miércoles, 31 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 40: UN HALLOWEEN ACCIDENTADO –PARTE 2



CAPÍTULO 40: UN HALLOWEEN ACCIDENTADO –PARTE 2


Lo primero que sentí fue un terrible dolor de cabeza que superaba cualquier otro que hubiera tenido en mi vida. No me permitía pensar, no me permitía abrir los ojos, y no me permitía hacer nada. Luché contra él y me esforcé por reconocer el lugar en el que me encontraba, lo cual fue fácil cuando logré despegar los párpados: estaba en la cama de papá.

Recordaba estar jugando con él, correr por toda la habitación, pensar que se había enfadado, y lo siguiente  ya estaba más difuso. Todo empezó a dar vueltas y creo que me desmayé. Supuse que después de aquello papá me había llevado a su cama para que descansara. El cómo había podido cargar conmigo escaleras arriba era un misterio para mí, pero ya sabía que Aidan era fuerte.

-         ¿Ted? ¿Cómo te sientes?

La voz de papá tenía ese temblor apenas controlado de cuando estaba preocupado. Su voz sonaba como la de un niño en esos casos. Un niño asustado que intenta disimular su miedo. Era un tono que empleaba mucho conmigo, no sé por qué.

-         Estoy bien – le tranquilicé. Papá se arrodilló al lado de la cama y me besó la frente, pero creo que no fue sólo un gesto de cariño, sino que lo usó para medirme la temperatura.

-         Voy a llamar a un médico.- me dijo.

-         ¿Qué? No.

-         Sí, Ted, escucha, te has desmayado, te has…tú no te viste pero….

-         No me pasa nada, papá. La gente se desmaya a veces. Habré tenido un bajón de azúcar.

Si no había llamado todavía al médico significaba que aun tenía probabilidades de convencerle.

-         Yo me desmayo. Alejandro se desmaya a veces. Tú no te desmayas nunca. – replicó papá. Aunque hacía tiempo que no le pasaba, Aidan se había desmayado un par de veces cuando sufría un brusco cambio de tensión, y Alejandro también, cuando se ponía malo del estómago, devolvía mucho, y le bajaba el azúcar.

-         Me desmayé con lo de la apendicitis. – le recordé.

-         Eso no me tranquiliza.  ¿Y si algo fue mal en la operación? ¿Y si te ha dado otra vez?

-         No puede darme apendicitis si ya no tengo apéndice. Tranquilízate, papá. No me ha pasado nada.  Estoy cansado, solo eso.

-         Es que duermes poco. A partir de ahora te irás a dormir una hora antes. –sentenció. Decidí no discutir, porque no iba a conseguir nada en aquél momento pero tal vez con un poco de suerte luego se le olvidara.

-         Está bien. Pero nada de médicos. Pasarme el día de Halloween en una sala de espera no entra en mis planes.

-         ¿Y esa repentina manía a los médicos? – me preguntó.

-         Ya he tenido suficiente dosis de hospital para un año.

Papá rodó los ojos y se sentó a mi lado.

-         Me diste un buen susto, ¿eh? – dijo, envolviéndome con un brazo.

-         Lo siento.

-         No fue tu culpa. Pero me quedaría más tranquilo si un doctor te…

-         ¡Papá, he dicho que no! – protesté, enérgicamente, y traté de apartarlo un poco.

-         Theodore, no te pongas caprichoso. No te pega nada y si te pones así no te escucharé.

Solté un bufido, pero me obligué a respirar hondo. Yo no podía darle órdenes.

-         Por favor papá, no seas sobreprotector ¿sí?

Aidan me miró a los ojos durante un rato y al final suspiró. Con eso supe que había ganado. Me dio otro beso en la frente, esa vez sólo por cariño.

-         No puedo evitar serlo. Te quiero demasiado.

Sonreí, como siempre que decía esas palabras, y dejé que me mimara. No parecía tener planteado dejar que me levantara y lo cierto es que yo en ese momento no me sentía capaz de hacerlo sin tambalearme, así que lo agradecí.


-         Aidan´s POV –

Estuve haciendo compañía a Ted durante un rato, hasta que se quedó dormido. Se había pasado gran parte de la tarde durmiendo, tenía que estar exhausto.

Agarré su mano entre las mías, haciéndole caricias sin sentido mientras mi mente vagaba entre la preocupación y la inseguridad. Observé sus dedos, y su piel oscura que contrastaba con la palidez de la mía. Mis manos eran un poco más grandes que las suyas. Bueno, bastante más grandes.

“Dios mío, qué manazas más enormes tengo, ¿soy deforme o algo así? En cambio las suyas son tan perfectas…ya no tiene manos de niño, mírale. Cuánto ha crecido…Ah, pero algunas cosas no cambian: se ha vuelto a morder las uñas…”

Otra imagen se superpuso a aquella. La imagen de unas manos oscuras mucho más pequeñas que la que sujetaba ahora mismo. Cuando Ted era bebé sus manos parecían tan delicadas… yo no podía dejar de mirárselas todo el día, como si fueran de cristal. Quizás se trataba simplemente que me llamaba la atención el contraste de colores entre su piel y la mía. Le giraba las manos una y otra vez fascinado porque su palma fuera más clara que el dorso. Ted  había sido más oscurito de niño, o al menos esa sensación daba, ya que dudo que la coloración de la piel pueda cambiar con los años. Era el primer bebé que yo cuidaba y muchas veces no sabía por qué lloraba. Revisaba su pañal, le daba el biberón y él seguía llorando sin hambre, sin gases, sin estar escocido, sin estar enfermo. Así que para calmarle me metía su mano en la boca y eso le hacía reír.

En aquél momento esas manos parecían igual de delicadas, porque tenía los nudillos algo dañados por la pelea con aquellos matones. No eran heridas de haber golpeado a otra persona, sino más bien como si alguien le hubiera pisado la mano.

¿Cómo podía pedirme que no fuera sobreprotector cuando tenía esa angustia dentro de no saber si su desmayo tenía que ver con la paliza que había recibido? ¿Y si le habían dado un mal golpe? Tendría que haberle llevado a urgencias aquél día. Tendría que haberlo hecho, maldita sea.

El timbre sonó en ese instante, y solté una maldición. Si era el amigo de Harry aquél era el peor de los momentos para recibirle. Bajé las escaleras pensando en una forma educada y amable de cancelar los planes, pero no se trataba de Will sino de Michael, que volvía de la comisaría. Prefería volverse sólo, caminando, a que yo le recogiera, a pesar de que eso suponía cuarenta minutos a pie. Yo no le insistía demasiado porque en el fondo recogerle me suponía un rompecabezas de horarios. El tiempo era lo que más escaseaba en una familia como la mía.

-         Hola, hijo. ¿Qué tal te fue? Nunca me cuentas nada de lo que haces allí.

-         Papeleo, papeleo, más papeleo. Es aburrido. Mi jefe me usaría encantado para robar cosas caras pero tiene miedo de que alguien de dentro le descubra. Tiene otros planes para mí, y según él estoy haciendo un buen trabajo. Aunque está loco, vamos, como una regadera.

Esas palabras me descolocaron mucho.  Me pareció una broma muy extraña, pero como él se rió decidí reírme con él.

-         Sólo bromeo. Como te digo, lo único que hago es papeleo aburrido. Tengo mucho tiempo libre para pensar tonterías – me aclaró, pero esa sensación de inquietud no se me quitó.  Me había sonado sincero, como quien quiere decir algo que sabe que no puede decir y por eso lo camufla como broma - ¿Qué tal está la jauría? Oigo correr a Kurt, eso quiere decir que todo va bien.

Sonreí un poco, y suspiré.

-         Sí…. Todo bien….pero…

-         ¿Ha pasado algo? – se apresuró a decir. Parecía muy interesado en cambiar de tema - ¿Ha tenido Ted algún problema por lo de las noticias y eso?

-         No… Bueno, tuvo algunos con el director, pero … No es eso, es que… creo que no se encuentra bien. Es decir, le noto torpe, cansado, con poco equilibrio…y se ha desmayado.  Él dice que sólo es cansancio, pero también es posible que tenga que ver con… los golpes….

-         Pues llévale al médico.

-         Es que… él no quiere… - me sentí estúpido al decirlo. Michael alzó una ceja y me miró con cierta incredulidad.

-         O sea que como él no quiere, no le llevas. – me soltó, y lo cierto es que así dicho sonó fatal. - ¿Sabes, Aidan? Ese es tu problema.

-         ¿Qué problema?

-         Con Ted. – me aclaró – Siempre haces lo que él quiere. Siempre se sale con la suya. Hace exactamente lo que quiere hacer, hasta el punto de que a veces él parece tu padre. Y todo es porque tú le dejas.

-         Eso no es cierto – me defendí. – Las normas las pongo yo, y él tiene que cumplirlas.

-         Lo que pasa es que has tenido suerte de que no sea rebelde, pero si un día le diera por no hacerte caso, no pasaría nada.

-         Michael, eso no es así. Ayer mismo os… le castigué.

-         Creo que ya sabes que a él se la sudan tus castigos. Lo único que le importa es que te enfades con él.

Iba a decirle algo por esa forma de hablar, pero de pronto me faltaban las palabras. La boca se me abrió varias veces, pero no llegué a decir nada.

-         ¿A dónde quieres llegar con todo esto? – logré decir al final. - ¿Qué quieres decir?

-         Lo que quiero decir es que si crees que debe ir al médico, le lleves. Si no quiere peor para él. O que, ¿ahora también vas a preguntarle a Kurt si quiere una vacuna, y si dice que no le dejas sin que le pinchen?

-         No, claro que no, pero…

-         Pero ¿qué?

Sí, ¿pero qué? No tenía respuesta para eso. Lo cierto era que Michael tenía bastante razón. Todas las veces que le decía “no” a Ted era un “no, pero”. Siempre terminaba por conseguir lo que quería, porque siempre tenía argumentos condenadamente buenos. Por más responsable que fuera no dejaba de tener diecisiete años. No quería ser un tirano que no tuviera encuentra su opinión, pero tampoco iba a ceder siempre. Algo dentro de mí estaba muy intranquilo con respecto a su salud. No sabía bien por qué Ted no quería ir al médico, pero daba igual. Iríamos para salir de dudas.

-         Hay otro problema. Si le llevo al médico no sé cuánto vamos a tardar. Tal vez una hora, tal vez dos, y tú tendrías que quedarte aquí con un montón de niños alterados, impacientes por jugar y por comer chuches.

-         Puedo entretenerles un par de horas.  –me aseguró.

-         El amigo de Harry está por venir. – añadí. No era por poner objeciones, pero había muchas cosas a tener en cuenta.  Michael se las iba a ver solo, sin Ted, y yo sabía que no se sentía muy cómodo con los más pequeños.

-         ¿Qué amigo de Harry?

-         Will. Iba a pasar la tarde con nosotros, y se iba a quedar a dormir pero… tendrás que decirle que mejor otro día. Harry se lo tomará fatal… Ya no es un niño pequeño para que toda su ilusión sea ir por ahí pidiendo caramelos y al mismo tiempo es pequeño para las fiestas adolescentes… Will era un buen punto medio.

-         Bueno, pues que se quede. Un chico más no será una gran diferencia.

-         ¿Seguro?

-         Sí. ¿Qué es lo peor que puede pa…?

-         No termines la frase – le interrumpí – No digas eso, porque hay como una especie de maldición. Cada vez que pienso “¿qué es lo peor que podría pasar?” me encuentro un hijo borracho, desaparecido o apaleado.  Así que mejor no digas nada.

Michael se rió un poco.

-         Estaremos bien… papá.

Oírle decir esa palabra era como música. Sirvió para tranquilizarme un poco y tal como el día anterior cuando lo dijo, me ardió el pecho, pero con un calor agradable.

-         Vale. Hablaré con los demás y me llevaré a Ted. Gracias, Michael.

-         No hay de qué.

-         No, en serio, gracias. Eres de mucha ayuda.

Se rascó el brazo, incómodo y avergonzado. Eso le hacía parecerse TANTO a Ted….

-         Me gusta esta versión de ti, maduro y razonable. – comenté.

-         ¿Y la otra cómo es? – preguntó, con curiosidad.

-         La otra es un niño adorable, pero que se mete en muchos problemas – le chinché, y le di un abrazo antes de ir a hablar con el resto.

Estaban terminando de ver una película. Ninguno de los pequeños tenía deberes. Los profesores eran majos y les dejaban disfrutar de un Halloween sin tareas. Los mayores si tenían algo que hacer, poca cosa, pero al día siguiente no había clase y lo dejaban para entonces.

Kurt, Hannah y Alice no estaban viendo la película, porque “Pesadilla antes de Navidad” era demasiado tétrica para ellos. Estaban jugando al escondite y en cuanto me vieron fueron a por mí los tres a la vez, algo aburridos ya de aquello.

-         ¡Papi! ¿Vamos a jugar ya?

-         Sí, Kurt, vamos a jugar, pero primero jugaréis con Michael porque papá se tiene que ir con Ted.

-         ¿Qué? ¡No!

-         Sí cariño. Es que Ted está malito así que vamos a ir al médico.

Kurt puso un puchero adorable y no lo quitó después de que le diera un beso.

-         ¡Michael no sabe “juegar”! – protestó Alice.

-         Mmm… podéis peinarle y pintarle como una princesa, ¿qué me dices?

-         Agh, no ¡eso es de niñas! – protestó Kurt.

-         Seguro que encontráis algo que hacer, campeón, pero papi tiene que irse, ¿bueno? Podéis comeros las galletas, pero dejarme alguna ¿eh? Prometo que cuando vuelva haremos un montón de juegos.

-         Bueno – accedió Kurt y estiró las manos para que le cogiera en brazos. Sonreí, le di un beso, y dejé que me diera otro.

Hannah se acercó a mí y me ofreció un caramelo.

-         Nos lo han dado en clase. Dáselo a Ted para que se ponga buenito.

-         Gracias princesa, pero seguro que Ted quiere que te lo comas tú. Qué bebé tan bueno tengo. 

Estuve un rato con ellos y enseguida me separé para no morir derretido. Alguien Ahí Arriba debía de quererme mucho para hacerme padre de tres cositas tan dulces como mis peques.

Subí a mi cuarto deseando que Ted no se pusiera difícil. Estaba dispuesto a llevarle al médico dijera lo que dijera. Entré en la habitación y le vi sentado en la cama.

-         Ah, estás despierto. Genial. Ponte unos zapatos y baja. Tu y yo vamos a ir al hospital y no hay objeciones que valgan.

-         Papi… - murmuró, con la voz algo tomada.

Lo primero que pensé es que había sido demasiado brusco en mi forma de hablarle y por eso había puesto esa vocecita, pero luego vi el charco de vómito en el suelo cerca de la cama.

-         Papi, no veo bien…no sé qué me pasa…yo…. – le dieron nuevas arcadas, pero no devolvió más.

En décimas de segundo me puse a su lado.

-         Tranquilo Teddy….shhh…a ver…ven….vamos al baño….shhh…..¿qué es eso de que no ves bien? ¿Ves borroso? ¿Vas a volver a desmayarte?

-         No, yo…mmm

Parecía tener dificultad con las palabras, como si le costara hablar. Se había mordido el labio herido y le sangraba, pero dudé que fuera por eso.

Me asusté mucho, pero sabía que tenía que estar tranquilo, por él. Entrar en pánico no le ayudaría.

En momentos como aquél me daba cuenta de lo mucho que importaba tener o no tener dinero. De haber tenido un buen seguro médico, podría llamar a un doctor para que viniera a ver a mi hijo. Pero yo no podía permitirme un seguro para todos que cubriera las visitas a domicilio. Apenas podía permitirme el que teníamos y eso era una mierda. Repasé mis opciones en ese momento. Podía llevarle a un hospital o llamar a una ambulancia. Cuando tuvo la apendicitis opté por llevarle yo porque estaba histérico, no pensé con claridad, y mi instinto me dijo que a primera hora de la mañana habría mucho tráfico. Pero ese día estábamos a media tarde, mi coche tenía poca gasolina, el de Ted no lo sabía y tal vez lo más rápido sería llamar a una ambulancia.

Cuando Ted se volcó sobre el váter para vomitar otra vez, me decidí y saqué el móvil, marcando el teléfono de emergencias.

-         ¿Emergencias, dígame?

-         Hola… sí… mi hijo ha sufrido un desmayo y…y ahora tiene vómitos…dice que no ve bien y… parece como si…como si le costara hablar…

-         ¿Está consciente ahora?

-         Sí, sí, está conmigo…

-         ¿Los vómitos tienen sangre?

-         No, creo que no…Se…se golpeó … bueno, le golpearon, hace dos noches… - me pareció importarle decirlo.

-         ¿En la cabeza?

El operador al otro lado hacía preguntas concisas y ensayadas. Su profesionalidad me calmaba un poco.

-         Sí…

-         De acuerdo. Deme su dirección, y una ambulancia estará allí lo antes posible.

Le di los datos y colgué la llamada. Ted me miró algo angustiado, pero había dejado de devolver. Le abracé para darle ánimos y noté que no se sostenía bien en pie, así que nos sentamos en el suelo.

-         ¡Michael! – llamé. No estaba dispuesto a separarme de Ted un solo segundo.

Michael vino enseguida, algo extrañado por encontrarnos en el baño.

-         Michael, he llamado a una ambulancia, vienen de camino. Tranquiliza a tus hermanos. Aléjales de la puerta, se extrañarán al ver la ambulancia. Sólo he hablado con los pequeños.

-         Descuida. Ted ¿estás bien? – preguntó, pero no obtuvo respuesta. Ted parecía incapaz de hablar. Nos miraba, pero no parecía del todo con nosotros. Su mente estaba algo ausente. -  ¿Qué le ha pasado?

-         No lo sé… Ha vomitado, pero es más que eso…. es como si tuviera…. alguna especie de ataque….

Un ataque neurológico” pensé, pero no lo dije. Como si todo su cuerpo estuviera empezando a fallar, parte por parte.

Los ojos de Ted me miraban asustados. Esa mirada me mató. Mi hijo tenía miedo de lo que le estaba pasando y yo no sabía qué decirle para tranquilizarle. Recurrí a promesas típicas cuyo cumplimiento no estaba en mi mano. En ese momento me pareció un consuelo pobre, pero no sabía qué más decirle.

-         Todo estará bien, Ted. Tranquilo. Vas a estar bien.

Él necesitaba escuchar eso, y yo necesitaba creérmelo. Pero eran solo palabras, palabras vacías, porque era algo que yo no podía asegurarle. Cuando entraron los paramédicos apenas fui consciente de que Michael ya no estaba. Debía de haber salido para tranquilizar a los demás, porque se escuchaban ruidos de inquietud, pero dejé de prestar atención a lo que oía cuando vi como uno de los médicos, o enfermeros, o lo que fueran, sacaba una linternita y se ponía a examinar las pupilas de Ted. Mi experiencia en urgencias médicas –bastante, considerando la cantidad de niños que habían crecido a mi cargo, con esguinces, caídas, bronquitis, gastroenteritis, etc- me decía que los médicos solían actuar con más calma, haciendo preguntas y no pasando directamente a examinar al paciente. “Sólo” había llamado a una ambulancia tres veces en mi vida, cuatro con aquella, pero en ninguna de las ocasiones anteriores habían ido tan directos al grano. Ellos debían sospechar algo; debían de intuir lo que le pasaba a Ted.

No sé si fue la linterna en los ojos o un proceso natural de su cerebro dañado, pero en ese momento mi hijo cayó al suelo, y comenzó a convulsionar. Ante eso sí sabía cómo reaccionar, porque Dylan me había acostumbrado a los ataques epilépticos. Me agaché a su lado y le sujeté, mientras un médico le introducía un boli en la boca para que no se mordiera la lengua.

Tras las convulsiones, Ted quedó como dormido, pero creo que era porque estaba exhausto y no porque hubiera perdido el conocimiento.

-         ¿Qué le sucede? – me atreví a preguntar por fin. No recuerdo si había intercambiado alguna palabra previamente. 

-         Mis compañeros en el hospital se lo confirmarán, pero es probable que tenga un hematoma subdural.

-         Eso suena … mal. – musité. Pese a desconocer lo que era, algo en su forma de decirlo me asustó.

-         ¿Ha presentado síntomas antes de que nos contactara? – preguntó, sin responder. ¿¡Por qué no me respondía!?

-         Estaba muy cansado… - dije e hice memoria- Y… bueno, no sé si tendrá que ver, pero estaba como torpe…. Se cayó varias veces sin hacer prácticamente nada….

-         Alteración del equilibrio – resumió el médico, y lo apuntó en una hoja que llevaba. - ¿Cómo ha dicho que se llama?

No estaba seguro de haberlo dicho, pero respondí por automatismo.

-         Ted.

El médico se inclinó sobre mi hijo, y le tocó la cara como para espabilarle.

