientos bruscos.
Chris suspiró entonces, y se le colocó encima.
- Si no quieres que te pinchen el brazo, te pincharán en el glúteo, como a los niños pequeños. – le dijo, y asintió hacia su padre, como para indicarle que le sujetaba. Le bajó un poquito el pantalón y le agarró bien, pero Nick comenzó a gimotear.
- ¡No! ¡No! ¡Suéltame, imbécil, no! – se revolvió sobre las piernas de Chris, que hizo fuerza, pero no quería hacerle daño.
- Nick, quieto.
- ¡No! ¡Déjame, déjame! ¡No vas a pincharme!
Chris meneó la cabeza, sin poder creerse la escenita de parvulario que estaba dando su hijo. A Nick le entraron nuevas náuseas, y Chris le sujetó mientras devolvía en una palangana. Le apartó el pelo de la cara, y le refrescó el sudor con cariño.
- Ale, deja que el abuelo te pinche, y acabemos con esto – dijo Chris.
- ¡Que no!
La paciencia de Chris se agotó, y puesto que Nick ya estaba encima suyo, y con los pantalones a medio bajar, le dio cuatro azotes no muy fuertes.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Quieto, Nick – le advirtió, y Nick se echó a llorar. Leo le pinchó entonces y lloró un poco más. – Ya, mi niño, ya. Ya está. Siento haber tenido que pegarte pero, corazón, llevo toda la mañana viéndote muy enfermo, y no voy a dejar que te dificultes tu propia curación.
Le levantó, y le tumbó en la cama. Le dio un beso.
- ¿A que el pinchazo no fue para tanto?
Nick no le respondió, y lloriqueó un poco, aunque Chris sospechaba que era por la fiebre ya que normalmente no habría llorado por algo como eso.
- Siento haber tirado una jeringa – dijo luego.
- No pasa nada, pero para otra vez confía en nosotros, cielo, que ni el abuelo ni yo queremos otra cosa que tu bien.
Chris le acarició, contento porque su estado hubiera mejorado considerablemente comparado con el de hacía unas horas.
- Y…y siento haberte llamado imbécil. ¿Me vas a castigar?
- Para los que están enfermos sólo hay mimos, Nick – dijo Chris con infantilismo intencionado. – Pero no soy imbécil, y no quiero que me lo vuelvas a llamar.
Nick asintió, y se dejó mimar. Al poco se quedó dormido, y al mirar a Peter, Chris se dio cuenta de que él también lo estaba.
- Ve a comer algo, Chris – le dijo Leo.
- No, gracias, papá.
- No era una pregunta.
- Estoy bien. Yo… no quiero separarme de su lado.
- Están dormidos, y yo voy a estar con ellos. ¿Sabes si quiera qué hora es? Son las tres de la tarde, y no has desayunado, ni comido.
- No tengo hambre.
- Christopher, no discutas conmigo.
Chris rodó los ojos, pero la costumbre acabó por hacer que obedeciera a su padre y en el proceso se sintiera como si hubiera perdido veinte años así, de golpe. Le habían vuelto a rebajar a la categoría de "haz lo que te digo si sabes lo que te conviene". Las viejas costumbres nunca se pierden.
Fue a la cocina a hacerse un sándwich, y de paso a buscar al resto de su familia para hablar algo con ellos. Mató dos pájaros de un tiro, porque estaban en la cocina todos.
- Leo, tus primos ya han terminado de comer hace rato. – oyó decir a Amy.
- ¡No quiero tu estúpida comida! – respondió Leo, medio gritando.
- Llevas todo el día en una actitud muy mala, jovencito, y me estoy empezando a cansar.
- ¡Pues déjame ver a mis hermanos!
- Ya te he dicho que no se puede, cielo.
- ¡Pues entonces no voy a hacerte caso! ¡No voy a comer, no voy a lavarme las manos, y no voy a hacer nada!
- Sí, si vas a hacerlo. Vamos, come.
Chris llegó a la puerta en ese momento y vio que Amy acercaba el plato a Leo. Vio también como éste lo empujaba y lo tiraba al suelo. Entonces Amy suspiró, y Chris, que se estaba preparando para intervenir, se quedó alucinado cuando la vio coger al niño y ponerlo en sus rodillas.
- PLAS Llevas PLAS pidiendo esto PLAS todo el día, Leo. PLAS.
- ¡No, suéltame, tonta!
PLAS PLAS PLAS PLAS
- Me he cansado de que me insultes e ignores todo lo que te digo. Peter y Nick están enfermos y ahora no puedes ir a verles. En cuanto se encuentren mejor serás el primero en saberlo. Ahora, ¿vas a portarte bien?
Leo lloraba un poco por el suave dolor, y un poco por la impresión de que Amy le hubiera pegado. Había pensado que ella no lo haría, o tal vez que no podía hacerlo. A Chris le sorprendió sin embargo el hecho de que el niño no cuestionara su autoridad en ningún momento. Se incorporó y la dio un abrazo, poniendo un puchero.
