lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 25: Tres hijos y un sólo padre



 


Chapter 25: Tres hijos y un sólo padre
 


- ¿No vas a ir a saludar a Leo? – le dijo Peter con esa sonrisa perenne.
Nick intentaba sonreír también. Por supuesto que se alegraba por su hermano, porque ya no tuviera cicatrices en la espalda, pero también se sentía triste y no sabía del todo por qué. Ya no era un crío que necesitara atención…..entonces ¿por qué le molestaba tanto que todo girara siempre entorno a Peter? Pero si su hermano ni siquiera buscaba ser el centro…
- No. Pero tú vuelve con él: te mueres de ganas.
Y Peter se fue. Efectivamente, se moría de ganas de hacer eso…y tantas otras cosas. Estaba lleno de energía. Se sentía feliz. Y siempre iba a estar agradecido a su abuelo por lo que había hecho. Había sido algo precipitado, pero daba igual: mirarse al espejo no iba a volver a ser un problema. Estaba tan contento que no reparó en el estado de ánimo de su hermano. Subió arriba y se cruzó con su padre, y le asfixió en un abrazo. Chris se rió.
- Significa mucho para ti ¿verdad?
- No sabía cuánto. Siempre voy a estar en deuda con el abuelo.
- Deuda ninguna – intervino Leo, saliendo del baño – Me alegra que seas feliz. Estoy para ayudar. Por cierto, ya tenéis agua.
- ¿Puedo darme un baño? – preguntó Peter.
- ¿Otro más? – dijo Chris riendo, señalando su pelo empapado – Claro, eres libre. Le diré a Leo que use la otra ducha.
Peter llenó la bañera de agua y espuma a partes iguales, y se dispuso a tomar un baño relajante. Mientras tanto, Chris y Leo bajaron las escaleras charlando animadamente. Chris reparó en Nick, que seguía en el sofá, sin hacer nada realmente.
- Nick, no has saludado al abuelo.
- Hola – respondió Nick sin entusiasmo y con algo de sequedad.
- Eso no es un saludo. Ven a darle un abrazo.
- ¿No podemos hacer como que le he abrazado y ya?
Chris le hizo un gesto a Leo como de que esperara, que iba a hablar con su hijo.
- ¿Pasa algo?
- No, ¿qué iba a pasar? – dijo en un tono que contradecía por completo sus palabras.
- Porque sueles ser bastante cariñoso…
Nick se encogió de hombros.
- Anda, no seas maleducado: ven aquí y dale un abrazo, encima que nos ha arreglado la ducha.
- No sabía que los trabajos de fontanería se pagaran con abrazos – respondió Nick.
- No seas grosero. Tu abuelo nos ha hecho un favor. Estás quedando como un niño malcriado delante de él. Que yo sepa no te ha hecho nada.
Chris necesitaba un manual para los cambios de humor de Nick.
- Cada uno queda como lo que es – le respondió Nick, escupiendo cada palabra.
- ¿Eres un niño malcriado? – preguntó Chris. – Entonces tal vez deba tratarte como uno.
- Ya lo haces.
Leo decidió intervenir, viendo que no iban a llegar a nada bueno si seguían así.
- Está bien, que no me abrace si no quiere. No pasa nada.
Aquello sin embargo no era lo que debía decir. Nick lo interpretó por un "me da igual si no me abraza". No tenía una relación muy estrecha con su abuelo, aun, pero no parecía que éste quisiera tenerla. Quizás le bastaba con tener a Peter.
Se levantó del sofá e hizo ademán de irse, de forma brusca.
- Eh, un momento – dijo Chris – Estaba hablando contigo.
- Pero yo no. Fin de la conversación.
- Nick, ven aquí.
- No tengo más que decirte, Christopher.
Chris se dio cuenta de que aquello no había sido una confusión: le había llamado así aposta.
- Es papá, Nick. Y no conviertas esto en uno de tus berrinches.
- Espera, que llamo a Peter para que me dé clases de cómo se hace: aquí se habla cuando él quiere y se deja el tema cuando le molesta. Ojalá todos gozáramos de esos privilegios.
- ¿A qué viene meter a tu hermano en esto? No hay ningún tema que dejar, porque no estábamos hablando de nada.
- Pues por eso mismo me puedo ir.
- Basta ya, Nick. ¿Qué ocurre? Creí que estaba todo bien.
- Y lo está. ¿Ya puedo irme?
- ¿Acaso tienes algo urgente que hacer? – le preguntó Chris, aunque iba con segundas: "si sólo estabas tumbado en el sofá…."
- Sí: perderos de vista.
- Se acabó, Nick. Discúlpate, vamos. – exigió Chris, pensando que Leo no se merecía que le hablaran así encima de que les había ayudado.