-         Muy bien, Ted, nos vamos a ir al hospital ¿de acuerdo? – le dijo, con una voz calmada y  con un tono algo más dulce de lo que un emplearía normalmente con un chico de esa edad - ¿Estás bien? ¿Puedes responderme?

-         “El cabeza”…duele…

-         Lo imagino. No podemos darte nada para el dolor ahora, porque igual es necesario que te intervengan.

-         ¿Una operación?  - me alarmé.  Apenas podía asimilar lo que estaba pasando.

-         Cálmese, señor, aún no estamos seguros. Jack, atiende al padre también. Creo que tiene un ataque de ansiedad.

-         Estoy bien. – aseguré. No pensaba separarme de Ted un solo segundo.

Un tercer médico, mujer esta vez, entró en la habitación con una camilla con ruedas.

-         Al final pude subirla por las escaleras, un chico me ayudo. ¿Habéis visto cuánto niño hay aquí? – le dijo a uno de sus compañeros. - ¿Esto es una especie de centro de acogida? ¿Quién es el tutor legal?

-         Yo soy, soy su pa…su hermano. El de todos. Son mis hermanos. – contesté, nervioso. La mujer abrió mucho los ojos, pero no hizo comentarios.

-         ¿Se viene con nosotros?  - preguntó.

-         Por supuesto – respondí, aunque luego dudé si me lo había dicho a mí o si se refería a Ted.

Los dos médicos varones agarraron a Ted por el tronco y las piernas, y cuando entendí lo que pretendían les ayudé a subirle a la camilla.

-         No se preocupe, va a estar bien, es un chico fuerte – me animó la mujer, frotando mi brazo en un gesto reconfortante. Las palabras que me dirigió me sonaron tan vacías como las que yo le dirigí a Ted, pero me resultó más fácil creérmelas esa vez. Tal vez si alguien las seguía repitiendo terminaban por ser verdad.

Los hombres empujaron la camilla a lo largo del pasillo, esquivando los obstáculos como podían. Lo que no pudieron esquivar fue un grupo de chicos curiosos preocupados por su hermano. Algunos de mis hijos, encabezados por Zach, nos cortaron el paso con expresiones horrorizadas.

-         ¿Qué le ha pasado? Michael dice que “le ha dado un chungo”…

¿A eso le llamaba Michael hablar con sus hermanos?

-         No lo sabemos bien, Zach, por eso le llevan a que un doctor nos lo diga. No os asustéis, ¿vale? Llamaré a casa en cuanto sepa algo. Os quedáis con Michael, y quiero que le obedezcáis en todo ¿me oís?

-         Vaya Halloween de mierda… - murmuró Harry.

-         Y que lo digas  - corroboró Alejandro.

Michael le dio una colleja a cada uno.

-         No seáis egoístas. ¿Es que no os importa vuestro hermano, coño? ¿He tenido que venir yo para que alguien se preocupe por Ted?  - les regañó. Quitando el taco, sonó tremendamente adulto al decir eso.

-         Yo…snif…si me preocupo…. – lloriqueó Cole. Michael le estaba sujetando con un brazo porque el enano quería correr hacia nosotros y si se agarraba a la camilla de Ted, no se volvería a soltar. - ¡Ted! ¡Ted!

-         Tranquilo, Cole, se pondrá bien…. Michael, llévatelos. – le pedí, porque no les hacía bien verle así. Me odié por ser incapaz de consolarles en aquél momento. De alguna forma me sentí como si estuviera eligiendo entre ellos o Ted.

Los médicos bajaron la camilla por las escaleras con facilidad, como si ya tuvieran mucha práctica. Tenían la ambulancia en la puerta de mi casa. Metieron a Ted en ella, y yo me subí también, a su lado. Uno de ellos se puso al volante en la parte delantera. Los otros dos se quedaron allí detrás conmigo y con Ted, de forma que apenas cabíamos. Empezaron a hacerme un montón de preguntas, como si quisieran hacerle un historial médico. Probablemente era justo eso:

-         ¿Es alérgico a algún medicamento?

-         No que sepamos.

-         ¿Ha tenido alguna enfermedad importante?

-         Hace menos de un mes tuvo una apendicitis. Y cuando era pequeño me dijeron que tiene un ligero problema con los factores de coagulación, pero dentro de los parámetros normales. Le operaron sin problemas y nunca ha tenido que medicarse.

-         ¿Alguna otra operación además de esa? ¿Algún otro episodio que considere importante?

-         Cuando tenía un año su…sufrió un…se…estuvo dos minutos sin que le llegara oxígeno al cerebro.

-         Una hipoxia cerebral. ¿Tuvo secuelas?

-         No.

-         ¿Vive con usted? – preguntó, cambiando de tema, sin dejar de tomar anotaciones en una hoja impresa.

-         Sí….y con sus once hermanos.

-         ¿Alguno de ustedes ha viajado directamente a algún país tropical, ha tenido alguna enfermedad vírica importante, ha padecido meningitis o algún otro cuadro clínico que haya requerido atención urgente?

-         N-no… Su hermanastro es diabético…yo hipertenso…otro hermano es autista y….y ya…

-         ¿Tienen mascotas?

-         No…

-         ¿Cuántos años tiene?

-         Treinta y siete. Treinta y ocho en unos días. Oh…se refiere a él, claro… diecisiete…. – barboté. Estaba tan nervioso.

-         ¿Grupo sanguíneo?

-         Mmm…no…no lo recuerdo….doce hijos…ya sabe… Pero…espere… - saqué la cartera y busqué una cuartilla en la que tenía apuntado el grupo sanguíneo de todos. Me lo recomendó un pediatra, y jamás pensé que llegara a serme de utilidad, pero en ese momento se lo agradecí. -  “A” positivo… Ted es “A” positivo…

-         De acuerdo, señor Whitemore, esto es todo. Dele esta copia al médico que atienda a su hijo. Tal vez él considere necesario preguntarle algo más.

Llegamos al hospital enseguida, y a Ted lo bajaron en la camilla mientras yo les seguía con los papeles en la mano.

-         Tiene que ir a admisión a dar los datos de su hijo – me indicó uno de ellos. No dije nada, pero la mirada que eché hacia la camilla donde iba Ted debió de desvelar lo poco dispuesto que estaba a separarme de mi hijo. – Le llevarán con él, siempre que pueda estar presente, pero hágase a la idea de que tendrá que estar en una sala de espera la mayor parte del tiempo…

-         Pero… ¿qué le van a hacer?

-         De momento buscar la causa de sus síntomas.

-         Pero ustedes han dicho que creen que es un hematoma subdural… - recordé.

-         Eso es lo que parece, pero no podemos saberlo con seguridad. No se angustie ¿de acuerdo? Está en el lugar indicado. Ahora vaya con mi compañera. Luego le llevarán con su hijo…

Me dejé guiar como un autómata y me puse frente a un mostrador. Contesté a lo que me preguntaron tratando de contener el temblor de mis manos. Cuando la mujer tuvo todo lo que necesitaba me devolvió el documento sanitario de Ted.

-         ¿Puedo verle?

-         Le han trasladado a la sala de agudos, no puede pasar nadie con él…

-         Pero es sólo un chico y yo soy su padre…

-         Bueno, como es menor igual puedo hacer algo…Espere un segundo….

La encargada hizo una llamada y luego me sonrió.

-         Puede pasar. Ya han avisado al especialista y le atenderá en cualquier momento. Segunda puerta a la derecha.

Casi corrí hasta esa puerta y entré a una sala en la que los pacientes estaban divididos por cortinas. Encontré el cubículo de mi hijo y me sentí algo mejor, sólo un poco, como si tenerle cerca fuera algún tipo de tranquilizante.

Ted se había pasado todo el camino al hospital entre la consciencia y la inconsciencia, pero en ese momento estaba bien despierto, y asustado por no verme a su lado. Sus ojos se calmaron en cuanto me vio.

-         ¡Papá!

-         ¡Ted! ¿Cómo estás?

-         ¿Qué ha pasado? – me preguntó. No estuve seguro de a qué se refería con esa pregunta.

-         Vino una ambulancia ¿recuerdas eso? Y te trajo a un hospital…

-         Entonces no lo he soñado.

-         No, campeón, me temo que no. – le acaricié cada milímetro de él que encontré, obligándome a ser fuerte porque tenía que serlo.

En ese momento entró un doctor joven, tal vez de mi edad, pero con el pelo entrecano, leyendo los papeles que debían haberle entregado sobre Ted.

-         Muy bien, Ted, veamos que es lo que…. ¡ay madre, estás lleno de cardenales!

-         Ah, sí…

-         ¿Cómo te hiciste esto?

Por alguna razón el doctor alternó la mirada entre los golpes y yo. Segundos después entendí que intentaba descubrir si yo era el causante de sus moretones.

-         Hace dos noches me atacaron en la calle… - explicó Ted.  Ya parecía capaz de hablar con normalidad. La pequeña crisis que incluía vómitos, pérdida de visión y de la capacidad del habla parecía haber pasado.

-         Ya veo. ¿No viniste al hospital?

-         No, si tampoco fue para tanto…  - respondió Ted, mientras le médico cogía su brazo y se lo movía.

-         ¿Te duele si te toco aquí?

-         No.

-         ¿Y aquí? ¿Puedes doblarlo?

-         Sí, sí, perfectamente.

-         Bien entonces… Veamos que tenemos aquí. Me parece que mis compañeros se han precipitado un poco, porque me habían dicho que podías hasta tener un derrame, pero estás consciente. ¿Te golpeaste la cabeza?

-         Cre-creo… es decir, me golpeé en muchos sitios. Me duele…

El doctor volvió a hacer la cosa esa de la luz que habían hecho los paramédicos, pero esta vez a Ted no le dio ningún ataque.  Si le dio, en cambio, cuando trató de ponerse de pie para cumplir las indicaciones del médico, que quería auscultarle. Ted cayó al suelo y comenzó a convulsionar como lo había hecho en casa. Observé todo aquello desde cierta distancia mental, incapaz de asimilar  aquella pesadilla viviente.

El médico soltó un improperio y lo contuvo mientras duraron las convulsiones. Otros dos médicos habían acudido ante el ataque e intercambiaron una mirada que no me gustó demasiado. Se apartaron un poco y tuvieron una breve conversación, mientras yo acariciaba a Ted y trataba de calmarlo, porque parecía al borde del llanto. De ello, sus mejillas estaban húmedas, pero consideré estúpido decirle en ese momento algo así como “no  llores”. Estaba asustado, se encontraba mal, y no tenía control sobre su cuerpo. Tenía todo el derecho del mundo a llorar cuanto quisiera.

-         Ted, ¿me escuchas? – dijo uno de los médicos, acercándose de nuevo. Ted asintió débilmente - Vamos a hacerte una resonancia. ¿Te han hecho una alguna vez?

-         No, nunca – respondí yo por él.

-         Bueno…  es una prueba que usaremos para ver qué te causa los ataques, el cansancio, y otros síntomas que has descrito. Vas a estar un rato metido en una especie de tubo….¿eres claustrofóbico?

-         No – musitó él, y siguieron explicándole en qué consistía la prueba.

Escuché su conversación a medias, porque no pude dejar de imaginar lo horrible que sería si tuvieran que hacerme esa prueba a mí. Yo sí que tenía miedo a los espacios cerrados y me agobié sólo de pensarlo.

Le dijeron que tenía que quitarse cualquier objeto metálico de encima y ponerse una bata de hospital.

-         ¿Cuánto hace que has tomado algún alimento?

-         Unas dos horas – dije yo. Normalmente a Ted le ponía nervioso que respondiera las preguntas que le dirigían a él, pero aquella vez no parecía estar prestando atención a eso.

-         Hay que esperar un rato, entonces. Descansa un par de horas y un auxiliar vendrá a por ti para llevarte a la prueba.


Cuando nos dejaron solos ayudé a Ted con la bata y él se quedó dormido casi en el acto. Eso me dejó a mí tiempo para pensar, angustiarme y ponerme histérico. 



- HARRY´s POV -

 

Aquél Halloween se presentaba como el peor de mi vida. Era el único perdedor que no tenía permiso de ir a la fiesta, seguramente porque era el único perdedor que se había molestado en preguntárselo a su padre en vez de mentirle. Trataba de consolarme con el hecho de que Will fuera a venir. Al fin y al cabo un Halloween en casa no era tan malo, tenía que reconocer que papá hacía que fuera divertido….

…Pero papá se fue con Ted.  Desde luego, mi hermano era muy oportuno a la hora de ponerse enfermo. Y últimamente su salud era una mierda. A él no le valía con cogerse una gripe, no. Él tenía que completar la faena con viajes en ambulancia y estancias en el hospital. Dudaba que aquella vez le dejaran ingresado; estaba convencido de que todo eran exageraciones de papá. Seguro que Ted se chutaba algo para ser el mejor del equipo de natación y por eso se había desmayado.

Una parte de mí sabía que estaba siendo egoísta, y en realidad sí que estaba algo preocupado por Ted, pero era más fácil pensar que papá y él eran idiotas y exagerados que considerar que en serio le pasara algo grave. No todos los días se llevan a tu hermano mayor seminconsciente en ambulancia.

Michael intentó, creo que con verdaderas ganas, seguir las instrucciones de Barie respecto a lo que papá solía hacer en Halloween. Trató de organizar el juego del monstruo, pero no conseguía que los enanos –y nadie en general- le prestara la menor atención. En parte era porque ciertamente no se le daban bien los niños pequeños, y en parte porque todos estaban demasiado revolucionados por lo de Ted.

-         Harry, macho, podrías echarme un cable ¿no? – me espetó, tras veinte minutos de intentar reunir a todo el mundo frente a él.

-         No es mi problema – respondí, encogiéndome de hombros. En verdad no tenía nada contra Michael. Solo estaba molesto porque mis planes se habían frustrado y pagarlo con él era sencillo.

Me miró mal, pero estaba demasiado ocupado tratando de que  Dylan  no se quitara la camiseta como para decirme nada. Por alguna razón el enano se había empeñado en desnudarse, creo que intentando adelantar el momento de ponerse el disfraz.

Justo en ese momento sonó el timbre. Tenía que ser Will, así que le fui a abrir, bastante agradecido porque hubiera preferido venir a mi casa llena de críos que a una fiesta sin adultos.  Claro que en ese momento caí en la cuenta de que mi casa acababa de convertirse en eso mismo, porque papá no estaba. Tal vez aquello no fuera a ser tan malo. Michael estaba demasiado ocupado como para ser un grano en el culo, y Aidan y Ted no estaban. Alejandro no entraba en la categoría de “aguafiestas”, sino que probablemente se apuntaría a cualquier que fuera el plan que se nos ocurriera a Will y a mí.

Recibí a mi amigo con una sonrisa anticipadora.

-         Uy, conozco esa cara – me dijo, nada más verme. - ¿Qué pasa?

-         Adivina qué: mi padre no está. ¿Qué te apetece hacer?

No es que normalmente me importara que papá estuviera. De hecho me daba bastante igual y no entendía la fascinación de todo el mundo por ir a aquella fiesta. Pero el hecho de que papá me lo hubiese prohibido lo hacía más atractivo. Me hizo darme cuenta de que no podía seguir tratándome como a mis hermanos pequeños. Ya no era un bebé que necesitara niñeras y  papá se tenía que ir enterando.  Me molestaba que no confiara en mí lo suficiente como para dejarme ir  a la fiesta. ¿A qué tenía miedo exactamente?

-         ¿Lo dices en serio? Pero, ¿no dijiste que él estaría?

-         Sí, sí, hubo un cambio de planes. – respondí, con impaciencia. Tampoco quería ponerme a hablar de lo que le había pasado a Ted porque sabía que si pensaba en eso me sentiría un capullo por buscar únicamente entretenerme mientras papá y él estaban en el hospital.

-         Genial. Entonces ¿no hay nadie que te impida ir a casa de Jennifer?

Lo pensé bien. Mis planes eran más bien del tipo de sacar alguna de las cosas que papá nos tenía prohibidas, como los petardos y las bombas fétidas o tal vez gastarle alguna broma de las que papá consideraba “pesadas” a los enanos con sangre falsa, aprovechando que era Halloween. Pero consideré la idea de Will entendiendo que en verdad ya nada me impedía ir a la fiesta. Lo de Ted seguramente iba para largo y Michael estaba demasiado ocupado para darse cuenta de si me iba o no. Si tenía la mala pata de que papá volviera antes que yo siempre podía decir que me había ido fuera con Will a pedir chucherías o a ver la casa del terror que el vecino de la otra calle había montado. Me regañaría un poco por “no haber avisado”, pero no se enfadaría. Todos salíamos ganando.

-         No… sólo dame un momento…- le pedí, y fui a buscar a Michael, que estaba en el jardín.

Mi cerebro trabajó rápido y encontró la coartada perfecta.

-         ¿Han llamado? ¿Era tu amigo? – me preguntó Michael. Seguía batallando con Dylan.

-         Sí… Oye… nos vamos a ver una peli, o varias, al ordenador….¿Sería mucho pedir que no nos interrumpan enanos ni metiches?

-         ¿No vas a jugar a…a todo esto que me están diciendo que soléis hacer en Halloween?

-         Ya no soy un crío. Lo dicho, vamos a ver una peli…

-         Vale… Si es de miedo y para mayores de dieciocho no quiero saber nada, para poder hacerme el tonto con pa…con Aidan. –me respondió, y con eso me quedó claro que no sospechaba nada.

Le dejé en el jardín y entré en casa solo para volver a salir de ella por la puerta de delante, donde me esperaba Will.

-         ¿Ya está? Genial – sonrió, animado. Él tenía tanta curiosidad como yo y las mismas ansias por saber qué haríamos exactamente. Propiamente dicho, nunca habíamos ido a ninguna fiesta. No a una “fiesta, fiesta” al menos, porque una casa sin adultos era como una nueva frontera.

-         Solo hay un problema: quedan horas para que empiece – apunté yo, dándome cuenta de pronto. Quizá hubiera sido mejor quedarse en casa un rato, a hacer tiempo… Apenas eran las siete y la fiesta empezaba a las once. No podíamos presentarnos antes de las diez.

-         Bueno, chico, no se puede tener todo. Si nos quedábamos en tu casa igual luego no podíamos salir. – dijo Will - Es Halloween, la calle está llena de gente y espectáculos, así que encontraremos algo que hacer mientras tanto. Además, no nos llevan así que tardaremos cerca de una hora en llegar. Y no podemos presentarnos con las manos vacías, así que así nos da tiempo a comprar algo.

-         ¿Comprar algo? ¿Qué quieres decir?

-         Oh, pues no sé….caramelos, chocolate…- enumeró, con sarcasmo - ¿Qué va a ser, Harry? Vasos de plástico, hielo…¡cosas para la bebida!. Jenny pone la casa y el alcohol, pero nada más.

Oh. ¿De verdad habría alcohol? Es decir, sabía de algunos chicos de clase, repetidores y por tanto uno o dos años mayores que nosotros, que ya habían ido de botellón alguna vez. Pero no sabía que los demás también… Mi grupo de amigos al menos no había bebido nunca, que yo supiera. Will mismo había dicho apenas dos semanas atrás que no entendía a la gente que se ponía hasta el culo de una bebida que ni siquiera sabía bien. ¿Qué había pasado con eso? ¿Tan rápido cambiaba de parecer?

¿Y yo?  ¿Estaba dispuesto a beber? ¿Sería capaz de no hacerlo si los demás lo hacían?

-         Oye, ¿y cómo es que Jennifer tiene alcohol? ¿Quién se lo ha vendido? – pregunté, extrañado porque de trece años a veintiuno hay bastantes como para que algún dependiente hiciera la vista gorda en la venta de bebidas alcohólicas.

-         Lo ha comprado su hermana mayor. Están solas este fin de semana, porque sus padres han tenido que irse a no sé dónde.

-         Joé, qué suerte…eso sí que es una hermana. Mis hermanos aún no tienen veintiuno, pero aun así Ted no me compraría alcohol ni aunque su vida dependiera de ello.

Al nombrar a Ted sentí una punzadita. Ahí estaba yo, criticándole, y él…¿él como estaría? Además, lo cierto es que en el fondo él me parecía mejor hermano que la de Jenny. ¿Qué clase de hermana mayor compra alcohol para su hermanita?

Aunque por otro lado, tenía ganas de ver qué se sentía al beber y por qué la gente le daba tanta importancia. Menos mal que no le había dicho nada a Zach… mi gemelo podría tener mi edad, pero aún era muy crío y solo de escuchar que habría alcohol se asustaría y empezaría a actuar como el niño que era diciendo que nos fuéramos a casa.


-         MICHAEL´S POV –

Dylan me ponía de los nervios. Parecía que estaba jugando conmigo, y que no entendía mi idioma cuando le explicaba que no podía quitarse la camiseta.  Y no era solo que yo no tuviera paciencia…¡es que llevaba cuarenta y cinco minutos detrás de él! Si ese crío era autista yo era Barack Obama… lo que era ….era un caprichoso… un niño mimado que siempre se salía con la suya…

-         Bueno, me harté. Dylan escúchame, no vas a quitártela ¿me entiendes? No.

