Chapter 4: Principios peculiares
- …y lo único que yo
podía hacer era ver como se hundía más y más. Si en eso momento hubiera tenido
delante a los que le maltrataron, ningún demonio podría haberles dado peor
tortura – dijo Chris, moviendo las manos, como si quiera demostrar lo que
habría hecho. Le estaba contando a Wyatt lo que había pasado el día anterior,
cuando le llamó el director y tuvo que ir al centro.
- ¿Y qué le dijiste?
– preguntó su hermano, que tenía interés por ver cómo lo había solucionado
Christopher. Porque tenía que haberlo solucionado: si no, no estaría ahí de pie
hablando con él tan tranquillo.
- Que le quería –
respondió Chris, mucho más calmado de pronto. Le gustaba decirlo, le gustaba
sentirlo, le gustaba haberse dado cuenta de ese sentimiento. Su orgullo y su
amor paternal rezumaba sobre cada uno de los poros de su ser.
- Nenaza – dijo
Wyatt, con una risita, aunque le entendía perfectamente y se alegraba por él.
- La envidia, que te
carcome – le respondió Chris, y le sacó la lengua. Después, los dos hermanos
rieron al darse cuenta de que ese aspecto de su relación no había cambiado,
aunque ya no fueran niños.
- ¿De qué os reís? –
preguntó Leo, entrando en la habitación frotándose los ojos. Se acaba de
despertar. Ni siquiera preguntó qué hacía allí su tío: como solían decir,
estaban sólo a una órbita de distancia, así que era frecuente verle por allí,
aunque sólo fuera un ratito.
- De ti, enano –
respondió Wyatt, y le cogió en brazos. - ¿Quieres desayunar?
- ¿Eso no debería
preguntarlo él? – dijo Leo, señalando a su padre.
- Oye, que yo sé
servir un vaso de leche también. Además, esta es como mi casa.
- Esta es tu casa,
ya lo sabes – le dijo Chris. Aquella era la casa Halliwell. Había sido Chris
quien se la había quedado, pero en su momento había insistido en que vivieran
todos juntos. Eran, sin embargo, muchas personas, cada uno con su familia, y
como varios de ellos podían orbitar, en realidad era como si vivieran juntos.
- ¿Lo ves? Ya has
hecho que se ponga ñoño – le dijo Wyatt a Leo. El niño rió, y Chris rodó los
ojos. Era como juntar el hambre con las ganas de comer.
Desayunaron los tres
juntos, aunque Wyatt confesó que aquél era su segundo desayuno. Y, si se pasaba
por casa de Melinda, tal vez tuviera un tercero. Chris les metió un poco de
prisa, porque tenía que llevar a Leo al colegio.
- ¡Papi! – exclamó
Leo de pronto.
- ¿Qué?
- ¿Es que Nick y
Peter no van a ir al cole?
- Sí, campeón. Van a
ir a tu colegio. Ya les he matriculado – le tranquilizó Chris, aunque para sus
adentros se preguntaba cómo llevarían los chicos el cambiar las clases a las
que asistían en el centro por un colegio normal.
Llegó el día. Chris
estaba demasiado nervioso para comer, demasiado nervioso para vestirse,
demasiado nervioso para recordar que el coche no arrancaba si no metías la
llave dentro. Por fin, iba a traer a Peter y a Nick a casa.
- ¿Por qué vamos en
coche? – preguntó Leo, que se había empeñado en ir con él.
- Ellos aun no
saben...nuestro secreto. No creo que el mejor modo de decirles que somos brujos
sea haciéndoles orbitar.
- Es una pena que
ellos no tengan magia – comentó el niño, cayendo de pronto en ese detalle.
- Cada uno es como
es. Tu abuela creció sin magia, porque su abuela ató sus poderes. Cuando
descubrió que era una bruja, no le gustó la idea.
Chris recordaba
todas las historias que le habían contado, aunque tenía la sensación de que
había detalles que su madre y sus tías se guardaban para ella. Por ejemplo, una
vez escuchó un comentario sobre "la mala suerte de Piper con los
novios", pero nadie se lo explicó.
Aparcó el coche y
sintió que sus nervios reaparecían, o aumentaban, o lo que fuera. Tuvo que
hacer un gran esfuerzo por no correr hacia la puerta del centro.
