lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 24: Curando y abriendo heridas



 


Chapter 24: Curando y abriendo heridas

Los días siguientes fueron algo cansados para Chris, que no llevaba de todas formas una época especialmente sencilla. Se había propuesto básicamente ser el padre perfecto. No iba a volver a permitirse un fallo como el de no reparar la ventana, o acusar a Nick de algo que no había hecho. Quería además asegurarse de que Peter no tenía ninguna clase de pensamiento suicida, y a eso le dedicó varias horas de conversación. De hecho, dedicó muchas horas a conversar con todos sus hijos, aunque al final siempre, por una cosa o por otra, terminaba hablando con Peter: era agradable hablar con él, nunca parecía cansarse de su compañía al contrario que Leo o Nick, y había, realmente, muchas cosas de las que conversar. Además, el chico tampoco tenía gran cosa que hacer, dado que aun seguía castigado. Chris se dio cuenta de que solía castigarles dos semanas, y antes de que acabara el plazo ya se habían metido en otro lío. Era agotador. Pero, por suerte, ninguno de los chicos se metió en problemas durante aquella semana. En ese sentido, al menos, Chris pudo disfrutar de algo de relax. Si estaba cansado era porque dedicarle todo tu tiempo a tres hijos hace que anheles el tener algo de tiempo para ti. Pero sarna con gusto no pica, y él lo hacía desde su amor paternal más sincero.
Una tarde de principios de diciembre, Chris estaba intentando sonsacarle a Peter cómo eran las Navidades en el orfanato. Él lo había imaginado como una época triste, pero en realidad era por lo visto de las mejores, porque todo el mundo parece acordarse de los huérfanos en Navidad. El chico estaba rememorando para él los regalos que había recibido de pequeño cuando Nick entró al salón donde estaban hablando, y volvió a irse sin decirles nada. Pero su gesto habló por él…
- ¿Está enfadado? ¿Se acabó la calma y ahora viene la tempestad? – preguntó Chris para sí mismo, pero también para Peter.
- ¿Qué quieres decir?
- Estos días ha estado todo muy tranquilo.
- Siento haberte dado tantos problemas.
- No te estaba regañando. Además, estaba hablando de Nick. Pensé que todo iba bien, pero nos ha mirado como si odiara a uno de los dos, o tal vez a ambos.
Peter guardó silencio, y se acomodó mejor en el sofá. Tenía las piernas cruzadas, ocupando muy poco espacio.
- No es difícil saber lo que le pasa.
- ¿Ah no? – preguntó Chris, pensando qué era lo que se había perdido.
- No. Lo que tienes es envidia. Llevas días enteros hablando conmigo.
- Pero porque él no quiere.
- ¿De qué has intentado hablar con él?
- No sé. De cualquier cosa.
Peter volvió a quedarse callado. Chris notó que se había puesto serio, y esperó a que se explicara.
- Prácticamente me has acosado a argumentos en contra del suicidio. Alguna vez hemos hablado de "mis últimos padres" y sí, a veces te cuento cosas de mi vida en el orfanato, aunque no muchas. Hablamos de mí. A veces consigo que hablemos de ti. Eso es lo que yo llamo una conversación. Con Nick, cuando no hablas de algo que ha hecho mal, hablas de mí. Tiene que ser duro pensar que sólo consigues atención cuando haces algo malo.
- Eso no es justo. Le dedicó atención, y a Leo también.
- Hay algo que tienes que entender….Antes de venir aquí, todo era al revés. Era Nick el que se llevaba la atención de todos. Conmigo casi nadie hablaba, salvo él. Y él siempre estaba metido en líos.
- Esa última parte no me resulta difícil de creer.
- Hablo de líos de verdad, Chr….papá. Recuerda que le denunciaron por vandalismo con tan sólo diez años. Contigo es bastante bueno. Sé lo que sintió, porque yo sentí lo mismo: pensó que contigo tenía una oportunidad.
- ¿Y entonces? ¿Cuál es el problema?
- Él realmente lo está intentando. Tú no te das cuenta, porque no le has conocido "antes", pero Nick es un ángel, una joya comparado con lo que era. De hecho, el que se está volviendo peor soy yo. – comentó Peter y, como vio que Chris iba a interrumpirle, se dio prisa en continuar - En cualquier caso, él pensó que contigo las cosas podían ser diferentes. Que podía conseguir tu atención sin tener que hacer….las cosas que hacía.
- ¿Y no es así?
- Como te he dicho, con él casi siempre hablas de mí.
- ¿Y tú cómo lo sabes?
- Somos gemelos. No puedes pretender que nos guardemos secretos. Todo lo que le digas a él yo lo sabré de inmediato. Y viceversa.
Chris se tomó unos segundos para reflexionar.