-         ¡Es Halloween y en Halloween me visto de payaso, todos los años me visto de payaso, claro, porque es Halloween, y en Halloween  voy de payaso, y papá dijo que iría de payaso y…

-         ¿¡Quieres dejar de repetir eso!? Te pondré el maldito disfraz cuando se lo pongan todos, aunque no sé si al final vamos a ir a salir a pedir caramelos…

Eso fue lo peor que pude haber dicho, e iba a pagar mi error muy caro.

-         ¡Tengo que ir, tengo que ir! ¡Es Halloween, y en Halloween se piden caramelos, voy a pedir caramelos, mi profesora dijo que me darían muchos y papá también  y me enseñó a pedirlo, me dijo que tengo que sonreír o no me lo darán y que recuerde mirar a los ojos cuando los pida y…

Me di cuenta de varias cosas:

1.     Aquella podía ser la frase más larga que le había escuchado desde que le conocí.
2.     Había hablado sin balbucear y sin trabarse y asocié eso con el hecho de que estuviera enfadado. Parecía resultarle más fácil hablar bien cuando estaba molesto con algo, como si fuera una emoción que se le diera mejor expresar que los demás.
3.     Ya  que habló de mirar a los ojos y sonreír, recordé que nunca lo hacía y reparé en que debían de haberle dado instrucciones en su escuela sobre “lenguaje corporal a la hora de pedir caramelos”. Me dio algo de pena. ¿En serio necesitaba un manual para mantener una conversación? ¿Era incapaz de hacer esas cosas tan sencillas de forma natural?

-         Todo eso está muy bien, Dylan, pero hoy no podemos ir a pedir caramelos.

-         ¡Pero es hoy cuando se piden! 31 de Octubre, Halloween, el 31, es hoy, ¡es hoy!  Es una fiesta de origen celta, es la fiesta del Samhain y….

De pronto empezó a soltar un montón de datos históricos sobre la fiesta de Halloween.  Parecía una maldita enciclopedia. Vomitaba las palabras con un ligero balanceo, sin más emoción en la voz que la impaciencia, como quien habla con alguien muy tonto que no le entiende. ¿Yo era el tonto para él? ¿¡Yo!? Mostraba una ligera actitud de sobrado, como si se sintiera superior…me ponía de los nervios.

-         ….y entonces se convirtió en una fiesta cristiana que…

-         ¡Me da igual, Dylan! ¿Lo entiendes? Me da absolutamente igual el Samhain, la Noche de Brujas, los caramelos, los disfraces y toda esa mierda. – exploté.

- Has dicho un taco. No se dicen tacos ni malas palabras. No se dicen. A papá no le gustan, aunque a veces él también dice. Pero si lo dice Alejandro, entonces no se dice. Si lo dice Ted a veces sí se puede.

A pesar de todo, el enano era listo. Se daba cuenta de más cosas de las que parecía, como la extraña forma en la que algunas normas no se aplicaban igual para todos. Respiré hondo, y traté de entender que su mente no funcionaba como la mía.

-         Dylan. Sé que no te gustan los cambios de planes, pero con una familia tan grande tienes que estar acostumbrado. Papá y Ted no están, y no podemos ir a pedir caramelos sin ellos.

-         ¿Por qué…por qué… no?  ¡Papá dijo que iríamos, lo dijo, dijo que iríamos, dijo “Dylan, vamos a ir a pedir caramelos”, lo dijo, dijo que me darían muchos.

Hablaba como si “lo dijo” fuera alguna clase de fórmula mágica. Como si las promesas fueran algo inquebrantable no sólo moralmente, sino físicamente.

-         ¡No puedes atar a las personas por todo lo que dicen! ¡Yo digo muchas cosas y no siempre es cierto!

-         Eso es porque eres un mentiroso. – me acusó.

-         ¡Mira quién fue hablar! ¡Yo te he pillado más de una mentira! ¡Y no creas que no sé que te haces el tonto con Aidan! Te funciona muy bien ¿no?  Mira como con él eres buenecito y ni abres la boca.

Aunque bueno, en verdad no era tan así…. Simplemente Aidan tenía más éxito para que le hiciera caso.

-         ¡Eso no es cierto! ¡Mentiroso, mentiroso, mentiroso!

-         ¡Seré lo que tú quieras, pero el caso es que no vamos a salir y punto! – proclamé, ya cansado. No estaba acostumbrado a que un niño tan pequeño discutiera conmigo.

Si antes el mocoso estaba alterado, después de escuchar eso se puso histérico.

-         ¡Pero papa lo dijo! ¡No es justo, no es justo! ¡NO ES JUSTO!

¿Cómo podía tener la voz tan aguda? Empezó a gritar y entendí que estaba fuera de control, en una de esas rabietas de las que hablaba Aidan, diciendo que eran mucho peor que las de Kurt. Tenía que pararle antes de que fuera a más. Le agarré de los brazos y le sujeté, obligándole a mirarme.

-         ¡Dylan, para! Ted está malo ¿entiendes?  Se lo ha llevado una ambulancia. ¡No puedes ser tan egoísta! ¡No podemos irnos hasta que papá vuelva, e incluso cuando vuelva seguramente no podremos!

-         No es justo, no es justo. N-no es justo. No. ¡Yo no puedo hacer nada para curar a Ted, pero sí puedo ir a tomar caramelos!

-         ¡No se trata de eso, caray! ¿Es que no te preocupas ni un poco por él?

Dylan se calmó un poco, pero no dijo nada.

-         Contéstame, Dylan. ¿Te preocupas por él? ¿Por tu hermano?

El enano miró al infinito sin responderme. Recordé alguna de las cosas que Aidan me había dicho sobre él. “Le cuesta expresar sus emociones” “A veces parece frío o insensible, porque no empatiza con las personas, pero hay formas de saber que en verdad te quiere y se preocupa por ti”. Busqué a ver si encontraba alguna señal de que eso fuera cierto. Algún signo de preocupación por Ted. Tal vez debería tomar el fin de la rabieta como uno de esos signos.

-         Nos pondremos los disfraces después de jugar – le dije – Solo entonces.

-         ¿Después de jugar? ¿A qué hora?

Por lo visto él necesitaba una hora fija. Le ayudaba a estructurar su cabeza. Necesitaba normas que pudiera entender, y a las que aferrarse, y no había nada más reglado que el propio tiempo.

-         A las ocho y media – dije, tras pensarlo un rato. – Nos duchamos, y en vez del pijama nos ponemos los disfraces.

-         Vale. – asintió. No me miraba a los ojos, sino un poco más a la derecha de a dónde estaba yo. Era casi como hablar con un ciego. Como si no reconociera mi presencia. Pero al menos se había calmado, y ya no hubo más intentos de sacarse la ropa.

Respiré hondo un par de veces.

-         ¡Todo el que quiera jugar que venga aquí o se queda sin juego!  - grité, para llamar su atención. Tenía que reconocer que se estaban portando bastante bien. Revoloteando y armando bulla, pero nada fuera de lo común con tanto crío.

Lo cierto es que me apetecía mandar a la mierda sus tradiciones de Halloween,  pero todos en general y alguno en particular como Cole, parecían necesitar distraerse de lo de Ted. Y por otra parte era una forma de tenerles controlados.

-         ¿Vamos a jugar al monstruo? – preguntó Kurt.

-         A ver, que alguien me explique BIEN en qué consiste eso, porque no termino de enterarme.

-         En esa bolsa están nuestros nombres – señaló Barie- Se saca uno, y ese es el monstruo. Los demás le persiguen y le llenan de pegatinas. El equipo que haya pegado más pegatinas de su color en el monstruo, gana.

-         Qué tonto – comenté, sin poder creerme que eso les pareciera divertido. Sin embargo, cogí la dichosa bolsa.  – Vale y ¿cuáles son los equipos?

-         Tienes que hacerlos tú. Pero falta Harry…

-         No va a bajar. Está con su amigo viendo una película. En fin, hagamos esto. A ver…. – les repartí de forma que los equipos estuvieran equilibrados, y los peques no estuvieran solos.

Resultó que salió mi nombre. Me sorprendió un poco que Aidan hubiera pensado en mí para incluirme en el juego, pero no tuve mucho tiempo para pensar en eso porque de pronto todos me asaltaron, pegatina en mano y no me quedó otra que echar a correr.

No puedo explicar por qué esa tontería se me hizo divertida. Supongo que tenía que ver con verles reír, porque era contagioso. O con sentirme parte de algo. O con las trampas de Kurt. El caso es que corrí sin parar, me llenaron de pegatinas, rodé por el suelo, y acabé sin respiración, feliz como pocas veces.

-         Tienes algo en la nariz – me dijo Zach, y fui tan tonto que piqué. Me llevé las manos a la cara sacudiéndome algo invisible y él aprovechó para ponerme dos pegatinas sobre el pantalón, y no en las piernas, precisamente.

-         ¡Oye! – protesté, algo avergonzado.

-         No vetamos ninguna zona  - replicó, y rompió a reír. Con gusto me hubiera vengado de él, pero los enanos se me echaron encima y ya no tuve nada que hacer.

Luego nos inflamos a galletas, hicimos mas juegos y el tiempo pasó volando. Dylan me recordó que era la hora de ir a la ducha y ponerse el disfraz y mi alegría disminuyó un poco, asustado por la idea de enfrentarme a la ducha de los enanos. Por suerte para mí, Zach y las niñas me ayudaron mucho, ocupándose de los pequeños. Así yo pude encargarme de Dylan, que no quería ducharse. Al final, convencerle no fue tan difícil, solo había que elegir las palabras correctas:

-         Sin ducha no hay disfraz, Dylan. – le dije, y él solito se metió al baño, cuando yo llevaba cinco minutos tratando de hacer que entrara.

Con todos en el baño o preparándose para ello, tuve unos segundos a solas y pude ponerme a pensar. Tuve que reconocer que me lo estaba pasando muy bien.  Empezaba a entender por qué Ted parecía tan feliz cuando estaba rodeado de tanto enano. Podían ser muy plastas, pero también tenían algo especial. Eran buena gente, eso lo supe desde el principio, y todos en general eran muy inocentes. Después de haber tratado con personas de moral tan cuestionable como las que yo había conocido, era todo un ejercicio purificador.

Mi momento de paz no duró demasiado, porque empezaron a salir de las duchas.

-         Yo la he bañado pero la vistes tú – me dijo Madie, entregándome a Alice envuelta en una toalla.

-         ¿Qué? Pero…pero…yo no…¡ni de coña!

-         Oye, yo aun tengo que bañar a Hannah, y tengo que ducharme yo. Es tu hermana también y se supone que tú eres el mayor. Así que apechugando – sentenció, y se marchó antes de que pudiera seguir discutiendo.

Me quedé parpadeando como un idiota mientras miraba al bebé que habían puesto en mis brazos. Me había acostumbrado a tratarla como el bebé de la casa, pero era grande ya. Tenía cuatro años y de hecho comenzaba a pesar para tenerla en brazos. Estaba envuelta en una toalla  y me miraba como una sonrisa encantadora, con la mano metida en la boca.

-         “Disfaz” – me dijo, sin perder la sonrisa. Parecía cómoda conmigo.

“Bueno, vale, tú tranquilo. Dicen que pueden oler el miedo…”

La llevé a su cuarto, que estaba vacía en ese momento porque Hannah estaba en la ducha, y la senté en la cama. Alice empezó a balancear los pies sin importarle que se le estuviera cayendo la toalla. Traté de olvidar el hecho de que estaba desnuda y me puse a buscar en su armario a ver si encontraba algún disfraz…. Por suerte Aidan los había dejado preparados, él suyo y el de Hannah, cada uno con su cartel correspondiente con el nombre de la dueña. Eran detalles como ese los que me hacían entender que Aidan era más organizado de lo que parecía.

El disfraz de Alice estaba guardado en una percha con funda. Lo descolgué y suspiré hondo. Me armé de paciencia y comencé a ponérselo, aunque fue más fácil de lo que pensaba porque Alice colaboró. Sin embargo la cosa aquella era horrible. Ni siquiera sabía qué corchos era, y a Alice tampoco parecía gustarle:


En serio, ¿qué se suponía que era? ¿Una reina leopardo? ¡Era horrible! Tal vez se lo había puesto mal… En cualquier caso, fue ver su carita y saber que tenía que ponerle otra cosa. Rebusqué en el armario  esperando que Aidan tuviera una segunda opción. Por suerte, la tenía. Encontré un disfraz de canguro que parecía algo viejo y remendado, pero como no íbamos a salir de casa supuse que no pasaba nada. Deduje que era uno de esos disfraces heredados, que se habían puesto los demás cuando eran pequeños.  Lo cierto es que la enana se veía muy mona con aquella cosa:




-         ¿Te gusta?

-         ¡Ti! ¡Mucho!

Se levantó de la cama y se abrazó a mi pierna. El gesto me sorprendió un poco, pero la envolví con un brazo.

-         Asias.

Qué mona.

-         De nada, cangurito. Oye, creo que han sobrado galletas. Qué me dices, ¿quieres más?

-         ¡Síiii!

-         Pues venga, ve a por ellas. Yo fingiré que no miro.

Puso una sonrisa traviesa de complicidad e iba a irse, pero se frenó en seco. Me miró, y negó con la cabeza.

-         Son para papi y Ted. ¿Cuándo “volven”?

-         Pues… la verdad es que no lo sé, enana – respondí. Llevaba el móvil conmigo por si Aidan me llamaba, pero aún no sabía nada.

-         No me gusta que Ted esté malito.

-         Ni a mí, peque. Ni a mí. Anda, coge alguna galleta más que quedaron muchas, seguro que ellos no pueden comerse todas.

Alice se fue saltando imitando al cangurito del que se había disfrazado.  Quién me iba a decir a mí hacía un par de años que me iba a convertir en el hermano mayor de once personas… 

Espero que Aidan fuera consciente de la suerte que tenía. Había forjado una familia estupenda, llena de personitas muy inocentes. La primera vez que le escuché llamar “bebé” a Kurt se me hizo extraño, porque Kurt estaba ya grandecito y si a mí me hubieran llamado aquello a su edad me hubiera enfadado. Pero lo cierto es que ni al peque parecía molestarle, ni el apelativo era del todo inadecuado para él: Kurt, y Hannah, y Alice, eran bebés. Eran más tiernos de lo que correspondía a su edad, más dulces, más confiados, más dependientes. Menos corrompidos que la mayoría. Y lo mismo se aplicaba a los demás. Cole era el niño de diez años frágil, sensible, e inocente que conocía. Zach era asombrosamente infantil y mimoso. Los únicos medio normales allí eran Alejandro y Harry. Quizá era con los que más me identificaba, y los que más podían encajar en el mundo en que vivíamos. Y aun así Alejandro tenía ese punto infantiloide de “si la cago demasiado dejarán de quererme”. Y Harry a menudo cargaba con un sentimiento de culpabilidad comparable al que intuía en Ted…. De alguna forma, sentí que me estaban haciendo mejor persona. Me estaban enseñando lo que era y lo que implicaba querer a alguien y ser querido.

Ese breve momento sentimental me ayudó a ponerme en su lugar por un segundo. Me puse en la mente de un niño de diez años, o de doce, o de trece, cuyo hermano mayor y cuyo padre habían desaparecido, saliendo corriendo rumbo al hospital. La salida de Aidan y Ted no había sido precisamente tranquilizadora.  Cole y el resto tendrían que estar muy asustados, y más ahora que ya no había ningún juego que les distrajera, y que Aidan y Ted no volvían. Hasta yo comenzaba a inquietarme porque empezaba a hacerse tarde, pero creo que el temor de ellos era doble. Era miedo por lo que le pasara a Ted, y miedo por sentirse solos. Yo, al fin y al cabo, estaba acostumbrado a perder gente y verme solo  contra el mundo.  La posición de Aidan no era sencilla, porque o acompañaba a su hijo enfermo o se quedaba en casa con los demás. No creo que ninguno le culpara poder dejarles conmigo, entendían la situación, pero eso no quiere decir que les gustase.

Aidan no era ningún histérico. Fue una de las primeras ideas que quedaron desmentidas en mi mente cuando le conocí. Greyson me había hablado de una persona frágil, con muchos problemas psicológicos. Casi me había hecho pensar que, si hacía que le declararan incapaz y que perdiera la custodia de sus hijos, en verdad les estaría haciendo un favor a Ted y a los demás. Pero no sólo no vi ningún problema mental en el hombre que decidió acogerme, sino que además tenía bastante sangre fría. Costaba acordarse de eso cuando le veías besuqueando niños, pero la vida había hecho de Aidan una persona dura. Una persona capaz de mantener la calma en las crisis. De hecho a veces hasta podía parecer frío en ese sentido:  cuando Ted llegó a casa todo golpeado pensé que se iba a poner peor, más nervioso, más en plan madre preocupada y lacrimosa. Tal vez tuviera que ver con que él fuera hombre y no mujer, o con el hecho de que entendía que con dejarse llevar por el pánico no solucionaba nada. Supongo que ni siquiera podía comenzar a intuir lo que había sentido al ver que se llevaban a su hijo a un hospital, pero no había perdido los nervios.

Por eso mismo, por la fortaleza que él había demostrado, porque sentía que debía de estar a la altura de sus esfuerzos, supe que no podía cagarla en aquello. Tenía que cuidar de esos chicos para poder decirle a Aidan “toma aquí está tu familia, te la devuelvo sana y salva”. Tenía que ganarme el lugar que me habían concedido. Demostrar que era tal y como ellos me veían, y no como me veía Greyson. Demostrar que era el chico en el que ellos me estaban convirtiendo, y no  el delincuente que el mundo parecía esperar que yo fuera.

Justo en ese momento sonó el teléfono. Lo descolgué con cierto nerviosismo. No recordaba haber cogido nunca el teléfono en aquella casa. ¿Y si llamaba alguien a quien yo no conocía? ¿Y si me preguntaban quién corcho era yo? Sin embargo, me preocupé en vano, porque era Aidan.

-         ¿Dígame?

-         Michael…  - dijo solamente. Reconocí su voz y esperé a que continuara, pero no añadió nada más. Sin embargo,  no hubo silencio alguno, porque se escuchaban varios sollozos.

Aidan estaba llorando. Un hombre, un hombre al que consideraba fuerte y en muchos sentidos un ejemplo, estaba llorando. Mi… mi padre… estaba llorando. Eso me dejó un poco en shock. No creo que ningún hijo sepa cómo reaccionar cuando ve llorar a sus padres, y lo cierto es que Aidan ya se había ganado ese lugar dentro de mí.

Pero además, escucharle llorar en aquella situación implicaba mucho más. No estaba llorando por cualquier cosa, sino que sus lágrimas tenían que estar relacionadas con Ted. Con mi hermano. Con la persona por la cual  yo había vivido chantajeado toda mi vida. La única vida que yo había querido salvar, destrozando la mía en el proceso. La única cosa importante que yo había hecho en el mundo.

-         …Ted está…. ¿está muer…? Está…. – balbuceé. No podía decirlo.

No sé a ciencia cierta por qué pensé que estaba muerto. Quizá me dejé llevar por el pánico, o quizá no entendía por qué otro motivo Aidan iba a estar llorando si no. Aún no entendía que las personas pueden llorar simplemente de miedo. De miedo al sufrimiento ajeno. De miedo al sufrimiento de un hijo.

-         ¿Qué?  No, Dios mío…no, nada de eso…Está…. Ahora mismo se lo han llevado a….Dios, se lo han llevado a quirófano. Michael, le tienen que operar.  Dicen que…. dicen que le tienen que…le tienen que hacer un agujero en el cráneo y….eso suena tan peligroso…es… le van a perforar la cabeza… dicen no sé qué de que tienen que aliviar la presión… He tenido que firmar un papel… hablaban de posibles secuelas…de…. Dios… cuando  le quitaron el apéndice no fue así. El papel que firmé fue distinto y de alguna forma…de alguna forma me obligué a pensar que es una operación corriente, que le pasa a mucha gente, que se considera leve y a veces sólo requiere dos días en el hospital…pero...pero esto….La cabeza…le…le van a agujerear la cabeza….¿y si le lesionan el cerebro? ¿Y si algo sale mal? …Él estaba bien, estaba bien…. no tenía nada….todo es culpa mía, tendría que haberle llevado al hospital nada más le vi volver de la pelea… quizás… quizás podrían haber hecho algo… Si le hubiera observado más, si hubiera estado más encima…Tendría que haberme dado cuenta de que le pasaba algo…

Era demasiada información para asimilarla en tan poco tiempo. No sabía mucho de medicina, sólo inyectar agujas y acostarme con enfermeras, pero entendí que lo que le iban a hacer a Ted  podía ser peligroso para él.

Tenía que decir algo para tranquilizar a Aidan, cualquier cosa…Decidí empezar por lo más sencillo.

-         Tú no podías hacer nada. Ya estás pendiente de él. Eres un buen padre, Aidan.

