lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 12: Con la vida no se juega



 


Chapter 12: Con la vida no se juega

Desde aquél día en el que Nick le llamó "papá", Christopher hacía todo lo posible por crear situaciones que requirieran esa respuesta. Por ejemplo, a veces le preguntaba tonterías para que el chico respondiera "sí, papá" o "no, papá". Nick se terminó por dar cuenta de esto, pero no le importaba. Metía la palabra en la conversación de forma natural, aunque a veces se le seguía escapando el nombre de Chris, por la costumbre. Gracias a esto Nick se dio cuenta de que nunca había llamado "papá" a nadie. Mamá sí. Cuando le dejaron en el orfanato tenía un año y medio y, aunque ya no se acordaba de eso más allá de lo que le habían contado, sus primeras palabras fueron "Dónde está mamá". Además, por alguna razón cada vez que intentaban averiguar quién y cómo había sido su madre, Nick decía "mamá". Peter en cambio decía "esa mujer" o "nuestra madre", pero sin ninguna clase de cariño. Nick había tenido miedo de que, en el momento de decir "papá", se diera cuenta de que la palabra no era la adecuada, de que era demasiado especial para usarla con Chris, de que sonara como "madre" en los labios de Peter, o incluso de que no le veía como a su padre. Pero nada de eso ocurrió, y se sintió muy tranquilo. Sintió que allí, en aquella casa, con Chris, con "papá", era donde tenía que estar.
Las cosas con Peter eran diferentes. Llevaban sólo una semana de clases y el chico ya estaba encerrado en su cuarto, entre libros. Chris sospechaba que no se trataba de que tuviera mucho que estudiar, sino de que le estaba evitando. Evitaba quedarse a solas con él, por el mismo motivo por el que fruncía el ceño cuando escuchaba que Nick decía "papá". Peter aun no había dicho esa palabra, y Chris empezaba a dudar de que algún día la dijera. El chico parecía actuar como si no necesitara un padre, y así "Chris" era más un amigo que una familia. Por lo general, Peter tenía mucha cabeza y a veces era más sensato que el propio Chris. Quizá había estado sin padre demasiado tiempo. Quizá hubiera aprendido a vivir sin uno. Tenía miedo de que el chico empezara a sentirlo como un hermano mayor, más que como un padre.
Y es que la palabra "papá" encerraba mucho significado. Implicaba permanencia: estar en un lugar con "papá" y estar atado a él de alguna manera. Implicaba renunciar a su independencia y a su resolver los problemas sólo. Implicaba una confianza que no estaba dispuesto a depositar en nadie. Implicaba aceptar que otra persona toma las decisiones y asume las consecuencias. Implicaba la pertenencia a una familia, y él no estaba seguro de saber estar a la altura. E implicaba un amor incondicional que él no creía merecer. Él, Peter, siempre había estado sólo. Con Nick, claro, pero éste era muchas veces alguien a quien cuidar, o al menos, alguien que compartía su suerte y su destino. Y sin embargo, en los últimos tiempos algo había cambiado. Nick era el que detestó a Chris al primer vistazo, y Peter el que deseó que ese hombre fuera su padre. Y ahora, era Nick el que se había atrevido a decir primero la temida palabra. Era Nick el que había dado el paso de decir "papá". Era como si las cámaras se dirigieran ahora hacia él, esperando a que fuera el siguiente en decirlo. Pero no podía.
Todo era perfecto con Chris (más o menos), pero las cosas no funcionaban así en el mundo real. Uno no conoce a un hombre, por bueno que sea, y le llama papá a las dos semanas. El hecho de que Nick hubiera dicho aquella palabra le hizo darse cuenta de que iban demasiado rápido. De que actuaban como si Chris siempre hubiera sido su padre. A esa velocidad, cuando saltaran del avión y no se abriera el paracaídas, la caída sería demasiado grande. Por eso, efectivamente, trataba de evitarle, en parte a propósito y en parte de forma inconsciente.
Chris le estaba dejando su espacio. No es que Peter no hablara con él para nada, mantenían una comunicación básica y pensó que podría estar un tiempo así si el chico lo necesitaba. Quería demostrarle que le entendía y que no le presionaba. Quería que Peter lo viera como algo a su favor. Por eso lamentó que una de sus primeras conversaciones tras casi una semana de palabras vacías fuera una discusión.
- Peter, mañana no irás a clase: tenemos cita con la psicóloga.
- Pero tengo que ir. Ya me he perdido el principio del curso.
- He hablado con tu profesor, y no hay ningún problema.
- ¿Le has dicho que voy al loquero?
- Psicólogo, Peter. Loquero es el psiquiatra, y ni siquiera para él es un término válido.
- Da igual. ¿Se lo has dicho?