Nick le levantó el dedo corazón como toda respuesta. Chris suspiró. Iba a decirle algo, pero Leo se le adelantó.
- Los gestos obscenos no son necesarios. Tu padre te ha pedido una disculpa. ¿A qué esperas?
- A lo que a mí me dé la gana, imbécil. – respondió el chico. No aceptaba órdenes de aquél hombre.
"Craso error, Nick" pensó Chris "De veras que no deberías haber dicho eso".
- Está bien jovencito, me parece que alguien está pidiendo a gritos que lo castiguen y yo te voy a complacer. Vete al baño, vamos.
- Porque tú lo digas.
- Exacto, precisamente porque YO lo digo. Y será mejor que adoptes otra actitud si quieres sentarte algún día.
- ¿Qué me vas a pegar tú, de qué? Tú deliras.
- Nick, creo que te he dado una orden muy clara – comentó Leo sin perder la paciencia, aunque en un tono que daba miedo. Un tono que Chris conocía bastante bien.
- Cómeme el nabo. – respondió Nick.
Chris adivinó lo que iba a pasar antes de que pasara. Leo se acercó a Nick y le cogió de una oreja. Fue como si él volviera a ser adolescente y estuviera en el lugar de Nick…
FLASHBACK
Eran las once y media de la noche. Hacía una hora que tenía que estar en casa y ni había avisado ni contestado a las llamadas de sus insistentes padres. Chris lo sabía: estaba muerto. Se estuvo debatiendo entre si entrar o no entrar, pero teniendo un padre luz blanca eso no sirve mucho: Leo le sintió, y fue a abrir la puerta. Chris entró en casa sabiendo con sólo una mirada que estaba en un lío de pelotas.
- ¿Tienes algún problema en la mano? – preguntó Leo directamente.
- N-no – respondió Chris un tanto sorprendido.
- Entonces podías enviar un mensaje. ¿Tienes algún problema en los oídos?
- No.
- Entonces escuchaste claramente cuál era tu hora de volver. ¿Tienes…
- ¡No tengo ningún problema, joder! - interrumpió Chris, molesto porque sabía que iba a castigarle. Claro que aquellas palabras no fueron lo mejor que podía decir en aquél momento…Leo entrecerró los ojos.
- Véte al baño – le espetó, y Chris sabía lo que eso significaba. Se debatió entre el miedo y la rabia, y eligió lo segundo para esconder lo primero.
- Cómeme el nabo.
Leo abrió mucho los ojos, pero se recuperó pronto y le agarró de una oreja. Le arrastró al baño dándole alguna que otra palmada en el camino. Una vez dentro de la habitación, Leo sacó una pastilla de jabón y le obligó a metérsela en la boca. Se la sacó después, pero Chris sabía que aún no podía enjuagarse para quitarse el sabor y la espuma.
- Diez minutos – le dijo.
Chris iba a protestar, porque era mucho tiempo comparado con otras veces, pero no tuvo ocasión. Leo le colocó sobre sus rodillas bajándole el pantalón con un movimiento rápido. Orbitó el cepillo, y comenzó a pegarle, mientras le tenía bien sujeto por la cintura.
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- Que sea la última vez que me hablas así, Chris Perry Haliwell.
- Nunca más, papá – respondió Chris, empezando a llorar débilmente. Cómo odiaba el cepillo. Una vez empezó a llorar fue mucho más difícil controlarse.
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- Tu hora de llegada son las diez y media. No se trata de una hora orientativa. Es esa, y te la has saltado.
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- No volveré a hacerlo – dijo Chris, sollozando.
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- Si vas a retrasarte tienes que tener un buen motivo, y tienes que avisarme a mí, o a tu madre.
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Leo dejó el cepillo y le hizo mimos en la espalda. Chris entendió que ya había terminado, e hizo por incorporarse, pero no hizo ningún intento de abrazar a Leo. No hizo falta, porque Leo le envolvió en sus brazos, hasta que se calmó. A Chris le costó un poquito, pero respiró hondo hasta mitigar sus sollozos.
-L-lo siento.
- Ya sé, ya sé. Estás perdonado, campeón. Anda, ve a lavarte la boca.
Pero Chris no se separó de él. Leo le acarició la cabeza y deshizo el abrazo con suavidad. Le guió al lavabo y le llenó un vaso de agua, para que Chris se enjuagara. El chico bebió, obediente, pero no se tragó el líquido sino que lo escupió. Repitió la operación un par de veces, porque aun sentía aquél horrible sabor. Después se abrazó a su padre, apoyando la cabeza en su pecho porque Leo era más alto que él. Aun lloraba un poco. Así les encontró Piper, que no necesitó mucho tiempo para adivinar lo que había pasado.