Por alguna razón, sentí que necesitaba escuchar eso.

-         ...¿Tú crees?

-         Lo sé. Y Ted estará bien. ¿No ves lo cabezota que es? No creo que exista golpe, derrame o enfermedad capaz de poder con él. Lo que pasa es que le cogió gusto al hospital, que lo sé yo, y  ha decidido tomarse unas vacaciones y pasar allí una temporada para no escuchar los ronquidos de Alejandro.

Soltó un triste intento de risa nada creíble.

-         Tú también roncas a veces – me dijo, y le escuché respirar algo mejor. – Escucha, Michael, no sé cuánto tiempo va a durar la operación, pero tengo que quedarme con él. Te llamaré cuando sepa algo ¿vale? Ahora tengo que colgar porque quiero reservar la batería, pero no quería que os asustarais al ver que no volvemos.

-         Espera, no cuelgues. ¿Quieres que haga algo? ¿Va a pasar la noche ahí? Supongo que sí… ¿te llevo una bolsa con sus cosas?

-         No,  no hagas nada…tú sólo…cuida de tus hermanos ¿vale? Cuídalos. Y llámame dentro de tres horas, para que te ponga al día.

-         ¿Seguro que no quieres que te llevemos nada? Puedo decirle a Alejandro que…

-         No quiero que vengan aquí. Tampoco quiero que sepan lo que pasa… se asustarán mucho… Quiero tener tiempo de contárselo bien ¿vale? No les digas nada…

-         Como quieras…. Aidan…yo… ¿te espero aquí, vale?

Quería decir algo así como “te quiero”, pero me costaba formular las palabras.

-         Iré a casa lo antes que pueda.

-         Cuídale – le ordené - …es nuestro hermano y sé que tú le viste primero, pero yo le quiero igual. Y si le dejo contigo en vez de ir también al hospital es porque entiendo que además eres su padre y que alguien tiene que estar con los enanos. Pero más te vale traérmelo sano y salvo.

Casi pude imaginarme su expresión sorprendida.

-         Lo.. lo haré…

-         Dile que no tiene permiso para que le pase nada. Díselo, que él siempre te hace caso… - murmuré. Sé que sonó infantil, y en parte lo hacía por distraer a Aidan, pero creo que lo hubiera dicho de todas maneras. No podía pasarle nada… Si a Ted le pasaba algo todo lo que había hecho en la vida carecería de sentido.

-         Tranquilo, Michael. Le haré saber que si nos asusta estará metido en un buen lío – me dijo, para tranquilizarme. De esa forma recuperó entonces su papel de padre y fue él quién trató de confortarme a mí. Era todo un alivio que ya no llorara. -  Tengo que colgar. Llamaré cuando sepa algo… y….y dile a los chicos que… que siento que este año…

-         Ted es más importante que cualquier Halloween, y ellos lo saben. Así fuera el día de Navidad,  no tendría importancia. – le aseguré. Nos despedimos y colgué el teléfono, y sin saberlo algo estaba a punto de poner a prueba lo que le había dicho a Aidan. No todo el mundo parecía tener las mismas prioridades que yo, como descubrí cuando fui a al cuarto de los gemelos…

Decidí ir a ver a Harry y a su amigo, por si querían tomar algo y para decirles que el baño quedaría libre en un rato para que ellos lo usaran. Pensé además que, cuando todos estuvieran bañados, les reuniría en el salón y les explicaría que Aidan y Ted no iban a venir. Mi misión tenía que ser no alarmarles, y minimizar su preocupación al máximo posible.  Pero nada de eso llegó a suceder, porque por lo visto allí nadie se preocupaba por Ted lo más mínimo. Cuando abrí la puerta del cuarto de Harry, allí no había nadie, salvo Zach, sentado en su cama.

-         …. Estaba rezando porque volviera antes de que te dieras cuenta. Le vas a matar ¿no? – me preguntó.

-         ¿Cuánto hace que se ha ido? – inquirí, deduciendo que era eso lo que había pasado. Zach no me había dado a entender que estuvieran en otro cuarto sino que daba por supuesto que directamente no estaban en la casa.

-         Yo me he dado cuenta hace diez minutos. Pero sospecho que nunca vieron ninguna película. Si hubiera sido eso me habrían invitado: Will es también mi amigo.

-         …. ¿Se han ido? ¿En mi cara? ¿Así sin más? ¿A dónde?

-         A la fiesta de Jennifer, digo yo. No sé, igual se fueron solo a jugar al  baloncesto o algo así, pero de ser eso te lo habría dicho…

Respiré hondo un par de veces, como había visto hacer a Aidan y a Ted en alguna ocasión, pero a mí no me sirvió de nada. Caminé hacia Zach y le levanté de la cama. Le zarandeé un poco, a punto de perder los nervios.

-         ¿Y me lo dices así? ¿¡Por qué no me lo has dicho en cuanto supiste que no estaban?

-         ¡No soy un chivato! Además,  tampoco es tan malo… Una parte de mí pensaba que ibas a estar de acuerdo con que se fuera… ya sabes, pareces del tipo…enrollado….

-         ¡Y normalmente habría estado de acuerdo! ¡Joder, Zach, normalmente le habría cubierto con Aidan, le habría llevado a esa fiesta y si me apuras hasta le habría dado uno de mis piercings si lo que quiere es hacer cosas “de chicos grandes”! ¡Pero no hoy! ¡Hoy necesitaba que estuviera aquí! ¡Era lo único que él tenía que hacer: estar aquí y no dar problemas! ¿Crees que me apetecía lo más mínimo ponerme a hacer el imbécil con las galletas, los disfraces y todas esas mierdas? ¡Mi hermano está en el hospital! Pero era lo que yo tenía que hacer. Tenía que quedarme y actuar con normalidad, por vosotros. Por los enanos.

-         Él no lo hizo a malas… sólo le apetecía mucho ir a esa fiesta… - trató de defenderle.

-         Pues yo te aseguro que no va a apetecerle nunca más. ¿Dónde es? Dame la dirección.

-         ¿Qué?

-         Que me digas dónde coño está Harry. – le ordené, y le di un papel para que escribiera. Zach se quedó quieto y no hizo ni el amago de coger el boli – Zachary, te lo advierto, hoy no es el día para tocarme los cojones.

-         No me acuerdo dónde es… - murmuró, y me quedó claro que me mentía.

Sin ningún tipo de preámbulo le giré y le di una palmada sobre el pantalón. Zach me miró muy sorprendido, seguramente no se esperaba que hiciera eso. Tal vez de haberlo meditado yo tampoco me hubiera creído capaz de ello, pero en realidad yo no me rallaba tanto el tarro como Ted. Aidan les educaba así, Aidan me había dejado a cargo, ergo yo iba a hacer lo mismo  que Aidan. Fin. Si acaso era raro porque Zach tenía trece años y sólo le sacaba cinco, pero en aquél momento eso me la sudó.

-         No pongas esa cara, que a punto estuve de darte un guantazo. Pero tú no tienes la culpa, después de todo. Dime dónde está.

-         No te diré nada, ¿qué coño te pasa? ¿Por qué has…?

Antes de que completara la frase, le di tres palmadas más.

PLAS PLAS PLAS
-         La dirección, Zach.  – gruñí.

No me esperaba que se echara a llorar. Con esa edad se supone que uno aguanta puñetazos como todo un machito, así que, ¿por qué lloraba por unas pocas palmadas? Supuse que no era lo mismo… Yo también lloraba cuando Aidan me pegaba y aún no comprendía del todo por qué.

-         Vale…snif…. te lo digo…- lloriqueó. Escribió en el papel y se echó a llorar sobre la cama.

Me sentí raro.  Yo era el causante de esas lágrimas, así que de alguna forma yo tenía que hacer que parara, aunque no sabía como. Mi única referencia era  lo que Aidan hacía conmigo, y supuse que eso estaba bien, así que me senté a su lado en la cama. Al sentirme él se apartó un poco y siguió llorando.

-         Eso ha sido raro, ¿mm?  ¿Estás enfadado? – pregunté. Zach negó con la cabeza, pero se apartó para que no le rozara cuando hice un intento de acariciarle la espalda. - ¿No? ¿Seguro? ¿Entonces qué pasa?

Zach siguió sin decirme nada y al final deduje que sí que estaba enfadado, lo que hasta cierto punto era normal. No sabía qué más hacer y además no tenía tiempo para perderlo, así que decidí dejarle con su drama de crío con una especie de rabieta, y me fui a buscar a Alejandro.

- ¡Alejandro! ¡Alejandro! – le llamé por toda la casa y al final le encontré en la cocina, con Alice, comiendo galletas. Al verme escondió las manos a la espalda, como para ocultar que había estado comiendo. No pude evitar sonreír un poco, porque cuando hacía cosas como aquella parecía que le sacara mucho  más de tres años. Luego recordé por qué estaba ahí, y la sonrisa se me borró.    – Alejandro, necesito que vayas a la dirección que pone en este papel y traigas a Harry. Me da igual cómo lo hagas y lo imbécil que se ponga, pero lo traes. Yo no puedo irme hasta que Aidan vuelva.

-         ¿Uh? ¿A dónde ha ido Harry? – preguntó, confundido.

-         A la puñetera fiesta.

-         ¡Has dicho una palabra fea! – dijo Alice – …o dos… has dicho “ibecil” y…y…”pudetera”

-         Qué va, enana, has oído mal. Esas palabras no se dicen, y Michael no las diría – dijo Alejandro, con cierta sorna, creo,  y salió de la cocina para hablar conmigo. - ¿Qué pasa?

-         El estúpido crío me ha engañado.

-         Bueno… pero no te pongas así…

-         Me pongo, Alejandro, claro que me pongo. Esta gilimemez del Halloween se terminó, y también se terminó que cada uno haga lo que le salga de las bolas. Alguien tiene que dejaros las cosas claras aquí. Ve a por él. – medio ladré. Traté de recordarme que la cosa no era con él.

-         Oye…  relaja un poco… además, sólo le saco dos años, no sé por qué crees que va a hacerme caso.

-         Grr… ¡Yo no puedo ir así que tienes que ir tú! ¡Le conoces por años, trata de convencerle!

-         Está bien, pero te odiará por  hacerle esto…

-         Que me  odie – le espeté. – Tú tráelo.

Podía con muchas cosas. Podía justificar determinados tipos de violencia, aunque no me gustase, podía con delitos menores, podía con mentiras, podía con los berrinches de los enanos… Pero con Harry y su actitud egoísta sí que no tragaba.  Con su forma de joder constantemente a la gente de su familia como si valieran menos que la mierda. Había un límite que hasta yo sabía que no se podía cruzar, y Harry ya no era un niño pequeño. Y no sólo Harry, sino todos los demás. Haber seguido tan tranquilos con los juegos y las tonterías había sido un error. Aunque hubiera niños en casa, deberíamos haber parado con aquella absurdez de fiesta. Aidan había dicho que no quería que se preocupasen, pero lo cierto es que un poco de preocupación no les vendría mal a aquella panda de egoístas encabezada por Harry.
Hasta donde yo sabía todos ellos habían perdido una madre al igual que yo. No podía creerme que ni siquiera estuvieran un poco intranquilos por la posibilidad de perder a su hermano.

Claro que quizás olvidaba que sólo yo estaba al tanto de la peligrosa operación a la que tenía que someterse Ted.

- Alejandro´s POV -

Comenzaba a pensar que Michael tenía un trastorno bipolar. Tal vez además de diabetes tenía doble personalidad, y por eso a veces las liaba más gordas que yo, y a veces era aún más recto y rígido que Ted. ¿A qué corcho venía esa repentina histeria por que Harry estuviera en casa? ¿A él qué más le daba?

Maldita la gracia que me hacía a mí ir a por Harry en ese momento. Y no sólo porque tenía cosas mejores que hacer en Halloween, sino porque no quería salir de casa hasta saber algo sobre Ted. Igual solo le había dado un corte de digestión y por eso devolvía, quién sabe, pero lo cierto era que estaban tardando un poco y que ya no podía seguir fingiendo que no pasaba nada. Los enanos parecían haberse olvidado de que a Ted se lo habían llevado en ambulancia, pero creo que la culpa de eso la tenía Michael, por haber seguido jugando como si tal cosa. Los peques tienden a preocuparse únicamente cuando ven a los demás preocupados, y todos habíamos pensado que estaba bajo control.

La verdad es que el enano podía haber elegido otro momento para escaparse. Una cosa era esperar en casa haciendo como que todo estaba bien y otra cosa fugarse a pasarlo bien mientras el hermano de uno está en el hospital. Quizá era eso lo que le había molestado a Michael. Tal vez por eso estaba tan enfadado. Pero él también había hecho como si nada, jobar. ¿Qué había cambiado de pronto? ¿Acaso sabía algo que nosotros no?

En cualquier caso me quedó claro que, si no traía a Harry, Michael iba a terminar matando a alguien, así que busqué en el móvil cómo llegar a la dirección que Michael me había dado y me cogí un bus  para llegar lo antes posible.

Por la calle todo el mundo iba disfrazado. Yo podría haber sido uno de ellos si Ted no… es decir, sabía que no era culpa de Ted pero… grr…tener hermanos era tan molesto a veces.

La casa de la niña esa estaba llena de niñatos. Todo el jardín estaba rodeado de críos bebiendo y fumando y fruncí el ceño al imaginar a mi hermano en un ambiente así. Harry era pequeño para eso. Le busqué por todos lados, pero no estaba en el exterior, así que me dirigí a la puerta. Una chica rubia me frenó antes de que entrara.

-         ¡Uy! ¡Hola, bombón! ¿Te apetece tomar algo?

-         Inténtalo de nuevo cuando tengas tres años más, más tetas, y menos relleno – sugerí, cortándola de raíz porque esa niña apenas le sacaría unos meses a mis hermanas y sin embargo estaba bebiendo, tenía un escote hasta el ombligo y maquillaje a más no poder. Sólo de imaginarme así a la inocente Barie me daban arcadas.

-         ¡Eh! ¿Qué te pasa imbécil? ¿Quién te crees que….?

No escuché lo que probablemente fue una bonita retahíla de insultos porque me abrí paso y me adentré en la casa.

Era imposible encontrar a alguien ahí. El lugar estaba abarrotado, de forma que para dar un paso tenía que empujar a alguien. Harry y papá habían hablado de unas veinte personas, pero allí debía haber unas setenta. Entonces, de pronto, alguien se alzó entre la multitud para subirse a una mesa. Con horror vi que era Harry,  borracho como una cuba. Oh Dios, estaba tan muerto…si a lo mejor hasta le mataba yo…

- ¡HARRY! – chillé, pero dudo que  me oyera. Caminé hasta él y le bajé de la mesa. – ¿Pero qué coño haces? ¿Se te han congelado las neuronas? ¡Que tienes trece años tío! ¡Si yo me pongo pedo a tu edad papá me despelleja!

“Y a la mía también” pensé, pero no lo añadí.
Por un segundo experimenté lo que debía de sentir Ted cuando me pillaba en una gran cagada. Me daba mucha rabia verle hacer semejante idiotez. Una parte de mí quería unirse a Harry en aquella fiesta pero otra sabía que no podía hacerlo y esa fue la que ganó.

-         ¡No seas aguafiestas, macho!

-         Si yo te parezco aguafiestas no quieras ver cómo estaba Michael… ¿Dónde está Will? Tenemos que irnos.

-         Por ahí…jijiji.

-         ¿Por ahí? Estás muy pedo tú ¿no? ¿Cuánto has bebido?

La gente ni siquiera nos prestaba atención, porque la música estaba muy alta. Visto desde fuera, una fiesta no era algo tan alucinante. La gente parecía muy idiota gritando y bebiendo como animales.

Me las apañé para encontrar al amigo de Harry y para sacarles a los dos de ahí.

-         ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te envidio, Ted?  - barbotó Harry, sin articular demasiado bien.

-         Yo no soy Ted, soy Alejandro…

-         Tú no tienes que  luchar porque papá te vea como un hombre….

-         Es que tú no eres un hombre, Harry. Eres un niño, y ahora mismo un niño borracho. Y dentro de poco un niño borracho en muchos problemas. La buena noticia es que igual te mata Michael antes de que pueda hacerlo papá. – gruñí – Ahora escúchame: si vas a potar avisa primo ¿eh? Y lo mismo va por ti, Will. Madre mía, tus padres van a matarte… A ver  si de aquí hasta que lleguemos a tu casa se te pasa un poco….

- HARRY´s POV -

Mi cabeza y mi estómago se habían convertido en centrifugadoras. Yo no había bebido tanto como Will así que no quería ni imaginarme como estaba él.

Habíamos llegado a la fiesta antes que nadie, después de pasar un rato en la sección de videojuegos de una tienda.  Jennifer nos reprochó que no fuéramos disfrazados, pero al final casi nadie llevó disfraz. Lo que todos llevaban eran ganas de beber  alcohol. Mucho alcohol.

Tras dudar un momento, bebí un poco de algo muy fuerte mezclado con cocacola. Rascaba la garganta al tragarlo, era como beber algo caliente, pero estaba frío. Pero además de ese gusto extraño, no noté nada raro. Si acaso más calor en el cuerpo, pero eso era una sensación agradable. El sabor no era tan malo como me había esperado, así que decidí beber más.

-         ¡Eh, despacio, todoterreno, te estás bebiendo un Long Island Iced Tea!  - me dijo una chica mayor que nosotros. Era la hermana de Jennifer y no parecía muy conforme con aquello, así que supongo que había accedido a esa fiesta y a la bebida porque Jenny la estaba chantajeando con algo. Me pregunté con qué podía chantajear yo a Ted para que me dejara hacer una fiesta así en casa cuando no estuviera papá. Era difícil, para empezar porque papá no solía ausentarse mucho.

-         ¿Un qué? – pregunté, porque  no me sonaba el nombre de la bebida.

-         Vodka, ron, ginebra, tequila, triple seco y Coca Cola.

-         ¡Madre mía! ¡Eso es mucho alcohol! – exclamé.  No pensé que fuera un coktail. Me dediqué a beber coca cola el resto del tiempo, pero ya fue tarde. Veinte minutos después aquella mierda hizo de las suyas en mi organismo, y empecé a sentirme mareado.

Lo siguiente que sé es que Alejandro me estaba bajando de una mesa.  El aire puro de la calle ayudó a despejarme un poco, y entendí que estábamos yendo a casa, aunque primero pasamos a dejar a Will. No supe si había hecho muchas tonterías porque no me acordaba de todo, pero supuse que daba igual, porque estaba muerto de todas formas.

La madre de Will le gritó incluso con nosotros delante. Se puso como un basilisco. Juraría que a Will se le pasó la borrachera de pronto. Mientras  volvía con Alejandro a mi propia casa pensé que al menos yo iba a tener más suerte.

-         Papá aún no está en casa, ¿verdad?

-         No – bufó Alejandro – Y no sabes lo afortunado que eres. ¡Aún me duele de la última vez que me pilló bebiendo! – exageró.

-         ¿Por qué le molesta tanto que bebas? Es decir…¿a él qué más le da?

-         Creo yo que es de esas cosas que le molestan a todos los padres, enano – dijo Alejandro – Pero además papá me dijo…. tal vez esto deba decírtelo él, pero creo que…que  tuvo problemas con el alcohol. Ya sabes que él nunca bebe.

Oh. ¿Papá era…? ¿Es decir, fue un alcohólico?  Qué fuerte. Muchas veces me había preguntado porque no bebía nada, pero siempre pensé que de estar con tanto crío había perdido la costumbre.

-         Bueno, pero ese es su problema, no el nuestro…

-         ¿Qué es su…? ¿Pero cómo puedes tener tanto morro?  Oye, apenas hace un mes que yo bebí por primera vez y te saco dos años.  Hasta donde yo sé tú puedes tener un problema también, si empiezas por beber tan joven.

-         No te hagas el mayor ahora, que como bien dices SÓLO me sacas dos años. Y mentalmente te los saco yo a ti. – le espeté.

-         ¿Ah, sí? No me digas. ¿Y crees que…?

-         ¿Os lo pasáis bien? – nos interrumpió Michael. Mientras discutíamos habíamos llegado a casa y  estábamos tan ofuscados que no nos habíamos dado cuenta de que nos esperaba sentado en una silla en el jardín.

Le miré bien. Estaba temblando. ¿Acaso tenía frío? … No había encendido la luz exterior, así que estaba bastante a oscuras y los ojos le brillaban de una forma muy tétrica.

-         ¿Qué haces aqu…? – empecé, pero no llegué a pronunciar la última sílaba porque él se levantó muy rápido y se tiró a por mí como un león hambriento.

-         ¡TÚ! PEQUEÑA BASURA EGOÍSTA Y MENTIROSA…¿QUÉ COÑO HACÍAS EN ESA PUTA FIESTA?

-         ¡Joder, tío, tranquilo! No grites así, que me rompes los oídos.

-         ¡VOY A ROMPERTE MÁS QUE ESO!