- No – le tranquilizó, sorprendido de que una tontería semejante le importara tanto – sólo le dije que tenías una cita médica y él no me preguntó nada más.
- No estoy enfermo – respondió Peter con indignación. No le había gustado lo de "cita médica", como si el fuese un loco en tratamiento.
- Yo no he dicho que lo estés. No te pongas a la defensiva ¿quieres? No hay por qué.
Así que al día siguiente Peter no fue al colegio, y Chris no fue al P3. En aquellos momentos se alegraba más que nunca por tener un negocio familiar que le permitiera ausentarse cuando era necesario. Además tenían camareros realmente eficientes, y Wyatt podía encargarse sólo de regentarlo.
Cuando Nick y Leo se fueron al colegio, el silencio entre Peter y Chris fue algo tenso. Chris ya creía que el chico se iba a ir a su cuarto, a evitarlo como siempre, pero en vez de eso le sorprendió con la siguiente declaración:
- No quiero ir al psicólogo.
Lo dijo con voz tranquila, adulta, indicando que aquello iba más lejos que un simple capricho pasajero.
- Pensé que ya lo habíamos hablado.
- Tú lo hablaste. Yo sólo escuché. Es básicamente lo que hago ¿no? No tengo ni voz ni voto.
- Eso no es así, Peter. Está bien, hablemos ahora. – Chris cogió una silla y se sentó a horcajadas, con el respaldo en el pecho y cruzando los brazos sobre la parte superior.
- ¿Si lo hablamos me dejarás quedarme?
- No, Peter. Eso está fuera de discusión, pero escucharé tus razones y trataré de que lo entiendas.
- Yo lo entiendo perfectamente. Eres tú el que no quieres entender.
- No me ataques – le dijo Chris, comenzando a cansarse de las hostilidades verbales – Estoy aquí, dispuesto a escucharte, y tú ya das por supuesto que no te voy a entender. Explícamelo, y yo prometo prestar atención. ¿Por qué no quieres ir?
Peter le miró a los ojos. Sabía que aquella era su oportunidad, que no iba a tener otra, y se tomó un tiempo en escucharse a sí mismo para poder hacer luego que Chris le escuchara.
Ir al psicólogo significaría admitir que tenía un problema, pero eso no se lo podía decir a Chris. Peter no era idiota: sabía que la gente necesita ayuda después de ciertas experiencias, pero con él ya lo habían intentado. Ya había ido a un psicólogo antes y eso sólo había servido para remover recuerdos dolorosos. Eso sí se lo podía decir a Chris.
- No quiero hablar de "ese" tema. Duele.
Chris cumplió lo prometido, y le entendió.
- Créeme cuando te digo que lo sé, Peter. Perdí a mí a mujer, la madre de mi hijo y el amor de mi vida. Lo sé. – dijo Chris con la voz ronca, y Peter le miró muy sorprendido. No se le había ocurrido pensar que Chris también tenía algo de lo que sentía que no podía hablar. – Pero hablar de ello ayuda, y es necesario. Es imprescindible para ver que …ocurrió de verdad…y que lo único que puedes hacer es superarlo ¿comprendes?
Peter sabía lo que quería decir: cuando se abrió ante Chris sintió justamente eso. Pero precisamente por ese motivo, ya no necesitaba volver a hacerlo, o al menos eso creía.
- Sólo quiero sentirme normal, Chris. Normalmente la gente de mi edad no va al psicólogo. Nick y yo fuimos varias veces de niños, y yo me harté a sesiones hace sólo un par de años. Los chicos normales no van al psicólogo.
- Eso no es cierto. Muchos niños y adolescentes van al psicólogo. Existe una falsa creencia que considera que los problemas de los niños son más simples que los de los adultos. Tú eres la prueba viviente de que no es así, pero además un problema "simple" también puede necesitar la ayuda de un psicólogo cuando uno no es capaz de resolverlo por sí mismo, porque hay algo en su mente que le frena, que le daña. A veces, es más, la mayoría de veces, el problema está sólo en la cabeza de quien lo sufre. Muchos piensan que cuando eres joven no puedes sufrir, que no hay motivos para ello. Pero los niños están capacitados para hablar de lo que les pasa, de su sufrimiento y de encontrar por sí mismos, con la ayuda de un profesional, la solución a su problema.
- Pero éste es MI problema, y no tiene solución. Nadie va a borrar lo que ha pasado.
- Pero sí podemos hacer que dejes de ver las cosas de manera errónea.
- A veces me entra miedo, vale y ¿qué? Todos decimos tonterías en algún momento.
- Lo tuyo son más que tonterías. Te lo crees de verdad, y puedo ver que sabes que tengo razón.
- ¿Por qué no puedes simplemente dejarlo estar? – dijo Peter, alzando un poco la voz.