- Puede que hablemos de ti de vez en cuando, pero con él paso muchas horas cocinando…
- ¿Cuánto hace que no haces eso?
- ¿Qué?
- ¿Cuánto hace que no cocináis juntos?
- Pues…pues…un par de semanas – reconoció.
- Te diré cómo funciona la mente de Nick, porque es un mecanismo muy sencillo: los cambios le asustan. Como a todos. Y últimamente ha habido muchos cambios en nuestra vida, aunque él se ha adaptado bien a ellos….Nick es completamente normal. No tiene grandes complejos, aparte del sentimiento de abandono que supongo yo que sabrás entender. Vino aquí, y todo eran atenciones para él. Pero después yo me puse tonto, y dejé que te enteraras de ciertas cosas de mi pasado. Y adivina hacia quién se giraron tus atenciones. Ya lo dijo Nick, el día en que Leo se puso enfermo y tú nos confundiste: "El pobre y maltratado Peter, al que todos tienen que querer y hacer caso, porque no está bien de la cabeza". Nick no miente. Estaba enfadado, de acuerdo, pero dijo aquello porque en el fondo lo pensaba de verdad. Es así como se siente, y es culpa mía.
- No te eches la culpa – dijo Chris, que le iba entendiendo aunque no sabía bien a dónde quería llegar.
- La tengo. Lo que a Nick le pasa simple y llanamente es que tiene celos. Los estaba superando, igual que yo, pero en estos días se ha tenido que enfrentar al hecho de que incluso cuando él es el bueno y yo el malo, las atenciones me las llevo yo.
- ¿Qué quieres decir? Peter, tú no has hecho nada malo. ¿Qué es toda esa tontería de "el que se está volviendo peor soy yo" y "cuando yo soy el malo"?
- Nunca le habían castigado tanto – dijo la voz de Nick, desde la puerta. Chris no supo cuánto tiempo llevaba escuchando. Estaba apoyado en el quicio, con los brazos cruzados, y el gesto serio. – Desde que está aquí y todos jugamos a las casitas, ha batido su record. No lleva bien eso de ser humano y cometer errores.
- Ahora no estábamos hablando de mí – replicó Peter, ligeramente ruborizado.
- Siempre hablamos de ti – dijo Nick, pero luego esbozó una sonrisa triste. – Está bien. No importa. No es culpa tuya.
- Tampoco mía – intervino Chris, que había tomado nota de aquella breve conversación. Descubría mucho de cómo se sentían sus hijos al escucharles hablar entre ellos; en especial cuando hablaban el uno del otro – No sabía que era así como te sentías. Ayer mismo fui a hablar contigo y prácticamente me echaste de tu cuarto.
- Soy un adolescente. No esperes que lo que haga se corresponda con lo que piense – dijo Nick, y se rió – Está bien, papá. No estoy enfadado, siento haberme ido antes así. Lo que pasa es que vosotros dos os lleváis muy bien, y me da envidia, pero de la sana.
- Sois mis hijos. No me llevo ni bien ni mal con vosotros: os quiero, que es diferente.
- Aun suena raro.
- ¿El qué?
- Lo de "sois mis hijos". Aun suena raro. – dijo Nick. – Quizá es porque eres muy joven.
- ¿Ahora soy joven? ¿Qué pasó con el viejo de arrugas en el ceño? ¬¬ Igualmente ¿qué quieres decir?
A veces pensaba que los gemelos hablaban en otro idioma: eso explicaba por qué con tanta frecuencia no les entendía.
- Los padres de nuestros compañeros de clase les sacan como mínimo veinte años a sus hijos. La mayoría, de hecho, unos treinta. No sé. Los padres de adolescente suelen tener entre cuarenta y sesenta años, no treinta y tres. Quizá por eso es raro que digas eso, cuando hasta podrías ser nuestro hermano mayor. O quizás es que hace poco tiempo todavía. Apenas hace tres meses que estaba compartiendo cuarto con Peter, pensando que siempre íbamos a ser sólo él y yo.
Chris se paró a pensarlo.
- Parecen más de tres meses.
- Lo sé – dijo Nick. - Parece que llevemos aquí toda la vida. Aunque a veces ocurra algo que de pronto haga que me dé cuenta que no es así.
- ¿Cómo qué?
- Como el hecho de que tengas que preguntarnos cosas de nuestro pasado. Como el hecho de que mi hermano me conozca mejor que tú, que eres mi padre.
Chris guardó silencio. Aquellas palabras le molestaban, quizás porque eran ciertas. Además, se había dado cuenta de que Peter tenía razón: pasaba más tiempo regañando a Nick que hablando con él, y eso no podía ser.
- Es por eso mismo que me gusta hablar con vosotros, y es por eso que tengo un problema: Peter no suelta prenda.