-         Michael, tranquilízate. Ya le he traído. Ya está. Ahora vamos a que se duche y con suerte papá jamás se enterará de esto… - dijo Alejandro. Debo admitir que ese plan me gustaba bastante.

-         ¿TE HE PREGUNTADO? ¿NO, VERDAD? ¿ENTONCES PARA QUÉ MIERDAS ABRES LA PUTA BOCA? TIRA PARA ADENTRO Y ME DEJAS HABLAR CON ÉL.

Vale, creo que en ese instante mi mente se despejó del todo.  Michael tenía cara de perro a punto de morder y Alejandro no se quedaba muy atrás.

-         A mí no me hables así. Te calmas, ¿eh? No seas capullo que no te pega el papel de hermano preocupado.

Por alguna razón, sentí que las palabras de Alejandro fueron un error. Al menos a Michael le sentaron muy mal.

- ¿Ah, no? ¿Y cuál es el papel que os pega a vosotros? ¿CUÁL ES, EH? ¡VUESTRO HERMANO ESTÁ EN EL HOSPITAL,   SOMETIÉNDOSE A UNA OPERACIÓN QUE PUEDE MATARLE! ¡TED SE PUEDE MORIR Y EL HIJOPUTA ESTE EN MINIATURA ESTABA POR AHÍ BEBIENDO CON OTROS HIJOPUTAS MÁS!  No os entiendo, de verdad que no os entiendo. Lo tenéis todo, joder. Comida, una casa, una familia, no sé cuantos aparatejos electrónicos, UN PADRE QUE  SE PASA EL DIA PLANEANDO UN HALLOWEEN DE CUENTO! ¡Y LO ÚNICO QUE HACÉIS ES QUEJAROS PORQUE PENSÁIS QUE ES ABURRIDO! Yo también me quejaba, pero por fin lo he entendido. Por fin he entendido por qué un hombre perdería su tiempo y su dinero en meter papeles en una bolsa y reunir muchas pegatinas de colores.  ¿Queréis saber qué es aburrido? ¡CRECER SOLO! PASARSE LOS HALLOWEENS Y CADA PUÑETERA FIESTA FRENTE A UN TELEVISOR, MIRANDO CÓMO LOS DEMÁS SE DIVIERTEN PORQUE A UNO NO LE TOCA! ¡AIDAN SOLO QUIERE QUE VUESTRA VIDA SEA LO MENOS PARECIDO A LA SUYA POSIBLE, Y QUE ME JODAN SI NO ENTIENDO PERFECTAMENTE LA SENSACIÓN! La  mitad de los padres piensa que celebrar esto es una tontería, pero el vuestro no, el vuestro hace cincuenta mil galletas y tiene un disfraz preparado para cada uno y hasta de repuesto…EL VUESTRO ES CAPAZ DE INVITAR A VEINTE MIL CRÍOS A SU CASA SÓLO PARA  QUE ESTÉIS CONTENTOS. ¡Y tú vas y te escapas, joder! Y has bebido ¿verdad? Claro que sí, coño, si hueles que apestas.  ¿No había otro puto día? ¿Te la suda la familia, o qué? ¿Te fuiste a brindar a ver si Ted se moría o cómo va esto? ¿Una copa por mi hermano, que la está palmando ahora?

Me quedé congelado, sintiendo de pronto que mis piernas no eran capaces de sostenerme. ¿Qué era todo eso que no dejaba de repetir sobre  Ted? Tenía que ser una forma de hablar… sí, eso era…. Michael estaba muy enfadado y Ted debía de haber devuelto mucho y por eso Michael decía que se estaba muriendo…en plan que estaba echando hasta la primera papilla….pero…pero…¿por qué había hablado de una operación?

-         ¿Ted…Ted está…? –preguntó Alejandro.

-         ¡EN EL PUÑETERO QUIRÓFANO!  ¡Y EL MOCOSO ESTE POR AHÍ, PASÁNDOSELO BIEN!

-         Oye, estás siendo muy injusto. – barbotó Alejandro - Harry no sabía nada, ninguno sabíamos nada…

-         ¡SE LO LLEVÓ UNA AMBULANCIA! ¿QUIZÁ PENSASTE QUE SE LO LLEVARON DE  PASEO? – dijo Michael, con mucho sarcasmo.

-         ¡No te hagas ahora el hermano modelo, que tú estabas pasándola bien igual que todos! ¿Hablaste con papá? ¡Debiste  habérnoslo dicho! ¡Es nuestro hermano y no el tuyo, gilipollas!  - le soltó Alejandro.

Esas palabras transportaron a Michael a un nivel aún más alto de enfado, justo cuando creí que eso ya no era posible. Pensé que se liaría a golpes con Alejandro, pero con quien estaba más cabreado era conmigo, así que me agarró de la chaqueta y me empujó dentro de casa. Tropecé con el resbalón de la entrada y me caí al suelo. Me hice bastante daño y creo que Alejandro se dio cuenta porque me ayudó a levantarme en vez de reírse, o tal vez simplemente no estaba de humor para risas.

-         ¿Estás bien? – me dijo, y antes de que pudiera ordenar mis  ideas, mis miedos, mis remordimientos y mis diferentes dolores para darle alguna clase de respuesta, Michael volvió a agarrarme. - ¡Eh, tú, ten más cuidado! ¡Has hecho que se caiga!

Michael pasó de responderle y me empujó escaleras arriba. En algún momento mientras subíamos logré encontrar mi voz de nuevo.

-         Mi…michael…yo…

-         ¿Cuánto has bebido?

-         U…una copa… pero…muy cargada…

-         ¿Habías bebido antes?

-         N-no…

Me arrastró hasta mi cuarto donde por alguna razón Zach estaba tumbado sobre su cama medio llorando.

-         ¿Aun sigues? Vete, Zachary, quiero hablar con tu hermano. – le espetó Michael. Sonó bastante borde y Zach le miró con ojos rojos y algo hinchados. Debía de llevar un buen rato llorando.

-         Me encuentro mal… - gimoteó.

-         Eso es por hacer el idiota. Ve a lavarte la cara, deja de lloriquear y verás como te sientes mejor.

Zach soltó un sollozo y se dio prisa por largarse. Quise suplicarle que no lo hiciera, porque sentí que me había condenado a muerte.


- Alejandro´s POV -

Michael estaba fuera de control. Su enfado era desmedido, nos echaba la culpa de algo que no era justo. Ninguno sabía que Ted estaba tan mal. Me asusté mucho por mi hermano, y por la falta de información, pero apenas tuve tiempo para  imaginar qué tan grave estaba Ted porque Michael secuestró a Harry para hacer quién sabe qué. Había sido muy cruel en sus palabras. El enano era más sensible de lo que parecía y prácticamente le había acusado de ser un hermano de mierda. 

Decidí seguirles, preocupado por lo que Michael fuera capaz de hacer en ese estado, pero me encontré con Zach que salía llorando de su habitación. ¿La había pagado también con él?

-         Ey, Zach…¿qué ocurre, enano?

-         Me…snif… me duele mucho…snif….la cabeza.

-         ¿No estarás enfermo tu también?

-         N-no….snif…creo…snif… creo que es de llorar.

-         Ah. ¿Y por qué lloras? – pregunté, algo incómodo.

-         No…snif…no séeee – gimoteó, y soltó un nuevo sollozo.

Aquello era una casa de locos, en serio. Cada cual estaba peor que el anterior.

-         Bueno, vale… creo que podemos empezar por dejar de llorar, ¿eh, enano? Ven, anda, vamos al baño…Sí quieres me cuentas qué te pasa, o sino no, pero para ya o te pondrás peor…

-         Es que…snif… Michael...snif… Michael me pegó.

-         ¿Qué?

-         Y…snif….creo que fue injusto conmigo…snif…. y luego se fue….snif….y…y seguro que me odia.

-         Michael no te odia, Zach. No odia a nadie. No hagas caso de nada de lo que diga hoy, ¿eh? Digamos que está con la regla.

-         …. Es un tío…snif

-         Un tío que menstrua, pero en vez de sangre expulsa mala leche. Anda, ve a lavarte. ¿Necesitas que vaya contigo? Es que creo que tengo que salvar a Harry…

-         Vale…snif… ve…

Lo pensé un segundo, y le di un abrazo antes de alejarme, pensando que lo único que necesitaba era justo eso: un abrazo. Creo que le hizo sentir algo mejor.

Desde el cuarto de los gemelos  habían empezado a oírse muchos gritos. Iba a entrar a ver qué ocurría, pero Dylan se me adelantó.  Movía los dedos de las manos de una forma en la que casi parecía que no tuviera articulaciones, nervioso a más no poder.

-         Me...me…me duele la rodilla.  – dijo. Me acerqué a ver si es que se había dado un golpe, pero Michael me detuvo.

-         No tiene nada. Dylan, conmigo eso no te sirve. Vete.

-         ¡Me duele, me duele!

-         ¡No te creo! Ya sé a lo que juegas, y no cuela. – dijo Michael.

-         Pero tío ¿de qué hablas? Si dice que le duele… - empecé, pero no me dejó acabar.

-         Está mintiendo. Lo hace para distraer a Aidan cuando va a regañar a alguien. Supongo que está haciendo lo mismo conmigo.

Observé a Dylan tratando de ver si era cierto o si Michael estaba alucinando. Mi hermanito se fue entonces hacia una mesita, cogió una lámpara, y parecía que estaba a punto de dejarla caer sobre su pie.  Michael le agarró antes de que lo hiciera.

-         ¿Te has vuelto loco? ¿Te ibas a lesionar para salvar a ese imbécil? Mira Harry, aprende lo que es un hermano de verdad. Un crío de ocho años tiene más valores que tú. Pero eso no se hace, Dylan. No se hace. – dijo Michael, y  sin que me diera tiempo de hacer nada para evitarlo, le dio una palmada sobre el pantalón.

A Dylan. Le pegó a Dylan.

Cinco segundos después, como si el mundo se hubiera detenido unos instantes para luego retomar su curso, se escuchó un chillido agudo, desagradable, que iba más allá del llanto. Parecía mentira que ese sonido pudiera proceder del cuerpecito de un niño tan pequeño.

-         ¿¡POR QUÉ ME PEGAS!?  ¡YO NO TE PEGUÉ, NO TE PEGUÉ! ¿POR QUÉ ME PEGAS?

-         TIENES AUTISMO, NO RETRASO, ASÍ QUE DEJA DE HACERTE EL GILIPOLLAS Y DE APROVECHARTE. Sabes perfectamente qué ha sido eso. Ha sido un castigo, por mentir y tratar de hacerte daño. Así que no lo hagas de nuevo o te daré otra vez. Y ahora llora, patalea y haz lo que te de la gana, porque a mí, ¡NO ME DAS PENA!. Alejandro, llévatelo de aquí.

Tardé unos momentos en procesarlo todo y unos momentos más en entender que me estaba hablando a mí.

-         ¿TU ESTÁS GRILLAO? ¿HAS PERDIDO LA PUTA CABEZA? ¿QUIÉN COÑO TE CREES QUE ERES PARA PONERLE LA MANO ENCIMA ACOPLADO DE MIERDA? – bufé, y me tiré hacia él – ¡MIS HERMANOS NO SON TU SACO DE BOXEO. ZACH Y DYLAN NO TIENEN CULPA DE NADA MAMONAZO! ¡VETE A JODER LA VIDA DE OTROS, CAPULLO!

Lo que más me dolía de todo aquello es que yo sí le sentía como un hermano. No era ningún “acoplado” en mi mundo, pero se estaba portando como un verdadero imbécil.

Repentinamente Dylan había dejado de llorar y eso me extrañó. Le miré y le vi con los ojos muy abiertos.

-         Yo no tengo autismo.  – murmuró. Me horroricé al entender que Michael había revelado algo que Dylan aún no estaba preparado para escuchar.

-         Sí, sí lo tienes. Por eso vas a un colegio diferente al de los demás, por eso tu cuarto está lleno de adhesivos, y por eso Aidan te deja hacer lo que te da la gana. Aunque a mi entender eso es un error porque eres más listo de lo que aparentas. Y lo sabes.

-         ¡No tengo…no tengo autismo!

Dylan empezó a balancearse y miró la pared de una forma que yo ya conocía. Le sujeté a tiempo de que empezara a golpearse con ella. No sabía bien por qué hacía eso. Su médico tampoco estaba seguro, pero decía que cada autista tenía sus manías y sus formas de luchar contra los conflictos. Algunos rompían cosas y otros se golpeaban a sí mismos.

-         Sí lo tienes, y ni se te ocurra hacer eso o te doy otra, ¿eh? – le espetó Michael, levantando la mano. Dylan se tapó la cara y se apoyó contra mí, asustado.

-         Tócale de nuevo y te cortaré la mano – le avisé, en un tono que demostraba que no iba en broma.

Saqué a Dylan de ahí y le miré bien. Se me hacía raro ver que tenía los ojos húmedos, pero papá había dicho muchas veces que a su cuerpo no le pasaba nada. Que por poder, podía llorar con lágrimas aunque no soliera hacerlo.

Yo nunca había podido coger a Dylan en brazos, porque cuando él era más pequeño yo era demasiado pequeño también. Ahora  que tenía más fuerza podía coger a Kurt, pero no a Dylan, que además no siempre quería ser cogido y se revolvía un poco. Así que me senté con la espalda apoyada en la pared del pasillo y tiré de él para que se sentara a mi lado. Apenas opuso resistencia y al final acabó medio tumbado con la cabeza sobre mis piernas.

Me hubiera gustado saber qué estaba pensando. ¿Lloraba por que le habían pegado o por lo que había escuchado? Era difícil saberlo. Michael no era papá, así que tal vez Dylan no se lo había tomado como un castigo.

-         ¿Tengo autismo? – me preguntó tras unos segundos, con más calma de la que esperaba.

Sentí que esa era una conversación que debía tener con papá y no conmigo. Pero papá no estaba en ese momento, y yo sí. En mi casa, dada la cantidad de gente, era frecuente que uno de nosotros supliera el papel de Aidan, como cuando me tocó enseñarle a Cole a atarse los cordones.

-         Bueno… verás Dylan….lo cierto es que… - empecé, sin tener muy claro lo que debía decirle. ¿Debía mentir? Dylan jamás había sido capaz de aceptar lo que tenía. Yo siempre he pensado que algo se tenía que imaginar… iba con todos esos niños a un colegio especial… pero si le mencionabas el tema del autismo, él lo negaba.  -  ….sí….sí lo tienes. Por eso hay algunas cosas que te cuesta más hacer, como mirar a los ojos cuando te hablan, y otras que te cuestan menos, como recordar cosas. Tienes muy buena memoria, enano. El autismo no es… no es malo…sólo te hace….diferente.

Dylan me escuchó sin decir nada y yo medité un poco mis propias palabras, sin estar del todo de acuerdo en lo que había dicho. Sí era malo. Maldita sea, era una discapacidad. ¿De qué servía endulzarle las cosas?

-         Vas a… vas a enfrentarse a muchos retos, Dy, pero podrás con ellos, porque tú eres muy listo. Tu nivel de autismo es leve, y….y…¿sabes lo que es el autismo?

-         Sí. En c-clase nos lo e-explicaron.

-         ¿Y no te dijeron que tú lo tenías?

-         N-no.

Suspiré. Pensé unos segundos y recordé una de las muchas conversaciones que había tenido con papá al respecto. Miré a mi hermano a los ojos, o al menos lo intenté porque él esquivó mi mirada. Había visto a Dylan leer  una de las enciclopedias de  Ted…justo antes de partirla en cachitos con una tijera. El caso es que parecía capaz de leer cosas complejas y supongo que de comprenderlas, así que decidí hablarle con toda la exactitud de la que era capaz.

-         Tu tienes lo que se llama autismo de Alto Funcionamiento. Tú médico dijo que es difícil ver la diferencia entre eso y el síndrome de Asperger, pero que se inclinó por el autismo porque tardaste mucho en empezar a hablar. Sin embargo ahora hablas bastante bien. Tartamudeas a veces, pero usas bien las palabras. Eso es raro, y un signo de que tal vez sí tengas Asperger y no autismo. Es como si estuvieras en el límite de las dos cosas ¿sabes?

Dylan no respondió, ni dio signo alguno de haberme escuchado. Tal vez aquello no le interesara mucho. Al fin y al cabo, ¿qué más le daba a él el nombre técnico de lo que tenía? Lo que quería saber era lo que significaba…

Estaba buscando otra forma de abordar el tema cuando escuché varios gritos que sólo pude calificar como gritos de dolor. Tardé unos instantes en reconocer esa voz.

-         ¡Mierda puta, me olvidé de Harry! – exclamé, y volé de vuelta a la habitación de los mellizos, pero ya era tarde.

En ese cuarto había habido una batalla campal. Las cosas que tendrían que estar encima de la mesa estaban por el suelo, incluido el ordenador portátil y una lámpara. Pero lo más grotesco de todo fue ver a Michael forcejeando con Harry de una forma antinatural. Yo me había peleado alguna vez con Ted y muchas con Harry y en todas esas situaciones había habido empujones, algún que otro puñetazo, manotazos y otras formas de interacción violentas pero normales entre hermanos. Lo que estaba haciendo Michael era bien diferente. Trataba de mantenerle tumbado sin mucho éxito, a medias sobre él y a medias sobre la cama, mientras le golpeaba con una zapatilla.

La imagen era perturbadora, porque era como si Michael estuviera imitando a papá y a su particular forma de tratar nuestras cagadas, sólo que todo era mucho más violento y desmedido. Michael le estaba pegando solo en los muslos y el trasero, pero lo hacía muy fuerte y …con esa cosa… Harry gritaba de una forma en la que no lo hacía jamás con ninguno de los castigos de papá.

Por más que odiara las conversaciones con papá en las que solo hablaba su mano, debo reconocer que jamás me había lastimado. Nunca usaba toda su fuerza y rara vez perdía la calma. Michael estaba fuera de control. Estaba humillando y maltratando a mi hermano y le estaba haciendo verdadero daño. Le sacaba cinco años, después de todo, por lo que tenía bastante más fuerza, ya que además Harry nunca había sido ningún cachas.

-         ME …SNIF…ME DUELE….AU…AU…..PARA, PARA….AU…..NO VOLVERÉ A HACERLO PERO…SNIF…ME HACES DAÑO.

-         Acabo de empezar, Harry.

Durante unos segundos me quedé embobado ante aquella escena, viendo como Michael le golpeaba una y otra vez. No reaccioné hasta que Harry soltó un grito especialmente agudo y luego su llanto se volvió más intenso, como si hubiera llegado a alguna especie de límite.  Entonces me abalancé sobre ellos y traté de separarles. Harry se abrazó a mí como Hannah a papá después de una pesadilla. Nunca le había visto llorar así, casi ni respiraba.

-         ¡Alejandro, no te…! – empezó Michael.

-         ¿PERO TÚ TE HAS VUELTO  LOCO, HIJO DE PUTA? ¿TIENES SERRÍN EN EL CEREBRO?

-         Ted…snif…. va a ponerse bien ¿verdad Ale?  …snif ...snif – lloriqueó Harry. Horas antes, en aquella fiesta, era un adolescente tratando de ser hombrecito, y en ese momento era tan solo un niño pequeño pegado a mí.

-         Claro que sí, enano. Tú no te preocupes por eso. ¿Estás bien?

-         Me…snif…me duele…snif…mucho….me duele…au….snif…ai….

-         Como le hayas hecho algo Michael, te juro que…

-         ¿Algo como qué? – me cortó él, todo prepotente.

Traté de sentarme con Harry para que se clamara un poco, pero pegó tal brinco que me quedó claro que sentarse era imposible.

-         ¡Algo como eso, capullo! ¿Pero qué coño le has hecho?

Primero Zach, luego Dylan, y después Harry. Había hecho daño a tres de mis hermanos y tuve suficiente.  Me tiré a por él e hice que se cayera al suelo. Traté de golpearle, pero él pagaba todos mis golpes con una facilidad humillante. Hasta ese momento no había caído en la cuenta de lo ridículamente débil que yo era en comparación con él. Tenía unos brazos que ni un jugador de tenis…

- Aidan´s POV -


“Ted tiene un hematoma subdural. Es necesario intervenirle de urgencia o podría tener secuelas. Su vida ahora mismo corre peligro, señor Whitemore.”

Tardé un rato en procesar aquellas palabras, y un rato más en comprender todo lo que el doctor me iba explicando en aquél pasillo de hospital. Al parecer uno de los golpes que mi hijo recibió aquella maldita noche había provocado una pequeña acumulación de sangre en su cerebro, y eso podía conllevar desde una lesión cerebral hasta la muerte.

Me explicaron el procedimiento al que tenían que someterle y me trajeron con mucha prisa unos papeles para que los firmara. Temblaba tanto que apenas los pude leer, pero era una autorización legal, como tutor suyo que era.