Cuando entraron, no
se encontró con la imagen que se esperaba. Nick y Peter le esperaban con sus
maletas, sí, pero el señor Wright estaba con ellos, y en vez de darles consejos
o despedirse, lo que estaba haciendo era gritar a Nick.
- ¿Qué ocurre? –
preguntó Christopher al llegar junto a ellos.
- ¡No se lo diga! –
pidió Nick, de pronto, muy asustado. - ¡Por favor, señor Wright, no se lo diga!
- ¿Qué es lo que no
quieres que me diga? – preguntó Chris, a quien todo esto le había pillado
desprevenido.
- Haberlo pensado
antes, Nicholas. No puedes empezar ocultándole cosas. Entre tus muchos
defectos, no está el de faltar a la verdad.
Chris se dio cuenta
de que había sucedido algo, probablemente algo que Nick había hecho, y el chico
no quería que se enterara. No sabía cómo resolver muy bien esa situación, pero
Peter le echó un cable.
- Anda Nick, ¿por
qué no le enseñamos esto a Leo y dejamos que Chris y el señor Wright hablen
tranquilos? Ya que la norma de que aquí no puede haber niños de fuera parece
haber muerto, vamos a aprovecharnos.
Chris le agradeció
profundamente que destensara el ambiente y Nick, aunque con reticencias, aceptó
la oportunidad que lo ofrecía de salir de aquella situación. Leo se fue con
ellos, y a Chris no le pasó inadvertido la mirada preocupaba que le echaba Nick
mientras se iba.
- ¿Qué es lo que
ocurre, señor Wright?
- Nick ha atado,
amordazado y encerrado en un armario a uno de los niños. El pobre ha estado ahí
toda la noche, hasta que ha logrado quitarse la cinta adhesiva que Nick le
había puesto en la boca y pedir ayuda.
- ¿¡QUE HA HECHO
QUÉ!?
Pero ¿qué tenía ese
chico en el cerebro? Ya tenía dieciséis años, debería de pensar antes de
actuar. Encerrar a un niño… Conforme iba asimilando la información, se iba
enfadando más.
- Creo que tiene
miedo de que se arrepienta de adoptarle. Por eso no quería que se lo contara.
Aquello aplacó un
poco a Chris, pero sólo un poco. Espero a que los chicos volvieran. Leo estaba
muy contento y parloteaba. Peter le escuchaba con expresión neutra, y Nick
parecía entre huraño y asustado. Chris notó que no le miraba ni una sola vez.
Comenzaron las despedidas, y después Chris llevó el equipaje de los chicos al
coche. Peter tenía una guitarra eléctrica y otra acústica, así que Chris se las
arregló para que Nick y él fueran a por ellas en el último viaje, para poder
hablar a solas con el chico. En cuanto se quedaron solos, le abordó:
- ¿Qué pasa contigo?
¿Cómo se te ocurre amordazar a un niño y encerrarle?
- ¡Tenía mis
motivos! – respondió Nick.
- ¡No me importan
tus motivos! – Chris intentó controlar el tono de su voz, al darse cuenta de
que estaba gritando. – No se encierra a la gente, y menos a un niño. Te vas
hoy, ¿tanto te costaba aguantar unas horas? ¿Es que vas por ahí amordazando,
atando y encerrando a todo el que te molesta? ¿No te das cuenta de que eso…eso
no es civilizado? ¿De que no es normal? ¿De que no está bien?
- Tenía mis motivos
– respondió Nick, ésta vez con voz débil, ante el enfado de Christopher.
Chris suspiró.
- Me constaste que
los más mayores te pegaban, que te hacían sentir mal. ¿Crees que lo que tú has
hecho es mejor? ¿Abusar del más débil? ¿Es ese el legado que quieres dejar a
los que pasan por aquí? ¿Qué el más mayor maltrate al más pequeño?
Nick se vio
avasallado por la vehemencia de Christopher. Se le veía realmente enfadado, y
esas palabras habían hecho mella en él. Recordaba cómo se sentía cuando le
acosaban, era algo horrible. Él no era un matón, sino el que estaba al otro
lado. Los ojos se le humedecieron. Aquello era absurdo: le echaban una media de
dos broncas por día, y nunca se había sentido tan mal, pero Chris le estaba
gritando y hablando de forma muy dura. Por alguna razón, que él le hablara así
le importaba mucho.
