miércoles, 24 de diciembre de 2014

Drea Little Hoshi te dejo un Obsequio


Arturo

Arturo había acabado el instituto, hacía justo unas semanas, tenía por delante el verano de su vida.  Atrás quedaban los juegos de niños, el Octubre empezaría la universidad, saldría de casa, viviría solo y en la gran ciudad.
Lo cierto es que contaba los días para largarse a la capital, no es que no le diera pena dejar a sus amigos y su pueblo. Pero sus dos mejores amigos también iban a ir a estudiar a la universidad, no a la misma que él pero si en la misma ciudad. Y si echaría de menos a su familia, pero para eso estaban navidades, semana santa y demás puentes.
Des de que acabara el instituto Arturo se había dedicado de ir de juerga en juerga. Al principio su madre lo había excusado con eso de “que es joven y lo está celebrando” pero la celebración ya duraba mucho y estaba yendo muy lejos. No es gusto de ningún padre ver a sus hijos llegar borrachos día sí día también. Así que aquella mañana Jorge esperó que todos acabaran de desayunar y subió a la habitación de su hijo, que por supuesto aún estaba durmiendo. Si solo hacía un par de horas que había regresado de la última juerga, que iba a esperar. Jorge tardó bastante en lograr que le muchacho volviera en si, y aún tardó un rato más en lograr que el chico estuviera en condiciones de escucharle. Pero era un hombre paciente. Cuando Arturo ya estuvo lo suficientemente fresco como para escuchar, Jorge le soltó la charla de su vida. Arturo por supuesto le prometió que no volvería ni a llegar a esas horas ni en ese estado, que ya se habían acabado las celebraciones. Pero no tenía la más mínima intención de dejar la fiesta, solo lo dijo para que su padre se callara. Tenía 18 años, ya era mayorcito para hacer lo que le viniese en gana, en dos meses estaría en la universidad y viviendo solo, era estúpido montar una bronca con su viejo por eso. así que solo le dijo “sí, papá, lo siento papá, no se repetirá más, papá” porque sabía que era lo que su padre quería oír no porque fuera a hacerlo.
No tardó ni tres días en volver a las andadas, aquella noche ni regresó a casa, tampoco llamó, no fue hasta que su madre ya desesperada le llamó al teléfono móvil. Arturo al ver la llamada, no contestó, no quería tener una bronca al teléfono con su madre, delante de sus amigos. No quería que lo tacharan de ser un bebé. Su madre ya preocupada decidió probar con un mensaje de texto. Y Arturo no tardó ni 3 segundos en contestar. Estaba claro que tenía le teléfono a mano y que sino le había contestado antes era porque no había querido. Aquello enfadó a  su madre y de rebote a su padre. El siguiente mensaje de su madre fue un poco más contundente “jovencito, te quiero en casa en 20 minutos” un mensaje que unos meses antes le hubieran erizado todos los pelos del cuerpo, pero que ahora acabado el instituto y mayor de edad solo le arrancó una sonrisa y volvió a guardar su teléfono en el bolsillo de su pantalón.
Algo en le interior de Jorge le decía que le chico no iba a regresar en 20 minutos, era su padre y lo conocía bien, Arturo era de los que no se daban cuenta cuando se estaban abusando de la buena fé de los demás, vaya que le dabas un dedo y se tomaban todo el brazo.  La madre de Arturo estaba furiosísima y su cabreó fue aumentado a medida que pasaron las horas. Jorge no es que estuviera mucho más feliz, pero a diferencia de su esposa, no le gustaba gastar saliva. Prefería reservar todas sus energías para cuando su “hijito” pusiera el píe en casa.
Arturo, no le dio más importancia a los mensajes y continuó celebrándolo con sus amigos, sobre las seis cerraron la discoteca y los chicos poco a poco fueron regresando cada uno a su casa. Arturo estaba cansado, había bebido y lo había entregado todo en la pista, incluso había ligado algo. Pero estaba deseando llegar a casa y meterse en la cama.