Le tenían que perforar el cráneo. A mi niño le iban a hacer un agujero en la cabeza. Entré en el pánico más absoluto al darme cuenta de lo peligroso que eso era y no  supe cómo explicárselo a Ted. Tampoco sabía si iba a entenderme, ya que su estado empeoraba por minutos. Desde que había vuelto de la resonancia estaba más inconsciente que consciente. Me limité a estar con él, a apretarle la mano y a esperar a que vinieran a llevárselo a quirófano.

Empecé a rezar casi con superstición, pidiendo imposibles como que todo aquello fuera sólo una horrible pesadilla.

“Por favor, Dios, no puedes dejar que le pase nada. No puede pasarle nada, sólo es un niño….es mi niño… no me lo quites….”



Ojalá pudiera decir que me mantuve entero mientras el camillero le sacaba de la habitación, pero lo cierto es que no recuerdo haber llorado tanto en toda mi vida. De milagro recordé que tenía que avisar al resto de mis hijos de que no íbamos a regresar. Hablar con Michael fue tan difícil… pero me ayudó a recordar que tenía que ser fuerte. Había doce chicos que dependían de mí, y uno en especial al que no podía fallarle en ese momento.

Las dos horas en las que Ted estuvo dentro de aquél quirófano fueron un auténtico infierno para mí. No dejé de torturarme con pensamientos negativos, con las cosas horribles que podían suceder, con la posibilidad de que Ted saliera con secuelas de aquél quirófano, o simplemente que no saliera… Los médicos me habían advertido que la operación  tenía riesgos. ¿Cómo no iba a tenerlos si iban…iban a meterle un taladro en la cabeza?

Hubo unos minutos en los que pensé que me moría. ¿No estaban tardando demasiado?  Seguro que algo había ido mal. Me arrepentí de haberle dicho a Michael que no viniera porque sentí que si alguno de mis hijos hubiese estado allí conmigo lo hubiera llevado mejor. Entonces, justo en uno de mis peores momentos, se acercó a mí una pequeña muchedumbre con cámaras, micrófonos y todo.

-         ¡Les he dicho que no pueden entrar aquí, esto es un hospital! ¡Seguridad, seguridad! – exclamó una enfermera.

-         ¡Señor Whitemore! Señor Whitemore,  ¿es cierto que su hermano  resultó herido de la pelea de hace dos noches?

-         ¡Aidan! Aidan, nos han dicho que  Ted es inocente, y es sólo una víctima. ¿Qué nos puedes decir de todo esto?

Me les quedé mirando, incapaz de articular palabra, sin poderme creer que realmente estuvieran allí en busca de un titular mientras la vida de mi hijo se decidía tras las puertas contiguas.

-         ¡Por el amor de Dios, os dije que este no es el momento! –se alzó una voz por encima de las demás. La reconocí enseguida. Era Holly.

-         ¿Qué haces aquí? – pregunté, contento y a la vez sorprendido de verla.

-         Bueno, te prometí que te ayudaría a contar la verdad sobre tu hijo, y eso hice. Todo esto ha tenido tanta repercusión que en una cadena de televisión estaban preparando un reportaje especial para llegar al fondo de esta mentira, así que me prohibieron redactar ningún artículo hasta la emisión de ese programa. Pero luego se extendió el rumor de que le habían ingresado en el hospital, y todo el mundo se volvió loco. Estos que ves aquí son los que van a limpiar el nombre de tu hijo. Son amigos míos, son buena gente, pero por lo visto son incapaces de entender una frase tan sencilla como “quedaros en la puerta”.

-         Nos llevaremos la exclusiva, Holly.

-         Me da igual la exclusiva, Roy. Largaos de aquí o buscaros otra colaboradora – les espetó Holly. No hizo falta nada más, sin embargo, porque en ese momento llegaron dos tipos de seguridad, dispuestos a acompañarles amablemente hasta la salida.

-         La señorita se queda – dije yo, cuando la instaron a acompañarles también – Está conmigo.

Holly me miró con agradecimiento, y se sentó al lado de la silla en la que me dejé caer.

-         ¿Cómo estás? – me preguntó – Y lo digo en serio, así que evita las respuestas automáticas. ¿Necesitas algo? ¿Te traigo un té? ¿Has comido?

-         No puedo pensar en comer ahora. Mi…mi hijo…Ted…

-         ¿Qué le ha pasado exactamente?

-         Es por…por los golpes que recibió… le han producido un hematoma en la cabeza y…le están operando de urgencia.

Holly me rozó la mano con los dedos y luego me la apretó. Ese gesto me reconfortó un poco. Sus manos se sentían suaves y cálidas, aunque tal vez fuera porque las mías estaban muy frías.

-         Ey – me llamó, para que la mirara. Sus ojos claros brillaban intensamente, como con vida propia – Se va a poner bien.

Esa fue la primera vez en todo aquél día que esas palabras me sonaron reales.  Creí en ellas con todas mis fuerzas, y apoyé la cabeza en la pared con algo de paz.

Holly era una buena acompañante de hospital. No se movió de mi lado en ningún  momento, pero tampoco trató de iniciar una conversación. Simplemente estaba allí, en silencio, apoyándome. Eso me sirvió por un rato, pero luego volvieron los pensamientos negativos. La aguja del reloj parecía no moverse ni un milímetro y a mí iba a darme un ataque.

-         ¿Puedes hablarme de algo? ….Lo que sea…Sólo…dístraeme.  – la pedí, o más bien la supliqué.

-         Claro…. Mmm…esto… veamos… ah, sí, esto te hará reír. Hoy cuando llego a casa me encuentro a mi peque  muy enfadado porque esta mañana no le dejé ir disfrazado al colegio. Ya se había molestado el día anterior  pero hoy seguía con el tema y me ha perseguido por toda la casa hablándome de eso, mientras yo hacía cosas. Al final, furioso porque según él no le hacía caso, me suelta: «¡Yo nací de tu barriga, sé todo lo que piensas!».

Sonreí un poquito porque Holly puso una voz infantil muy lograda.

-         ¿Qué edad tiene? – la pregunté.

-         Cinco añitos.

-         ¿Es el más pequeño? – inquirí, tratando de encajar el  sonajero que me enseñó en foto una vez.

-         No, qué va. 

Iba a decirme algo más, pero en ese momento me llamaron por el altavoz. Intercambié una mirada con Holly y volé hacia recepción, donde me esperaba el doctor que estaba atendiendo a mi hijo.

-         ¿Cómo…cómo está?

El hombre dudó un segundo antes de responder.

-         Hemos… hemos drenado la sangre acumulada pero… hasta que no despierte no sabremos si…todo está bien.

-         ¿Si todo está bien? ¿Qué quiere decir?

-         Señor Whitemore, es habitual que después de una lesión como esta queden algunas secuelas… 

-         ¿Secuelas? – me alarmé.

-         Como digo, no lo sabremos hasta que despierte…

Me apoyé en el recibidor tratando de respirar hondo. Mi hijo estaba bien…. Estaba vivo. E iba a estar bien…. Iba a estar bien, ¿verdad?

-         ¿Qué clase de secuelas, doctor? ¿A qué se refiere?

-         Con toda probabilidad necesitará medicación para prevenir posibles ataques epilépticos,  y aun con eso es probable que tenga alguno.
Bueno, Dylan los sufría a veces también. Era malo, pero no horrible.

-         Entiendo…

-         Y… puede que… puede que sufra otras consecuencias como… pérdida de memoria… o mareos… problemas de concentración… dolores de cabeza….y debilidad muscular.  Esto puede ser temporal, permanente, o puede que no presente nada de esto en absoluto.

-         ¿Per…permanente? ¿Pérdida de memoria permanente?

-         No estamos hablando de que no fuera a recordar nada, señor Whitemore. Sólo algunos detalles, y en cualquier caso son sólo especulaciones. Lo único que podemos hacer ahora es esperar a que se despierte. Si me disculpa, tengo que volver con él. Mis compañeros le llevarán ahora a una sala donde podrá verlo, pero dormirá aún por muchas horas.

Me quedé ahí apoyado mientras el  médico se iba. Había estado a punto de perderle. Recién en ese momento me daba cuenta de cuán grave había sido lo que le había pasado. Había corrido un grave peligro, y por eso  las posibles secuelas  que le quedaran tenía que tomármelas como un mal menor… Pero… mi niño… mi hijo…

Holly se acercó a mí en cuanto el doctor se marchó, y puso una mano en mi hombro en un gesto de ánimo.

-         ¿Qué ha dicho? ¿Cómo está?

-         Yo…yo no sabía… no parecía que le hubieran dado tan fuerte… no…no tenía heridas en la cabeza y… jamás pensé…que las pudiera tener por dentro… Yo… él no me dijo… no le dolía tanto…no sabía…

-         Aidan, Aidan, tranquilo…

Puso sus manos en cada una de mis mejillas como buscando contenerme, y en parte funcionó.

-         Está bien… Él ahora está bien… Pero quizá le queden secuelas – logré decir.

Sin previo aviso, Holly me abrazó. Debo reconocer que fue raro, porque pese a sus tacones y a que era bastante alta, yo la seguía sacando varios centímetros. Fue raro también porque si me paraba a analizarlo no era lógico que tuviera tanta confianza con aquella mujer a la que apenas conocía. Pero lo cierto es que la tenía, y que su abrazo fue un bálsamo curativo para gran parte de mi angustia.

-         Ve a verle – me dijo – Te espero aquí.

Sus palabras me indicaron que me estaban esperando, y efectivamente un doctor nos observaba con una sonrisa de circunstancias. Me fui con él por un pasillo largo hasta llegar a una habitación con puertas de cristal. Me sorprendí al leer que era la Unidad de Cuidados Intensivos.

-         ¿La UCI?  ¿Le han traído a la UCI?

-         Es el protocolo tras todas las intervenciones de riesgo. Su hermano estará mejor atendido aquí.

-         Mi hijo. Es mi hijo. ¿Puedo entrar?

-         No… tiene que quedarse aquí. Lo puede ver a través del cristal. Cuando despierte lo trasladaremos a planta y ahí sí podrá entrar y estar con él.

Una mujer corrió una cortina desde dentro, y entonces pude ver a Ted, tumbado en una cama, rodeado de tubos, y máquinas que le monotorizaban las pulsaciones y no sé cuántas cosas más. La última vez que estuvimos en el hospital no había tenido tantas cosas a su alrededor. No parecía tan… frágil.

Apoyé una mano en el cristal deseando poder atravesarlo. Me quedé allí un rato, pero me dijeron que me tenía que ir… que me avisarían si había alguna novedad… En ese momento les odié por separarme de mi hijo, y tuve que obligarme a recordar que tenía que estar agradecido porque le habían salvado la vida.

Volví a la sala de espera  y Holly todavía estaba allí, aguardándome.  Por primera vez en aquella tarde-noche caí en la cuenta de que era el día de Halloween y en vez de estar con sus hijos estaba allí, conmigo. ¿No prefería estar con ellos, comiendo chucherías y demás? Además, fuera el día que fuera, para alguien con tantos hijos suponía un gran esfuerzo pasar mucho  rato lejos de casa, lo sabía por experiencia.

-         Gracias por estar aquí…

-         No hay por qué darlas. ¿Cómo está?

-         Dormido. Apenas he podido verle: no me dejaban entrar.

-         Se pondrá bien. Lo peor ha pasado ya – me dijo, para darme ánimos.

Asentí sin decir nada y me froté la cara, con cansancio. Saqué el móvil para ver si tenía alguna llamada de casa y casi me da un patatús al ver diez llamadas perdidas de un número poco familiar. Estaba tratando de recordar quién era, porque no le tenía guardado en la agenda, cuando recibí justo otra llamada suya. 

Si es que estaba prohibido hablar por teléfono en aquella sala, todo el mundo se estaba saltando la norma así que yo hice otro tanto y cogí la llamada.

- ¿Dígame?

-         Aidan…soy George Morrinson, tu vecino…

-         Ah, hola señor Morrinson… ¿qué ocurre?

-         Llevo tratando de dar contigo  un buen rato…. Recordé que tenía tu teléfono por si ocurría alguna emergencia y…lo cierto es que…. esta tarde vi una ambulancia en tu puerta, sé que tus chicos están solos, y llevo un rato escuchando ruidos fuertes, golpes…y creo que hay una ventana rota… no sé…no sé muy bien que está pasando pero… pensé que...que tenía que avisarte.

-         ¿Una ventana rota? Caramba…yo… bueno, muchas gracias…¿sabe si están todos bien?

-         Ahora no puedo salir de casa, tengo la espalda mal y no puedo ponerme en pie… pero se les oye…

-         De acuerdo…gracias por llamarme… yo…bueno, gracias… lamento que le estén molestando… iré… en cuanto pueda….

-         ¡No te he llamado porque me molesten!  Sólo… me preocupan…

-         Gra…gracias por llamar… Ha sido muy amable…Adiós…

Cerré el móvil y faltó poco para que lo estampara contra la pared.

-         ¿Qué pasa? – preguntó Holly.

-         Que no puedo dejarles solos ni dos segundos, eso pasa… Algo está ocurriendo en mi casa, pero yo no puedo irme y dejar a Ted…

-         ¿Están solos?

-         No tengo con quien dejarles… Bueno, mi hijo mayor…. Tiene dieciocho, está con ellos… no sé que habrá pasado… me ha llamado un vecino diciendo que hay ruido, y gritos, y cristales rotos…

-         Ay madre… Deberías ir…

-         ¡Pero no puedo dejar sólo a Ted! ¡Él me necesita aquí! – exclamé, desesperado por no poder dividirme. Holly frotó mi brazo con comprensión, y me di cuenta que era ya la tercera o la cuarta vez que me tocaba sin que mi cuerpo sintiera ningún rechazo… No me había inmutado cuando me abrazó… No sentí miedo…. Era la primera persona, que no fueran mis hijos, con la que me pasaba…

-         Vamos a pensar tus opciones con calma. – propuso.

-         ¿Qué opciones? No puedo irme de aquí. Ya lo hice cuando tuvo apendicitis y sólo porque sabía que estaba bien. No podía hacer otra cosa y él lo entendió, más o menos. Pero esto es diferente. No puedo dejarle solo en el hospital ahora.

-         Eso lo entiendo, Aidan, pero en tu casa puede estar pasando algo serio. No te habrían llamado por tonterías ¿o sí?

-         No… el vecino no llamaría si no fuera serio… es un buen hombre…un señor muy mayor, que les tiene cariño…

Cerré los ojos y respiré hondo, como si el oxígeno fuera a tener la solución a mi dilema. Puede que mis hijos tuvieran algún problema grave, desde luego algo estaba pasando, y yo no podía ignorar eso.  Además tenía niños pequeños en casa y no iba a poder dejarles solos por siempre. Tendría que ir en algún momento. ¿Qué iba a hacer con Ted?

-         Ted despertará en unas horas, y yo tengo que estar aquí cuando despierte… - dije, aunque fue más como una promesa.

-         Te da tiempo a ir y volver.  – opinó Holly.

-         ¿Qué?

-         Has dicho que tardará unas horas. Te da tiempo a ir, ver qué ocurre, y volver. Yo me quedaré aquí y si hay alguna novedad, la que sea, te llamo.

-         No puedo pedirte eso…

-         Y no me lo has pedido, te lo he dicho yo.  Escucha, ahora mismo necesitas ayuda, y aquí me tienes, así que…

-         ¿De verdad harías eso? – pregunté, con incredulidad.

-         ¿No te lo estoy diciendo?

-         ¿Y por qué?

Pareció pensárselo antes de responder, como si quisiera ocultar el verdadero motivo.

-         Sé lo que es estar desbordado, y desear poder estar en dos lugares a la vez. La gente en esos casos suele decir “¿ves como tienes demasiados hijos?” en vez de echarte un cable. Y es sumamente odioso.

-         Te agradezco el ofrecimiento, pero…

-         No tienes más alternativas, Aidan. – me cortó. – No gastes tiempo discutiendo ni siendo cortés cuando sabes que tienes que ir…

-         Ya puede haberse caído el techo o algo así, porque sino les voy a matar – gruñí, mientras marcaba en el móvil el teléfono de casa. Nadie me lo cogió, así que luego marqué uno a uno el móvil de mis hijos mayores, y nada. ¿Para qué corcho tenían uno?

Aquello terminó de decidirme, porque al no poder hablar con ninguno mi preocupación aumentó. Miré a Holly con infinito agradecimiento.
-         Tardaré lo menos posible. Está en la sala dos. Si se niegan a darte información  pues… miente y di que eres…su tía o…o lo que quieras… Gracias Holly… en serio gracias… si te dicen algo…cualquier cosa, me llamas.

La di un beso en la mejilla y me marché casi corriendo, sin pensar mucho en que estaba dejando a mi  hijo en la UCI o jamás habría sido capaz de irme.

Cogí un taxi para llegar antes a casa y efectivamente comprobé que una de las ventanas delanteras estaba rota. El culpable debía de ser el trofeo de natación de Ted que descansaba sobre el césped. Alguien debía haberlo empotrado contra el cristal.

Abrí la puerta principal y enseguida escuché los gritos de lo que parecía una discusión monumental.

-         ….¡A VER SI TE ENTERAS DE UNA VEZ DE QUE ERES EL ÚLTIMO MONO AQUÍ, ERES POCO MÁS QUE UN INVITADO ASI QUE NO PRETENDAS DAR LECCIONES DE NADA Y MENOS CUANDO SÓLO ERES UN ANIMAL SIN ESCRÚPULOS!

Esa era la voz de Alejandro. Subí las escaleras con miedo a lo que fuera encontrar.

-         ¡TE REPITO QUE AIDAN HABRÍA HECHO LO MISMO!  - ese fue Michael.

-         ¡MI PADRE JAMÁS LE HARIA ESO A MIS HERMANOS!

-         ¿Por qué no dejáis que yo decida lo que haría o no?  - les dije, y entonces llegué al último escalón y les vi.

Desearía no haberlo hecho. Michael tenía una brecha en la cabeza, y como es lógico yo estaba en ese momento muy sensible con los golpes en la frente y aledaños. Alejandro por su parte sangraba un poco por la nariz.

-         ¡Papá!

-         ¡Aidan!

-         ¿SE PUEDE SABER QUÉ HA PASADO AQUÍ? – bramé, sintiendo que me hervía la sangre. El resto de mis hijos observaban la escena con expresiones asustadas, aunque a decir verdad faltaban algunos. No vi a  Zach y a Harry por ningún lado.

-         ¡ESA RATA RASTRERA QUE TIENES POR HIJO SE FUE DE…

-         …¡EL MUY BESTIA LE DIO A HARRY CON…

-         …ASI QUE ME OCUPÉ DE…

-         …Y LUEGO LE…

Se sucedieron una serie de recriminaciones a grito limpio, de las que entendí muy poco.

-¡Basta! ¡De uno en uno, así no entiendo nada! ¡DIJE QUE BASTA, SILENCIO YA! ¡NO ME PUEDO CREER ESTO! ¿Sabéis que me ha llamado el vecino? ¿Es que no puedo confiar en que estéis sin armarla una sola tarde? Se supone que les estabas cuidando, Michael.

-         ¡Eso hice! ¡Pero Harry se escapó para ir a su estúpida fiesta!

-         ¿Qué?

-         Y bebió y todo.

-         ¡Pero Michael le dio  una paliza por eso! ¡Y le hizo mucho daño!  ¡Y también pegó a Zach!…¡Y a Dylan! – dijo Alejandro.

Le miré fijamente para ver si me mentía, pero nada en su expresión me hizo pensar que se lo hubiera inventado. Noté como cada uno de mis músculos se ponía tirante.

-         Sólo les castigué… - empezó Michael, pero levanté la mano, para que se callara.

Me agaché junto a Dylan, que estaba abrazado a Barie, histérico por toda aquella situación. En realidad no necesitaba su confirmación, sólo quería saber cómo estaba él.

-         ¿Es eso cierto, campeón?  Dylan. Dylan, te estoy hablando. ¿Es cierto?

-         ¿Si es cierto qué?

-         ¿Michael te pegó? – le pregunté, con voz dulce. Traté de acariciarle la mejilla pero se apartó. Suspiré.

-         Dijo que soy autista. Soy…soy…Dylan es autista, Dylan está enfermo.

Cuando entendí lo que esas palabras significaban, el hecho de que mi hijo había asumido lo que era y no de la mejor manera, me puse de pie rápidamente y me encaré con Michael.

-         ¿CÓMO COÑO SE TE OCURRE?

-         Pa… papá…

-         ¡¿CÓMO SE TE OCURRE, MICHAEL!?

Se quedó mudo y agachó un poco la cabeza. De nuevo me fijé en la sangre de su frente, preguntándome si iba a necesitar puntos. Me dije que ya me ocuparía de eso más adelante. Una prueba del nivel sobrehumano de enfado que tenía fue el hecho de que pospusiera el ocuparme de su herida.