- Sí, está bien que
llores, porque estoy seguro que ese niño se ha pasado la noche llorando.
En ese momento las
lágrimas rebosaron los ojos de Nick. Chris pensó que ya era suficiente, y de
pronto todo su enfado se esfumó. Dio un paso y abrazó al chico.
- Otra vez,
cuéntamelo tú – le dijo – Así a lo mejor me enfado menos. Que una cosa te quede
clara, me da igual lo que hagas, siempre, siempre, podrás contármelo. Podré
enfadarme, podré castigarte, pero eso no va a cambiar lo que siento por ti. En
cambio, la otra opción es peor. Porque si, puedes librarte de un castigo, pero
harás muchas cosas de las que no te sentirás orgulloso. Podrías acabar
convirtiéndote en alguien que no quieres ser, y cuando te des cuenta, puede ser
tarde. Siempre voy a estar ahí para ti, y siempre voy a preferir oír las cosas
de tus labios que de terceras personas.
Nick asintió y se
limpió la cara, dejando de llorar. Chris no había dicho que ya no fuera a
adoptarle, y aquello es lo que más había temido. Entonces, vino un segundo
temor:
- ¿Me vas a
encerrar?
- ¿Qué?
- En un armario, ¿me
vas a encerrar?
Chris le miró, y
comprobó con horror que el chico lo estaba preguntando en serio.
- ¿Qué clase de
persona crees que soy, Nick? Jamás te haría eso.
- Entonces, ¿me vas
a pegar?
- ¿Vas a volver a
encerrar a alguien?
Nick lo pensó bien,
para no mentir. Pese a todo, no se arrepentía de haber encerrado al niño, y si
Chris supiera sus motivos tal vez estaría de acuerdo con él. Vale, no, ni
siquiera entonces, pero igual no se arrepentía. Sin embargo, no tenía pensado
encerrar a nadie más, así que podía darle a Chris la respuesta que quería oír
sin mentirle.
- No.
- Entonces, no. No
te voy a pegar. No es así como quiero que empiece nuestro primer día en familia.
Chris cogió una
guitarra, que al fin y al cabo es a lo que había ido, y los altavoces. Nick
cogió la otra guitarra, y usó la mano que tenía libre para abrir las puertas.
- ¿Sigues enfadado?
– preguntó, con timidez. Era la primera vez que veía a Chris tan fuera de sí:
cuando le había castigado estaba mucho más tranquilo.
- No. Pero te
mereces todas y cada una de las palabras que te he dicho. No me puedo creer que
hayas hecho eso.
Nick no dijo nada.
Para cuando llegaron al coche, Chris volvía a sonreír. Estaba con sus chicos,
por fin, y los llevaba a casa. Jugó al tetris para meter las dos guitarras en
el maletero y se fijó en Peter y en Leo, que jugaban a un pulso chino. Chris se
dio cuenta de que Peter se dejaba ganar. Le dio a Nick que entrara en el coche,
y vio que este seguía con expresión taciturna, y suspiró:
- Alegra esa cara
¿quieres? Mira, vamos a olvidarlo. Acabo de llegar. "Hola Nick ¿qué tal el
día?"
Sólo recibió un
silencio como respuesta.
- Ahora es cuando tú
respondes "Bien, Chris, ¿y el tuyo?"
Nick le observó, aun
serio.
- Tus cambios de
humor me desconciertan – le dijo Nick, mientras abría la puerta del asiento del
copiloto
- Pues anda que a mí
los tuyos – le respondió Chris, y tuvo que reírse. Nick podía ser adorable si
quería, lo había demostrado, pero parecía empeñado en ir de malo por el mundo.
Con eso, consiguió
que Nick esbozara una media sonrisa, reconociendo que ahí Christopher tenía
razón. Se sentó y se puso el cinturón, mientras Chris entraba y se sentaba al
volante.
- Eh, ¿por qué él va
delante? – preguntó Peter, fingiendo indignación. Aunque había estado jugando
con el niño, les había estado observando, muriéndose de curiosidad por poder
oír de qué hablaban
- Porque soy el
mayor – respondió Nick sacando la lengua. Chris se acordó inmediatamente de sus
conversaciones con Wyatt y eso le hizo sonreír aun más.
- Pero ¿no sois
gemelos? – preguntó Leo.