Al llegar a casa, al píe de la escalera estaba su padre esperándolo, con los brazos cruzados y con cara de perro rabioso. Arturo ya había visto así su padre, pero hacía tiempo que no lo veía, ese último año de instituto Arturo se había calmado bastante, estaba demasiado centrado en sacar la mejor nota para que le dieran la beca completa, que no estaba para muchas juergas ni broncas. Así que ahora se estaba desquitando. Lo que no sabía es que también se iba a desquitar de broncas.
-         Hola (dijo tragando saliva Arturo al ver a su padre y cerró la puerta de casa)
-         ¿hola? Ya te voy a dar yo Hola, sube a tu cuarto, dúchate, que hueles a mezcla de destilaría y cenicero. Y baja al garaje (dijo Jorge fulminándolo con la mirada)
-         ¿Al garaje? Venga, papá, ¿no hablarás en serio? Tengo 18, ya no soy un niño.
-         Eres mi hijo, y eso no cambia, tengas 4, 15, 18 o 50. Y no me cabrees más y tira para la ducha.
-         Papá, oye, hablémoslo, como dos adultos (dijo un poco asustado e intentando razonar con su padre).
-         Eso ya lo hice el otro día, pero por lo visto el único adulto que habló aquel día fui yo. Pues ahora no te quejes si “no te trato como a un adulto” (dijo Jorge con sarcasmo).
-         Papá, no era mi intención llegar tan tarde, perdí la noción del (y no acabó la frase porque Jorge le dio un bofetón).
-         Ni te atrevas a mentirme a la cara, Arturo Miguel Reyes, ya estás de mierda hasta el flequillo, no hagas más honda tu tumba. Tu madre te llamó, no le contestaste, eran la una. Te escribió mensajes, no hiciste caso, eran pasada la una y media. Y has llegado a las seis y media a casa. No me vengas que no sabías la hora que era. Además ya hablamos de las fiestas y de emborracharse todos los días.
-         No son todos los días (protestó más como un adolescente que como un adulto)
-           ¡A la ducha! No me hagas repetirlo, hijo. Porque a la zurra que te voy a dar se le va a sumar las nalgadas que te daré camino al baño  (y con el dedo apuntó el camino hacia el cuarto de baño para indicarle a su hijo que pasara delante de él y fuera a darse esa ducha). 
-         ¿nalgadas? Oh venga, no puedes estar hablando en serio ¿Qué tengo 8 años? Jajaja (y empezó a  reírse de su padre, era ridículo que lo amenazara con nalgadas a sus 18 años. Una cosa era una paliza con el cinturón pero unas palmaditas en el trasero, eso era simplemente ridículo).
-         ¿Te hace gracia, eh? (Jorge estaba que echaba fuego por la boca. No solo tenía el descaró de haberle mentido y haber vuelto a salir de fiesta y regresar bebido sino que encima se estaba riendo de él en su casar. ¿Pero en qué momento su hijo empezó a faltarle al respeto de esa manera? ) Pues esto te va a tronchar de risa (y lo agarró fuerte del antebrazo y empezó a dar las palmadas más duras que Arturo jamás había recibido en su vida)
-         Papaaaa dejaaaame aaaaaaaaaaaaaau
-         Plas plas plas (y a cada palmada iba tirando de él hacia el baño)
-         Noooo auuu detente, ya voy, ya voy a la ducha, suelta
-         Plass Plass Plass (fue la única respuesta que recibió. Jorge entró con su hijo al baño y lo metió en la ducha) desvístete y te duchas.
-         Snif snif si, ya va snif snif (dijo sobándose el trasero como si con eso el dolor se fuera a esfumar)
-         Y te espero en el garaje, tienes 15 minutos hijo, 15. Si he de ir a buscarte yo te dará otra zurra mañana en el desayuno, delante de tus hermanos y hermana ¿entendiste?
-         Si, señor (dijo mirándolo con horror. Cuando eran más pequeños sus padres nunca les importó castigarlo delante de los demás, pero desde que cumpliera los 14 que tanto su padre como su madre lo habían mandado siempre al garaje para castigarlo en privado).