-         ¿Entiendes que he dejado a tu hermano RECIÉN OPERADO en la unidad de CUIDADOS INTENSIVOS?  ¿Acaso no te dije que iban a hacerle una operación grave? ¿No podías ayudarme un poco? ¿Es mucho pedir un poco de paz por aquí para poder quedarme con Ted?  ¿ENTIENDES QUE CASI LE PIERDO, JODER? ¿QUÉ PUEDE TENER PROBLEMAS PARA TODA SU VIDA? ¡TENDRÍA QUE ESTAR ALLÍ CON ÉL Y NO AQUÍ OCUPÁNDOME DE VOSOTROS PORQUE OS HA DADO POR HACER EL IDIOTA! ¡LA VENTANA ESTÁ ROTA, TU ESTÁS SANGRANDO, ALEJANDRO TIENE UN GOLPE EN LA NARIZ QUE DEDUZCO QUE NO SE HA HECHO SOLO, EL OTRO SE VA DE FIESTA Y TÚ….¡AUN NO SÉ EXACTAMENTE QUÉ ES LO QUE HAS HECHO TÚ PERO COMO HAYAS HECHO DAÑO A ALGUNO DE ELLOS NO QUIERES ESTAR AHÍ PARA VER QUÉ PASA!

Entonces mis hijos pequeños me recordaron su presencia con un llanto histérico. No había medido mis palabras frente a ellos, y les había asustado, más de lo que ya debían estar.

-         Mierda. No chicos…no…Ted va a estar bien…. veréis que sí…yo sólo…

-         ¿Papi?

Zach asomó la cabeza desde su cuarto, lloriqueando un poco.

-         Zach…

-         Papi…snif….¿puedes venir un momento?

-         ¿Qué pasa, cariño? – me acerqué a él, recriminándome el haber estallado de esa forma delante de todos.

Me hizo entrar en su cuarto, y ahí vi a Harry tumbado en su cama, llorando a más no poder. Deduje que era lo que Zach quería que viese. Dudé un momento. Si era cierto todo lo que me habían dicho Harry se había escapado para irse a la dichosa fiesta pero, según  Alejandro, Michael le había pegado por ello y le había hecho daño.  Así que en vez de ponerme a gritar como el basilisco que estaba despertando dentro de mí, conté hasta diez.

-         Harry, ¿qué te pasa, campeón?

-         ¡Papá! – gimoteó. Trató de ponerse en pie y al hacerlo puso una mueva de dolor. Vale, ahí sí me preocupé. Voló hasta mí y me abrazó. – Papá…¿Ted está bien?

-         Le han…le han operado, pequeño, pero está bien. Aunque hay que esperar a que despierte.

-         Papá… te juro que yo no sabía…snif… pensé que sólo…que no era nada….snif… y quería tanto ir a esa fiesta…

-         Pero yo te dije que no, ¿mm? – regañé suavemente, acariciándole el pelo- Te dije que no podías, y por eso se vino Will. ¿Qué pasó con él?

-         Lo de ir a la fiesta fue idea suya… Ya está en su casa… Papi, me duele…

-         ¿El qué te duele, Harry?

Noté que se avergonzaba y se negó a responderme, lo cual  terminó de confirmarme que parte del cuerpo le dolía exactamente. Sin soltarle, le bajé un poquito la ropa esperando encontrarme su piel algo colorada, pero lo que vi fue mucho pero que eso. La piel de Harry estaba amoratada. Horrorizado seguí bajando y vi un enorme cardenal violeta oscuro.   Le abracé muy fuerte mientras él escondía la cara en mi pecho.

-         ¡MICHAEL, TE VOY A MATAR!

No sé si alguna vez le había gritado eso a alguno de mis hijos y sobra decir que en verdad no lo sentía, pero el enfado que experimenté fue uno de los peores de toda mi vida. Eran simplemente demasiadas cosas juntas.

Michael, que evidentemente escuchó mi grito, se asomó un poco aunque se quedó en la puerta. Me gustó que viniera y decidí mostrarle lo que había hecho. Le di un beso a Harry y volví a bajar un poco su ropa. Lo hice con cuidado, mirando a ver si él hacia amago de detenerme ya que no pretendía avergonzarle. De todas formas no tuve que bajarlo mucho porque el cardenal empezaba bastante arriba.

-         ¿Tienes alguna explicación? – exigí.

Michael entreabrió un poco la boca, sorprendido.

-         ¿Y para lo de Dylan? ¿Tienes alguna explicación? ¿Y qué pasó con Zach? ¿Con la ventana? ¿Con tu frente, con la nariz de Alejandro? ¿Hay explicación para todo eso?

-         Yo… sólo quería hacer las cosas bien… Me molestó tanto que… les diera igual lo de Ted…

-         ¡Ellos no lo sabían, Michael!. Si tú estás molesto imagínate cómo estoy yo que le dejé sólo en el hospital. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? No, en serio ¿qué hago?

-         Castigarme – respondió Harry, como si la pregunta hubiera ido dirigida a él – Esto es culpa mía.

-         No, pequeño – le besé la cabeza- Cada uno tiene culpa de lo que hizo cada uno,  y me parece que tú saldaste tu cuenta con creces. ¿Te has puesto pomada?

Harry asintió, sin despegarse de mí, todo mimoso.  ¿Hasta qué punto le dolía? Me mordí el labio. Infravalorar el daño de uno de mis hijos ya me había costado muy caro.

-         ¿Quieres que vayamos al médico?

-         No, papá, tú preocúpate de Ted…

Tiré de su mentón para levantarle la cabeza y que me mirara.

-         No te pregunté por Ted, te pregunté por ti. ¿Quieres que vayamos al médico? No pienses en nada más y sólo dímelo, ¿mm?

-         No… déjalo… duele un poco pero el médico no podrá hacer más que mandarme una pomada, y eso ya lo tengo… además… sería horriblemente vergonzoso y…

Harry se mordió el labio y sus ojos se inundaron de nuevas lágrimas. Su hermano le había castigado desproporcionadamente. Tenía que sentirse herido y humillado. De hecho consideré que rra capaz de hablar abiertamente del tema conmigo solo porque me tenía mucha confianza.

-         Campeón, te debo una conversación y muchos mimos, pero tengo que volver con Ted y asesinar a tus hermanos. ¿Por qué no intentar dormir un rato, eh?

Harry asintió y se frotó un poco los ojos, más tranquilo. Le llevé hasta su cama y le saqué un pijama del cajón.

-         Te quiero ¿vale? Si te duele mucho  me lo dices.

Salí de la habitación revolviéndole el pelo a Zach al pasar.

-         ¿Tú estás bien?

-         Sí…

-         ¿Te pegó también?

-         Poquito.

-         ¿Qué hiciste tú, eh, granuja?

-         Nada…. Sólo traté de cubrir a Harry

Le di un beso a él también y fui con Michael, que me esperaba tras la puerta.

-         Tú y yo vamos a hablar seriamente. Pero muy seriamente.  Pero antes vamos a ocuparnos de esa herida, y de la de Alejandro. Ve al baño.

Afortunadamente para él, y para mis nervios, me hizo caso. Fui a buscar a Alejandro y le encontré tratando de recoger el desastre que era su habitación.  Las cosas rodaban por el suelo, y creo que habían roto la silla.

-         Todo lo que esté roto lo pagaréis vosotros – le dije. Se giró sobresaltado, porque no me había visto. - ¿Qué pasó aquí?

-         Nos peleamos… Cuando vi lo que le hizo a Harry, yo….

-         Entiendo lo que sentiste, pero liarte a golpes no soluciona nada. ¿Qué pasó con el cristal?

-         Le lancé lo primero que pillé a Michael… le acerté en la cabeza, pero no de lleno, y se fue por la ventana…

-         El trofeo… ¿LE TIRASTE UN TROFEO A TU HERMANO? ¿A LA CABEZA? ¿¡PERO ES QUE NOS HEMOS VUELTO TODOS LOCOS!?

-         ¡Pues él desde luego sí! ¡Tú no le viste! Se puso en plan “todos sois gilipollas” y se desquitó con Harry! Y también le dio a Dylan y tuve que explicarle todo lo que oyó…y por cierto, deberías hablar con él.

-         Lo haré, tengo que hablar con mucha gente, pero debo establecer unas prioridades. Tu hermano está prácticamente sólo en el hospital, Alejandro.

-         ¿Prácticamente?

-         Una amiga está con él. Pero no voy a abusar de su tiempo. Ve al baño, a que te cure esa nariz. Tendrías que haberte puesto un papel. No te sangra mucho, pero por lo que veo no ha parado. Tienes toda la camiseta roja. Anda, vamos.

Tuve miedo de que esos dos empezaran a matarse otra vez en el baño, pero por lo visto ya estaban tranquilos. Le lavé la cara a Alejandro y le miré bien. No parecía nada serio, pero le hice mirar al techo por un rato. Luego me centré en Michael.

-         Tú vas a venirte conmigo ahora al hospital.

-         ¿Qué?

-         Vas a venirte a que te vean  esa herida, por si necesita puntos.

-         Qué va… Me he hecho muchas heridas ¿vale? Esto no es nada. Me dio de refilón. Es más como un raspón.

-         Eso lo decidiré yo – medió gruñí, y a él también le lave el golpe.

Se lo examiné bien y me dejé convencer por la idea de que no era grave. Una vez limpio el cortecito no era más que algo superficial. Había tenido suerte. Saqué un algodón y agua oxigenada y se la desinfecté. Luego le puse una tirita.

-         Aichs, no exageres, no necesito eso…

-         Te aconsejo que hables sólo cuando te pregunten, Michael. Ya estás en demasiados problemas. - le espeté – Ahora espera fuera, que tengo que hablar con tu hermano.

Michael pareció sentirse aliviado porque le dejara marchar, así que me quedé a solas con Alejandro en el baño. Le pedí que me contara paso por paso todo lo que me había perdido y de ahí fui extrayendo conclusiones. Según su punto de vista Michael no tenía motivos para ponerse así, y ciertamente se había pasado, pero yo consideré que simplemente se había visto desbordado.

-         Gracias por haber ido a por Harry, Alejandro, y por llevar a su amigo a casa. Y por hablar con Dylan  y tratar de ayudarle. Has sido un buen hermano mayor.

Alejandro se hinchó un poco, pero no se animó a darme un abrazo, creo que porque intuía que iba a hacer algo más que felicitarle.

-         Hiciste lo correcto al enfrentarte a Michael, porque se excedió con Harry, pero esa no es la forma. Pelear como animales nunca ha sido la solución. Destrozar la casa y las ventanas tampoco.  Y, préstame atención por favor, porque esto es importante y lo diré solo una vez, si vuelves a tirar cualquier objeto pesado contra alguno de tus hermanos te llevaré a terapia de control de la ira.

-         Se me fue… No pretendía… es decir, yo… estaba enfadado.

-         Ya sé que estabas enfadado, pero le podías haber abierto la cabeza. Le podías haber matado. Te disculparás con él después, y también quiero aclarar contigo algunas de las cosas que escuché cuando llegué a casa. Él es parte de esta familia, no es ningún invitado, y no quiero que digas eso para atacarle.

-         Él nos llamó egoístas…Y no es justo, papá, eso no es justo, porque ninguno sabía lo que le pasaba a Ted. Nos asustamos con la ambulancia, pero siguieron los juegos y todo y esperábamos que volvierais en seguida con alguna medicina o algo así. Nadie se podía imaginar…

-         Lo sé, Alejandro. Michael sobrerreaccionó, porque se preocupa mucho por Ted y yo no hice bien en contarle lo que estaba pasando. Se asustó, se puso histérico, y vosotros sufristeis las consecuencias.  Pero tú tampoco actuaste bien. Alejandro, esto no puede volver a pasar. No puedes lanzarle cosas. No puedes lanzarle un trofeo, maldita sea.

Estaba logrando controlar el volumen de mi voz con un esfuerzo épico.

-         Papá… ¿estás bien? Tienes mala cara…

-         No tuve un buen día – respondí, con algo de sarcasmo. Lo que en verdad quería decir era algo así como: “¿En serio? No me digas. ¿Por qué crees que sea? Tal vez porque tengo un hijo ingresado pero en vez de estar allí estoy aquí para solucionar las idioteces de mis otros hijos”.

-         Lo siento… no estés enfadado… yo… no quería darte problemas, de verdad que no.

Respiré hondo.

-         No me das problema, me das dolores de cabeza, bichejo – le dije, y tiré de él para abrazarle - ¿Sabes que te tengo que castigar?

-         Noooo.

-         Síiii. Sabes perfectamente lo que opino de las peleas y los insultos. Incluso aunque entienda el motivo.

-         Pues no te suelto y así no me puedes pegar – me dijo, restregándose mimoso contra mi camiseta. Aquello me sorprendió bastante, pero luego entendí que había sido una tarde difícil para él también, y que debía de haberse preocupado por Ted y por todo.

-         Buen intento pero… en realidad puedo hacerlo así también – respondí, y apreté un poco el abrazo con una mano, para bajar la otra hasta donde terminaba su espalda.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         Au…aichs…¡Ufa! … ha sido muy fuerte.

-         Pero fueron sólo quince. Tendrían que ser muchas más y es por eso que estás castigado sin paga. Por eso, y porque todo tu dinero de los próximos meses va a ir destinado a pagar la ventana rota y otros desperfectos.

Esperé a ver su reacción, pero no hizo nada más que restregarse un poco más, como un gatito.

-         … Me salió barato – dijo al final.

-         Es que considero que asesinar un hijo por noche ya es bastante. Y como a tu hermano lo voy a matar, pues…

-         ¿A qué hermano? A Harry ni lo toques ¿eh?


-         No, a él no.. A Michael.

-         Ah, bueno. A él destrózalo. Sé malo. Pero déjalo vivo. Necesito a alguien que se meta en más líos que yo, he comprobado que me beneficia.

-         Me pregunto cómo puedes ser tan caradura. Anda, ve a ponerte el pijama, o por lo menos ropa limpia, que tienes la camiseta manchada.

-         No sin mi beso – exigió.

-         ¿Quién eres tú y qué hiciste con mi adolescente malhumorado y anti-mimos? – le pregunté, y le besé en la cabeza.

-         …Llegué a asustarme de verdad…. Aún estoy algo asustado porque tú lo estás. Te lo noto. Tienes miedo por Ted.

Se me formó un nudo en la garganta, o quizá sólo se hizo más grande el que ya tenía.

-         Tu padre se preocupa demasiado, sólo eso… - le dije, tratando de restarle importancia. Se fue a cambiarse y yo fui a buscar a Michael. Con él la conversación iba a ser muy diferente.

Le encontré en la puerta del cuarto de Harry y Zach, observando a los gemelos por la puerta entreabierta, creo que esperando que no le vieran. Quise ver en ese gesto algo de remordimiento por su forma de proceder.

-         Michael – le llamé. Se giró, suspiró, y se acercó. – Vamos a mi cuarto.

Le guié hasta mi habitación, y cerré la puerta. No tenía ni idea de cómo empezar, pero eso no fue un problema porque fue Michael quien habló primero.

-         Aidan… papá…Yo…¿Ted está bien?

-         Pues no lo sé, Michael, porque en vez de estar allí con él, estoy aquí, preguntándome cómo es posible que hayas hecho semejante barbaridad con tu hermano, por no hablar de las remodelaciones que ha habido en casa y de las consecuencias que tu conversación con Dylan tengan para su tratamiento.

-         Yo no pretendía… ¡entiéndeme! ¡Me dejaste muerto al saber que lo de Ted era grave y descubro que el enano ese se había ido por ahí a pasarlo bien! Me sentó muy mal, me pareció muy egoísta… vale que no supiera cómo estaba Ted, pero precisamente por eso, porque no sabía nada salvo que se lo había llevado una ambulancia. Joder, que ya tiene trece años. ¿Qué clase de persona se va de juerga sin saber si su hermano está bien? Y…y traté de sonsacarle a Zach dónde estaba y…y tuve que “persuadirle” un poco  y luego no dejaba de llorar…

-         No dejaba de llorar seguramente porque pagaste con él tu frustración en vez de hablar razonablemente. Y en cualquier caso Zach es muy sensible y tienes que ser delicado con él. Si ve que estás enfadado se pone muy mal.

-         Vale pues… pues eso no es normal…porque ya no es un crío, en fin… pero creo que ese es el problema aquí, que todos son muy niños y…

-         No, Michael, no son “muy” niños. Son niños a secas. Bebés y chavales en crecimiento, que merecen y necesitan un trato diferente al que tú les diste. Sé que todo esto viene de lo nervioso y preocupado que estabas, y que eso es culpa mía por llamarte y hablarte como te hablé, pero eso no es excusa para lo que le hiciste a Harry.

-         No quería hacerle daño…

-         ¿Sabes cómo no le habrías hecho daño? No pegándole.  Ted me preguntó si podía castigar a sus hermanos antes de hacerlo y la idea me desagradó, pero decidí confiar en él porque le conozco y sé que jamás se excedería. Tú directamente diste por sentado que podías hacerlo, ya una vez con Kurt, y hablamos del tema. Decidiste no hacerme caso y lo has repetido, pero además esta vez… esta vez lo has hecho todo mal. A Dylan, no. Lo sabes. Lo has visto. Puedes pensar que es injusto o no entenderlo, pero no puedes hacer por tu propia cuenta algo que sabes que va en contra de lo que yo pienso respecto a la educación de mi hijo. Tienes mucho genio, es por eso que no me gustó lo que pasó con Kurt. Dejaste que tu enfado dominara aquella vez y no le trataste correctamente. Y lo de Harry ya, simplemente…¿con qué le pegaste? Porque con la mano no fue.

-         Con…con una zapatilla. Le di… bastante fuerte.

-         Sí, eso ya lo vi. ¿Te parece normal?

-         ¡Lo que hizo merecía más que unas simples palmaditas!

-         ¡Esa decisión me correspondía a mí, y no a ti! –respondí, cada vez más furioso.

-         ¡Cuando tú le castigas no le duele!

-         ¿En qué puñetero mundo pretendo yo que le duela? Y gracia tampoco le hace, ya te lo digo. Pero en cualquier caso mi intención no es hacerle daño.  Eso jamás.  Ya alguna vez me he arrepentido de ser demasiado duro, porque lo creas o no algo sí que le duele.

-         No le duele… - insistió.

-         ¡Sí le duele, y a ti también! ¿O me vas a decir que dentro de un momento, cuando te castigue (porque ten por seguro que voy a castigarte) no vas a poner ninguna pega?

-         ¿Me vas a castigar por cuidar de tus hijos mientras no estabas?

-         ¡NO, TE VOY A CASTIGAR POR LASTIMAR A TUS HERMANOS! – grité, y traté de serenarme, porque no quería perder los nervios - Pero lo mío sí va a ser un castigo, no un desquite. Así que no tengas miedo.

-         No tengo miedo. De ti nadie tiene miedo, de ti se carcajean, porque no eres más que un blando.

Que me hablara así se me antojó como una gran falta de respeto, y fue además algo imprudente considerando el contexto. ¿Acaso quería enfadarme más?

-         Este blando está muy cabreado ahora mismo, Michael. No aprietes demasiado los botones porque hoy he estado a punto de volverme loco, así que no es el día de probar a ver cuánto se estira la goma.

-         Oh, ¿de veras? ¿Y qué harás? ¿Me darás diez palmaditas en lugar de cinco?  ¡No duele!

Tentado estuve de hacerle una demostración práctica, a ver si dolía o no y de paso se le quitaba la arrogancia, pero me había propuesto hacer las cosas bien.

-         ¿Qué obsesión tienes ahora con que no duele? ¿No eras tú el que  me pidió que buscara otra forma de castigarle? Tan poca cosa no será, entonces.

-         ¡Lo que no es, es propio para alguien de mi edad! ¡Ni para la de Harry! Las palmadas se le dan a los bebés…

-         Sigue repitiéndote eso. Es un buen argumento, y te sirve para no tener que asumir que lo que haces está mal ¿verdad? ¿En contra de qué estás exactamente, de que emplee ese tipo de castigos o de que sea demasiado suave con ellos? ¿O quizá sólo está mal que los emplee contigo, y con el resto lo que tengo que hacer es ser más duro?

Michael abrió la boca para responder, pero la cerró de nuevo al no saber qué decirme. Gané el primer asalto.

-         Hace tiempo decidí castigar así a mis hijos, si quieres algún día te cuento por qué. Nunca pensé en seguir haciéndolo cuando fueran adolescentes, pero vi que funcionaba mejor que otro tipo de castigos, en todos los sentidos de la palabra “funcionar”. Nuestra  relación era mejor y ellos entendían sus errores.

-         Cuéntamelo ahora – me pidió con verdadera curiosidad - ¿Cómo fue la primera vez?

Al menos ya no me estaba encarando, era un progreso. Si respondiendo a esa pregunta conseguía algo, no perdía nada por hacerlo.

