miércoles, 4 de junio de 2014

El escondite



El nenito suspiraba de puro aburrimiento. Estaba jugando al escondite pero ya llevaba allí dos horas y nadie le había encontrado. Sí que tenía que haberse escondido bien… En realidad, no llevaba ni media hora pero para un niño de tres años el tiempo no se mide igual.
-         Teeeed. Teeeeed. Sal ya, hijo. Me ganaste ¿bueno? Terminó el juego, campeón.
¡Ah, no, no iba a caer en ese truco! El niñito estaba seguro de que si se dejaba ver papá empezaría a perseguirle para hacerle cosquillas diciendo que había ganado. Le había costado un poco, pero Ted por fin entendía las reglas de aquél juego: se terminaba cuando te encontraban y a él aún no le habían encontrado. Así que tenía que seguir ahí, bien escondidito y sin dejarse engatusar. 
Aidan se dio cuenta de que su bebé no iba a salir, porque habían jugado muchas veces y él había “hecho trampas” engañándole para que saliera. Ted debía pensar que aquél era un truco más, pero en esa ocasión Aidan empezaba a preocuparse en serio. Normalmente le encontraba mucho antes. Se mudaban cada poco tiempo, viviendo siempre en pisos más bien pequeños que eran los que Aidan se podía permitir: no había mucho sitio en el que esconderse. Además, por regla general asomaban sus piececitos, o su cabeza… y él siempre fingía no verle cuando se hacía evidente dónde estaba escondido.
Por suerte, todo padre tiene un truco infalible para encontrar a su renacuajo de tres años:
-         Vaya….y yo que había guardado un trocito de pastel… pero se hace tarde, y si no encuentro a Ted habrá que dejarlo para otro día….o mejor me lo como yo…- dijo, en voz muy alta y sobreactuada.
-         ¡Ño, ño, ño! – protestó Ted. Sacó la cabeza, dispuesto a reclamar su pastel, y así Aidan pudo verle… encima del armario. Pero…¡¡¿¿cómo había llegado hasta ahí!!?? – ¡Quero pastel, mallo! – reclamó, sin reparar en la horrible cara de susto que tenía su papá.
Aidan tardó unos segundos en asimilarlo, y luego todo lo que pudo pensar es que su bebé tenía medio cuerpo en el aire, elevado dos metros sobre el suelo y en cualquier momento se podía caer.
-         ¡Ted! – se acercó al mueble y estiró los brazos, dando gracias al cielo por su altura. Cogió a su bebé y le abrazó tan fuerte que por poco lo salva de romperse un hueso para casi romperle las costillas. - ¿Qué hacías ahí arriba?
-         Bebé escondido :3
El niño parecía ajeno al peligro que había corrido.  Sin soltar su preciada carga, Aidan se acercó a una silla y se sentó. Luego despegó los bracitos de su bebé para tumbarle encima de sus rodillas.  Con infantil inteligencia, el nene reconoció los gestos y se espantó. Se tapó el con las manitas lo mejor que supo.
-         Ño, papi malo… He sido beno….buh….¡he sido beno!
Aidan suspiró, y levantó un momento a su pequeño para mirarle a los ojos.
-         Te tengo dicho que a los muebles no se sube. Ayer te hice pampam por subirte a la mesa ¿mm?
-         Ño mesa…- protestó Ted.
-         No, ahora no te has subido a la mesa…Te has subido al armario, que es peor. Está muy alto y es muy muy peligroso. Podías haberte caído. Madre mía, ¿pero cómo llegaste hasta ahí?
Ted señaló las cortinas, y tras pensarlo un momento Aidan entendió que debió de usar la tela para trepar al armario, que estaba cerca. Nota mental: cambiar el mueble de sitio.
-         Chubí to solito ^^  - anunció el bebé, contento de su proeza.
-         Muy mal, Ted, eso no se hace.
Ted puso un puchero, y el labio empezó a temblarle mientras los ojitos negros se le llenaban de lágrimas. Aidan era incapaz de enfadarse con esa cosita. Pero incapaz del todo… Le dio un beso.
-         Eres un monito escalador muy habilidoso, pero eso no lo puedes hacer, ¿vale campeón?
El nene asintió y se restregó un poco los ojos. Aidan respiró hondo y volvió a tumbarle despacito.  Rápidamente, para no dar tiempo a que el niño protestara, subió la mano y la bajó tres veces sobre el pantalón corto del pequeño.
PLAS PLAS PLAS
-         Aiii…..bwaaaa – lloriqueó, cada vez con más fuerza en el llanto. Aidan rodó los ojos por la exageración de su bebé, porque sabía que no le había dado tan fuerte, pero de todos modos no aguantó ese sonido y le tuvo entre sus brazos enseguida, empezando a acariciarle y a darle besos.
-         Sshhhh, shhh. Ya, campeón, ya. Sin llorar ¿bueno? ¿Cómo puedes llorar con lo mucho que te quiero y con el pastel tan grande que vas a merendar?
Ted se calmó un poco y separó la cabecita para mirarle con los ojos brillantes no sólo por las lágrimas sino también con una chispa de inteligencia.
-         ¿De verdad?
-         Sí, bebé, hay un pedacito de pastel esperándote, ya te lo dije.
-         Ño. ¿De verdad me queres?
De nuevo, Aidan le espachurró como olvidándose de lo delicada que era la personita que tenía en sus brazos.
-         Claro que sí, cosita. Y más que eso. Un día de estos  te comeré a ti en lugar del pastel, de lo mucho que te quiero.

Lamentablemente para él, no siempre podía proteger a Ted de las alturas, ni de los peligros, ni de las malas personas.  Y algunas cosas estaba visto que dejaban huella para siempre. Aidan se preguntó si algún día conseguiría que su niño dejara de dudar de su afecto, o de tener pesadillas…. O simplemente de recordar. 

4 comentarios:

  1. Beeeeeeeeeeeeello ese cortito de lo mas tierno Ted bebe... para comérselo.

    ResponderBorrar
  2. Dream Girl, no hay cosita más tierna y dulce que ese pequeñito adorable! Quiero más, por fis, por fis! Yo también me lo como =P jajaja... Aidan, como siempre, es un sol de papá...

    Gracias por escribir cosas tan bellas! :D

    Camila

    ResponderBorrar
  3. Aww Dream :3
    Cada que leo esta historia me dan ganas de estar en el lugar de Holie :D y es que Aidan es tan <3 quiero un novio así
    Ted bebe es una cosita hermosa quee encanta :3
    Quedó genial nena
    Saludos

    ResponderBorrar
  4. JEjeejej Ted es un ángel en todas las formas y tamaños lo adoro...

    ResponderBorrar