Eso fue un intento torpe de invitar a Nick a la conversación, pero además era cierto: Peter era muy reservado. Nick suspiró, como diciendo "no puedo creer que vaya a caer en una trampa tan mal construida", pero se sentó en el suelo, en frente de ellos, cerrando un círculo.
- ¿Qué quieres saber? – preguntó en tono de "qué paciencia hay que tener".
- Me ha dicho todo lo que le regalaron por Navidad hasta los diez años, pero después de ahí, nada.
- Eso es porque no le regalaron nada – dijo Nick, y Peter le fulminó con la mirada.
- ¿No? ¿Por qué?
- Porque él me lo regalaba todo a mí.
Chris miró a Peter, y su expresión le confirmó que era cierto.
- ¿Por qué hacías eso?
- Porque a él no le hacían regalos.
Chris no se lo podía creer. Le había parecido que en el orfanato no les trataban mal. Vale, no era una casa. Vale, les faltaba cariño, pero el señor Wright se preocupaba por ellos.
- Pero ¿por qué? – insistió Chris.
- Papá Noel no hace regalos a los niños malos – respondió Nick con una sonrisa, e iba a dejarlo ahí, pero no quería que pensara mal del señor Wright. De acuerdo que había sido como un grano en el culo todos aquellos años, pero en el fondo Nick sabía que se preocupaba por ellos – No había dinero suficiente – explicó. – No tenían muchas cosas con las que castigarme, y yo siempre la montaba gorda para Navidad. Mataban dos pájaros de un tiro.
Pese a esa explicación, Chris frunció el ceño. Él jamás les dejaría sin regalos, por muy mal que pudieran llegar a portarse. ¿Qué cosas podía hacer Nick para merecer ese castigo? De pronto sintió lástima por Nick, y se debió de reflejar en su rostro, porque éste dijo:
- Pero bueno, el que se llevaba la peor parte era Peter. Al final, era él quien terminaba sin regalos, porque se negaba a abrirlos, diciendo que eran para mí.
- Pensé que habíais dicho que en Navidad mucha gente hacía donativos.
- Y los hacían. Pero si tienes que elegir entre arreglar el techo o comprarnos caprichos, pues eliges lo primero. Y con los juguetes, siempre donaban cosas de crío. Por lo visto no se enteran de que no todos los huérfanos son bebés monos y berreantes que juegan con peluches y muñecas. Créeme: prefiero que me dejen sin regalos a que me den una muñeca.
- ¿Qué hiciste para quedarte sin regalos? – tuvo que preguntar Chris, sin poder contenerse más.
Silencio total.
- Vamos, díselo. A lo mejor hasta se ríe. Yo me reí. – le animó Peter.
- No creo que le resulte gracioso. Y en cualquier caso, mañana es mi último día de castigo, no quiero que añada dos semanas más.
- Nick, era una pregunta inocente. No voy a castigarte por algo que hicieras con diez años. – dijo Chris, rodando los ojos – No sé qué concepto tenéis de mí, vosotros dos.
Nick suspiró.
- Metí al gato del celador en la lavadora.
- ¿Qué hiciste qué?
- Metí al gato del celador en la lavadora. Se llamaba Limpio. Un nombre muy propio, porque limpio te aseguro que se quedó.
Chris intentó no reírse. Lo intentó de verdad, porque era consciente del triste destino del pobre gato: no podría haber sobrevivido a un lavado, con jabón y todo. Pese a todo, al final soltó una carcajada, al imaginarse la situación.
- Pues a Henry no le hizo la menor gracia. Pensé que me mataba.
- Y con razón. Pobre animal. Eso fue una salvajada – dijo Chris, consiguiendo dejar de reír. - ¿Por qué lo hiciste?
- Porque me encontré un perro en la calle, quería acogerle, y Henry no me dejó.
Nota mental: alejar animales y seres vivos de un Nick enfadado. Caray, y eso con diez años. Chris estaba asombrado.
- Espera, que no ha terminado – dijo Peter, sonriendo.
- ¿Hay más?
- Henry tardó una semana en descubrir el destino de su pobre gato. A éste – dijo Peter, señalando a Nick - le dio un ataque de remordimientos y le dijo que se había escapado. Total, que nos tuvo a medio orfanato buscando al gato…y…y…..
El resto de la frase se ahogó en una carcajada. Peter trató de sobreponerse, pero le llevó unos segundos.
- …y ¡no se le ocurrió otra cosa que tenderle! Le puso una pinza en la cola y…."lo dejó secar". Henry lo encontró así, y cuando descubrió la verdad persiguió a Nick por el orfanato durante más de dos horas.
Peter se siguió riendo hasta desahogarse, y poco a poco recuperó la seriedad.
- Vale, en realidad, no tiene gracia – dijo, y Chris le miró como diciendo "pues bien que te has reído" – No, en serio. Pobre gato. A mí me caía bien el bichejo.
