martes, 24 de diciembre de 2013

a mi me regalo Dream Gril




NATHAN

-         Papá, tienes que dejarme ir – exigió Nathan. Intentaba mantener una pose medianamente adulta, pero le faltó poco para patear el suelo.

-         No tengo que hacer nada, Nathan. Ya te he dicho que no irás – respondió Mikel.

-         ¡Estás siendo injusto! ¡Tuve las mejores notas del curso! ¡Me he ganado éste viaje! Todos mis amigos van a ir… Mamá, convéncele – pidió, apelando a la única persona que podría hacer entrar en razón a su padre.

Miranda intercambió una mirada con su esposo. En realidad, ella no tenía problema con que Nathan fuera. Se trataba de una salida inocente de fin de semana, con un grupo de amigos. Su hijo ya no era un niño y tampoco quería irse al otro lado del mundo, sino de camping. Entendía los miedos de Mikel: seis chicos de diecisiete años pueden hacer muchas cosas peligrosas solos en un camping, empezando por el alcohol. Pero Nathan merecía un voto de confianza ¿no?

Abrió la boca para interceder a favor de su hijo, pero no tuvo ocasión de decir nada:

-         Tu madre puede decir misa, que el dinero que necesitas te lo doy yo, y no voy a hacerlo. No hay viaje, Nathan, y no hay más que hablar.

-         Pero ¿por qué no?

-         Porque eres muy joven, porque no va ningún adulto con vosotros y porque tú estás castigado sin salir.

-         ¡Mi castigo acaba el Domingo!

-         Y la salida empieza el Viernes. Haz los cálculos tú mismo. – respondió Mikel, y se sentó en la mesa a hojear el periódico, dando la conversación por finalizada. Nathan se le quedó mirando con el odio y la ira creciendo dentro de él.  Su padre era un maniático intransigente con un palo introducido en el…


Y eso que el plan que le había dicho era mucho más “aceptable” que el original. Nathan no pensó que su padre pudiera decirle que no a una salida con sus amigos, pero en cambio estaba seguro de que jamás le dejaría irse todo un fin de semana con Lydia, que era su verdadero plan.  ¿Cómo podía decirle que no a ese par de… a esas…en fin, a una chica tan guapa? Él TENÍA que ir a ese fin de semana en el lago…pero su padre no lo entendía…

-         Si te has propuesto destrozarme la vida, enhorabuena ¡lo has conseguido!  ¡No voy a volver a dirigirte la palabra! – dramatizó el joven, y salió teatralmente de la habitación. Mikel hizo ademan de levantarse y seguirle, pero Miranda le sujetó.

-         Deja que se le pase el enfado…

Se escuchó un portazo con origen en la habitación de Nathan y Mikel refunfuñó, pero decidió dejarlo pasar.

Dos horas después Mikel llamó a la puerta de Nathan a decirle cualquier tontería, pero lo que en realidad quería era intentar solucionar las cosas. Aunque sabía que Nathan sólo estaba molesto porque no le dejaba ir a ese viaje, él no quería destrozarle la vida, ni mucho menos y deseó saber hacerse entender. 

-         ¡Vete! – gritó su malhumorado hijo desde dentro.

-         Nathan, hijo, vamos a hablar…

-         ¿Vas a dejarme ir al viaje?

-         Ya sabes que no….

-         ¡Entonces no hay nada de qué hablar!

-         Pero…

-         ¡Te odio! – gritó Nathan, y Mikel rodó los ojos, aunque una parte de él sintió una punzadita por esas palabras. Dejó la mano quieta sobre el picaporte de la puerta, y no entró. Se dio la vuelta y volvió por donde había venido.

Tras una breve conversación con su esposa y unos minutos de reflexión, Mikel llegó a pensar que Nathan nunca le perdonaría si no le dejaba ir a ese viaje que parecía tan importante para él. Pero todo un fin de semana sólo… sin un adulto…

-         Cariño, existen los móviles – dijo Miranda.