-         En verdad la primera vez no fue meditado – empecé. – Ted tenía dos años, echó a correr calle abajo y  faltó poco para que le atropellaran. Me asusté mucho, y fue instintivo. Pero después me sentí muy mal por haberle pegado. Me  prometí no volver a hacerlo nunca más, y así fue, por un tiempo. Ted cumplió tres años y empezó a ir al colegio, y todo iba más o menos bien, pero un día, cuando rompió un juguete algo caro en una rabieta y yo me enfadé un poco, él hizo algo curioso porque se tapó y me dijo “no, no me hagas pampam”. Me sorprendí mucho, y lo primero que pensé es que alguien le había pegado. Te juro que poco me faltó para armarla en el colegio, convencido de que alguien de allí le había puesto una mano encima a mi bebé. Pero descubrí que allí nadie le había rozado nunca, y lo dejé pasar. Me dije que  eran cosas de niños. A los pocos días, lo volvió a decir. Y no dejó de repetirlo cada vez que hacía algo malo y yo le regañaba. Y ya un día, muerto de curiosidad, le pregunté que qué entendía él por hacerle pampam. Y me respondió: “pues es cuando un papá quiere a su hijo y le hace así para que no sea malo. Tú me lo dijiste  y por eso sé que no se cruza solito.” Habían pasado meses y él se acordaba. Eso me mató por dentro, llegué a pensar que le había traumatizado para siempre o algo así, pero me quedé pensando en lo que dijo. “Es cuando un papá quiere a su hijo”. A pesar de que le había pegado, él estaba seguro de que yo le quería. ¿Cómo podía una persona pensar que otra le quería por el hecho de que le pegara? El tema me obsesionó por días, hasta que una tarde, mientras yo estaba en la cocina, Ted descubrió la forma de abrir la puerta principal. Salió de casa y escuché cerrarse la puerta de puro milagro. Si no quién sabe que habría pasado. Salí a por él, le metí en casa, y en ese momento no supe qué hacer. Le había dicho muchas veces que eso no se hacía, e incluso le había castigado sin su juguete favorito cuando le descubrí una vez tratar de abrirla. Y sin embargo lo había vuelto a hacer. Era muy peligroso, si lo hacía sin que me diera cuenta le podía perder. Creo que estuve como dos minutos  sujetándole delante de mí sin hacer nada hasta que al final me decidí y le di una palmada. Empezó a llorar enseguida, y verle llorar hizo que le abrazara. Le dije algo así como que “Papá hizo eso porque te ama, y no quiere que vuelvas a abrir la puerta tú sólo”.  Luego, como no dejaba de sentirme mal, le di un beso. Ted dejó de llorar y tras tantearme un momento y ver que no estaba enfadado, me sonrió. “No se sale solito” repitió, y no volvió a hacerlo. Con el tiempo entendí que lo que hacía que funcionara no era el castigo en sí mismo, sino la forma de hacerlo. Si alguna vez me olvidaba de darle un beso o de ser cariñoso con él después, se ponía irascible e intratable el resto del día. Él necesitaba ese gesto de cariño. Necesitaba todo de mí: que le reprendiera, y que le demostrara que lo hacía porque le quería. Así es cómo es posible que alguien piense que le quieres pese a que estés siendo duro con él. Cuando sabe por qué lo haces, y eres capaz de hacerlo sin dejar de lado el cariño. Cuando tienes más facilidad para darle un beso que un grito.

Michael no me interrumpió en todo aquél largo recuerdo. Volví a sentir como si hubiera sido ayer las mismas inseguridades al respecto de lo que hacía. Muchas veces, cuando en las noticias salía algún reportaje acerca de la posible ilegalización del castigo físico no podía evitar ponerme del lado de la gente que quería que se prohibiera. Y eso era horriblemente contradictorio y confuso, pero yo sólo sabía que lo que hacía con mis hijos funcionaba en la medida en la que ellos no me odiaban, ni me temían, ni me trataban de forma distante. Más bien creo que a veces nos acercaba un poco más. En esos momentos me dejaban que fuera cariñoso con ellos, y tal vez ahí estuviera la clave. Si ellos querían estar media hora abrazados a mí, yo me quedaba. Como si era una hora o cinco minutos.

-         …. O sea, que la culpa es de Ted, por ser tan burro de sugerírtelo. – dijo Michael  - Ya era rarito con tres años ¿no?

Sacudí la cabeza. No tenía remedio.

-         ¿Sabes? No suelo tener este tipo de conversaciones con mis hijos antes de castigarles.

-         Pues deberías, son la mar de interesantes. Quiero saber en qué más líos se metía Ted cuando yo no estaba. – me pidió. Parecía realmente interesado.

-         En pocos. La verdad que en muy pocos.

-         Pero alguno habrá. Anda, cuéntamelo.

-         Tal vez otro día, y si él quiere. Pero ahora tengo otras cosas que hablar contigo.

-         Yo no soy Ted, y no tengo tres años. No voy a dejar que me pegues.

-         No necesito tu permiso, Michael. Y fíjate que no me gusta dar estas respuestas, pero es la verdad. He estado buscando tu aprobación, porque quería…no, necesitaba… que me quisieras y aceptaras como padre. Pero lo cierto es que lo soy, te guste o no, porque así lo siento, y porque tú has decidido llamarme “papá”. Y eso era lo único que estaba en tu mano aceptar. Eras tú el que me tenía que dejar entrar en tu vida. He entrado y ya no me voy, y no voy a pedirte permiso para corregirte.

-         Pero… - trató de protestar, pero no le dejé.

-         Lo que has hecho hoy supera varios límites. No puedes volver a pegar a tus hermanos, de ninguna forma. Ni pegar, ni golpear, ni reprender, ni mucho menos abusar, que es lo que has hecho hoy.

-         ¡Pero Ted sí puede castigarles!

-         ¡No, Ted ahora mismo no puede hacer nada y ese es el  problema, Michael! ¡He tenido que llevar a un hijo al hospital, no quiero tener que llevar al resto porque se maten entre ellos!

Durante unos segundos, ninguno de los dos añadió nada. Y entonces….

-         Lo siento…

Ya pensé que no iba a decirlo. Había costado, pero finalmente me había entendido. Le abracé, porque me interesaba mucho que entendiera que aquello no iba a hacerlo porque estuviera enfadado.

-         ¿Me lo vas a poner fácil o difícil? – le pregunté.

-         ¿Y tú a mí? – replicó.

-         ¿Siempre eres tan respondón? – le regañé, pero en verdad fue para no tener que responderle. – Anda, Michael, quítate los pantalones, por favor.

Le escuché chasquear la lengua y durante tres segundos no se movió, creo que debatiéndose internamente sobre si le convenía hacerme caso o no. Finalmente debió de decidir que sí. En ese sentido, y sólo en ese, era bastante dócil. Una vez aceptaba que iba a castigarle no me hacía perseguirle ni se resistía en exceso.

Se sacó las deportivas y después hizo lo mismo con los pantalones, dejándolos en el suelo. Le iba a pedir que los recogiera, pero entonces me fijé en que estaban rotos. Suspiré. Debía ser consecuencia de la pelea. Cogí sus vaqueros y observé el agujero, viendo a ver si era algo que pudiera coser. Los dejé sobre una silla y coloqué también sus deportivas.

-         Eres un maniático del orden ¿no? – me preguntó, mirando mis movimientos con interés.

-         Algo así. En realidad sólo cuando estoy nervioso.

-         ¿Tú estás nervioso? – preguntó con ironía, como dando a entender que el que debía estarlo era él.

En vez de responder a eso decidí volver a lo que me había preguntado antes.

-         No me molestan los juguetes por el suelo, excepto cuando me los clavo en la planta del pie. Ni tampoco algo de desorden en las estanterías, o las camas sin hacer. De hecho según me dicen el verdadero maniático del orden eres tú, que me estás cambiando las costumbres de Alejandro, cosa que te agradezco.

-         ¿Entonces por qué has colocado eso?

-         Es tu ropa.

-         Sólo son unos vaqueros… - respondió, algo incómodo por que  le había dado a entender que trataba bien esos pantalones por el hecho de que eran suyos.

-         Tus vaqueros. Además, hubo un tiempo en el que no me podía permitir comprar ropa a mis hijos. Les enseñé a cuidarla como un bien preciado. – le expliqué – Estas deportivas están muy sucias, Michael. ¿Sabes que existe algo llamado lavadora? – reproché, y empecé a quitar los cordones del zapato para que no se hicieran nudo dentro de la máquina. Me fije en la talla del zapato. Aún no me creía que usara un 47. Cuando le compré algo de calzado aluciné porque tuviera una talla mayor que la mía, que era más alto.

-         Para de hacer eso – me soltó, repentinamente molesto. Me giré para mirarle, sorprendido.

-         ¿De hacer qué?

-         De fingir que no estoy en calzoncillos delante de ti.  De hablar de ropa como si aquí no pasara nada. De ocuparte de mis cosas  como una madre que quiere que sus hijos vayan limpios.

-         Hombre, a estas alturas pensé que estaba claro que soy tu padre y no tu madre, pero por lo demás, es cierto que quiero que vayas limpio…

-         ¡Para! – medio gritó.

-         ¿Qué ocurre?

-         ¿Podemos acabar ya, por favor? No soporto que seas…. Que te tomes todo con tanta calma y estés tan tranquilo. Preferiría que me estuvieras gritando y llamándome de todo.

-         Pues yo no. Ahora no es el momento de gritarte.

-         ¿Y cuándo corchos es?

-         Nunca. Y menos ahora. No quiero asustarte, ni hacer que salgas corriendo. Ahora es el momento de que te sueltes el brazo antes de que te hagas cardenal. – le indiqué. Sólo entonces pareció consciente de que estaba haciendo presión por encima de su codo, y se soltó. Me senté en la cama, delante de él, y le observé hasta cerciorarme de que ambos estábamos lo suficientemente tranquilos.  – Ven aquí. – le llamé, y esperé a que se acercara - ¿Por qué te incomoda que te trate bien?

-         Me parece cínico que seas como Gandhi justo antes de darme una paliza. Es como si te estuvieras burlando de mí.

-         Ey, no, nada de eso. Sólo quiero que estés tranquilo. Antes te he gritado mucho, y no quiero que pienses que voy a hacerte daño. Sé que esto aún es relativamente nuevo para ti. Y aunque por lo visto no te duele nada y es un paseo por el parque, sé que no es algo que te agrade en absoluto.

Michael pareció avergonzado, seguramente recordando la forma en la que me había hablado hacía unos momentos.

-         Sí, los paseos por el parque son horribles… - comentó, rascándose la nuca.

Reprimí una sonrisa, más seguro de que el hombrecito desafiante se había ido y de que ahora sólo estaba delante de un niño con carácter. Tiré un poquito de él para que se acercara más, y él entendió eso como su señal para tumbarse.

-….Te odio por hacer esto – murmuró, aunque no sonó como que me odiara en absoluto.

-         Yo también me odio un poco, pero a ti te quiero. Ahora escúchame. Has hecho una de las cosas que yo considero más graves. Has  hecho daño a uno de tus hermanos y te aseguro que es poco probable que alguna vez me veas más enfadado. Es una suerte para ti que esté tan cansado porque cuando he visto a Harry me han entrado instintos asesinos. Ted me hizo caer en la cuenta de que contigo soy por lo general más permisivo, pero con esto no lo voy a ser. No puedo serlo. Dices ser un hombre y no un niño, pero eso ahora mismo no juega a tu favor, porque ningún hombre que se precie lastimaría jamás a un niño indefenso. Decidí traerte a casa porque en el hospital vi que no eras peligroso para mis hijos. Me pareciste solo un chico asustado tratando de aparentar que no lo era. Te trato como un niño, pero lo cierto es que eres un adulto y ya no puedo seguir zurrándote y hacer como que no pasa nada. Así que  haznos un favor a los dos, y guarda al niño rabioso en un cajón. Al niño tierno y cariñoso le puedes dejar fuera, y que no crezca.

-         Yo… intentaré… controlarme más.

-         Por esta vez necesito algo más que un intento, pequeño. Pero confío en que no lo harás más – susurré, y me dije que no podía posponerlo más. Había hecho un buen trabajo de autocontrol, creía yo, y ya no le haría ningún bien si seguía alargando aquello.

Levanté la mano, y la dejé caer sobre sus bóxers, sin demasiada fuerza al principio.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Michael no emitió un solo sonido, y me frustraba no saber sí era porque no lo necesitaba o porque estaba tratando de hacerse el machito. Con el resto de mis hijos sabía más o menos  cuál era la fuerza adecuada, pero con Michael aún no. No podía dejarme guiar por su fanfarronería y sus “tus palmadas no duelen” porque sabía que no era cierto.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Empezó a moverse un poco y así al menos supe que estaba vivo. A mí ya me picaba la mano, así que él tenía que estar sintiendo algo. Las siguientes fueron un poco más fuertes, y en los muslos.

PLAS PLAS ai…PLAS PLAS PLAS ….au….PLAS PLAS PLAS ….ah…PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS mmmfff….PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         Michael ni se te ocurra morderte el labio – le dije, parando un momento al darme cuenta de lo que estaba haciendo.  – No serás débil por quejarte y no ganas nada fingiendo que ni te inmutas. Sé que te duele, hijo. Aunque sean solo “unas palmaditas” como dices tú, sé que te duele. Y no pasa nada.  No tienes que actuar conmigo.

PLAS PLAS ….auuu….snif ….PLAS PLAS PLAS….aiii…. PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Michael empezó a llorar tan fuerte que casi me arrepentí de decirle que no se reprimiera.

PLAS PLAS…aiii….auuuu…. PLAS PLAS ….lo siento, Aidan, lo siento…no lo volveré a hacer….PLAS PLAS PLAS PLAS ….au…PLAS PLAS

PLAS PLAS Snif..snif…PLAS PLAS No volveré….PLAS PLAS aii…PLAS PLAS PLASa pegar a Harry… PLAS
PLAS PLAS….snif… ni a nadie…snif PLAS PLAS PLAS…ni a Dylan...snif…ni nada… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Decidí dejarle hablar, con algo de pena por su forma de tan sentida de llorar. Me detuve y acaricié su espalda.

-         ….y tampoco… me pelearé con Alejandro…snif… ni te hablaré mal….ni te haré venir del hospital…snif….y seré…snif…. como quieres que sea…

-         No quiero que seas de ninguna manera, Michael. Eres quien eres, y eso es maravilloso. Lo que yo quiero que cambies es tu forma de comportarte. Y me alegro mucho de que tengas intenciones de hacerlo,  pequeño.

Quise dejarlo ahí, pero me obligué a continuar pensando en Harry, en las cosas destrozadas, en lo que había sentido cuando me llamó el vecino. Por alguna razón, me costaba más aquello que cuando se trataba de Alejandro. Tal vez porque no dejaba de pensar quién era yo para reprender a Michael, y no se me iba el miedo a que decidiera irse en cuanto fuera libre legalmente, harto de mí y de mis normas.

PLAS PLAS PLAS ….au….. PLAS PLAS PLAS…..ahhhh…. PLAS PLAS PLAS …ya vale…PLAS
PLAS PLAS ….vale…PLAS PLAS PLAS PLAS …me las pagarás por esto…PLAS PLAS PLAS PLAS….capullo….

Paré otra vez, sorprendido.

-         ¿Disculpa?

-         ¡Imbécil! – lloriqueó, y se revolvió un poco enterrando la cabeza en la almohada sin dejar de llorar.

¿Estaba teniendo una rabieta? ¿En serio? Le observé patalear. Sí, era una rabieta.

-         ¿Te sientes mejor después de insultarme?

-         ¡SÍ!

-         ¿Ah, sí? ¿Y por qué? ¿He sido injusto contigo? ¿Te he insultado yo a ti? ¿Te he tratado con brusquedad? Porque más bien creo que he sacado una paciencia que no tengo para no ser bruto.

-         Métete tu paciencia  donde te quepa y chúpame los….

PLAS

-         ¡AU!

-         Basta, Michael. ¿A qué viene esto, eh?

-         ¡A que no es justo que seas tú el que me pegue y el que se sienta mal sea yo!

Tardé unos segundos en entender lo que quería decir.

-         No busco hacerte sentir mal, pero sí que entiendas que lo que hiciste es malo. ¿Es eso? ¿Te sientes culpable? Bueno, cuando eso pasa lo correcto es pedir disculpas, no insultar. – le dije, como si no lo supiera. Como si fuera un niño pequeño. Tal vez nadie se lo había dicho nunca, y aunque era algo que había ido aprendiendo, en ese momento necesitaba escucharlo.

-         No quiero pedirte disculpas, quiero insultarte y gritarte y que no me duela y…

-         No sé si eres adorable o insufrible. Estoy en ese dilema, ¿sabías? – le interrumpí, acariciándole el pelo – No puedes insultarme, Michael. No vuelvas a hacerlo, o empezaremos desde el principio ¿entendido?

-         ¡No, eso no! … Lo siento…

-         …. No eres más que un niño – comenté, pero no fue con burla, sino casi con sorpresa, como un comentario para mí hecho en voz alta. A ratos casi me engañaba, pero Michael aún tenía cosas muy infantiles. ¿Eso era normal? ¿No era un poco raro que tuviera tantas personalidades? ¿Y si tenía algún tipo de problema? Con la vida difícil que había llevado, no me hubiera extrañado…

-         …quería comprobar si tú eras como yo. – me dijo, y esa frase me sacó de mis pensamientos. No sé si había dicho  algo antes de eso.

-         ¿Cómo?

-         Quería comprobar si… si te enfadabas y…y te ponías burro…como yo con Harry.

Jadeé.

-         Nunca, Michael. Eso no es una opción.

Él no respondió, pero hundió la cara en la almohada.

-         Venga, termina ya… - pidió, con nervios, impaciencia, y resignación.

Levanté un poco la mano, pero la volví a bajar. Suspiré. Era incapaz de continuar.

-         Vamos, levanta. Sé que eres consciente de que te pasaste con Harry. Espero de verdad que no vuelvas a hacerlo.

Le ayudé a incorporarse y me eché para atrás en la cama para poder abrazarle bien. Qué grande era, madre mía. Aun así, se las ingenió para ocupar muy poquito, como para que le pudiera mimar mejor.

-         Igual…snif…igual tus palmadas si  duelen…snif… un poco.

No me gustaba reírme en un momento así, porque podía pensar que me reía de él, pero fui incapaz de contener una carcajada.




N.A.: ¡FELIZ AÑO NUEVO! :D :D :D :D


Eh… un momento… ¿Año Nuevo? Pero…pero….este capítulo era de Halloween … u.u

En fin. Como veis tengo un poco más de retraso del previsto. Aunque veáis que tarde, no me desaparecí ni nada. Es que  son capítulos muuuuy largos [porque soy incapaz de hacerlos cortos e.e]  y cada vez tengo menos tiempos para escribir.  Así que voy a página por día o cosa así, y luego me salen capítulos de cincuenta páginas xD

6 comentarios:

  1. Yo lo mato.... lo mato.... lo matooo... luego lo abrzo xon fuerza y realmente mato al hijo de puta que lo hizo sufrir tanto en la vida...
    Aidan eres un pan gracias por ser el padre de estos doce maravillosos niñ@s

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  2. Un buen regalo de año nuevo me encanto

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  3. Largo, Larguísimo... pero fue hermoso me encanto... aunque Michael si se gano una buena por andarse con tonterías y tratar de suplir a Aidan...
    Me encantan todos tus hijos, pero me haces esperar mucho :(

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  4. Oh te quedo increíble!!!
    Dream de verdad lo disfrute mucho y todo el día jajaja
    No sabes me super molestaba cuando alguién me hablaba y ya te imaginaras que todo el día me la pase con la preocupación de Ted y pues terminoo y me quede igual!!!!
    De verda que me tienes en tus manos con esta historia!!
    Michael le salio barata jajaja pero si se paso con el pobre niño
    Pues espero con ansias la continuación!!!

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  5. Hola
    Pues a diferencia de Laia Boomer a mi me encanta tu forma de escribir y describir las situaciones.
    Creo q más corto es como si la historia no fluyera sino q fuera una simple excusa para concatenar excenas de castigos, que es lo q me parecen algunas historias de este género.
    Respecto a lo inocentes e infantiles q son los personajes, para mi es lo q los hace adorables. Ya tengo bastantes dosis de realidad cruda y dura en mi vida diaria por eso me gusta tanto q me trasportes a un universo paralelo donde exista tanta ternura y candor.
    Disfruto mucho leyéndote. Entiendo q no todos tenemos los mismos gustos y no pretendo criticar el comentario de Laia sino hacerte saber q lo q ella encuentra mejorable es X lo q yo encuentro tu historia adorable y adictiva y te pido q no la cambies
    Espero tus historias como agua de mayo

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  6. Dream.... disculpa si recién escribo un comentario, es que sinceramente hace poco comencé a leer tu historia y déjame decirte que me ha atrapado y en menos de una semana he leído todos los capítulos, eres una excelente escritora y los personajes son muy lindos y especiales, cada uno a su manera, pero debo decir que me encanta Michael, Ted, Alejandro, Aidan - que es un amor *-* - en fin esta historia es sencillamente extraordinaria, y te pido que la continúes pronto, no sé qué pasará con Ted :s yo también ando preocupada por él.

    Kimi.

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