- ¿Dejarte sufrir? Nunca.
- ¡Ir al psicólogo me hará sufrir!
- Ir al psicólogo te ayudará.
- ¡Te ayudará a ti! ¡Servirá para calmar tu conciencia! ¡Te hará creer que estás haciendo algo, maldita sea! No necesito que hagas nada. No necesito que me ayudes.
Chris se sintió dolido más que enfadado. Hasta cierto punto, Peter tenía razón: Chris sentía que tenía que hacer algo por su hijo. Que era su deber de padre ayudarle a tratar ese problema, que estaba más allá de su alcance. Pero la forma en la que Peter lo dijo fue demasiado brusca, porque escondía de fondo algo que no llegó a decir, pero que sentía. Escondía de fondo la frase "no te necesito".
Peter en verdad sí necesitaba a Chris, y lo sabía. Pero creía que no para todo. Creía que había ciertas cosas que eran de él, y sólo de él. Y nadie podía decirle qué hacer respecto a eso, porque nadie lo había hecho nunca. Era una parte de su vida que hasta aquél momento había controlado, y no estaba dispuesto a ceder y dejar que de pronto la controlaran otras personas.
- Peter, me da igual qué motivos creas que tengo - dijo Chris, aunque en realidad no le daba igual. Le dolía que su hijo pensara que podía hacerlo por egoísmo – pero tienes que ir al psicólogo.
- ¿Lo ves? ¡Y así lo solucionas todo! "Tienes que hacer esto". "Haz lo otro". A veces entiendo que Nick discuta tanto contigo. Siempre hay que hacer tu santa voluntad.
- Basta, Peter. No puedes hablarme así.
- Sí puedo, y ¿sabes qué? Por una vez voy a hacerlo. No voy a ir al psicólogo, y no puedes obligarme. Así que asúmelo.
Chris alzó una ceja, como si preguntara "¿me estás retando?".
- En realidad, sí que puedo. Pero me gustaría que accedieras a razonar y a ir por tus propios medios.
- Genial: ahora no sólo necesito un loquero sino que además no soy razonable. ¿Algo más que me quieras decir? No te cortes…
- Sí, que te estás pasando. Termina el berrinche y disfruta de tu día libre hasta la hora de irnos. Sería bueno que pensaras en lo que le vas a contar.
- Ya sé lo que le voy a contar: que vivo con un hombre que no conoce el concepto de "respeto" ni el de "intimidad"
Chris meditó unos momentos si Peter le estaba dando un motivo para castigarle. Se estaba portando como un testarudo y no le estaba hablando con todo el respeto que debiera, pero deseaba terminar con aquello de una forma pacífica y satisfactoria para ambos, así que estiró al máximo la poca paciencia que le quedaba.
- Hay conceptos que conozco muy bien, en cambio. Como el de castigar a un chiquillo malcriado que no sabe cuando parar con la testarudez.
Aquello, tal como esperaba, hizo que Peter se ruborizara. Y hasta que bajara la cabeza, entendiendo la poco sutil amenaza. Pero aquella vez Peter no iba a ceder tan pronto. Estaba plenamente convencido de que tenía razón, o peor aún, de que no la tenía pero que era mejor actuar como que sí a hacerse cargo y tener que ir al psicólogo.
- Seré un chiquillo malcriado pero tengo sentimientos y pensamientos propios. Y me gustaría que lo tuvieras en cuenta.
Chris suspiró, pensando que al menos había conseguido que moderara un poco el tono. "Claro que tienes sentimientos. A veces parece que no tienes más que sentimientos" pensó, pero no lo dijo.
- Lo tengo en cuenta, Peter, pero también tengo en cuenta otras cosas. Como que no estás siendo razonable en esto. Eres mi hijo, y sólo hago lo que creo que es mejor para ti. Ahora estás bien, pero luego soy yo el que tiene que ver cómo te dan ataques que sólo tu hermano sabe calmar, o el que te escucha llorar sin saber cuál es el motivo.
- No te preocupes: no volveré a molestarte con mis cosas.
- Sabes que no es eso lo que quería decir. Escucha. No tiene sentido que te obligue a ir en contra de tu voluntad, no creo siquiera que la psicóloga te acepte si vas obligado. Sólo te pido que vayas a la primera sesión. Si no te gusta, si es tan horrible, lo dejamos.
Eso era muy razonable, y Peter sabía que tendría que haber aceptado, pero también sabía, por que se conocía a sí mismo, que después de ir una vez sería incapaz de negarse a continuar. Le había costado mucho enfrentarse a Chris, y sabía que no iba a hacerlo de nuevo por el mismo tema: no cuando una parte de él sabía que tenía que ir a esas sesiones.
- Mejor lo dejamos ahora, y punto.