Grrr. Complacer a su hijo vs protegerlo. Mikel aún estaba decidiendo cuando recibió una llamada de Ethan, y Miranda se apresuró a ponerlo en su contra haciendo que se sumara al partido de “Déjale ir, Mikel”. En fin. Si el pueblo se unía en contra del presidente, el presidente se veía obligado a cambiar sus leyes… Además, sabía que si le decía a Nathan que sí podía ir no escucharía un “te odio” sino tal vez un “te quiero”.

Fue a hablar con él, llamó a la puerta y no obtuvo respuesta.

-         Nathan, hijo, ábreme.  – pidió, pero nada. - ¿Nathan?

En respuesta, sólo silencio. Mikel suspiró.

- Supongo que después de todo no quieres ir a ese viaje… - aventuró, imaginando que eso le haría saltar, de una forma u otra, reaccionando a sus palabras. Pero encontró silencio aquella vez también. Frunció el ceño y abrió la puerta, orgulloso de no dejarle tener cerrojo en su habitación.

En el cuarto de Nathan no había nadie. Tampoco estaban algunas de sus cosas. El armario estaba abierto y con menos ropa de lo habitual. Mikel resopló, y sintió cómo se hinchaba la vena de su cuello.

-         ¡Yo lo mato! ¡LO MATO! – rugió, y su grito atrajo a Miranda.

-         ¿A quién matas?

-         ¡A tu hijo!

-         ¿Qué hizo?

-         ¡Se ha ido! ¿Le ves aquí? Nada, caput, ¡se evaporó!

-         ¿Qué? ¿Cómo?

Mikel se fijó en la ventana abierta y la señaló, intuyendo que Nathan habría salido por ahí. Miranda se acercó con aprensión, mirando la distancia que separaba el huevo del suelo.

-         ¿A dónde habrá ido? – preguntó con preocupación.

-         Habrá adelantado su “viaje de fin de semana” – dijo Mikel, pensando en que estaban a jueves, y no faltaba tanto. Ese era otro de los motivos por el que no quería dejarle ir: ¿por qué tenía que pedirle permiso con tan poco tiempo?

-         ¿Qué vamos a hacer?

-         Yo matarle, ya te lo he dicho.

-         Mikel… - reprochó Miranda, muerta de preocupación. Él también estaba algo inquieto, porque pese a todo no sabía bien dónde podía estar su hijo.

-         Le encontraré – aseguró, y desde ese momento se puso manos a la obra.

Mikel no se consideraba del todo un padre invasor. Entendía el concepto de intimidad, aunque con ciertos límites porque después de todo, él era el padre del chico. Pero sabía que debía dejarle su espacio. Por eso pensó que jamás tendría que utilizar el GPS del móvil de Nathan… pero en ese momento se alegró más que nunca de su decisión de comprarle uno que tuviera GPS incorporado.

A través de una página web, y mediante ciertos procedimientos, ese aparato le proporcionó la localización de su hijo. Mikel se apresuró en coger el coche, e ir en su busca.

Por el camino, mientras pisaba el acelerador más allá del límite de velocidad de la mayoría de territorios, sintió una mezcla de preocupación extrema y enfado máximo. No hizo ni el menor esfuerzo por calmarse, y se contentó con buscar diversas formas de cometer Nathanicidio. ¿…Desmembrar un cadáver llevaría mucho tiempo?

La señal del GPS le llevó hasta un lugar apartado. Frenó el coche en los alrededores de un lago, donde sólo había una casa-cabaña. Frente a la puerta de la construcción había un coche que Mikel no había visto nunca. Gruñó. No le gustaba que Nathan se montara en coches de terceros, cuyas habilidades de conducción él no conocía. Pero tenía otras cosas en las que pensar… ¿su hijo estaría dentro de la cabaña?

Se acercó, e intentó mirar por la ventana, pero las cortinas le impidieron ver nada. Se pegó a la puerta, buscando oír algo, pero sólo captaba risitas ahogadas. Frustrado, golpeó la puerta y vio que esta se abría un poco. ¿Habían sido tan idiotas de dejar la puerta abierta?