-         15 (repitió una vez más y salió del baño y se fue hacía el garaje)
 Arturo tardo 10 minutos en ducharse y ponerse el pijama y un minuto más en bajar al garaje. Sabía que su padre estaba cabreadísimo con él y que gustosamente lo castigaría delante de sus hermanos para dar ejemplo o cualquier otra estupidez de padre. Así que no le dio la más mínima oportunidad y bajó antes de tiempo y con su mejor cara de arrepentimiento. Pero tras la charla del día anterior y tras haber oído de su boca que no volvería a las andadas, Jorge no se creía para nada esa carita de perro abandonado. Al entrar en el garaje lo primero que vio fue a su padre que se estaba fumando un cigarrillo mientras miraba las estanterías donde guardaban todos los trastos. A su lado en la banqueta de las herramientas descansaba el viejo cinto del bisabuelo. Era un cinto de pesado de cuero, era un cinto que solo mirarlo ya te arrancaba las lágrimas, ya ni te cuento lo que hacía cuando hacia contacto con las tiernas posaderas. Arturo se esperaba una buena zurra, no era idiota su padre estaba furioso, pero para nada se esperaba el viejo cinto del bisabuelo. Fue el sonido de Arturo tragando saliva lo que hizo a Jorge girarse y ver a su hijo.  Lo miró con decepción, no con enfado, el enfado ya se le había esfumado, el rato de la ducha había hecho que Jorge se tranquilizara y viera las cosas más calmadamente. Le iba a dar una lección a su hijo, pero no quería que se le fuera de las manos. Solo quería dejarle claro que ellos seguían siendo sus padres y por lo tanto no podía ni engañarlos ni despreciarlos ni desobedecerlos. Jorge apagó el cigarrillo y agarró el cinturón.
-         Arturo te dije que no más fiestas y no más borracheras y no has tardado ni una semana en volver a irte de juerga con tus amiguitos. Me desobedeciste. Primera ofensa (ahora era el momento reprimenda y Arturo sabía que no debía interrumpirlo hasta que le diera permiso o su trasero acabaría aun peor). Me diste tu palabra que no habría más salidas nocturnas y alcohol. Rompiste tu palabra y me mentiste. Segunda y tercera ofensa. Y esta noche cuando tu madre te llamó, la ignoraste, y cuando te envió esos mensajes también los ignoraste e hiciste lo que te vino en ganas. Cuarta ofensa. Voy a ignorar el intento patético de antes de mentirme diciendo esa patraña de que no te diste cuenta de lo tarde que era. Porque sabes, no deberías ni haber salido de fiesta, así que lo dejamos ¿eh? (Arturo asintió con timidez). En esta casa hay unas normas y el hecho que tú hayas acabado el instituto no significa que esas normas dejen de estar. Te lo dije el otro día, pero parece que no entiendes muy bien el lenguaje oral. Así que no nos queda otro que probar la mímica (Arturo odiaba que su padre se pusiera sarcástico en un momento tan aterrador como ese). ¿Arturo, hijo,  cuántos años  dices que tienes y que me has repetido decenas de veces estos últimos días? (aquella pregunat que implicaba una respuesta numérica no le hacía ni pizca de gracia a Arturo, que se olía por donde quería ir su padre).
-          ¿Cuántos? (rugió al ver que su hijo de repente se le había tragado la lengua le gato)
-         18, pero papá 18 son muchos, no podré volver a sentarme en la vida (lo máximo que había recibido con “esa cosa” eran 10. Y fue hacía dos años cuando los pillaron a él y a su primo fumando hierba en el sótano)
-         Sobrevivirás (dijo fríamente su padre y con un sutil gesto de cabeza le indicó que se pusiera sobre el capó del coche. Arturo estaba a punto de reclinarse sobre el capó cuando su padre se aclaró la voz con un ejem ejem) pantalones, Arturo, pantalones abajo, ya sabes como ya esto, pantalones y calzoncillos en los tobillos, quiero asegurarme que no te lastimo.