- Lo siento.
Amy también pareció sorprenderse, y le devolvió el abrazo. La notó torpe en ese momento, como si no estuviera segura de lo que tenía que hacer, pero pareció encontrar la respuesta y le dio un beso en la cabeza.
- No pasa nada.
- Lo siento – repitió Leo, lloriqueando.
- No pasa nada, Leo, estás perdonado. Ya no llores, cielo.
- No te enfades conmigo.
- No estoy enfadada. Y tú ¿estás enfadado conmigo?
- No.
- Pues entonces, no pagues tu enfado en mí. Te prometo que veras a tus hermanos tan pronto como sea posible. Están malitos, y tienen que descansar, por eso te digo que no puedes ir a verlos. No lo hago por maldad, cariño.
Leo asintió, y se abrazó a ella con más fuerza. Chris avanzó hacia ellos y sólo entonces Alex, que era el que quedaba directamente frente a él, le vio.
- ¡Tito!
Amy, Leo, y Victoria se giraron y le vieron.
- Hola. – saludó Chris.
- ¿Cómo están? – preguntó Amy, con preocupación. – Hemos estado hablando con Patrick…
- Están mejor. Les ha bajado la fiebre y han dejado de vomitar. Ahora duermen. ¿Habéis comido?
- Yo no – dijo Leo, y salió de los brazos de Amy para ir hacia Chris. Lloró un poquito. – Papi.
- Dime, campeón.
- Amy me ha castigado.
- ¿Ah, sí? – preguntó, haciéndose el inocente. Leo asintió. - ¿Y por qué?
- Porque he sido malo todo el día.
- ¿Y por qué has hecho eso, campeón? Con lo bueno que tú eres…
Leo lloró un poquito más.
- Es que… yo quería ver a Peter y a Nick….Lo siento, papá.
- Está bien, campeón, no pasa nada. Ven aquí, y dame un beso.
Leo lo hizo, y Chris le cogió en brazos.
- Si te portas bien y te comes todo después subimos un rato a verles ¿de acuerdo? – le dijo, y Leo sonrió. Chris se sentó a comer con él, y habló con Alex, y Victoria, que le contaron lo que habían hecho durante aquella mañana con Amy. Chris supo que de no ser por ella todo hubiera sido mucho más difícil, teniéndose que ocupar de los tres niños además de los gemelos. La miró con agradecimiento.
Fiel a lo prometido, Chris dejó que pasaran un rato a verles, pero seguían dormidos. Leo le dio un beso a sus hermanos, y a Chris le pareció un gesto muy tierno. Le sonrió, y les mandó otra vez a jugar. Amy se demoró un momento antes de salir.
- Chris….
- Gracias por todo, Amy. Tú...eres genial.
- No he hecho nada. Yo…con Leo…estaba siendo muy desobediente, y tiró la comida. No pretendía…Yo…sé que es tu hijo, y sé que no debería haberle pegado…
- Amy, has hecho lo que habría hecho yo, y has hecho bien.
- No le hice daño, de verdad, yo…
- Lo sé. Sé que es la primera vez que haces esto, pero si uno sabe controlarse y dejar a raya el enfado, no se hace "daño". Te he visto. No le has pegado con rabia, ni de forma violenta. Además, has sido muy suave. Sé que…sé que le quieres. Lo he visto, en tus ojos, estos días. Te preocupas por él, y le cuidas. No has hecho más que eso mismo.
- Me he sentido tan mal al verle llorar…
- Bueno, nadie dijo que fuera fácil. Pero has sido muy dulce con él después, y eso era justo lo que tenías que hacer. ¿Lo ves? Tú también sabes cuándo ser un ogro, y cuando un oso amoroso – dijo, recordando la comparación que ella había hecho cuando le vio castigar a Nick.
Amy le sonrió un poco, y se fue con los niños mientras él se quedaba con Nick, Peter y su padre.
- Vais más que en serio ¿verdad? – preguntó Leo, su padre, que había estado muy callado, sentado en una silla.
- Eso creo – respondió Chris, algo incómodo y ruborizado.
- Ella…es buena para ti. De verdad deseo que puedas llevar una vida normal, Chris. Y no como…no como tu madre. Deseo que todo esto pase y puedas tener una familia mágica normal y…
- ¿Te das cuenta de la contradicción de eso que dices? – preguntó Chris, con humor. – "Una familia mágica normal". Cuando averigües lo que eso, me lo cuentas. Hasta entonces voy a ir problema a problema.
- No olvides que no estás sólo en esto. Y no estoy hablando sólo de tu madre, de tus hermanos, y de mí. Amy ya te ha demostrado que está dispuesta a apoyarte y capacitada para ello.
- Y no sé hasta qué punto eso es bueno o malo. No tengo derecho a que los peligros de la magia la salpiquen. Ella es tan inocente…tan buena…

- Ella te ha elegido a ti. Y tú la necesitas a ella.

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