- Sí, pero yo nací
un minuto antes.
- Porque yo te dejé
salir a inspeccionar.
En realidad, no
sabían quién había nacido primero. No sabían nada de su nacimiento, pero de
pequeños jugaban a imaginar una madre y una vida junto a ella. En su juego,
habían instaurado que Nick era el mayor.
En pocos minutos
llegaron a la casa. Bajaron del coche, y dejaron las maletas. Ya habría tiempo
de cogerlas más tarde.
Chris abrió la
puerta, sin perder un solo detalle de las reacciones de los chicos. Creyó
entender que les gustaba, aunque les notaba tan nerviosos como él. Les hizo un
tour por toda la casa, obviando el desván. Eso se lo enseñaría el día en el que
fuera capaz de decirles lo de la magia.
Les llevó a sus
habitaciones.
- Creí entender que
preferíais dormir separados – les explicó. Cuando les vio entrar, lamentó no
haber decorado la habitación: parecía que los chicos no encajaban ahí, era todo
muy frío, como si estuvieran sólo de visita. A ellos, en cambio, pareció
encantarles. Cada una de las habitaciones era más grande que la que ambos
compartían en el centro. – Este fin de semana podemos ir a comprar algunas
cosas, como posters, o cosas así.
- ¿De verdad? –
preguntaron al unísono. Era la primera vez que hablaban al mismo tiempo, y la
sensación era curiosa. Tenían la misma voz, aunque no hablaban de la misma
manera. En ese momento Chris no supo decir en qué estaba la diferencia, pero
Peter solía hablar con una cadencia lenta, calmada, mientras que Nick hablaba
más rápido, y eso daba la sensación de que tenía la voz más aguda.
- No, de mentira –
respondió Chris, y se rió. - ¿Por qué os sorprende tanto?
- Ya tenemos ropa…-
empezó Nick
- ...ya tenemos
cuarto…- siguió Peter
- …ahora sólo nos
falta tener algún capricho para ser unos completos malcriados – concluyeron a
la vez. – Pero no nos quejamos, nos encanta.
- ¡Ah, no hagáis
eso! – rió Chris – Marea escucharos hablar al mismo tiempo.
- Una vez empezamos,
es difícil parar – dijo Peter, con una sonrisa.
- Yo también quiero
hablar a la vez – dijo Leo, que había estado muy callado, siguiéndoles como una
sombra.
- Tendrás que
practicar mucho, son años de sincronía – le dijo Nick.
- No le engañes,
hombre. Lo hacemos sin darnos cuenta, no sé si podremos enseñarte.
Chris estaba
rebosando de felicidad. Sintió que parecían una familia. Aunque no había tenido
dudas, en ese momento supo que había hecho lo correcto, al adoptar a los
gemelos.
Bajaron a por las
maletas, y luego fue el momento de hacer la comida. Chris se acordó entonces de
que a Nick le gustaba cocinar.
- ¿Quieres ayudarme?
– le preguntó. Nick asintió, y le acompañó. Resultó ser de mucha utilidad: no
era mera aflicción, el chico tenía talento. – A tu abuela le va a encantar
conocerte.
Utilizó a propósito
la palabra "abuela" para incluirle en la familia.
- Ah, sí. ¿Y esa
familia numerosa que dices que tienes? ¿Dónde están?
- Vendrán mañana. He
pensado que hoy…era mejor estar solos, ya sabes. Pasito a paso.
Hicieron comida para
al menos cuatro personas más de las que eran, pero entre Leo, Chris, y Nick
arramplaron con todo. Christopher se dio cuenta de que Peter comía bastante
poco, y le insistió varias veces hasta que el chico le confesó que era vegetariano.
Chris se atragantó, y bebió un poco de agua.
- ¿Y tú no me lo
dices? – le preguntó a Nick, que había estado cocinando con él la carne y las
patatas.
- ¡No me di cuenta!
– se defendió el chico – Hace sólo unos meses que le ha dado por esta tontería.
- No es una tontería
– dijo Peter, frunciendo el ceño.
- Sí lo es. Comer
carne es algo natural.
- No tienes por qué
meterte en mis decisiones. Yo respeto lo que tú comes, así que haz tú lo mismo.
- ¿Respetarías tú el
que ahora me diera por comer tierra?