- Mira Peter, estás acabando con mi paciencia, y esa era una habilidad que hasta ahora le correspondía a tu hermano.
- Pues tú estás acabando con la mía, y esa era una habilidad que hasta ahora no había tenido nadie.
- Vale ya. Se acabó la discusión. Desaparece un rato antes de que decida enseñarte a no replicarme.
- No se acabó nada, no voy a dejar el tema hasta que no…
Chris había tenido suficiente. Puede que Peter no estuviera pataleando ni gritando en exceso, pero aquello se parecía demasiado a uno de los berrinches de Leo. No le dejó terminar: se puso de pie y se volvió a sentar, arrastrando a Peter con él. Le puso sobre su regazo y le bajó los pantalones.
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Peter no emitió ni un solo quejido, aunque la rapidez con la que había actuado Chirs le había sorprendido. Al principio sintió vergüenza, y pensó que había llevado su enfado demasiado lejos, que se había ganado aquello a pulso. Pero luego pensó que, aunque fuera cierto, seguía sin querer ir al psicólogo y no iba a dejar que Chris tomara aquella decisión por él.
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- Si tiras mucho de una goma, al final se rompe. – le dijo Chris, mientras continuaba con los azotes.
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Peter no decía ni mu. A decir verdad, ni siquiera se movía. Aquello dolía, y era un tipo de dolor nuevo para él: no era tan intenso ni picaba tanto como el cepillo, pero le hacía sentir más pequeño de lo que era.
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- ¿Por qué estás recibiendo estos azotes, Peter? – le preguntó Chris, para ver si conseguía alguna clase de respuesta, de reacción, de ruido, de algo, por parte de su hijo. Pero Peter no respondió.
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- ¿Por qué estás recibiendo estos azotes? – repitió, sin poder evitar fijarse en el color que iban adquiriendo las nalgas de Peter. Sabía que al chico le movía algo más que el orgullo: realmente creía que era su deber no llorar ni mostrar debilidad mientras le castigaban, y esa no era la actitud que Chris quería. Precisamente quería acabar con esa necesidad de Peter por ser independiente en todo. Quería que el chico entendiera que ahora tenía un padre, con todo lo que eso implicaba. Pero sólo obtuvo más silencio, y aquello le frustró mucho: eso sí era por puro orgullo y cabezonería.
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- Peter, ¿por qué te estoy castigando? – insistió con voz cansada.
- Porque no he hecho lo que tú querías.
Aquello se podría haber considerado una respuesta válida si a) hubiera sido expresada en el tono adecuado y no con ese desafío y b) no hubiera insinuado que el problema lo tenía Chris por ser caprichoso
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- No, Peter, es por ser insistente hasta sobrepasar la insolencia y los malos modos. Y por empeñarte en salirte con la tuya por un capricho tonto.
- No es un capricho tonto. ¡No quiero ir al psicólogo!
Dicho desde esa posición, con el culo colorado y con la voz ligeramente aguda por el llanto contenido, realmente sí parecía un capricho tonto y hasta Peter se dio cuenta.
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- Pues igual tienes que ir. No creo que éste sea el mejor método para pedirte esto, hijo, pero de una forma u otra vas a ir, al menos a la primera sesión. ¿No te das cuenta que ésta actitud tuya de negarte con tantas ganas ya demuestra que tienes un gran problema con el hecho de aceptar ayuda?
Peter no respondió. No le gustaba que le ayudaran, pero no creía que eso fuera un problema. Él podía y debía bastarse sólo, y más en cuestiones personales que no le interesaban a ningún psicólogo. Pero se dio cuenta también de que Chris no iba a ceder, y aunque estuviera dispuesto a seguir así un rato más, al final iba a obligarle a ir aunque tuviera que llevarle a rastras. Peter sabía que Chris era más fuerte que él. Así que tenía que buscar una salida y rápido.
Se le ocurrió que si se ponía enfermo no le obligaría a ir a ningún lado. Y el sabía exactamente como ponerse enfermo (de verdad, y no fingido, o Chris se daría cuenta) en tan sólo unos instantes. Sin pensarlo dos veces, hizo fuerza para liberarse del agarre de Chris, que no se lo esperaba y no pudo hacer más que quedarse con la mano en el aire durante medio segundo, mientras Peter lograba escaparse. Rápidamente, Peter salió corriendo de la habitación y se dirigió al baño. Allí cerró la puerta con pestillo, prácticamente en las narices de Chris, que le había perseguido con la incredulidad más absoluta.
- ¡Peter! – gritó Chris desde el otro lado, pero éste le ignoró.