- Pues eras el único – dijo Nick. – Además, ¿por qué Henry podía tener una mascota y yo no?
- Imagina lo que sería si todos los niños del orfanato hubiéramos tenido una mascota. Y Luz era alérgica a los perros.
- Y yo era "alérgico" a Luz, y tenía que aguantarla.
Chris se debatía entre la risa y el horror. Prefirió no preguntar si la intención de Nick había sido la de cargarse al gato desde el principio.
- ¿Y al año siguiente? Dijiste "líos" en plural, y fue más de una vez que te dejaron sin regalo.
- Lo del año siguiente ya no tiene gracia ninguna – dijo Peter.
- No, es cierto – corroboró Nick – Ahí me pasé.
- ¿Qué pasó? – insistió Chris.
- No.
De pronto, Chris se dio cuenta de que ya no bromeaban. Nick se había puesto muy serio, y Peter también.
- Nick, puedes confiar en mí. No voy a juzgarte.
- Sí, si lo vas a hacer. Incluso puede que me pegues, y no podría reprochártelo.
- No, Nick, no voy a hacerlo – le aseguró Chris, aunque se alarmó un poco. – Sea lo que sea me lo puedes contar. Tenías once años: no pudo ser tan malo.
- Es lo peor que he hecho en mi vida. Peor aún que intentar pegarte. Yo…Había un bebé, un "recién llegado". Lloraba cada noche como si le fuera la vida en ello. Un día, me habían castigado por cierto incidente con un lavabo, y me había pasado todo el día en mi cuarto. Estaba realmente enfadado y ya había roto la mitad de las cosas de mi cuarto que estaba dispuesto a romper, pero estaba cerrado con llave, así que no podía salir. Sin embargo, por la noche me abrieron la llave, por aquello de no hacerme dormir encerrado ya que podía ser peligroso. Además, Peter dormía conmigo. Él llegó muy cansado de todo un día haciendo deporte y se durmió enseguida, y aquello sólo hizo que mi enfado aumentara por haberme perdido un gran día. Yo no me dormí. El bebé empezó a llorar y yo…yo...yo fui a hacer que se callara. Me colé en el sector de los recién nacidos, y encontré el bebé chillón. Pero si a un bebé le gritas, no consigues que deje de llorar. Probé a mecerle, pero nada. Entonces…le…le cogí y me lo llevé….y…y…recordé una amenaza que me decían de pequeño….nunca lo cumplieron pero me decían "si te portas mal te dejaremos en la ventana, para que venga el búho a llevársete". Así que yo abrí una ventana…y dejé al bebé en el alfeizar. Podría haberse caído. Podría haberse muerto de frío. Podrían haber pasado muchas cosas, pero por suerte dieron con él en poco tiempo, y también dieron conmigo. Yo tenía once años. No era tan pequeño para escudarme en mi edad. Lo que hice no tiene disculpa.
Chris entendió entonces lo que había querido decir Peter con lo del "Nick de antes". El chico estaba acostumbrado a vengarse de quienes le ofendían de alguna manera y llegaba a extremos que iban más allá de las simples travesuras. Chris se horrorizó por escuchar aquello, pero también pudo ver que Nick lo sentía de verdad. Le pareció ver que tenía los ojos irritados y lamentó haber preguntado: no porque estuviera decepcionado de su hijo, sino porque a él le dolía hablar de aquello.
- De los errores también se aprende – le dijo. – Ahora ni pensarías en volver a hacer algo como eso, así que no debes sentirte culpable.
Nick asintió.
- Gracias.
- ¿Cómo que gracias? ¡Quiero un abrazo! ¬¬
Aquello bastó para hacer que Nick volviera a sonreír. El chico se levantó y le abrazó.
- Recuérdame que no te enfade – le dijo Chris, bromeando. – Yo no tengo gato pero tal vez la tomes con mi colección de CD´s
- Para la música que escuchas, tanto da – le dijo Nick, tomándole el pelo.
Deshicieron el abrazo, y Nick se sintió un poco incómodo.
- Eh, un momento. Aquí no soy yo el único cafre. Ahora le toca a Peter contar sus "genialidades".
- Pensé que habías dicho que nunca le castigaban.
- Y es cierto. Pero también te dije que él enfadado es peor que yo.
- ¿Tú qué hiciste, echar laxante en la comida?
- Destrozar una estantería a puñetazos. Y no tenías por qué contárselo. – le dijo Peter a Nick, muy serio.
- Más bien se destrozó las manos, y apenas melló la madera. – dijo Nick, ignorando la protesta de su hermano.
- ¿Por qué?
- Porque le dijeron que no podía salir sólo por la noche.
- ¿Qué? – exclamó Chris involuntariamente. Aquello no le parecía un motivo de peso. Se esperaba algo gordo, quizá que tuviera que ver con alguna de sus "malas experiencias", pero era incapaz de imaginarse a Peter con un ataque violento propio de Nick o incluso superior a los que éste tenía.