- No, claro que no,
acabarías en el hospital.
- Pues tú también
puedes acabar ahí. Tienes que tomarte las vitaminas esas, porque comer sólo
verdura no es normal.
A Chris no le
gustaba el rumbo que estaban tomando las cosas. Peter parecía molesto, y como
no había visto al chico enfadado nunca, no sabía cómo era capaz de reaccionar.
Intento poner paz.
- Vamos, dejadlo ya.
No pasa nada. Te prepararé una ensalada.
- ¿Lo ves? ¡Ahora le
das a Chris más trabajo! ¡Eres idiota!
- No hace falta ser
grosero – respondió Peter.
- ¿Ni siquiera
puedes hablar como una persona normal?
- Deja de insinuar
que no soy "normal" ¿quieres?
- ¡Pues deja de
hacer cosas raras! – Nick cortó un trozo de carne y lo acercó a la boca de
Peter – Vamos, cómetelo.
- No quiero.
- ¡Que te lo comas!
Leo tiró de la manga
del jersey de Chris
- Papá, ¿por qué
están discutiendo?
- Si te digo la
verdad, hijo, me he perdido.
- Nick ha dicho
"idi y lo que sigue" – comentó el niño, sin tener del todo una
intención acusica, sino más bien en una actitud sorprendida. No estaba
acostumbrado a que los que eran mayores que él usaran palabrotas.
Peter echó una
mirada bastante asesina a Nick, que balanceaba la carne delante de su cara.
Estuvo a punto de meterle el tenedor en un ojo, así que Peter le apartó el
brazo de un manotazo, haciendo que Nick soltara el tenedor.
- Lo siento – se
apresuró a decir Peter, sonrojándose – Ya lo recojo.
- No, tú no – dijo
Chris. – Que lo recoja tu hermano.
Peter había hecho
gala de una enorme paciencia. Tenía razón: nadie tenía que meterse en lo que
comía o dejaba de comer. Chris no era vegetariano, pero si Peter quería serlo,
bien por él. Le daba la sensación de que Nick no le había avisado a propósito,
y eso estaba mal. Además había sido innecesariamente insistente y maleducado. Estaba
a un tris de colmar la paciencia de Chris.
- ¿Qué?- preguntó
Nick, sin dar crédito.
- No hace falta, yo
puedo…
- Peter, siéntate.
Nick, recógelo.
- ¡No!
- Muy bien, entonces
vete a tu cuarto. Continuaremos comiendo sin ti.
- Oblígame.
- Realmente, no quieres
que haga eso. – le dijo Chris, mirándole seriamente. Hubo un duelo de miradas,
y Chris resultó vencedor.
Nick se marchó,
dando pisotones de elefante mientras subía las escaleras. Se oyó un portazo
cuando cerró la puerta de su cuarto.
- Lo siento – repitió
Peter – No debería haber entrado al trapo.
- No te disculpes.
Tú no has hecho nada. Te prepararé una ensalada. Leo, si ya has terminado,
puedes ir a por el postre.
Leo le siguió a la
cocina, cogió un flan, y desapareció rápido como un rayo. En seguida entró
Peter.
- No sé cocinar,
pero sé el sistema básico para preparar una ensalada – le dijo, con una media
sonrisa – No te molestes por mí, ya lo hago yo.
- No es molestia,
Peter.
Chris continuó con
lo que estaba haciendo, pero observó a Peter de reojo. Se quedó allí,
mirándole. Chris tuvo la sensación de que quería decirle algo. Por fin, se giró
hacia él en actitud expectante.
- Lo que a Nick le
ha molestado es que no me coma su carne – explicó. – Es la primera vez que
cocina para mí. En el orfanato no le dejaban tocar el fuego, aunque él miraba,
aprendía, y a veces hacía de pinche.
Chris lo pensó, y lo
entendió.
- Aun así, no ha
sido la forma. Tampoco ha estado bien que se meta con lo que comes o dejas de
comer.
- Es su forma de
expresarse.
- Pues tiene que
cambiarla.
Peter no insistió.
Chris supo ver que la relación que tenía Peter con su hermano era muy parecida
a la que tenía él con Wyatt: Wyatt también le habría defendido en una situación
parecida. Terminó la ensalada y fue con Peter al comedor para que terminara de
comer. Después recogieron la mesa, y Chris pensó en un plan para la tarde.