Lo primero que hizo fue frotarse el trasero, un tanto sorprendido de que doliera tanto, ya que le había pegado sólo con la mano. Después no perdió el tiempo, porque sabía que Chris no tardaría en dar con la forma de abrir la puerta. Peter abrió un armarito del mueble del baño, en el que Chris guardaba algunas pastillas. Eran unos antibióticos fuertes, para infecciones, cuyos efectos secundarios Peter conocía muy bien, porque lo había tomado en una ocasión, en el orfanato. Había visto la cajita días atrás, y le había llamado la atención: aquellos antibióticos podían provocar vómitos, y Peter pensó que si se tomaba tres o cuatro píldoras, se provocaría el vómito y Chris no podría llevarle a la consulta del psicólogo. Sabía que aquello le valdría un buen castigo, porque además Chris sabría al instante lo que había hecho, pero le merecía la pena.
Se tomo cuatro de esas píldoras justo en el momento en el que Chris lograba abrir la puerta al embestirla con el hombro por tercera vez. Vio la caja en manos de Peter, vio al niño con la boca llena, y se alarmó como no lo hacía desde que casi le atropellan. ¿Es que ese chico tenía alguna clase de talento especial para poner su vida en peligro? Se acercó a él, histérico.
- ¡Peter, escupe eso!
No esperó a que le hiciera caso y le obligó a abrir la boca. Le hizo escupir, y le miró varias veces hasta asegurarse de que no se había tragado nada.
- Pero ¿en qué pensabas? ¿Es que acaso querías matarte?
Chris no le dejó responder. Su niño. Su Peter tomando aquellas pastillas. La sobre ingestión de cualquier medicamento puede tener efectos muy graves y el miedo, la rabia y la impotencia actuaron por él. Abrió el armario de abajo, cogió el cepillo y se sentó en la taza del váter, tumbando a Peter sobre él. Lo hizo de forma algo rápida y brusca y ni siquiera reparó en el intenso rojo que ya cubría el trasero del chico, por la azotaina que acaba de darle. Los pantalones se habían quedado en algún punto de la habitación de Peter, y Chris pensó que en aquél momento estaban muy bien donde estaban.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
Descargó el cepillo una y otra vez sin decir nada, demasiado enfadado y asustado para hablar, pero comenzó a regañarle en cuanto Peter emitió un gemido, y tomó conciencia de que le estaba pegando con demasiada fuerza, así que se controló:
- No CRACK vuelvas CRACK a hacer eso CRACK en tu vida CRACK. ¿Me oyes? CRACK
- Síii – dijo Peter, soltando el sollozo que había estado conteniendo y empezando a llorar intensamente. Le dolía muchísimo.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- ¿Es que acaso pretendías matarte? ¿Es que has perdido el juicio?
- No, sólo quería vomitar – consiguió decir Peter entre llantos
Chris, que por fin entendía lo que pretendía Peter al ingerir esas pastillas, se enfadó aun más si cabe. ¿Es que había puesto su vida en peligro por salirse con la suya?
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Auuu. Chris, para, por favor, no lo volveré a hacer.
Decir aquellas palabras le costó mucho a Peter, por dos razones: primero, porque hablar le costaba bastante en esos momentos, y segundo, porque nunca antes había suplicado que dejaran de pegarle. Nunca se lo hizo a sus últimos padres adoptivos, cuando le maltrataban, y si lo hacía ahora no es porque Chris le estuviera haciendo más daño que ellos, pero sí le dolía mucho y estaba asustado por ver a Chris tan enfadado. Aun así, Chris no se detuvo. Estaba fuera de sí, y realmente dispuesto a evitar que Peter pusiera en peligro su vida de Nuevo. Aquella era de esas lecciones que se aprenden una vez en la vida, porque si hay una segunda, puedes no tener tanta suerte y no salir vivo de ella.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Las medicinas no son una broma. Es peligroso y podías haberte provocado algo más que unos vómitos.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Provocarse una enfermedad no es una opción válida NUNCA, Peter.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
Chris se detuvo por fin cuando Peter emitió un grito que le alarmó. El chico había hecho lo posible por no gritar, sin demasiado éxito, pero aquél grito fue especialmente fuerte, y Chris consideró que ya había sido suficiente Al ver el aspecto de las nalgas de su hijo no le cupo duda de que la lección había quedado bien grabada Sólo entonces se permitió pensar la cantidad de veces que le había pegado. Había llegado a perder la cuenta, y eso era algo que nunca se permitía. Peter lloraba a mares y fue como si Chris escuchara en ese momento todos los llantos y grititos de su hijo durante el castigo. Le llegó al corazón y él mismo lloró también, mientras le abrazaba. Quería que el chico entendiera por qué lo había hecho. Le habló sin eufemismos, sin dejar de abrazarle. Intentó sentarle en sus piernas, pero vio que era imposible así que le sostuvo como pudo.