- Se me fue la olla ¿vale? Todos tenemos un mal día. Te dije que tengo problemas con mi ira.
- Pero yo no he visto que los tengas. – dijo Chris, extrañado – Ni una sola vez.
- Y espero que sigas sin verlo. Ahora, ¿podemos cambiar de tema?
Chris le contempló con curiosidad. Sabía que había gente, adolescentes principalmente, que cuando se enfadaban golpeaban las paredes con los puños y tenían otro tipo de reacciones desproporcionadas. Pero no asociaba ese tipo de personas con Peter. No. Eso tenía que ser una de las tonterías de su muchacho, de cuando le daba por decir que era malo y no sé qué cosas más. Seguro que no era para tanto.
- Pues ¿de qué quieres hablar, entonces? - dijo Nick. – A mí me parece un tema muy entretenido. Tú perdiendo los nervios. Es algo digno de ser grabado.
- Siempre podemos hablar de tus intentos de fuga. Si es por temas incómodos tú me ganas, Nicholas.
- No uses mi nombre completo. Y no seas puñetero, que yo no he tocado tus puntos sensibles.
- No soy nada de eso, sólo me defiendo. Y no hace falta ser grosero.
- "No hace falta ser grosero". ¿Qué tienes, cincuenta años? Odio cuando te pones en plan padre conmigo, joder. Ya tengo uno.
- Sí, y no le gusta oíros hablar así. – intervino Chris, en tono de advertencia.
- No me pongo en plan padre, pero si juegas con fuego, te puedes quemar. Todos tenemos aquí cosas de las que no queremos hablar. – dijo Peter, mirando a Nick directamente a los ojos. Era inquietante verles hablar tan e cerca, como ver a la misma persona desdoblada.
- Sí, pero tú tienes más que nadie. Yo no he hablado de lo que sé que te duele.
- Pues yo creo que sí. Chris lo sabe todo, y no siempre se lo he dicho yo.
- Eso es distinto.
- Claro, porque es mi intimidad y no la tuya.
- No. Porque todo lo que he dicho sobre ti ha sido con intención de ayudarte, y tú has mencionado "ese" tema con la única intención de hacerme daño. – dijo Nick, profundamente dolido.
- Yo…Lo siento. Perdona.
Chris suspiró, contento de que hubieran arreglado aquello de forma pacífica.
- ¿Por qué no quieres hablar de eso, Nick? Ya sé que te escapaste un par de veces del orfanato.
- No nos referimos a eso – respondió Nick, algo huraño. Peter se había disculpado, pero ya era tarde: había activado las alarmas de Chris. Suspiró. – Me vas a insistir hasta que te lo diga ¿verdad?
- Puede ser. Tampoco voy a obligarte a confiar en mí. Pero…sea lo que sea puedes decírmelo.
¿A qué venían tantas reservas? Quizá era algo malo y tenía miedo de que se enfadara.
Nick meditó durante un rato si debía o no compartir aquello con su padre. Peter ya no tenía secretos con él. Tal vez el debería hacer lo mismo.
- Cuando me escapé la primera vez lo planeé durante meses. Aprendí…aprendí algunos trucos. Tengo cierta habilidad con las manos, y en fin, ya has visto lo que puedo hacer. Pero….el primer día, cuando logré salir, me di cuenta que había muchas cosas que no había pensado. ¿Cómo iba a ir al baño, por ejemplo? ¿Dónde iba a ducharme? Sabía que hay albergues, pero no cómo dar con uno, ni se aceptarían…a un menor. Así que eso estaba descartado. Viví en la calle. Y…¿sabes qué? No es tan poético como puede parecer, ni tan bohemio, ni nada. Lo que es, es una mierda. Literalmente: por inercia la gente se agrupa y…pues yo me agrupé con vagabundos. Dormí en un paso subterráneo…y aquello olía a dignidad perdida. Y a mierda. A veces creo que aún no me he quitado ese olor el todo. Estuve dos semanas fuera. Robé, mentí, estafé y pase hambre, frío y miedo. No es una experiencia que le recomiende a nadie. Lloraba por las noches, y me preguntaba si sería capaz de volver a buscar a Peter, o si Peter tendría que ser el que me encontrara a mí…o a mi cadáver. Me sentía sucio, por entro y por fuera, porque lo de robar no me dejaba la conciencia tranquila. Al final, acabé volviendo al orfanato, aunque aún no sé cómo encontré el camino. Peter estuvo sin hablarme otras dos semanas, y sólo lo hizo porque al final le di pena. Yo…moría de alegría por ver un cepillo de dientes, y te juro que no me quería separar del váter. ¿Sabes? La gente se queda con lo de "se escapó, que susto nos dio". Pero nadie suele preguntarme cómo lo pasé yo. El hecho de que fuera mi culpa, por una mala decisión, no hizo precisamente que fuera más sencillo.