Pensó en ver una peli todos juntos. Llamó a Nick para que bajara, pero el chico
no quiso. Christopher suspiró. Ahora iba a tenerle de malas todo el día. No es
eso lo que él había pensado como primer día en familia.
Peter, Leo y él
vieron la peli, y hasta hicieron palomitas. Lo pasaron bastante bien, pero
Peter no dejaba de subir a ratos, para pedirle a Nick que bajara con ellos.
Siempre volvía con el mismo gesto abatido de "Me ha dicho que no".
Chris pensó en pedir
unas pizzas para cenar: una sólo con queso para Peter, una carbonara para él, y
para Leo una york-queso. Iba a subir a preguntarle a Nick cuál quería él, pero
entonces se le ocurrió que, en vez de pedirlas por teléfono, podía ir en
persona a la tienda y llevarse a Nick: así pasaba un rato con él, ya que el
chico había estado toda la tarde enfurruñado en su cuarto.
Llamó a la puerta
del cuarto de Nick y le dijo que le abriera.
- Déjame en paz.
- Nick, ya basta. No
tienes razón para ponerte de esta manera.
- Me pongo como me
da la gana.
- ¿Vas a abrirme o
no?
- Vete a la mierda.
Chris, contento de
su decisión de no haber puesto pestillos, perdió la paciencia y abrió la
puerta.
- ¿Qué has dicho? –
Nick tragó saliva. – Se acabó. Al coche. Ya.
Nick voló escaleras
abajo. Quizá sabía que ya había pasado el límite, y que no iba a salir de
rositas. Chris tardó un poco en bajar, quería calmarse primero. Cuando bajó,
habiéndole dicho a los chicos que se iba con Nick a por pizzas y que iban a
tardar un poco, se encontró que Nick estaba ya metido en el coche. Al entrar,
se dio cuenta de que el chico tenía algunas lágrimas silenciosas. No sabía si
eran de rabia o de tristeza, pero lo achacó a lo primero, a juzgar por la dura
mirada que recibió. Estaba harto de esas miradas, y de esa actitud.
- Te voy a dar una
oportunidad. Discúlpate por lo de antes, y por lo de la comida.
Nick no dijo nada.
Christopher suspiró.
- Tú lo has querido.
Con un movimiento
rápido, le hizo tumbarse sobre sus rodillas. Esta vez, le sacó directamente el
pantalón y los calzoncillos.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Si te digo que te
disculpes, te disculpas, o al menos me contestas.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Si te digo que
abras la puerta, abres la puerta.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Cuando hables
conmigo, lo harás con respeto.
Chris se dio cuenta
de que Nick estaba llorando, pero reunió valor, trató de desconectar su cerebro
de sus oídos, y no se detuvo.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- A tu hermano
también le hablarás con respeto
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Y dejarás de lado
sus costumbres alimenticias. Sé que no me avisaste a propósito.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Chris para, por
favor.
A Chris se le hico
un nudo en el estómago. No esperaba que el orgulloso Nick le suplicara. Pero le
había dado muchas oportunidades, y el chico las había tirado todas. Se había
ganado a pulso ese castigo. Hizo de tripas corazón y le ignoró.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Si te digo que
recojas el tenedor, lo recoges a la primera.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- Y dejarás de ser
grosero con la gente, de insultar, empujar y encerrar a los que te molestan.
¿Entendido?
- Sí – dijo Nick,
llorando amargamente.
Chris le dio cinco
azotes más, y concluyó. Soltó el agarre que había mantenido sobre la cintura
del chico, pero éste no se levantó, así que Chris le tomó de los hombros con
delicadeza, y le incorporó. Nick se echó a sus brazos y lloró con más
intensidad.
- Me duele – se
quejó.
- Lo sé. Y lo
siento. Si hubieras pedido disculpas, no te hubiera pegado. No es así como
quería que fueran las cosas. Llevaba mucho tiempo esperando para traeros a
casa. Pero llevas todo el día cruzando la línea, Nick, y no te lo podía dejar
pasar.
Nick lloró aun más,
y Chris pensó que no era momento para regañarle. El chico ya sabía lo que había
hecho mal, y no necesitaba que le siguiera martirizando con ello. Tal vez sólo
lo había hecho para probarle, para ver hasta dónde podía llegar.