-         ¿Qué ha sido eso? – escuchó por el hueco que acababa de generar. La voz no era la de Nathan, ni la de ningún otro adolescente. Era la de una mujer. Mikel empujó la puerta bruscamente, para abrirla de par en par en ese mismo momento.

Dentro había una única habitación, aunque no muy pequeña, que hacía las veces de dormitorio y sala de estar. En el centro había una cama enorme. Sobre ella estaban las cosas de su hijo, aún sin haber sido sacadas de una mochila grande, que hacía las veces de maleta. Su propio hijo estaba sentado justo al lado, con las manos sobre la cadera de una chica que tenía diecinueve años por lo menos. La cara de los dos prófugos fue todo un poema al verse descubiertos.

-         Papa, ¿qué…?

-         ¡NATHAN VAN LAUDER, AL COCHE AHORA!

-         Pero papá…

-         ¿Es tu padre? – preguntó la mujer. Nathan asintió, algo en shock.

-         ¿Y tú eres…? – preguntó Mikel, intentando mostrar un mínimo de educación.

-         Lydia.

-         Pues bien, Lydia, mi hijo no me pidió permiso para estar aquí contigo. Me pidió permiso para salir con sus amigos, a lo cual recuerdo perfectamente que le respondí que NO.

-         ¿Permiso? – preguntó la chica, con algo de burla.

-         Oh, sí, permiso, porque ese que tienes ahí sólo tiene 17 años. No sé lo que te habrá contado, pero sólo es un niño. Uno en muchos problemas.

-         Papá, pero…

-         ¡PERO NADA, NATHAN! ¿ES QUE NO ME ESCUCHASTE? ¡DIJE QUE AL COCHE!

-         ¡NO VOY A IR A NINGÚN LADO! ¡NO TIENES DERECHO A ENTRAR ASÍ! ¿Es que me has seguido? ¡ESTAS ENFERMO, PAPÁ, EN SERIO! No me voy a ir de aquí sólo porque tú lo digas. Así que vamos, humo, aire…¡AHÍ TIENES LA PUERTA!

Mikel no se creía que su hijo fuera capaz de hablarle así en un momento como ese, cuando le había pillado con las manos en la masa. Una persona sensata se hubiera deshecho en disculpas, buscando disminuir el enfado de Mikel y no aumentarlo, pero estaba claro que Nathan no era una persona sensata. 

Mikel paseó la mirada por toda la habitación hasta ver algo que le llamó la atención. Caminó con pasos furiosos hacia la cama, y Nathan retrocedió un poco, con el suficiente sentido común como para saber que hubiera hecho mejor en comerse aquellas palabras. Pero Mikel no caminó hacia él directamente.

-         Sí, y también tengo esto – respondió, cogiendo un cepillo de pelo grande, tan grande que sólo tendría sentido usarlo para cepillar una melena larga como la de la tal Lydia…y para una cosa más - ¿Me lo prestas? – preguntó, mirando a la dueña del objeto.

Lydia le miraba con los ojos muy abiertos, seguramente preguntándose cómo su escapada romántica se había torcido tanto. Esa tarde había recibido una llamada de Nathan diciéndole que le fuera a recoger, que adelantaban todo un día. Todo parecía ir bien, y de pronto había padres de por medio…. ¿En serio Nathan tenía diecisiete? ¡Le había dicho que tenía dieciocho! No es que hubiera una gran diferencia, pero al menos no se trataría de un menor. ¡Se sentía una asaltacunas!

Se fijo en que el hombre aquél esperaba una respuesta, y asintió imperceptiblemente, sin saber del todo bien para qué quería su cepillo. Pero Nathan sí parecía saberlo, a juzgar por la cara que puso.

-         ¡No papá, aquí no!

Pero Mikel no le escuchó. ¿Qué se creía el mocoso ese? ¿Acaso pensaba que podía escaparse, saliéndose por la ventana, asustándolos a todos sólo por salirse con la suya? Además le había mentido. En ese momento estuvo seguro de que nunca fue su intención salir con sus amigos, y planeo irse con su noviecita desde el primer momento.