Chris se quedó helado. No es que no hubiera pensado en ello, pero nunca lo había visto así. Imaginarse a su niño sólo y asustado no era algo agradable, así que interiormente se había imaginado un suceso alternativo…Tal vez durmiera en un banco, y luego decidiera volver… No imaginó que Nick lo hubiera pasado tan mal, porque nunca se lo había contado así. Se culpó por no haberle preguntado nunca sobre el asunto.
- Jamás tendrás que volver a pasar por eso – le dijo, abrazándole.
- ¿Cómo lo sabes? – preguntó el chico.
- Porque si vuelves a exponerte a ti mismo a algo así soy capaz de retenerte en casa aunque tenga que esposarte a mí. Y que me denuncien por secuestro si quieren, que me da igual.
- ¿Y si eres tú el que me echa?
- La única razón por la que podría decirte que te fueras de casa, es porque se esté cayendo a pedazos sobre nuestras cabezas – le dijo, con vehemencia.
- Eso dices ahora
- Y lo diré siempre. No hay nada que puedas hacer que haga que cambie de opinión. Ahora dime ¿hay algún motivo racional por el que quieras irte de casa?
- No, claro que no.
- Bien. Pues entonces la próxima vez que te escapes o que salgas sin avisar, vas a estar en muchos problemas.
Nick tragó saliva. ¿Cómo era posible que Chris sonara amoroso y amenazante a la vez?
- Una charla encantadora – dijo Peter que había permanecido al margen – pero será mejor que me vaya a la ducha antes de que Leo se me adelante, o me tocará esperar durante horas. Un día le van a salir branquias.
Así que Peter se fue a una de las duchas, y Chris y Nick se quedaron hablando un poco más. Al cabo del rato asomó por las escaleras la cabeza de Peter, envuelto en una toalla:
- Me he quedado sin agua.
- Qué raro. Voy a echar un vistazo.
Chris lamentó no tener los conocimientos de fontanería y de bricolaje en general que tenía su padre, porque tenían un problema de cañerías bastante considerable. Cuando era pequeño decía que su padre "curaba los objetos", y muy lejos de la verdad no andaba. Pero él no podía hacer eso. Aquello escapaba a sus habilidades, así que le dijo a Peter que llamaría al fontanero al día siguiente, y que se volviera a vestir. Pero luego pensó que quizás su padre pudiera pasarse y arreglarlo en un momento.
- Papá – llamó, y casi al instante Leo orbitó, alertado por sus sentidos de luz blanca.
- ¿Ocurre algo? – preguntó algo preocupado, y le bastó un vistazo para saber que todo andaba bien - ¿Por qué me has llamado?
- Me preguntaba si podrías echar un vistazo a esto. Nos hemos quedado sin agua.
Chris le mostró el problema y Leo dijo que podía arreglarlo.
- Si te he pillado en un mal momento…
- No, qué va.
Piper y Leo se pasaban el tiempo viajando: Leo la llevaba a los lugares más insospechados, donde ni siquiera un avión podía llegar. Ventajas de poder orbitar. Leo aún tenía asuntos de Anciano que atender, así que Chris, en realidad, no le veía mucho.
- ¿Cómo andan mis nietos? – preguntó Leo, mientras echaba un vistazo a las herramientas de Chris.
- Estupendamente. Leo está enfrascado en uno de sus libros. A Nick le he dejado vagueando en el sofá. Peter se está vistiendo, pero puede que haya terminado. Le diré que venga a saludarte.
Fue a buscar a Peter, que se mostró algo tímido. Chris pensó que era el momento ideal para que pasara algo de tiempo con su abuelo, así que les dejó sólos.
- Hola – dijo con un hilo de voz.
- Hola – saludó Leo con entusiasmo.- Perdona que no te de un abrazo, tengo las manos algo ocupadas.
Leo estaba en plena faena. Había desmontado la alcachofa de la ducha.
- ¿Quiere que te ayude? – preguntó Peter, hablando para el cuello de su camisa. No conocía mucho a Leo todavía, y se sentía algo cohibido ante su presencia.
- Sería estupendo – dijo Leo, sonriendo - ¿Me sujetas esto?
Peter hizo lo que le pedían y fue haciendo todo lo que Leo le indicaba. Trabajaban bien juntos. En un determinado momento, tocaron algo que no debían y empezó a salir agua a borbotones. Peter se empapó y Leo soltó una carcajada. Consiguió detener el escape y contempló a su nieto, empapado desde el pelo hasta los pies.
- Bueno, ya te has duchado – le dijo, y Peter sonrió. Leo sonrió también pero luego pensó que el chico podría resfriarse, así que orbitó una camiseta. – Ten, sácate eso y póntela.