- La sobredosis de cualquier medicamento puede llevarte directo al hospital, o a la tumba, hijo. Es algo que nunca, nunca debes hacer, ni cuando estés deprimido, ni cuando te duela algo, ni mucho menos por querer provocarte el vómito. La muerte es lo único de lo que no puedo protegerte, tesoro.
Peter sólo lloró, incapaz de hablar aun. Chris lo entendió y le hizo mimos para que se calmara, pero esperaba una respuesta.
- ¿Y por qué querrías protegerme de eso? – dijo el chico, entre respiraciones entrecortadas, y llorando mucho aun – A lo mejor estabas mejor sin mí…
- No digas eso ni en broma – Chris le estrechó muy fuerte contra sí mismo, como si quisiera que no se separaran nunca. Lo peor de todo es que sabía que el chico no lo estaba diciendo en broma. – No lo digas nunca.
Peter siguió llorando, y Chris, antes de seguir hablando con él, consciente de que mientras estuviera así no le escucharía, le empezó a hablar con suavidad y a decirle palabras que le habían calmado en otras ocasiones. Ni así consiguió que el chico dejara de llorar, y comenzó a asustarse. En un determinado momento le vio ponerse rojo y respirar con dificultad.
- Inhalador – logró decir el muchacho, y Chris voló al cuarto de Peter, dejando al chico con toda la delicadeza de la que fue capaz. Se dio cuenta de que él no sabía dónde estaba el inhalador, Peter nunca había llegado a decírselo. Se asustó mucho, y empezó a sacar cosas y cajones, totalmente histérico. Entonces, pensó con la cabeza y se dio cuenta de que el lugar más lógico para tenerlo era la mochila del colegio. Lo encontró allí, en el bolsillo pequeño. Volvió al baño y se encontró a Peter respirando con dificultad, apoyado en la pared mientras intentaba calmarse. Le dio el inhalador y observó como el chico aspiraba dos veces, con metodología profesional de quien tiene mucha práctica en esos menesteres.
Chris observó como Peter volvía a la normalidad. Le dejó respirar unos segundos y luego volvió a abrazarle, quitando todo el aire que pudiera haber recuperado. El llanto de Peter le estaba matando. No sabía qué hacer para calmarle, hasta que se le ocurrió hacer algo que hacía con Leo de pequeño, y que aun hacía en ocasiones: empezó a tararear una canción, una nana.
Él no tenía, o no creía tener, la bonita voz de Peter, pero era suave y calmó al chico, que era lo que pretendía. Los sollozos de Peter se fueron apagando hasta que sólo quedaron las lágrimas.
Chris llevó a Peter a su cuarto, y le tumbó bocabajo en la cama. Allí empezó a mimarle el pelo, y a decirle "te quiero" cada pocos segundos. A veces intercalaba las frases inconexas con otras con algo más de sentido.
- Si a ti te pasa algo, yo me muero, Peter. Y el hecho de que tú…de que hables de tu vida como si no fuera importante…
- Tranquilo. El ataque de asma me ha recordado lo agobiante que es no poder respirar. Los muertos no respiran. Puede que crea que tú estarías mejor sin mí, pero no quiero morirme. Aun no.
Al menos, tenía instinto de preservación. Chris se aferró a eso.
- Nunca estaría mejor sin ti, Peter. ¿Cómo puede ser que dudes que necesitas ir al psicólogo? ¿Es que no te escuchas? Peter, te quiero, pero lo que has hecho hoy es lo más estúpido que te he visto hacer. Más aun que lo del coche, porque eso fue un accidente.
- No pretendía suicidarme – se defendió el chico.
- No, pero sí querías ponerte enfermo. Y el resultado podía haber sido el mismo. Nunca, Peter. No puede haber una segunda vez.
Peter asintió, y Chris, convencido de que lo había entendido, decidió dejarle tranquilo. Le acarició la espalda y decidió desistir de ponerle unos pantalones. Al cabo de un rato escuchó que su respiración se hacía más lenta y profunda y comprobó que se había dormido.
Salió de la habitación sólo para hacer una llamada: le dijo a la psicóloga que les cambiara la cita para el día siguiente. Después regresó e hizo compañía a Peter mientras dormía.
El chico durmió dos horas seguidas, y cuando se despertó no había nadie en su cuarto. Rodó sobre la cama, pero no fue una buena idea: el trasero le dolía muchísimo. Se puso unos pantalones de pijama, suaves y blandos y aun así el roce le dolió.
La casa estaba en silencio, y Chris oyó el chirriar del suelo cuando Peter se levantó. Fue a verle, pero cuando subió al cuarto del chico para buscarle, allí no había nadie. Estaba a punto de irse cuando reparó en que Peter estaba debajo de la cama, tumbado con la tripa apoyada en el suelo. Se preguntó qué haría allí y, tras pensarlo unos momentos y aprovechando que Peter había dejado espacio, decidió meterse ahí debajo con él en lugar de sacarle.