Con movimientos muy rápidos, se sentó en la cama y tumbó a Nathan encima suyo. Lydia se apartó para dejarles espacio y observó con asombro cuáles eran las intenciones de aquél hombre. Armado con el cepillo, Mikel se dispuso a dejar una buena impresión de su enfado en el trasero de su muchacho.

-         ¿Acaso te piensas CRACK  que puedes hacer lo que quieras? CRACK ¡Si yo digo al coche, te vas al coche! CRACK CRACK CRACK

-         Auu, papá no, aquí no, ¡Ay!!

-         ¡Si yo digo que no vas al viaje, no vas al viaje! CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK

-         ¡Aaah! ¡Basta! ¡Auuu! Papá, no puedes…

En ese momento Lydia, sintiéndose muy incómoda, abandonó la cabaña. Mikel observó cómo se cerraba la puerta, y sabiendo que por fin estaban solos, bajó el pantalón y el calconzillo del chico que se retorcía encima de él. Las nalgas que tenía sobre él tenían un ligero tono rojizo, pero no sería nada comparado con cómo estarían cuando terminara.

CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK

-         ¡Aaau! ¡Duele! Ya no más, papá…

-         CRACK Como vuelvas CRACK a salirte por la ventana CRACK ¡te pongo rejas! CRACK CRACK

-         ¡AAU! Perdón papá, perdón. ¡Ay!

Mikel dejó el cepillo a un lado y continuó con la mano, notando el calor que desprendía el cuerpo de su niño.

PAF! PAF! PAF! PAF! PAF!

Esa vez no hubo gritos o quejas en respuesta, sino sólo llanto. Mikel se sorprendió un poco. Nathan no solía tener reparos en ser bastante sonoro y escandaloso, en parte exagerando y en parte porque se suponía que aquello dolía. Pero en ese momento se limitó a llorar.

PAF! PAF!

Nathan se agarró con fuerza a la ropa de la cama y soltó un gemido bajo. Mikel decidió detenerse porque algo no iba bien. Le puso de pie y le miró. Nathan cubrió su intimidad con una mano y llevó la otra atrás para frotarse. Tenía la cara congestionada y llena de lágrimas.

Mikel conocía bien a su hijo y entendió que le había avergonzado mucho, por castigarlo delante de aquella chica. No le había desnudado delante de ella, pero para Nathan no debía ser un gran consuelo consuelo.

-         Sube al coche – le dijo. Nathan se subió la ropa y salió volando. Al salir, el único coche que había era el que había traído Mikel. El de Lydia no estaba, y ella tampoco. Se había ido, llevándose sus cosas y dejando el horrible cepillo.

Mikel recogió las cosas de Nathan y fue tras él, y le vio mirando al infinito, lleno de lágrimas. Suspiró. Dejó la mochila en el suelo y se acercó a él, y sin decir nada le dio un abrazo. Nathan se lo devolvió con fuerza, llorando con más ganas. Se sentía un niño al que le habían quitado su juguete favorito… Le habían quitado su fin de semana y él no podía hacer nada por evitarlo. Probablemente no viera a Lydia nunca más, porque ella no querría saber nada de él.

-         Yo sólo quería un fin de semana con ellaaaa. No iba a hacer nada maloooo – se quejó.

Mikel estuvo a punto de rebatir esa frase, porque tenía una idea bastante clara de lo que su hijo tenía pensado hacer todo el fin de semana con esa chica, pero frenó a tiempo y lo pensó bien.

-         ¿Tenías protección? – preguntó. Nathan asintió, más que avergonzado por la pregunta. – Tienes razón: no ibas a hacer nada malo. Lo que sí está mal es mentirnos, y escaparte, y salirse por la ventana….

-         Pero es que tú no me ibas a dejaaaaaar.

-         Eh, alto ahí jovencito. Ni siquiera me dijiste que era esto lo que querías. Tú hablaste de una salida con tus amigos. Pero sí, Nathan, tienes razón, no te hubiera dejado. Esa chica es mayor que tú y tú me has demostrado que eres demasiado imprudente como para que se pueda confiar en ti.