- Así que ya has vuelto…
Chris se abrazó más a Leo, como si temiera que Piper fuera a castigarle otra vez. Pero su madre se limitó a darle un beso en la cabeza y a sumarse al abrazo, terminando por ocupar el lugar de su padre.
- Pobrecito. ¿Te duele mucho?
Chris asintió, mimoso.
- Papá es malo.
- No, qué va –protestó éste.
- Sí, papá es malo – corroboró Piper – Pero sólo cuando tú lo eres también. Y no quieras ver cómo soy yo si vuelves a pasarte de la hora sin avisar. Creí que te había pasado algo. Al menos podrías haber respondido a mis llamadas.
- Lo siento – dijo Chris, lloriqueando un poco, y Piper le calmó volviendo a abrazarle.
- ¿Le has pegado con el cepillo? – dijo, al verlo en el suelo. Habían estado hablando sobre qué castigo e darían y pensaron que quizás el cepillo era excesivo, para algo que al fin y al cabo hacían cas todos los adolescentes: estirar su horario.
- Soltó un comentario muy soez.
- ¡Chris! ¿Es eso verdad? – preguntó Piper separándose de él.
- Sí…
Piper iba a regañarle, pero al verle la carita no pudo. De todas formas sabía que Leo había hecho un buen trabajo. Le hizo mimos hasta que dejó de llorar.
- Venga, vamos a la cama, que es tarde. Te preparé una taza de cacao – le dijo, y Chris le sonrió.
Chris fue a su cuarto y se puso el pijama. Se acostó, boca abajo, y Piper fue a por la taza.
- No sé sí quedarme o dejarte sólo – dijo Leo – Como por lo visto soy tan malo…
- Sí eres malo, porque no me has dado un abrazo.
- ¡Sí que te lo he dado!
- ¡Pero quiero otro!
Leo sonrió, y le abrazó. Se puso en la cabecera de la cama y le acarició la cabeza. Cuando Piper llegó con la taza ya se había dormido.
Chris sacudió la cabeza para librarse del recuerdo. Observó cómo Leo llevaba a Nick al baño, como había hecho años atrás con él y suspiró. Una parte de él quería proteger a su chico: otra quería que lo castigara él mismo por grosero y maleducado.
Leo arrastró a Nick al baño y cogió el jabón.
- Abre la boca – le dijo.
- Ni en sueños.
- Ábrela.
- Que no.
- Ya voy a castigarte. ¿Quieres que te castigue también antes de lavarte la boca?
- Haz lo que te dé la gana.
Leo se dio cuenta de que el chico estaba lleno de rabia.
- Abre la boca- repitió una vez más, en tono de advertencia.
- Si la abro, será para morderte.
Leo suspiró, y con movimientos rápidos se sentó y se le colocó encima. Le bajó el pantalón y empezó a pegarle, con fuerza, pero con la mano dado que aún no habían comenzado con el verdadero motivo del castigo.
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- Mira que eres testaturdo – le dijo
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Vio que Nick se estremecía, conteniendo un sollozo que finalmente salió, para convertirse desde entonces en un llanto continuo. Le puso de pie y le sujetó por los hombros.
- Ahora, ¿vas a obedecer? – preguntó, y Nick asintió, con lágrimas en los ojos – Abre la boca – le dijo Leo, y Nick lo hizo. Le metió la pastilla de jabón y tras unos segundos se la sacó. – Cinco minutos. Después te pondrás enjuagar.
Leo cogió el cepillo que sabía que Chris guardaba en el armario, y le indicó a Nick que se volviera a tumbar. El chico, llorando un poco, obedeció. A Nick ya le daba todo igual. Sólo quería que Leo terminara de castigarle para volver a ser ignorado otra vez, hasta que metiera la pata de nuevo. Así funcionaban las cosas allí para él.
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- Si tu padre dice que te disculpes, le obedeces. Si te digo que abras la boca, lo haces.
Nick se limitó a seguir llorando.
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- No volverás a usar un vocabulario semejante, y no te dirigirás a mí con insultos.
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Leo dejó el cepillo y levantó a Nick, que había empezado a llorar como si le fuera la vida en ello. El chico se tapó la cara con las manos y emitía un sollozo antes de haber acabado con el anterior.
- Tampoco te he pegado tan fuerte – le dijo Leo, sintiéndose un poco culpable. Esa forma de llorar le destrozaba, aunque intuía que al chico le pasaba algo más. Era normal que llorara un poco, pero no así, como si lo que le doliera fuera el alma.
- ¿Puedo irme? – preguntó el chico, solamente, cuando pudo hablar.
- Cl….claro. Pero…- vaciló Leo, sorprendido. Estuvo a punto de preguntar "¿no quieres que te abrace?", pero se contuvo y cambió la frase - ¿no quieres enjuagarte antes?