Al principio, ninguno de los dos dijo nada. Chris intentaba descifrar la expresión de Peter, pero no pudo. Finalmente, Peter le sorprendió con una carcajada.
- ¿Sabes que esto puede tener una interpretación muy poco decente? Los dos juntos, debajo de la cama…
Chris sonrió, aunque también se ruborizó un poco. Peter no solía hacer chistes de ese tipo.
- Intenta controlar tus impulsos masculinos – respondió solamente, agudizando la voz como si fuera una muchacha inocente.
- No me robes el papel – protestó Peter, y se volvió a reír.
Después, hubo otro momento de silencio. Está vez lo rompió Chris.
- ¿Cómo estás? – preguntó, levantando el brazo con dificultad debido a la falta de espacio para apartarle un rizo de la cara.
- Bien – respondió el muchacho, demasiado pronto, como si fuera algo trivial.
- Lo pregunto en serio.
- ¿Preguntas si me duele? Sí, claro, me duele mucho. Pero me lo merecí ¿no?
Chris no supo decir si la última parte iba o no con sarcasmo. Le parecía que no, pero con Peter uno no siempre podía estar seguro.
- Entiendes por qué te pegué ¿verdad?
- Primero por ser insolente; luego por darte con la puerta en las narices y tomarme medio frasco de pastillas.
- Exacto – respondió Peter, contento de que lo entendiera.
Un nuevo silencio. Volvió a hablar primero Peter.
- No fue un berrinche, hasta que me di cuenta de que tenías razón.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Chris, sin entender una frase tan críptica.
- Que al principio no fue un berrinche: no quería ir al psicólogo y estaba dispuesto a tener una conversación adulta sobre eso. Pero luego distes argumentos muy convincentes y sólo me quedó la vía irracional.
- No, si será mi culpa ahora – comentó Chris, con cierta dosis de humor.
- No. Esto ha sido sólo culpa mía. – Peter lo dijo muy serio, sin seguir la broma. Chris le observó unos instantes.
- Quizá yo no debía insistirte tanto. Podría haber aplazado la visita o….
- Hubiera dado igual. Me hubiera empeñado lo mismo en la siguiente ocasión.
- He pedido cita para mañana. ¿Vas a volver a oponerte?
- No. Puede que de verdad lo necesite – dijo Peter, y Chris se dio cuenta de lo mucho que le costó decir aquello.- Además, después del castigo de hoy, te obedeceré como un corderito. – añadió, en tono más relajado.
- No quiero que me obedezcas por miedo, Peter.
- No te tengo miedo. Bueno, quizá un poco cuando tienes el cepillo en la mano, pero creo que eso es hasta saludable.
Chris lo meditó un poco y decidió que sí, que un poco de miedo estaba bien, si le impedía volver a hacer algo como aquello.
- Es que, Peter, no sueles equivocarte, pero cuando lo haces lo haces a lo grande – comentó Chris.
- Es un don – respondió el muchacho, metiendo las manos debajo de la barbilla. El movimiento hizo que Chris casi se comiera su codo.
- ¿Vas a decirme que hacemos aquí debajo? – preguntó con curiosidad, refiriéndose a la cama.
Peter se quedó extrañamente mudo. Chris recurrió a la consagrada tortura de las cosquillas para hacerle hablar.
- Vale, vale – dijo Peter, y las cosquillas cesaron. La risa del chico desapareció también – El hueco de debajo de las camas es mi refugio.
- ¿Tu refugio?
Peter le miró a los ojos antes de responder. Como estaban bajo la cama, parecían negros más que azules.
- Cuando escuchaba a mi padre y sabía que me iba a pegar, me escondía debajo de la cama, pensando que así no podría encontrarme. Pero siempre me encontraba.
A Chris no le gustó nada que llamara "padre" a aquél tipo, dado que era un honor que no había llegado a concederle a él. Pero no dijo nada y le dejó continuar.
- Aun así, yo siempre volvía a esconderme ahí. Antes y después…de una paliza.
Chris apretó las manos y los dientes. ¿Estaba insinuando….?
- He decidido que también voy a venir aquí cuando quiera hablar contigo. – concluyó Peter, y Chris dejó escapar el aire, con alivio. Había temido que Peter le estuviera comparando con sus últimos padres adoptivos.
- ¿Por qué? – tuvo que preguntar.
- Porque necesito una escusa para abrirme, y éste lugar es tan bueno como cualquier otro.
A Chris le valió.
- Y ¿qué es lo que querías decirme?