Peter iba a irse a cumplir lo que le pedían.
- Espera, no te vayas. Llenaras de agua todo el pasillo. Póntela aquí.
Peter se quedó inmóvil y Leo alzó una ceja.
- ¿Qué ocurre? No tienes nada que yo no tenga.
- Eso lo dudo – comentó Peter por lo bajo, pero Leo le escuchó.
- ¿Es que te da vergüenza que te vea sin camiseta? ¿Por qué? Me giro si quieres, pero me parece algo tonto.
A Peter le molestó aquél calificativo. Qué sabía él de lo que era tonto o no…Aparte de su pudor natural, no se sentía cómodo cuando los demás veían sus cicatrices.
- Más tonto me parece a mí tener que cambiarme de camiseta y no te digo nada – le respondió.
- Eh ¿qué fue eso? ¿Por qué me hablas así? Vamos, quítate eso, que está empapado.
Peter seguía sin moverse: Leo no se había girado.
- Peter, vamos. Puedes resfriarte.
Leo pensó que el chico no se quitaba la camiseta por testarudo, y no porque tuviera una razón para no hacerlo. Por eso no se giró, y se quedó mirando para ver si lo hacía, pero Peter seguía sin moverse.
- Que es una camiseta, por amor de dios. ¿Es que tengo que quitártela yo? Si tengo que hacerlo, haré más que eso…- advirtió, empezando a cansarse.
Nada.
- Peter, que te la quites – espetó Leo, ya sin ninguna paciencia.
- ¡Que me dejes en paz! – respondió el chico, harto y avergonzado. – Que no voy a quitarme nada delante de ti, joder.
Leo se extrañó por esa respuesta. No por lo maleducado de las palabras ni por la rebeldía que denotaban (podía lidiar con eso, y de hecho estaba dispuesto a hacerlo), sino porque el "delante de ti" le sonaba raro. Parecía más que una negativa caprichosa. ¿Acaso el chico tenía algún tatuaje que no quería que él viera? En cualquier caso, estaba dispuesto a enseñarle un poco de respeto.
- Lo siento – dijo Peter, dándose cuenta de cómo le había hablado.
Leo le ignoró. Abrió un armarito y cogió una pastilla de jabón. La desenvolvió y se volvió hacia Peter, que le miraba con curiosidad.
- Abre la boca – le dijo, y el chico entendió. Dio un suspiro, pero decidió hacer lo que le pedía. Leo le metió la pastilla en la boca, y lo cierto es que sabía fatal. Le dieron arcadas. Leo le sacó la pastilla, pero el sabor seguía allí, hecho espuma. –Dos minutos – le dijo. – A ver si así muestras un poco más de educación. Luego podrás enjuagarte la boca.
Decidió dejarlo ahí, porque Peter le había pedido disculpas. Pero el chico seguía empapado.
- Y quítate la camiseta de una vez.
Peter no quería enfadar más a su abuelo, que había pasado de estar sonriente a fruncir el ceño, pero no estaba dispuesto a quitarse la camiseta delante de él. Leo, harto de esperar, se sentó en la taza del váter y colocó a Peter encima de sus rodillas.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Si te digo que hagas algo, lo haces.
Peter supo de dónde había sacado Chris sus frases e cuando les castigaba: usaba el mismo tono que Leo, y las mismas palabras. Calcadito.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- No sé a qué viene esta rebeldía tonta, pero se va a acabar. Ahora levántate, enjuágate la boca, y quítate la camiseta.
Peter obedeció, sabiendo que aquello había sido una advertencia más que un castigo. Le había dolido un poco, pero no había protestado. Pero sabía que si no le obedecía volvería a la misma posición en un tris. Se sacó el horrible sabor del jabón e hizo ademan de sacarse la camiseta, pero dejó las manos en sus costados y agachó la cabeza.
- Peter ¿qué pasa? – le preguntó Leo. Peter no le respondió, pero Leo se había dado cuenta de que no había rebeldía en él. Decidió darle una oportunidad y le alzó la barbilla, de una forma también muy similar a como lo hacía Chris. Parecía que Peter iba a responder, pero en ese momento entró Chris.
- ¿Ha pasado algo? – preguntó, no muy seguro de lo que había oído.
- El abuelo se ha enfadado conmigo – respondió Peter de una forma que hizo que el corazón de Leo se llenara de ternura.
Chris se fijó en la pastilla de jabón que descansaba en el lavabo.
- Oh, y te ha lavado la boca ¿verdad? Yo odiaba eso.
- He tenido que castigarle un poco – dijo Leo, pero con voz dulce, dispuesto a hacer las paces con su nieto. La forma en la que había dicho "el abuelo se ha enfadado conmigo" le había roto el corazón. Le hacía parecer mucho más pequeño. – Pero ha sido muy valiente: no ha llorado nada.