Pero Nick se limitó a salir corriendo, tras colocarse la ropa. Se dirigió directo a su cuarto, y Chris le vio pasar como un rayo. Probablemente el chico ni reparó en él. Le siguió, y se agachó junto a la cama de Nick, que lloraba de forma desoladora.
- ¿Te duele? – le preguntó. "Sí, una pregunta inteligente, Chris" se reprochó. Pero Nick, sin sacar la cabeza del escondite de sus brazos, negó:
- Un poco.
- Y, sí te duele "un poco", ¿por qué lloras así?
Nick no le respondió. Chris le hizo caricias en el pelo mientras se deshacía con el llanto de su hijo. Al poco vino Leo con un vaso de agua. Dejó el vaso en la mesa, y acercó la silla a la cama, para sentarse.
- Nick, vamos a hablar un momento ¿quieres?
Nick ni asintió ni negó, pero Leo tomó su silencio como una invitación a empezar a hablar.
- Sabes de sobra por qué te he castigado. Y yo sé que no estás llorando así sólo por la pequeña azotaina que te he dado.
- ¿A eso le llamas "pequeña"?
- De acuerdo, dejémoslo en normal. Seguro que tu padre ha sido más duro contigo alguna vez.
Nick tuvo que callarse para no darle la razón.
- Tengo la sensación de que lloras por el mismo motivo por el que antes te has puesto rabioso.
Nuevamente, Nick prefirió guardar silencio a decirle que estaba en lo cierto.
- Los problemas no se solucionan si no se hablan. Te diré lo que vamos a hacer: vas a ir a enjuagarte la boca, vas a darle un abrazo a tu padre, y luego nos vas a contar qué es lo que te tiene así.
Nick, que en ese momento necesitaba que le dijeran qué hacer y cómo hacerlo, como un niño pequeño, sintió que podía cumplir perfectamente unas instrucciones tan sencilla, así que se levantó, cogió el vaso de agua, y fue al baño a enjuagarse la boca. Después, volvió a su cuarto, pero no fue a Chris a quien abrazó, sino que se lanzó a los brazos de Leo.
- Por el abrazo que te debía – le dijo.
Leo le estrechó contra su cuerpo.
- Y ahora, ¿me dices qué es lo que pasa?
Y Nick lo intentó. Le dijo a su abuelo, como si Chris no estuviera presente, que siempre lo había compartido todo con Peter. Que el uno era el apoyo del otro. Que el ser adoptados juntos fue un sueño hecho realidad y que le gustaba eso de tener un padre. Pero que él no era el mejor de los hijos, y que por eso tenía miedo de que Chris se cansara de él. Y que pensaba que ese momento ya había llegado, porque Chris sólo hablaba con él para regañarle, y todas las atenciones eran para Peter, el "hijo bueno". Que si Peter fue maltratado. Que si Peter está deprimido. Que si Peter ya no tiene cicatrices en la espalda. Le dijo a Leo que aquél tenía que ser su día. Que su padre le había dicho que Peter necesitaba de su atención, pero que si algún día él la necesitaba, la tendría. Y que la había necesitado, pero no la había tenido.
Leo le dejó hablar, sorprendido por lo que escuchaba. Estaba buscando las palabras adecuadas para responder a tales preocupaciones cuando Chris prácticamente le sacó de en medio para abrazar a Nick.
- Peter intentó decírmelo antes, pero no terminé de entender hasta qué punto tenía razón. Nick, te quiero con toda mi alma. Perdona si no estoy más tiempo contigo. A veces…a veces no sé cómo tratarte. No es que Peter sea el "hijo bueno"...él es el hijo que ha sufrido, pero no debo olvidarme de que tú también. Que debes pensar que todo el mundo va a abandonarte, o algo…Yo no. Nunca. Nunca me cansaré de ti.
Nick permaneció abrazado a él un ratito. Una parte de él ya sabía todo lo que estaba escuchando, pero necesitaba oírlo.
- Sí que eres el mejor de los hijos, Nick – dijo, y esa frase llegó directa al corazón del chico – No podía pedir nada mejor.
- ¿Con todos los problemas que te doy?
- Sin eso, mi vida sería muy aburrida – comentó Chris, sonriendo. – Lo único que quiero es que seas feliz. Y…si te regaño…es porque creo que no haces las cosas tan bien como tú puedes hacerlas.
- Lo haré mejor – le prometió Nick.
- Y yo también – le aseguró Chris.
Leo se fue, discretamente, dejando solo a padre e hijo. Ya que estaba, fue a ver al nieto que le faltaba, pero Leo II se había dormido sobre el libro que había estado leyendo. Su abuelo le acostó, siendo capaz de no despertarle, y le dio un beso.

- Espero que, cuando crezcas, no te dé a ti también por el melodrama – le dijo al niño, mientras este soñaba, y le acarició la cabeza.

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