- Shh, ya está. Eh,
venga. No pasa nada. Colócate la ropa, eso es. Déjame conducir ¿vale? – dijo
con voz muy dulce.
- No – dijo Nick, y
retomó el llanto que apenas había calmado – No lo hagas, por favor.
- ¿Qué no haga qué?
– preguntó Chris, desconcertado.
- No me devuelvas,
me portaré bien, te lo prometo, no seré rudo.
- ¿Qué no te devuelva?
Nick, ¿pero qué estás diciendo?
Chris observó como
el chico se deshacía en llanto. Quitó las manos del contacto. Le daba igual que
se hiciera tarde. A la porra las pizzas.
- Te hablé mal y me
dijiste "sube al coche". Pensé que me ibas a devolver, como dijo
…como dijo….- y empezó a llorar tanto que no se le entendía. Aquello le recordó
al llanto angustioso de Peter, fue como un flashback. El mismo rostro, las
mismas lágrimas. Le abrazó con fuerza, y esperó a que se calmara.
- ¿Por qué no me lo
explicas desde el principio? – pidió.
- El...snif…el chico
al que encerré me dijo: "De mí no te despidas, que nos vemos en dos días,
cuando vengan a devolverte". Le dije que eso no era verdad, que tú no me
ibas a abandonar, pero él me dijo que en cuanto hiciera algo que no te gustara
me echarías, como habían hecho los últimos que trataron de adoptarme. Por eso
le encerré.
Chris apretó el
abrazo. Seguía estando mal que hubiera encerrado a alguien, pero podía
entenderle, sobre todo teniendo en cuenta el carácter que tenía. Espero a que
continuara, porque sabía que había más.
- Entonces, cuando
subiste, tuve miedo de que me dijeras que me volvía para el centro. Y…cuando me
dijiste que bajara al coche…yo…yo…
- Shhh. Tranquilo.
Respira. Eso. Escúchame, no voy a dejarte en ningún lado. Ni ahora ni nunca.
Creo que voy a tener que repetíroslo todos los días hasta que me creáis, pero
nunca voy a abandonaros. Jamás. Pase lo que pase. Hagas lo que hagas. Entiendo
que te enfadaras con aquél chico, te hizo daño, pero las cosas no se solucionan
así. Sé que eso ya lo sabes, Nick, y que no volverás a hacerlo. Podré
castigarte cuando hagas algo mal, como cuando te pelaste con tu hermano en la
comida, pero NUNCA, - grábatelo, por favor - VOY A DESHACERME DE TI. Y, si fui
a buscarte, no fue para llevarte a ningún sitio. Es porque quería que me
acompañaras a comprar unas pizzas.
Nick se separó de él
y le miró a los ojos, para ver si decía la verdad. Poco a poco se calmó, y
adoptó una actitud mucho más relajada.
- ¿Aun puedo comer
pizza?
- Sí, claro que sí.
Vamos a por ellas – dijo, arrancando el coche. Recordó que por su pataleta no
había terminado de comer (y parecía un chico que comía mucho, pese a que,
irónicamente, estaba delgado) y que no había merendado ni tomado nada.
Nick sacó un pañuelo,
y se sonó la nariz. Luego, metió el pañuelo usado en su bolsillo, y Chris
observó por el rabillo del ojo como aprovechaba para sobarse el trasero. No
hizo ningún comentario.
- Siento haberte
dicho eso – dijo, al rato. – A Peter se lo digo todo el rato, pero creo que
entra dentro de las cosas que no puedes decirle a un pa…a alguien mayor que tú.
Chris supo que
estuvo a punto de decir "padre". Le hubiera gustado que lo dijera.
- Te falta práctica
¿eh? Bueno, yo tampoco sé cómo hablarle a un adolescente. Creo que cada vez que
te digo que hagas algo haces lo contrario. Tal debería empezar a darte órdenes
invertidas.
Los dos sonrieron y
Chris, sin dejar de mirar a la carretera, pasó una mano por los hombros del
chico.
Volvieron a casa con
cuatro pizzas medianas. Chris pensó que era demasiada comida, pero el único que
dejó algo fue Leo. El niño no quería ser el primero en irse a dormir, decía que
aquél era un día especial, pero al final se quedó dormido cuando estaban
sentados en el sofá.
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