-         Oh, venga ya, me vas a dar con un cinturón de cuero, claro que me vas a
-         Zwasss (fue la respuesta de su padre) y éste no cuenta. Claro que te va a doler, esa es la idea que relaciones el dolor cuando decidas volver a desobedecernos y faltarnos al respeto. Pero no quiero hacerte más daño del estrictamente necesario
-         ¡ESTRICTAMENTE NECESARIO! VENGA YA1
-         ZWASS
-         AUUUUUUUUUUUUUUUUU (y miró indignado a su padre, Jorge solo alzó uan ceja. Arturo sabía que era inútil ponerse a discutir de semántica con sus padre mientras tuviera eso en la mano, así que de mala gana se bajó pantalones y calzoncillos hasta los tobillos y se reclinó sobre el coche y rogó porque durara poco y doliera menos, aunque sabía perfectamente que ni una cosa ni la otra, su padre solía tomarse su tiempo).
-         ZWASSS UNO (sentenció su padre tras descargar el primer cintazo que dio a parar a los muslos en vez del trasero como esperaba Arturo)
-         AAAAAAAAAARGG GGRRRR (intentó ahogar el grito mordiéndose el cuello de la camiseta del pijama  para no despertar a sus hermanos).
-         ZWASSS DOS (y descargó el segundo un poco más arriba donde había caído el primero)
-         Aaaaaarggg grrr (solo dos y ya tenía los ojos lleno de lágrimas)
-         ZWASS TRES
-         Ay ay ay ( y se puso erguido y se llevó las manos al trasero y empezó a dar botecitos para calmar el dolor, pero no lo calmaba, Jorge esperó un minuto a que Arturo se le pasará la impresión).
-         Vuelve a tu sitio, hijo.
-         Papá por favor, a no más, lo he pillado, vale, nomás mentiras, yo os respeto, y lo sabes, y te prometo que no más juergas.
-         Muchas gracias hijo, pero tú ya te corriste esa juerga y ahora te toca corriste esta otra (y ahí estaba de nuevo ese sarcasmo que tanto desquiciaba a Arturo) vuelve a tu sitio o volvemos a contar de cero.
-         Nooooo (y a Jorge le sonó como cuando Arturo tenía 2  años y lo mandaba a la cama) ya va, ya va (y se volvió a colocar. Jorge esperó unos segundo para que el chico se calmara un poco y prosiguió el castigo.
-         ZWASS CUATRO…(así continuó hasta la docena. Allí Arturo llegó a su tope, estaba temblando y estaba seguro que se iba a orinar encima en el siguiente correazo. Su padre también se dio cuenta que no era una farsa que realmente el chico había llegado a su límite)
-         Ok, Arturo los 6 que quedan te los daré el domingo después de cenar. No quiero ni tener que avisarte, una vez hayas acabado y recogido la mesa te vienes directito aquí y me esperas tal y cómo estás ahora (desnudo de cintura para abajo y sobre el capó) preparado para recibir los 6 restantes. (Arturo se apresuró a subirse los calzoncillos y pantalones, a pesar del dolor al rozar la tela con su piel. Ya que no quería que su padre se lo repensase y acabara con la zurra esa misma noche, bueno mejor dicho, mañana) Arturo (le dijo antes que el chico saliera por la puerta). Tu madre y yo te queremos mucho, y no importa la edad que tengas, nos preocupamos por ti y solo queremos lo mejor para ti, nunca te pediremos que hagas algo para fastidiarte solo lo hacemos porque creemos que eso es lo mejor ¿Entiendes?
-         Sí, papá (dijo aún lloroso por la paliza que acaba de recibir).
-         Ok, acuéstate, y descansa un poco. En una hora o así tus hermanos pondrán la casa en pie de guerra.
-         No creo que ni la bomba atómica pudiera despertarme, papá.
-         Jajaja (se riio Jorge porque estaba seguro que aunque fuera sobre su barriga su hijo en cuanto pillara la  cama dormiría por un mes).
-          

PS: FELICES FIESTAS DREA!

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho la historia!!
    Arturo ni para quejarse si ya le habeian avisado!!
    jajaja y pues ya vio que las palmaditas en el trasero si duelen!!

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