Nathan gimoteó ante estas palabras y Mikel le acarició el pelo.

-         ¿Ella es tu novia? – preguntó, en tono de confidencia, viniendo a decir “Anda, puedes decírmelo…”

-         No exactamente.

-         ¿Pero te gusta?

-         No lo sé. Ya da igual, porque no voy a volver a verla.

-         Bueno, alguien tiene que devolverle su cepillo – se burló Mikel y Nathan se ruborizó mucho.

-         ¿Tenías que hacer eso?

-         ¿Castigarte? Oh, sí, ya lo creo. Y eso fue sólo un adelanto para cuando estemos en casa.

Nathan le miró con horror.

-         No papá… No volveré a hacerlo, lo prometo…

-         No, eso te lo prometo yo a ti.

Mikel abrió la puerta del coche y Nathan se metió, sin dejar de mirarle como cachorror apaleado, buscando conmoverle aunque sólo fuera un poquito. Puso un gesto de molestia cuando se sentó y Mikel supo que el cepillo había hecho un buen trabajo.

Con el coche en marcha, el silencio entre ambos era abrumador. Mikel se fijó en que a Nathan se le escurrían las lágrimas, y supo que le había dolido más perder su fin de semana que el castigo. Suspiró.

-         Estás castigado sin salir por tres meses… - empezó.

-         ¿Qué? Pero…

-         … Y, si logras que tu madre te perdone por el susto que le has dado, me pensaré lo de nuestra conversación en casa.

Nathan sonrió, sabiendo que su madre le perdonaría al saber que estaba bien, pero se extrañó un poco por la atípica oferta. Su mirada debió reflejar esa extrañeza, porque Mikel decidió explicarse.

-         Es cierto que tuviste las mejores notas del curso. Tómalo como una recompensa.


El concepto de recompensa de Nathan difería un poco del de Mikel. Para él, no llevarse una paliza no entraba dentro de su idea de “premio” pero decidió dejar la discusión sobre el significado de las palabras para otro día. 

4 comentarios:

  1. Muchas Gracias Dream te quedo Genial, me encanto... lo leí muchas veces porque es mío y solo mío... gracias por cumplirme este caprichito... porque Nate es uno de mis personajes favoritos... y bueno mi otra opción era Alejandro... porque como eras mi amiga secreta no podía pedirlo a él... así que si me quieres seguir cumpliendo caprichos podrías regalarme una historia de Alejandrito...

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  2. querida Lady.... discrepo contigo, este NO ES UN REGALO SOLO PARA TI, siento decrite eso en navidad, jjjjj soy como el Grinch (robandote la risa) porque para que sepas este relato también es para miiiiiiiiiiiiiii

    NO PENSE QEU PEDIRIAS A MI NATHAN PARA REGALO TUYO A DREAM... PERO HICISTE UNA EXCELENTE PROPUESTA

    DREAM............ QUE DECIRTE, HA QUEDADO MARAVILLOSO, AL IGUAL QUE LE DIJE A LITTEL, HA SIDO SORPRESSIVO LEER A MIS PERSONAJES BAJOL A PLUMA DE TAN TALENTOSAS ESCRITORAS.
    ESTA HISTORIA ME HA GUSTADO MUCHO, MUCHISIMO YME ENCANTO QUE SIGUERAS LA LINEA DE MIKEL, UN POCO TIRANO JJJJJJJ

    FELIZ NAVIDAD A AMBAS, GRACAIS MIL, LO VUELVO A REPETIR NO ES UN REGALO SOLO PARA LADY, HA SIDO PARA MI TAMBIEN INDIRECTAMENTE

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  3. Muchas gracias, chicas.
    Fue todo un reto tener a tu niño, Maramba.

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  4. Realmente Dream te ha salido genial. Nathan siempre me da pena tiene el mejor promedio y no me le dejan hacer nada. Pobre chiquito mio.

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