Peter esbozó una media sonrisa.
- Me he llevado palizas mucho peores. – dijo solamente. Leo abrió los ojos con cierta sorpresa.
- Chris, no serás demasiado duro con mi nieto ¿verdad? ¬¬
Pero Chris, que empezaba a conocer a Peter mejor que a sí mismo, había entendido:
- No se estaba refiriendo a mí. Ya te comenté cuál era su historia, papá.
- Entiendo – dijo Leo, asintiendo, y experimentó la misma culpabilidad que Chris la primera vez que castigó a Peter – Siento haber tenido que castigarte, pero no has debido desobedecerme. Y eso me recuerda que sigues sin quitarte la camiseta ¬¬
Peter suspiró. Tendría que haber imaginado que su abuelo ya lo sabría. Por lo visto en aquella familia no había secretos. De forma lenta, y con mucha vergüenza, Peter se quitó la camiseta.
- ¿Lo ves? No era para tan…¿¡pero qué tienes ahí!? – Leo se interrumpió en cuanto reparó en las cicatrices, que se reflejaban en el espejo. Le rodeó y estiró la mano, como para tocarlas, sin atreverse. Miró a Chris como pidiendo una explicación. Chris se limitó a negar con la cabeza: sabía exactamente el horror que Leo estaba experimentando.
- Es un regalo de mi última familia – comentó Peter con cierta sorna. Pese a la dureza de sus palabras, estaba temblando. Se sentía expuesto. Leo le alcanzó la otra camiseta, la seca, para que se cubriera.
- Dios Santo…ven aquí – le dijo, y le abrazó. Entendió por qué no quería quitarse la camiseta - ¿Por qué no me lo habías dicho?
- Me daba…vergüenza.
Leo le abrazó, horrorizado por lo que tenían que haberle hecho para dejarle aquellas marcas. Chris le observó: él también se sentía mal por su hijo, pero de pronto se le ocurrió algo.
- Papá…¿tú podrías…? Yo no, pero tú eres un Anciano.
Leo supo adivinar lo que su hijo estaba pidiendo de forma implícita. Deshizo el abrazo con su nieto, y le miró a los ojos.
- ¿Quieres que te saque esas marcas?
- ¿Puedes hacerlo?
- Puedo intentarlo. No tienes ninguna herida, puesto que ya está curado. Pero yo soy un Anciano. Tal vez pueda….hacer algo.
Peter asintió. Sí, claro que quería. Aquello era mucho más sencillo que una operación, con la magia tendría la espalda perfecta, sin ninguna imperfección. Es cierto que aquello formaba parte de lo que él era, pero era una parte de la que se quería deshacer. Leo colocó su mano sobre la espalda del chico, y hubo un suave resplandor. Peter sintió un cosquilleo. Cuando Leo bajó la mano él se subió la camiseta con miedo de lo que pudiera encontrar. Pero ahí no había nada, salvo una espalda. Una espalda normal, sin cicatrices. Sonriendo, Peter se quitó la camiseta del todo, y abrazó a Leo. Hizo una serie de movimientos incoherentes, y se miró varias veces en el espejo.
- Bueno, bueno, no te vuelvas ahora un exhibicionista – dijo Chris contento de verle tan feliz. – Lamento que no se me haya ocurrido antes. Yo no puedo quitar cicatrices, pero tendría que haber pensado que mi padre sí. Por cierto…quítale también la de la muñeca….
- ¿La muñeca? – dijo Leo, y tomó el brazos de Peter. Frunció el ceño al ver el corte.
- No hagas preguntas – dijo Chris, con algo e rabia en la voz. Leo se limitó a mirar a Peter como si quisiera leerle la mente. Sin dejar de mirarle pasó su mano por la muñeca del chico, pero la marca no desapareció. Confirmando sus sospechas, Leo le acusó:
- Esto te lo hiciste tú.
- Sí – admitió.
- No puedo curar heridas auto infligidas. Peter, eso fue una tontería. ¿Cómo se…?
- Papá ya me dio la charla. – interrumpió Peter.
- No es lo que piensas, papá – intervino Chris. – Es largo de contar, pero Peter no es un suicida.
Leo se confirmó con eso, por el momento.
- Será mejor que termine de arreglaros esto – dijo, refiriéndose a la ducha.
- Y yo voy a contarle a Nick que ya no…que mi espalda está bien.
Peter estaba más contento que un niño en la mañana de Navidad. Leo se sumó a la lista de personas cuyo corazón había sido tocado por Peter Adam Haliwell.

Nick se alegró por su hermano, le escuchó cómo se lo contaba una y otra vez y le ofreció la mejor de sus sonrisas. Pero en su interior, estaba triste: aquél había vuelto a ser "el día de Peter".

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