Peter se tomó su tiempo en contestar, pero esta vez Chris le dejó tranquilo, hasta que hablara por propia voluntad.
- Mi padre adoptivo era psicólogo – dijo por fin. – Por eso les odio.
Chris asimiló la información, entendiendo de pronto muchas cosas: por qué esa insistencia en no ir al psicólogo, por qué el centro le había dejado de llevar a uno…Estaba pensando en cómo responder a aquello cuando Peter se respondió sólo.
- Sé que eso no quiere decir nada. Que no significa que deba tener miedo de todos los psicólogos. Pero qué quieres que te diga, si me llegas a decir que esa era tu profesión al conocernos, hubiera salido corriendo. Sé que es absurdo pero…
- Por eso lo llaman "miedo irracional" Aunque el tuyo tiene una base muy lógica. Escucha. ¿Crees que voy a ir allí y voy a dejarte sólo? Estaré en la habitación de al lado, y en muchas sesiones tal vez estaremos juntos.
- ¿De verdad?
- No, de mentira. Es que te llevo al psicólogo para irme de cañas mientras tanto… - respondió Chris con sarcasmo y Peter sonrió, que era lo que intentaba.
Permanecieron así un rato más, hasta que Chris preguntó:
- ¿Podemos salir ya de aquí? Me da la impresión de que la cama se me va a caer encima.
Peter soltó una risita, pero asintió. Chris tenía que salir primero, ya que le cerraba el paso. Después salió él y se sorprendió de que hubieran cabido ahí los dos juntos.
- ¿Estoy castigado? – le preguntó Peter, mientras se estiraba.
Chris lo pensó bien. Después de la fuerte azotaina que le había dado no tenía corazón para castigarle más.
- No. ¿Por qué? ¿Qué quieres hacer?
- Ver los dibujos con el peque – sonrió.
- Peter, el peque aun no ha llegado. Sólo son las doce.
- ¿En serio? Entonces quizá debería ir al colegio. Llegaría a la última hora.
- Sí, tú prueba a sentarte en clase justo ahora.
Peter se ruborizó, aunque entendía lo que Chris quería decir. Sólo de imaginarse sentado en aquellas sillas duras con lo adolorido que estaba, se estremeció.
- Pero si mañana voy a ir a la psicóloga voy a tener que faltar otra vez y…
- Tú aprovecha que tienes un padre que te deja quedarte en casa – le dijo Chris y le dio un beso en la frente.
- Me mal influencias – respondió Peter, con una sonrisa.
- Di más bien que te malcrío. – respondió Christopher, y se fue abajo. Se sentó en el sofá, y se puso a leer un libro.
Al poco escuchó unos pasos tímidos que bajaban las escaleras.
- ¿Te ha comido los pies el gato? – preguntó al ver que no asomaba ninguna cabeza por el umbral. Peter se dejó ver y sin decir nada se acercó a él, y se hizo un hueco en el sofá, apoyando su cabeza en Chris de una forma muy parecida a como lo hacía Leo. A Chris le sorprendió el gesto, pero le envolvió con un brazo con cariño y le preguntó:
- ¿Quieres que ponga la TV?
- No, así está bien
Se acurrucó de tal forma que terminó con la cabeza en las piernas de Chris, tumbado de lado con los pies en el lateral del sofá. Chris le acarició la cabeza y dejó de lado el libro por un rato.
- ¿No estás tú muy cariñoso?
- Normalmente soy así. – le dijo – Lo que pasa es que uno ya no tiene edad para ir ronroneando por las esquinas.
A Chris le hizo gracia esa manera de expresarlo.
- Nunca serás demasiado mayor para que te mime, gatito.
- Ni para que me castigues.
- No, eso tampoco. – respondió Chris, aunque no había sido una pregunta. – Anda, espérame aquí. Vuelvo enseguida.
- ¡Jo! – protestó Peter – No he venido para que ahora te vayas.
- Será sólo un momento – dijo Chris entre risas, agradado por ese nuevo Peter mimosón y dependiente.
Volvió con las manos ocupadas. En una llevaba una manta, que echó sobre Peter para que no se quedara frío y en otra un cojín. Después, recuperó su sitio bajo la cabeza de Peter y le enseñó el cojín.
- ¿Para qué es?
- Para que puedas sentarte antes de la semana que viene. - respondió con naturalidad, aunque en realidad sabía que se le pasaría en poco tiempo. Era un dolor molesto, pero no intenso. Por desgracia, Peter había soportado cosas peores. Chris sabía que en esos momentos sentarse podía ser algo incómodo para él, y por eso quiso facilitarle el asunto.
Peter se ruborizó mucho, al entender.
- Gracias – musitó, escondiendo la cabeza.

Chris era una almohada muy cómoda, así que se volvió a dormir al cabo de unos minutos.

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